Augusto Higa: «En literatura no hay consejos ni recetas»

Cerrando lo que podría ser uno de sus años más fructíferos como escritor, Augusto Higa Oshiro (Lima, 1946) conversa con esta bitácora sobre ‘Gaijin’ (Animal de Invierno) y ‘Todos los cuentos’ (Campo Letrado Editores).

La primera vez que leí a Augusto Higa fue algo tarde, lo admito. En 2013 la Asociación Peruano Japonesa me envió ‘Okinawa existe, libro ganador del premio José Watanabe Varas.

Los cinco relatos incluidos en ese pequeño libro fueron suficientes para animarme a buscar más sobre la obra de Higa. Así llegué a encontrar ‘Clase media’, ‘La casa de Albaceleste’,  ’Sueños de oro’, ‘Lolita guau guau’, pero principalmente ‘Que te coma el tigre’, un cuento memorable.

En esta ocasión, el ‘maestro de la novela corta’, como lo ha llamado Jeremías Gamboa, logra la primera reimpresión de ‘Gaijin’ (Extranjero). Novela publicada inicialmente en julio de este año.

-¿Cómo cree que el público ha tomado ‘Gaijin’ (Editorial Animal de Invierno, 2014)?

Creo que hay una buena recepción tanto de los medios como del público y, en general, las críticas y los comentarios son positivos aunque no dejan de haber personas que critican, deslizan ataques, sobre todo por la red. Sin desconocer la existencia de esa crítica adversa, en líneas generales creo que la novela fue bien recibida y sobre todo en los niveles académicos.

-Quizás las críticas se originan porque se espera mucho de usted, al ser un muy buen escritor.

Lo que pasa es que ‘Gaijin’, ‘La iluminación de Katzuo Nakamatsu’, ‘Okinawa Existe’, las estoy escribiendo en una época muy tardía, ya pasados los 50 años. Es aquí cuando un escritor ya está realizado y ha dado prácticamente lo mejor de sí mismo.

-Hace un año yo conversaba con usted y me dijo que estaba en el esplendor de su carrera.

Claro, precisamente por eso, porque estas son obras que debí escribir a los treinta o cuarenta años pero como no sabía cómo hacerlas, fui postergándolas. De tal modo que estas obras son de muy pocas páginas pero muy bien trabajadas.

-Se le califica como un maestro de la novela corta. ¿Le gusta que lo llamen así o le incomoda la etiqueta?

No me incomoda. Para mí es complicado trabajar una novela de largo aliento, una obra de 250 o 300 páginas, en la medida en que mi método de escritura es línea por línea. Sueldo reducir y me salen pocas páginas.

-¿Alguna vez le pasó que venía escribiendo un cuento que se extendió tanto por lo que al finalmente terminó siendo una novela?

En el único caso que sucedió eso fue en ‘Extranjero’ de ‘Okinawa Existe’. Empezó como cuento y se fue extendiendo. De tal modo que podía convertirse en una novela. Eso fue prácticamente mi biografía de niño. Había mucho material guardado, pero como yo quería escribir un cuento lo cerré ahí no más. Es probable que con eso (que quedó) escriba una novela más larga en el futuro.

-¿Tiene usted algún régimen diario para escribir?

Escribo de 8 a.m. a 1 p.m. y ya por las noches releo y corrijo lo escrito. Aunque también leo otras obras de diferentes escritores. Ese más o menos es mi régimen de lunes a viernes.

-¿De las críticas que ha recibido por ‘Gaijin’, cuál le parece fundada y considera se hubiera podido corregir en Gaijin?

Se dice que hay exceso de adjetivos pero lo normal es que yo juego casi siempre con tres. Nada más. Y eso para no avasallar al lector. Lo que sí sigo es un ritmo, de tal manera de que – con adjetivos o no – uno tiene la sensación de ir así [hace un gesto como de ‘ir en bloques’]. Generalmente son frasecitas cortas que encajan como una pieza de rompecabezas.

[Augusto Higa lee un párrafo de su libro] “Era el sol furioso de un mediodía (punto). Entonces, bajó del camión interprovincial, caminó por el intrincado jirón Ayacucho. No tenía curiosidad alguna, el cuerpo desapacible, los ojos inmóviles y fijos no miraban a nadie. Ni siquiera adelante, tampoco atrás, como si estuviera pasmado, concentrado en el cielo, flojo, sin piedad, ni consuelo”.

Al margen de los adjetivos, traté de jugar más con los puntos y las comas. De tal manera que pueda lograr un ritmo. Si es que esto fuera posible en prosa, claro.

-Al comienzo de la historia, ‘Gaijin’ es un perdedor, un ser humano vencido.

Lo que busqué es que se comprenda al personaje, un personaje perverso, emprendedor para su época (años 30s), que va a empezar como ambulante en los alrededores del Mercado Central. La suya es una evolución en la cual se siente seguro de que va a llegar a algo más.

-En la novela también aparece Misha Arango, un personaje que me hace recordar a otras mujeres en sus historias previas. ¿Es fundamental en sus obras el papel de las mujeres que acompañan al protagonista?

Así es, pero quisiera resaltar que en este caso ella acompaña a un hombre que por sus profundas raíces orientales no puede tener relaciones sexuales. Formalmente cumple con el matrimonio, no puede tener relaciones sexuales por esta convicción profunda de que un japonés no puede tener sexo con alguien fuera de su raza. Ahí está el meollo del asunto. Gaijin es demasiado japonés, oriental, malvado.

-Hábleme un poco del ambiente inicial que rodea a Sentei Nakandakari (Gaijin). Una sociedad muy violenta e injusta que lo trata como un animal varias veces.

La historia está ambientada en los años treinta y en esa época había una fuerte discriminación hacia los japoneses en medida en que Japón era una potencia imperial. Había invadido territorios como Corea y China. Era una potencia y los gobiernos latinoamericanos y, especialmente en el Perú, eran partidario de esta política. Esto muy aparte de la discriminación racial.

***Sobre ‘Todos los cuentos’ (Campo Letrado Editores, 2014)

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-Era el momento de publicar sus cuentos juntos. El libro sale en un tiempo preciso y en eso coincide la crítica especializada.

Claro, y ese también fue el criterio de la editorial. Pensaron que era el momento de reunir todos esos cuentos precisos. Por ejemplo, ‘Que te coma el tigre’ había sido reeditado pero ya no quedaban ejemplares y la gente no lo conocía. Lo mismo con ‘La casa de Albaceleste’. Creo que ‘Todos los cuentos’ ha tenido una muy buena acogida.

-¿Cuánto se ha perfeccionado en todos estos años?

Cuando empecé a escribir, escribía sobre lo que ocurría de la puerta de mi casa hacia la calle. Y lo que empecé con ‘La iluminación de Katzuo Nakamatsu’ fue todo lo contrario, de la puerta de mi casa para adentro.

-¿Y cuál de esos esas etapas le costó más?

La segunda, definitivamente. Me demoré mucho más. Cuentos como ‘Okinawa existe’, no era posible escribirlos en los sesentas, setentas u ochentas. Hoy es posible hacerlo en la medida en que la migración japonesa ya se ha definido. En los sesentas aún eran extranjeros.

-En lo personal, los cuentos más recientes que usted ha escrito me parecen más digeribles, más concretos y a la vez fascinantes.

Claro porque son más recientes. Pertenecen a una etapa muy madura mía, en cuanto al manejo de la prosa, la imaginación y de la comprensión de los personajes. Por ejemplo, los cuentos de ‘Que te coma el tigre’ están hechos a mis 21, 22 o 23 años de edad.

-¿Siempre estuvo seguro de su vocación de escritor?

Sí.

-¿A pesar de esa pequeña interrupción que hubo en los noventas, a pesar de ese ‘bache’ por decirlo de alguna forma?

He tenido muchos baches en mi carrera. No he escrito cuentos ni novelas de manera profesional o permanente porque es difícil aquí en el Perú dedicarse exclusivamente a la literatura. Yo fui periodista, profesor, empleado público y accidentalmente escribía. Ahora que ya estoy jubilado puedo dedicarme exclusivamente a escribir. Eso creo que se repitió con varios de mis compañeros escritores como por ejemplo Carlos Calderón Fajardo. No puede vivirse de la literatura.

-Usted es un escritor muy reconocido en el país. ¿Por qué no ha publicado en editoriales ‘grandes’? ¿Se aleja de lo que muchos llaman literatura ‘comercial’ o éstas editoriales no lo buscan?

Mira, cuando yo tenía ‘La iluminación de Katzuo Nakamatsu’ probé con varias editoriales, entre ellas Norma, y me lo rechazaron. ‘Gaijin’ se lo presenté a Alfaguara y me lo rechazó. Si no he publicado con las editoriales fuertes es porque me han rechazado.

-Algo injusto porque muchos famosos, actores y hasta futbolistas publican libros con aparente facilidad. ¿Le molesta esto?

No. Me parece bien que lo hagan. Pero en mi caso, como el de muchos otros escritores, soy consciente de que no escribo para grandes mayorías. Por los problemas que trato de exponer en mis novelas y cuentos y por mi prosa castigada. Eso no es para las mayorías. Es cierto que cualquiera lo podría leer, pero normalmente mi público es el académico. Desgraciadamente es así.

-Dejando de lado el que da título al libro, ¿con qué cuento de ‘Que te coma el tigre’ le gustaría que lo recuerden?

Definitivamente con ‘El equipito de Mogollón’.

-Un cuento muy para futboleros, muy fascinante también.

Ese me trajo muchas satisfacciones. Me lo reprodujeron en varios periódicos, fue incluido en varias antologías. Es un cuento que siempre gustó por la temática del fútbol.

-¿Ve usualmente fútbol?

Claro que sí, el campeonato nacional y el fútbol internacional también. Estoy muy informado.

-El fútbol callejero o popular es un tema mucho más para escribir que el fútbol grande y espectacular.

Claro que sí. Es un tema para escribir y, además, por ejemplo en El Porvenir existía ‘El mundialito’ que es una fiesta popular con todas las cosas que trae de por medio: peleas, insultos, equipos que se quejan, disputas callejeras.

-¿Suele visitar los lugares sobre los que usted ha escrito en sus obras?

Claro que sí, suelo ir al Mercado Central, a Mesa Redonda. Los lugares cambiaron totalmente.

-¿Lee obras de jóvenes escritores peruanos?

Hay algunos que me han llamado la atención. Por ejemplo, un cuentista llamado Richard Parra. Luego está Carlos Yushimito, autor de ‘Las islas’. Tiene mucho prestigio y muy bien ganado. Además, Francisco Ángeles, autor de ‘Austin Texas’. Ellos componen una buena muestra de por dónde va la novela peruana actual. Son jóvenes bastante representativos.

-¿Se puede dar consejos en literatura?

No creo. No hay consejos en literatura, tampoco recetas. No se puede decir cómo encarar las distintas etapas de la producción de un libro. Eso sí, lo que puedo decirles es que sean persistentes y que escriban contra viento y marea. A pesar de ser conscientes de que no se va a ganar mucho.

-¿Qué proyectos tiene actualmente?

Estoy trabajando mi tesis de maestría sobre Julio Ramón Ribeyro. Y no porque la maestría me sirva para algo, pues estoy jubilado. Hago esto porque quiero escribir sobre Ribeyro. Creo que invertí mucho tiempo estudiándolo y quizás lo que pueda decir sobre su obra pueda tener una mínima importancia. Mucho más ahora que se ha vuelto a escribir sobre él. En mi tesis comento sus únicamente sus cuentos. Mi trabajo está dividido en etapas: la del aprendizaje, la de la madurez, una tercera en donde entra ‘Silvio en El Rosedal’ y luego la caída con ‘Relatos santacrucinos’.

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