Narda Henríquez habla sobre «Conflicto en los Andes: Protestas en el Perú y Bolivia»

El Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) publicó hace unos días “Conflicto social en los andes: Protestas en Perú y Bolivia”.

Algunos de los textos incluidos en esta obra permiten que el lector comprenda de forma más clara la génesis de algunos conflictos sociales que captaron la atención mediática por varias semanas, tal como ocurrió con el caso de Tambogrande (Piura), con el denominado ‘Baguazo’, o con las marchas en defensa del Parque Nacional Tipnis, en Bolivia.

La socióloga Narda Henríquez, coordinadora de este trabajo y co-autora junto a Gina Herández del ensayo “De pequeñas a grandes minorías: Poblaciones indígenas en Loreto y afectados por la violencia política en Ayacucho”, conversó brevemente con esta plataforma.

¿Cómo se originó este libro sobre conflictos sociales en Perú y Bolivia?

En la PUCP tenemos grupos de investigación que sesionamos periódicamente. La finalidad es hacer un intercambio académico de lo que venimos trabajando pero también promover agendas y profundizar en algunos campos de estudio. En particular, nuestro campo de estudio son los conflictos sociales y la justicia social. En ese sentido, casi todos los trabajos del libro fueron discutidos por estos grupos conformados por profesores seniors, juniors y estudiantes. En el caso en el que yo estuve involucrada junto a Gina Arnillas, nos planteamos la preocupación de mirar al país desde las regiones, específicamente desde Ayacucho.

Para hacer una comparación, vimos también el caso de los derechos humanos en Loreto, tomando en cuenta el caso de Bagua. Queríamos ver la evolución de las organizaciones de poblaciones indígenas en dicha zona del país.

¿Por qué eligieron dos temas de estudio tan diferentes?

Para ver de qué manera esta agenda era una prioridad para el país. La conclusión es que los derechos humanos no son una prioridad, son una agenda oculta que sale a la luz cuando hay problemas. En el caso de Bagua, hasta que no ocurrió lo que todos saben, nadie se preocupó por la selva y la Amazonía, y sin embargo desde los ochenta existe Aidesep. Las organizaciones de estudiantes indígenas de la Amazonía (OEPIA) también tenían varios años de funcionamiento. Muchos desconocen estas dinámicas.

En los últimos años hubo un crecimiento de los índices económicos del país pero las instituciones que deben velar por prevenir conflictos sociales no parecen ir al mismo ritmo. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?

Sí, pero a la vez hay que reconocer que la sociedad crea las instituciones. Por ejemplo, tuvo que ocurrir el caso Bagua para que haya consulta previa. Tuvo que ocurrir Conga para que haya revisión de estudio ambiental con organismos neutros que permitan hacer más objetiva la cuestión. Todos en el país necesitamos estar informados sobre estos procesos. ¿Para qué tenemos que esperar que estalle un conflicto?

Los conflictos también crean instituciones y eso es un hecho histórico, como pasó con la jornada de 8 horas, la que fue una consecuencia de la lucha de los trabajadores. Muchas veces esos canales institucionales que el Estado no provee, a la larga terminan surgiendo. Lo que debemos evitar es que surjan tras dramáticas situaciones de violencia.

Otro aporte importante del libro es que se compara conflictos ocurrido en otras latitudes, como en el caso de Bolivia, un país tan complejo como el nuestro.

Así es, hay artículos de Bolivia que escriben Stéphanie Rousseau y Deborah Delgado. Ahí tratamos de mirar lo que ocurre en ese país. Podemos estar en desacuerdo con algunas de sus decisiones políticas pero allí existe un proyecto de diversificación productiva. Están haciendo petroquímicas. La idea es ir más allá de solo la extracción del mineral.

¿Se puede decir qus el movimiento indígena en Bolivia es mucho más fuerte que en Perú?

Las sociedades ecuatoriana y boliviana son más homogéneas que la nuestra, que es mucho más diversificada, desarticulada y heterogénea. Esa homogeneidad permitió que un sujeto social indígena en sociedades con otra historia fueran también actores políticos. Con ellos los gobernantes construyeron alianzas, coaliciones o partidos políticos. En el Perú nunca hubo coalición alguna con ningún sector de poblaciones indígenas. La población campesino-indígena tuvo primero que luchar por la reforma agraria, luego por su territorio y ahora por defender la naturaleza.  Hay un sujeto social indígena en el Perú pero no le interesa a muchas élites. Debe haber una regulación y un acuerdo político con estos agentes sociales que son también agentes económicos pues en sus territorios se realizan estas actividades.

Ocurre también en el nivel local y regional que el candidato que pierde las elecciones se convierte en la gran pesadilla del ganador y le hace el gobierno imposible por cuatro años. Esto es una dinámica que imposibilita la gobernabilidad.

Esa dinámica de oposición y confrontación es una dinámica política recurrente que a veces oscurece los problemas de fondo. Uno puede encontrar disputas entre autoridades locales, intereses oportunistas de distorsionar el conflicto, pero nada de esto debe deslegitimar la causa de la protesta que tiene un origen y una razón de ser. Los politólogos, los analistas y los políticos que toman decisiones deben saber diferenciar.

Quisiera mencionar el caso del Frente de Defensa de Ayacucho, que se replegó en todo el periodo de la violencia, por lo que su discurso sobre derechos es casi inexistente. Es un papel muy polémico para nosotros pero desde la región es comprensible porque ellos atravesaron muchos dilemas. Hay que comprender lo que ocurre así no estemos de acuerdo. Sobre el Frente de Defensa de Ayacucho hay en el libro un gran ensayo escrito por Mercedes Crisóstomo.

El ensayo del profesor Aldo Panfichi toca el tema de los regímenes políticos y cómo a través del estudio de estos se puede intuir qué tipo de conflictos podrían venir en adelante.

Aldo Panfichi y Jesús Coronel insisten en que el carácter del régimen permite distintos tipos de relaciones con la población. En el caso de Velasco había un régimen autoritario pero con participación social. En el caso de Fujimori, no. Esa es la primera constatación. A futuro, el régimen político tiene relación con la idea de coaliciones, de permitir diálogos más amplios que vayan más allá de la coyuntura. Que cuando uno llega al gobierno pueda pensar en objetivos de mediano y largo plazo y no estemos re-ajustando siempre las cosas.

En el artículo se menciona que el “autoritarismo competitivo neoliberal” de Fujimori si bien limitó las libertades de las personas, a la vez generó una motivación para protestar. Lo cual quizás no pasó con Paniagua o Toledo.

La democracia es conflictiva pero tiene sus canales. El autoritarismo no da canales y eso genera una mayor intensificación. Sin embargo, algunos piensan que durante Fujimori hubo silencio social de la protesta pero no. Lo que ocurrió fue que hubo protestas pero sin mucha cobertura mediática como en la actualidad.

¿Cree que se pueda llevar adelante un proceso de conciliación entre una gran mayoría de peruanos para evitar enfrentamientos tan graves como los vistos en los últimos días en Arequipa?

Considero que hay otras amenazas que en el libro no trabajamos suficientemente porque no era nuestro objetivo, y son el narcotráfico y la corrupción. Son temas muy perturbadores y si dejamos que estos factores nos ganen antes de establecer un diálogo nacional, estamos perdidos. Creo que estamos en un momento clave, no solo para que los que no quieren ver puedan observar lo que está pasando con ojos más flexibles, sino que además debemos tener en cuenta que hay otras dinámicas que nos van a ganar si no lo hacemos ya. Estos son años claves, no por las elecciones sino por el peligro de los actores perversos en la política y en la economía. Estamos en un momento fundamental para no llegar a ser como México, por ejemplo. Existen tesis que nos muestran el riesgo de convertirnos en un narco-estado. El Estado debe tener la suficiente capacidad y creo que si no es (con) el presidente Ollanta Humala, será en el debate presidencial, con la sociedad civil, etc.

Cada organización social reclama sus propios intereses pero ¿quién es el llamado a reclamar por el conjunto de estos?

Hace falta lo que en la política se llama la agregación de intereses. No hay partidos que unidos de dos o tres puedan pensar en el conjunto. Como decía mi colega Inés García, este país requiere frentes sólidos. A nivel político no tengo grandes expectativas pero voy a exigirlo. Y a nivel social tengo muchas esperanzas en las nuevas generaciones. Hay una suerte de combinación de conocimiento de los derechos, de exigencia de libertades civiles y políticas, y a la vez de tomar distancias de los legados de pasado. Mi generación ha vivido lo de Sendero y tuvo que sufrirlo, pero las nuevas generaciones pueden pensar un país sin esa violencia. Si bien existen otras amenazas, en la actualidad hay una tendencia libertaria de los derechos de las personas y que no tienen miedo a que los acusen de nada si también respetan los derechos de las comunidades.

Finalmente, ¿algún otro detalle que le parezca fundamental para el país?

Quisiera mencionar el tema de la universidad pública aquí. El gobierno actual viene haciendo un esfuerzo en cuanto a becas pero todo sigue siendo muy elitizado. Debe haber un esfuerzo más sustantivo. Me parece que las universidades tienen masa crítica, capacidades pensantes y considero que hay un gran desprecio de las autoridades y de nosotros mismos sobre otros peruanos que  consideramos menos. Los propios cholos nos choleamos y despreciamos a la gente pobre. Quizás no comprendamos sus reacciones pero debemos ser solidarios siempre.

IMPORTANTE
Más información sobre este libro en este link.

Publicada el 2 de junio de 2015 en El Comercio.

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