Roberto Reátegui: «La edad no es un obstáculo para el amor»

Roberto Reátegui (Lima, 1959) acaba de publicar ‘El fantasma del Amazonas’ (Alfaguara) , una novela de aventuras que exige una buena dosis de atención por parte de los lectores y que, felizmente, otorga varias recompensas a quienes se animen a leerla de principio a fin.

El autor de ‘Siete pelícanos’, ‘Retro’, ‘Diva’, entre otros títulos, aparece nuevamente aquí como un escritor pulido y lleno de recursos propios de quien tiene en la constancia a su gran socia. 

Conversamos con Roberto sobre esta historia ambientada en 1916, cuyos protagonistas son un adolescente de nombre Miguel y María Santos, una mujer casada. Esto bajo un contexto único: el primer viaje de un barco peruano desde la Amazonía hacia el Callao

-¿Cuál es la materia prima con la que escribió ‘El fantasma del Amazonas’?

La materia prima es un hecho real: el viaje del barco Yurimaguas, que vino desde Iquitos hasta el Callao, en 1916. Tuve la suerte de que  un tripulante de aquel viaje (Alfonso Weninger) me lo contara hace treinta años. Me contó, lo grabé y escribí entonces un pequeño resumen de lo ocurrido.

-Sin aquel relato de Alfonso hubiera sido imposible escribir  esta novela.

Claro. Primero porque hubiera desconocido la historia. Además, tuve la suerte de reencontrarme con esta historia hace cuatro años porque en una de mis mudanzas me encontré con ese resumen que escribí. Entonces pensé que si me había encontrado con eso después de tanto tiempo, por alguna razón será. Así que decidí a hacer una novela sobre esto.

-Entre ‘Diva’ y esta novela hay casi cuatro años de distancia. ¿Es muy detallista al momento de revisar sus textos o le cuesta mucho alguna parte del proceso creativo?

Ambas cosas me resultan muy placenteras. En realidad, desde la investigación y documentación. El sentarme a escribir y el corregir me genera mucha diversión.

-Hablemos de Miguel y María Santos ¿Qué tanto la edad puede ser un obstáculo en el amor?

Para que haya amor, no creo que la edad sea obstáculo. Digamos, en este caso es un chico de 16 que se enamora de una mujer de treinta y tantos. Ahora, que ese amor sobreviva,  o que se consuma, o se convierta en tu ensoñación, en tu ideal o que tu amor platónico se convierta en real es otra cosa, porque las circunstancias, la sociedad, la vida es mucho más dura que cualquier ideal. Pero para que nazca el amor, no creo que la edad sea un inconveniente.

-Las circunstancias que rodean a los protagonistas son muy diferentes a las actuales. Se trata de ambientes muy distintos alrededor de una pareja con tanta diferencia de edad.

Sí, claro. Era una sociedad mucho más cerrada, que condenaba mucho más. Aunque ahora no conozco ningún amor de un chico de 16 con una de treinta y tantos. No es que se vea ahora con frecuencia. En esa época creo que hubiera sido imposible.

-El libro parte con un detalle muy curioso: por aquel entonces para ir de Iquitos hacia Lima sin cruzar los andes había que navegar muchísimo y pasar de un océano a otro, lo que conllevaba pasar varios países. Algo que hoy  es inimaginable.

Estamos acostumbrados a nuestras herramientas modernas. Siempre digo que con el celular tienes todo a la mano. Teléfono, correo, Internet, información pública, amigos, contactos, planos de la ciudad, todo. Es como un cerebro adicional. Eso fue avanzando tan rápido que nos hizo olvidar que hasta hace unos años ni siquiera había celulares en el Perú. En el noventa no había celular, salvo teléfono fijo en casa y nada más. Entonces, en esta época en la que está ambientada la historia de esta novela, el medio de transporte por excelencia era el barco.

-El esposo de María Santos le advierte a ella no ir de desde Iquitos hacia Lima por tierra.

Una ruta habitual era venir de la selva, salir por Loreto, San Martín, Amazonas, luego pasabas por Cajamarca y, ya en la costa, – si tenías dinero – tomabas un barco desde Puerto Eten hasta el Callao.  La otra opción era ir de la selva a la costa a pie, apoyándote con una mula que cargue tus bultos. Era un viaje que tomaría dos meses más o menos.

-¿Cuánto ha cambiado usted como escritor si tomamos en cuenta el año 2002, que fue cuando publicó ‘Siete pelícanos’, y hoy?

Pienso que soy más ambicioso. Quizás sea más exigente conmigo mismo. Creo que el primer libro siempre es es producto de un gran entusiasmo. Sueles equivocarte y, aunque pueda ser un buen libro, nunca será como si lo hubieras escrito diez o veinte años después. Lo bueno es que no he perdido el entusiasmo. Esta novela me ha dejado muy satisfecho y me siento entusiasmado para iniciar un nuevo proyecto.

libro

-¿Realizó viajes a la Amazonía o a algunos de los lugares que menciona en la novela?

Sí, viajé bastante sobre todo para tratar de conseguir documentos de la época, fotografías; y la otra razón fue para ver la geografía. Las ciudades, los pueblos, los medios de transporte han cambiado en 100 años pero la geografía no, al menos a grandes rasgos, el río Amazonas si bien ha cambiado su curso en algunas partes, sigue siendo el gran río turbio, enorme y apabullante. El choque del Amazonas con el Atlántico sigue teniendo las mismas características, el Caribe sigue siendo igual, con lluvias fuertes y tormentas.

-¿Le fue difícil conseguir documentación tan antigua sobre las embarcaciones, sus tripulantes y los lugares de donde provenían?

Hay mucho más información de la que uno podría imaginarse. Es cuestión de ponerse a buscar y de saber más o menos lo que necesitas. En cada sitio encuentras una capitanía de puerto y ahí tienes datos sobre qué barcos salieron en tal fecha, sobre cuales entraron, de dónde eran los barcos, qué carga traían, etc.

-¿’El fantasma del Amazonas’ debe considerarse una novela histórica o más bien una historia novelada?

Creo que  es más una historia novelada pero al mismo tiempo una novela de aventuras. El hecho real que ocurrió en 1916 es tan rico anécdotas, en datos, en riesgos y en emprendimientos que lo hace una historia novelada.

-María Santos es un personaje aguerrido que viaja muy lejos a buscar a su esposo a pesar de las dificultades. ¿De dónde surge esta mujer? ¿Está inspirada en alguien real, recoge características de varias personas o es totalmente ficticia?

María Santos existió e hizo realmente ese viaje. La pasó mal, no sé si tanto como la de la novela, pues cuando escribes una novela debes darle matices a cada protagonista. Yo siempre imaginé una mujer frágil externamente pero que en su fuero interno tenía mucho temple. La imaginé con una salud quebrantada y además como alguien que no había descubierto su verdadero valor como persona hasta que hace dicho viaje.  Es entonces que se percata que es un individuo y que vale por ella misma y no por ser la esposa de Maximino Santos. Es en función de esto que va tomando decisiones.

-La otra historia dentro de la novela es la de los tripulantes y sus viajes. Cada uno de ellos con una personalidad compleja que gana peso con los viajes y el paso de los días.

Existe un registro de la tripulación de barco Yurimaguas. Tenía los nombres y las funciones de cada uno. Eso (en la novela) sí es verdad pero nada más. Había que darles ciertas características a los personajes. Pensé que cuando uno viaja en barco te mueves con la misma gente todo el día, en un espacio pequeño y por muchos días. Tu mundo, tus amigos y tus enemigos son los miembros de la tripulación. Pretendí que en ese ‘encierro flotante’ salte lo mejor y lo peor de cada uno de ellos.

-Se ha escrito, se escribe y se seguirá escribiendo sobre el amor. Supongo que tendrá en cuenta ciertos detalles para no caer en temas manidos o en algo cursi al contar sus historias.

No soy enemigo de lo cursi porque creo que a veces estas cosas pasan. Lo que tenía claro desde el comienzo es que tenía que haber un personaje femenino que penetrara la historia de otros protagonistas y tuve claro que eso no podía terminar bien. No tenía idea de cómo sería el final, eso sí, pero las circunstancias no eran favorables para que las cosas terminaran bien.

-Quizás puede entenderse que al final de un largo recorrido haya un personaje cansado, reflexivo y lleno de culpas que inclusive considera a la vejez como un castigo. ¿Coincide usted con esta idea de que la vejez se podría asemejar a un castigo?

No, todo lo contrario. Siempre escucho a algunos que dicen que solo quieren vivir hasta tal edad porque luego no serán ‘útiles’. Mira, yo quiero vivir hasta que pueda y si se puede más, mejor todavía. No solo escribiendo, sino leyendo también o haciendo cualquier cosa. Además,le tengo pavor a la muerte. Definitivamente, para mí la vejez no sería un castigo.

-¿Se siente más cómodo escribiendo en primera persona?

Sí. Este libro me exigía la primera persona por una razón: quería que la historia sea contada por alguien que haya estado presente en el viaje o al menos que lo recuerde.

-Usted es productor del noticiero matutino más exitoso de los últimos años lo cual debe significar que es una profesional sumamente exigente. ¿Cuánto lo es como escritor?

Siento que cada vez soy más exigente conmigo mismo, seguramente en el libro que viene lo seré aún más. Considero que cada libro es un aprendizaje. Uno quisiera quizás avanzar más rápido, pero a veces eso no es necesariamente lo mejor.

-¿Le gustaría quizás tener algo más de regularidad en la publicación?

Publicar anualmente creo que no. Seguramente hay gente que lo hace porque tiene la habilidad o el oficio y probablemente se sienta satisfecha con lo que hace pero yo no creo. Para mí sería un objetivo publicar cada dos años.

-Es que cuando hay investigación todo es más complejo.

Claro, porque a veces un dato que encuentras puede contradecir a otro o generar más. En algún momento te das cuenta que del punto inicial te abriste demasiado y hay que empezar a ‘cortarse los brazos’. Si bien todo te parece lindo, interesante y valioso, hay que cortar. Eso es parte de un proceso que toma algo de tiempo.

Publicada en El Comercio el 9 de diciembre de 2014.

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