David Caleb Acevedo: “Hay que aspirar al activismo indomable e imparable”

Poeta y activista puertorriqueño David Caleb Acevedo visitó el Perú para presentar “Terrarium” (Paracaídas Editores, 2017), un potente poemario que da voz a las plantas y los árboles que nos rodean pero que muchas veces destruimos a propósito o sin darnos cuenta.

En esta entrevista con “Libros a mí”, el autor nacido en julio de 1980 y criado en Estados Unidos nos devela algunas claves de sus obras previas y también de cómo afronta la vida desde su posición de marchante LGTB.

Caleb Acevedo se presentó en Perú como un autor y artista que cree fielmente en el poder de la poesía y el arte para elevarnos a otro nivel, uno al que jamás pensamos llegar.

-Cuéntale a los peruanos cómo es la poesía de David Caleb Acevedo.

Cada libro que escribo tiene una propuesta muy distinta, ninguno de ellos se parecen entre sí. Ni siquiera hay secuelas espirituales. Se trata de proyectos muy disímiles. Y sobre mi poesía te puedo decir que solo escribo cuando tengo algo que decir. No escribo por disciplina o hábito. En mi primer libro titulado “Bestiario en nomenclatura binomial” hice un juego entre la poesía y el viajero en el tiempo de la novela de HG Wells. En cada una de sus paradas este viajero encuentra un poema, que es una criatura en sí misma a la cual él debe salvar. Entonces, estamos ante el discurso de la poesía como salvación.

-Luego viene tu poemario “Empírea o Saga de la Nueva ciudad”…

Sí. Ahí pruebo poesía postmoderna pero épica. La obra está dividida en diferentes ciclos porque su trama es que el mundo se acaba y los dioses de los diferentes panteones creados por el hombre se reúnen para crear una ciudad flotante donde pueda salvarse la vida.

-Más adelante viene “Hustler Rave XXX: Poetry of the eternal Survivor” junto a Charlie Vásquez. ¿Cuál es la propuesta conjunta ahí?

Ahí recogimos las voces de diferentes trabajadores sexuales. Yo fui uno de ellos entre los años los años 2003 y 2004.

-Y ahora nos traes a Lima “Terrarium”, publicado por la editorial independiente Paracaídas Editores. ¿Cuál es la materia de este poemario?

Piensa en el símbolo del árbol a lo largo de la tradición poética de la historia humana. Está el árbol del conocimiento del bien y el mal, también el de la vida. Además tenemos el árbol del mito vikingo escandinavo. Y de la misma forma (está) el árbol de la luna y del sol del mito de Tolkien. El árbol se ha usado muchísimo a lo largo de la historia humana como un símbolo de vida, de supervivencia para la raza humana, pero también como una muestra de conocimiento. Piensa en el árbol del que jamás debimos haber comido. Todo eso nos ha rebelado contra el reino vegetal y por eso somos tan dominantes y destructivos contra el medio ambiente.

-¿Por eso en tu poemario le das voces a las plantas?

Así es. ¿Si un árbol o una planta pudieran escribir un poema, qué dirían? Ese fue el motor que me guio a la escritura de este libro.

-¿Desde qué nivel intentas darle voces a estos elementos de la naturaleza?

Desde el pensarme en el mismo nivel que otra vida que no puede hablar. Fíjate, hace un tiempo vi un video que analiza si las plantas sienten dolor cuando se las toca. Ese estudio demostró que hay algunas respuestas no eléctricas pero sí biológicas. ¡Hay impulsos! Por ejemplo cuando quemas una hoja hay un impulso que corre a lo largo del floema de la planta y regresa a través del xilema. Y cuando cortas una rama es otro impulso distinto. Las plantas sienten, no como nosotros porque carecen de nuestro sistema nervioso, pero tienen algo. Y es de eso que me agarro para hermanarme. Entonces las voces poéticas vienen de la simpatía, de la total empatía, no de verlas desde arriba como si yo fuera un Dios.

-¿Qué poesía lee David Caleb Acevedo?

He leído mucho a César Vallejo, a Violeta Parra también. Y en Puerto Rico tuvimos a una poeta muy importante llamada Julia de Burgos. Fue muy querida. También he leído mucho a Rosario Castellanos. Y de los poetas ingleses y angloparlantes –porque yo vengo de esa cultura pues me crie en Estados Unidos– uno de mis favoritos es Robert Frost. Él fue un naturalista tardío. Amaba la naturaleza y escribía todo sobre esta. Y por supuesto no puede faltar un poco de influencia de Allen Ginsberg.

-Tú eres un activista LGTB, un movimiento que cada vez está ganando más presencia y vitalidad en este país. ¿Cómo está la situación de dicha minoría en Puerto Rico?

Nuestro activismo en Puerto Rico comenzó en los años ochenta cuando los maricones nos moríamos de sida. Tuvimos que hacer una labor titánica, comenzar por sanarnos, por obtener medicamentos, y luego comenzó la lucha real por el derecho a la existencia, a que no te partan la cara en un callejón. Y luego finalmente vino el derecho al matrimonio, que en lo personal me parece una estupidez porque aún nos están pateando el culo y partiendo la cara en los callejones, pero para algunos (el matrimonio) es muy importante y eso debe respetarse.

-Entonces hablamos de un fenómeno muy reciente…

Es cierto, el activismo en Puerto Rico es muy reciente, muy joven. Aunque en los setenta hubo un poeta buenísimo, que murió de sida lamentablemente, y se llamó Manuel Ramos Otero. Era un tipo muy fuerte, que se llevó el mundo por delante. A ese activismo es al que muchos aspiramos: indomable e imparable. Otro activista muy importante que considero mi mentor es Moisés Agosto-Rosario. Él contrajo el sida en 1983 y llegó a tener cero defensas en su cuerpo y hoy está vivo y coleando. Luego de él hay otros activistas como Yolanda Arroyo Pizarro, otra de mis mentoras. Es una activista incansable por los derechos de la afrodescendencia  y de las mujeres lesbianas. Además está su esposa Zulma Oliveras, una militante de izquierda, feminista y bastante metida en la política. Y otro de mis mentores se llama Max Chárriez, que tiene la única editorial puramente LGTB de Puerto Rico (La Puerta). Y finalmente, junto a Moisés, otro escritor muy importante en mi país es Luis Negrón, con quien elaboramos la primera antología de literatura LGTB titulada “Los otros cuerpos: antología de temática gay, lésbica, y queer desde Puerto Rico y su diáspora”. Creo que este es un buen panorama del activismo en mi país.

-¿Cuán útil puede ser la poesía para denunciar causas como la defensa de los LGTB?

Claro que puede ser muy útil. Sobre todo la poesía gritada en las calles. Hay que reclamar y recuperar espacios, utilizarlos para la poesía violenta y dura. Yo le tengo mucha fe a lo que en Puerto Rico llamamos el ‘jamaqueo’ (zamaqueo). Le tengo mucha fe al shock poético y literario en general. Pienso que si no hay confrontación nadie crece.

-Finalmente, ¿ocurre también en Puerto Rico que los intelectuales están más ligados a la izquierda que a la derecha?

Sí, por supuesto. Y es que tiene que ser así. El arte está supuesta a liberarte y a elevarte. No tiene ningún fin práctico, solo un fin último que te lleva a saber que puedes y tienes el derecho de ser más de lo que eres.

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