Juan José Cavero: “La escritura te exige superarte constantemente”

Miguel Grau, el héroe máximo de la historia peruana, no siempre fue tal. Hubo un antes. Padre de familia, hijo, hermano, adolescente, pero originalmente niño. Si bien nos han educado para conocer lo profundo del valor y la nobleza del ‘Caballero de los mares’ defendiendo la patria, tampoco está mal acercarnos a él desde la ficción.

Y una buena oportunidad para esto puede ser “El océano interior”, obra con la que el escritor Juan José Cavero ganó el más reciente Premio Norma de Literatura Infantil y Juvenil. La historia, corta y llena de bellas ilustraciones a cargo de Eunice Espinoza, muestra a Miguel –un adolescente inspirado en nuestro marino más célebre—en sus primeras aventuras marítimas.

Cavero no es nuevo en la literatura y tampoco en los premios. Ha ganado el Copé de Oro 2015 por con su novela “En la ruta de los hombre silentes”. ¿Algo une a esta y “El océano interior”? Que ambas tienen un anclaje histórico para desarrollar una ficción entretenida y eficaz.

-¿Qué libros leías tú de niño y durante la adolescencia?

Recuerdo que cuando no tenía nada que hacer siempre solía quedarme en la biblioteca de mi tía leyendo libros de Mark Twain o “La isla del tesoro”, “Moby Dick”. Leía varias novelas de piratas marinos.

-Ganaste el Premio Copé con “En la ruta de los hombres silentes” y ahora te sumerges en la literatura infantil con “El océano interior”. ¿Cómo surgió esta historia?

La génesis de “El océano interior” se da precisamente porque ya había publicado previamente la novela que mencionas. Luego escribí otras dos sobre Ricardo Palma y me percaté que él fue oficial político de la Armada Peruana. A partir de los 19 años estuvo en la goleta Libertad, estacionado frente a las islas de Chincha. Y decidí compararlo con otro gran peruano, Miguel Grau. Pensé, ¿si Palma se enroló a los 19, a los cuántos lo hizo Grau? Y di con un dato curioso: que a los 12 años Grau se enroló en un barco ballenero, el Oregon, al mando del capitán Whimpenny, que había llegado a Paita.

-Si bien a todos nos han enseñado la historia de Miguel Grau, ¿qué fue lo más saltante o curioso que encontraste en la investigación que realizaste para este libro?

Me llamó la atención que a los nueve años de edad Miguel Grau Seminario partió en el buque Tescua, al mando del capitán Herrera, amigo de su padre, y naufraga. Sin embargo, no se asustó  sino que decidió persistir en la vida de marinero.

-¿Se precisa de algún tipo de sensibilidad distinta al momento de escribir una historia para niños y adolescentes?

Siempre he pensado que uno escribe para sí mismo. Armamos una historia, nos dejamos llevar por los personajes y agregamos algunas cosas nuestras. Yo escribí esta historia imaginando cómo sería un adolescente de esa época. Por entonces la educación era muy diferente a la actual. Muchos (niños y adolescentes) ejercían oficios desde muy temprana edad. Podían ser carpinteros, marineros o quizás seguir los trabajos que hacían sus padres.

-Cuéntale al público que aún no ha podido leer “El océano interior” cómo es el Miguel que la protagoniza…

En esa época se veía más al niño como un adulto pequeño. En el caso de los marineros, estamos hablando de una vida muy dura. No había agua potable, bebían ron, la comida se pudría y carecían de doctores para su atención. Y además estaban sujetos a los vaivenes de la naturaleza: tormentas o pérdidas de viento. Todos esos factores convertían a estos personajes en seres muy duros para su corta edad.

-¿Te ha costado empaparte del lenguaje marítimo para escribir esta novela juvenil?

Más o menos tenía ya un bagaje por “En la ruta de los hombre silentes”. Conocía sobre las largas travesías desde Cantón hasta el puerto del Callao. Eran viajes penosos de cuatro meses. Los mismos tripulantes llevaban su comida en alforjas: frutos secos, lo que se complementaba con ‘galletas marineras’ que podían durar meses y parecían pedazos de madera por su dureza. Bebían ron y vino. Y también me documenté sobre la cacería y el comercio de ballenas que se dio hasta mediados del siglo XIX. Antes la cacería de ballenas se daba desde las ciudades de Fairhaven, New Bedford y Nantucket. Bajaban los barcos por el Atlántico, bordeaban toda Sudamérica, atravesaban el Cabo de Hornos y recalaban en los puertos de Valparaíso, Callao y Paita. Ahí se re abastecían y emprendían marcha al Pacífico abierto para cazar ballenas, de las que sacaban el aceite para hacer velas e iluminar sus faroles.

-¿Cómo es el puerto de Paita que aparece en tu novela “El océano interior”?

Paita era un puerto donde recalaban los barcos balleneros para reabastecerse, y también dejaban ahí a sus enfermos. Venían marinos provenientes de climas nórdicos y se enfermaban por factores como la mala alimentación o la falta de agua potable. Los dejaban en fondas hasta que se recuperen. Paita era un puerto de tránsito en la ruta hacia Guayaquil, que era un puerto de mayor envergadura.

-¿Cuál personaje secundario crees tú que podría enganchar más a los lectores que tendrá tu novela?

Un personaje fuera de lo común es el Tipí, el canaca, un arponero que viene de la Polinesia. Él se enrola y se va a cazar ballenas. Otro personaje es Salim, que viene de Sevilla con la idea de ver al Leviatán, un rumor que oyó de otros marineros.

-Esta novela más “En la ruta de los hombres silentes” confirman tu interés por los temas históricos…

Más que por los temas históricos, me gusta tomar un anclaje histórico para desarrollar una ficción. Por ejemplo en el libro “En la ruta de los hombres silentes” el anclaje es la migración asiática que se produjo en Perú desde 1849 hasta 1874. Entonces, era un buen punto de partida para narrar la historia de dos inmigrantes culíes que llegan con grandes ansias de hacer fortuna pero se ven inmersos en un sistema esclavista.

-¿Cómo fue tu experiencia de viajar a Colombia para recibir el Premio Norma de Literatura Infantil y Juvenil?

Allá su Plan Lector está mucho más desarrollado. Hay colegios (en los que los alumnos) leen hasta nueve libros al año. La infraestructura de las escuelas es muy moderna y los profesores son muy dedicados. Con la editorial Norma visitamos colegios y hubo muy buena recepción. Algunos alumnos que leyeron el libro me cuestionaban sobre los personajes de mi novela. Fue una visita muy linda, conocí a gente amable y acogedora.

Juan José Cavero leyendo «En la ruta de los hombres silentes», novela con la que ganó el Copé. (Crédito de la Foto: Perú. 21)

-¿Cómo calificas el trabajo de Eunice Espinoza ilustrando tu libro?

La conocí a raíz de la presentación del libro. Me parece un muy buen trabajo, sus ilustraciones se acercan mucho a los personajes que imaginé.

-Finalmente, ¿qué le aconsejarías a gente que escribe y no se anima a postular a concursos quizás por miedo a perder?

Mi consejo como escritor es que sigan en la brega. Uno a veces piensa que el escritor es un personaje romántico, pero no es así. La escritura es un oficio muy duro, te exige superarte constantemente. A veces uno puede escribir varias novelas pero termina eligiendo solo una. Y vives corrigiendo. Es una labor muy tediosa.

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