Presentarán reedición especial de «Délibáb» de Víctor Ruiz Velazco el 1 de diciembre en Escena Libre

Diez años después de la publicación del poemario “Délibáb”, su autor, Víctor Ruiz Velazco, ha cambiado mucho. A lo largo de una década hizo muchos amigos, aumentó de peso, creó su propia editorial (junto a Diego Trelles), se casó con Joanna (con la que tuvo a su hija, Abril), fue editor de la gigante Planeta en Perú, pero principalmente dejó de escribir poesía.

Es cierto. Pese a que en 2015 publicó “El fin de la poesía” (Paracaídas) y de que solo tiene 35 años, las posibilidades de que Ruiz Velazco vuelva a crear poesía se extinguieron casi por completo. “Simplemente no me sucede”, me explica un día antes de la presentar la reedición de “Délibáb”, esta vez bajo el sello Aletheya.

“Entonces escribía poesía porque vivía en un estado de poesía que me tenía leyendo como un condenado a poetas nórdicos y chinos, indios e hindúes, griegos, franceses, irlandeses, ingleses, italianos y estadounidenses (que luego se nacionalizaron ingleses como Eliot)”, dice el autor en parte del texto que preparó para la presentación a realizarse este viernes 1 de diciembre a las 7:30 p.m. en Escena Libre.

El tiempo dirá si este alumno de Wáshington Delgado y Rodolfo Hinostroza enmienda el rumbo poético, por decirlo de alguna forma, o si opta por refugiarse en la narrativa para así cautivarnos a través de un lenguaje cuidado y ambientes particulares. Me ha confesado que “inadvertidamente” surgió un libro de cuentos del cual ya tiene la mitad de piezas escritas.

Pronto podríamos verlo entonces presentando dicho texto, por lo menos mientras no ve la luz “esa maldita novela” que aún no puede terminar y que muchos esperamos. Mientras tanto, a disfrutar “Délibáb” y a seguir muy de cerca la interesante producción de Santuario Editorial, un sello cuya marca diferencial es elegir magníficos autores nacionales y verdaderas promesas (muchas de las cuales ya son realidades) de la literatura internacional.

Lee aquí el texto de la contraportada del poemario

El «Délibáb» de Ruiz Velazco se plantea como un viaje sin retorno. El autor queda del otro lado, ya no este, sino dentro de ese espejismo infinito y vasto. Lo que queda de él es el lenguaje, como una sucesión de planos e imágenes. Palimpsesto, diría Genet, donde la voz, ¿su voz?, no es simplemente la ecualización de una identidad. Víctor Ruiz Velazco no representa el nombre de un ámbito privado (el yo) es un espacio polifónico, una pluralidad. Como la hermanastra de Arturo, Morgan le fay, está en metanoia, como llamaban los griegos a lo que en latín se decía conversio: dar vuelta la cabeza para mirar hacia un lado distinto; para conocer otros puntos de vista, pero en este caso, para asumir la forma de ese lado distinto y de esos puntos de vista.

Lo que nosotros contemplamos, lo que leemos, es la sombra de un hecho: la desaparición del autor. Esa sombra es lenguaje. Pero, ¿qué encontramos ahí? En Délibáb: enemigo del viento ni la poesía, ni la antipoesía pretenden constituir un discurso totalizador, sí la escritura, y esta se zambulle en un espacio (esa fisura) que rompe con los géneros tradicionales y que, tal vez en búsqueda de esa totalidad, construye una nueva otras topografía, un desplazamiento con la sensación de que la totalidad de la literatura, tal como lo reclamaba Eliot, «tiene una existencia simultánea y compone un orden simultáneo»: We must be still and still moving. (Maurizio Medo)

*En febrero de 2016 entrevisté a Víctor Ruiz para la edición web de Luces de El Comercio. Lee la entrevista AQUÍ.

Compártelo