Gabriela Mc Evoy: “Los procesos migratorios son siempre traumáticos y difíciles”

Uno de los ensayos más interesantes publicados en el año 2018 fue “La experiencia invisible: Inmigrantes irlandeses en el Perú” (Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos), de la investigadora y docente universitaria Gabriela Mc Evoy.

El texto, escrito con un lenguaje claro y bajo un esquema bien organizado, profundiza en la migración de ciudadanos irlandeses a nuestro país a mediados del siglo XIX.

Más allá de famosos nombres como los de John Patrick Gallagher O’Connor y William R. Grace, también vinieron al Perú humildes campesinos irlandeses que soñaban un futuro mejor para ellos y sus familias. Algunos lo lograron con esfuerzo y sacrificio, pero otros murieron víctimas de las condiciones (económicas, climáticas o geográficas) de un país que incluso hoy parece algo reticente a recibir nuevas poblaciones.

Gabriela Mc Evoy, doctora en Literatura Latinoamericana por la Universidad de California en San Diego y actualmente directora del Departamento de Lenguas de Lebanon Valley College (Pensilvania), aceptó conversar con nosotros sobre su interesante libro ya a la venta en las principales librerías de Lima.

-El proceso de inmigración de irlandeses al Perú puede dividirse en más de una etapa. ¿Cuál de estas eligió usted para su libro y por qué?

Es cierto, son varias etapas y para entender la presencia irlandesa en el Perú uno tiene que regresar a las primeras. En mi libro doy un breve contexto histórico, desde la época Colonial, la Independencia, pero me enfoqué más específicamente en 1851, que coincide con la ‘La gran hambruna irlandesa’. En esa etapa es donde se producen los dos movimientos migratorios más importantes y creo que únicos de ese país. Ellos (los irlandeses) vinieron a pedido de un médico compatriota suyo que vivía en el Perú. Durante mi investigación conseguí contratos de trabajo, partidas de nacimiento y mucha más información al respecto.

-En una parte del libro usted dice: “el inmigrante irlandés fue simultáneamente una víctima de los sistemas socioeconómicos de ambos países”. Ya me ha dicho cómo estaba Irlanda entonces, pero, ¿cómo estaba el Perú en 1851?

Si bien la situación del Perú entonces era un poco inestable, estaba presente la idea de empezar el “proceso de modernización” que venía a nivel mundial. Ante la abolición de la esclavitud, los terratenientes temían quedarse sin mano de obra y es por eso que buscaron traer inmigrantes, especialmente para el trabajo del campo. Sin embargo, para un campesino de allá –probablemente victimizado por la situación económica en la que vivía—se le creaban ilusiones, expectativas y esperanzas de que venir a América iba a resultarles mejor. Ellos vinieron con un contrato aparentemente muy bueno, pero una que vez que llegaron se percataron de que, por ejemplo, tal proyecto de irrigación de agua realmente no funcionaba, o de que las condiciones climáticas simplemente no los ayudaban. Entonces, por un lado son victimizados en Irlanda y por el otro ocurre lo mismo en el Perú.

-¿Es posible comparar el fenómeno migratorio del que estamos hablando con otros más recientes como la diáspora de venezolanos en Latinoamérica o las migraciones masivas de africanos a España, Italia y demás partes de Europa?

Sí, definitivamente. Yo empecé esta labor con novelas de inmigración porque mi área de trabajo es la literatura. Entonces, en el área de migración vi todas las características socioeconómicas que hay. Hay esta situación de ‘Push & Pull’: uno te empuja y el otro te atrae. O sea, mi país no me ofrece lo que yo quiero y el otro sí me da trabajo o mejores condiciones. Por otro lado, una vez que uno sale de su país por la razón que sea (políticas, económicas, religiosas, por desastres naturales, etc.) y llega al país de recepción se producen las características que en todos los grupos de inmigrantes suceden: nostalgia e idealización del pasado. Uno dice “en mi país esto era mucho mejor”, “en mi país comía esto”, etc. También está la idea del retorno (“cuando tenga el dinero suficiente, volveré a mi país”). Además, uno se diferencia de la sociedad receptora mediante la creación de una memoria colectiva basada en tradiciones y costumbres culturales propias del país de origen. Entonces, los patrones y las características del inmigrante del siglo XIX o del venezolano de hoy son muy parecidas. Si algo ha cambiado hoy es por el factor de las comunicaciones que te permiten tener un contacto diario con tu país de origen.

«La experiencia invisible», libro del siempre productivo fondo editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

-Usted menciona a dos pioneros del proyecto migratorio irlandés: John Patrick Gallagher y William R. Grace. ¿Qué iguala a estos dos personajes y qué los distancia?

Gallagher es un médico que llega allá por 1841, entonces tiene una posición diferente a cualquier inmigrante sin educación superior. Llegó a convertirse en un médico prestigioso y comenzó a comprar tierras en el Callao. Necesitaba gente para trabajarlas y esto coincide con la época de ‘La gran hambruna’ en la que miles están saliendo especialmente a EE.UU., Australia, Argentina, etc. Gallagher siempre mantuvo contacto con sus coetáneos y se comunicó con James Grace (padre de William Grace), un pequeño terrateniente en Irlanda que estaba en una situación difícil con su propia gente. Entonces este personaje organiza el proyecto inmigratorio para que muchos lleguen al Perú. James tiene un hijo que es William Russell, quien de muy joven ya había recorrido el mundo y visto cómo este se conectaba con los buques y los negocios. Entonces, William abre una agencia de inmigrantes y llega al Callao. Por algún motivo aún desconocido James regresa a su país de origen, Gallagher se establece en el Perú y William Grace se abre y empieza en el mundo de los negocios. Al consolidarse decide irse a Nueva York, convertirse en el primer católico irlandés alcalde de la Gran Ciudad y forma un gran imperio económico. Así que yo creo que ambos son pioneros pero mientras uno se establece y va creando familia, el otro genera una red de negocios comerciales. Si bien este último globaliza al país también tiene varias cuestiones controversiales como el famoso ‘Contrato Grace’ con el que él compró la deuda.

-¿Por qué en algunos libros y documentos persisten las dudas en torno al origen de Gallagher?

Se ha hablado mucho de William Grace pero no tanto de Gallagher. Cuando empecé mi investigación quería estar segura de que fuera irlandés porque o sino mi argumento iba a cambiar. Algunos decían que era escocés. Tuve la suerte de encontrarme con su bisnieto, Ricardo Gallagher Málaga, y él había recibido de los padres del abuelo de Jaime Bayly una documentación de Gallagher que cuando pude leer completamente no me dejó dudas de su origen irlandés.

-Sobre William Grace usted menciona la ‘disyuntiva del falso desarrollo’ referida a una persona que genera dinero pero a costa del abuso del sistema. ¿Hoy ya es posible equilibrar algo más las cosas al analizar el aporte real de este personaje a nuestro país?

Es que, ¿en un momento de desesperación cuál podría ser la otra opción? O el Perú se quedaba sin los créditos y se iba a la banca rota o venía un negociante a decir ‘yo te compro la deuda’ pero a cambio de hipotecar al país. Probablemente los inversionistas podrían haber tenido mayores reparos en torno a las condiciones que pusieron, quizás, sí. Por un lado los préstamos empezaron a llegar pero, por otro lado, el país quedó hipotecado, y los que siempre se enriquecen siguieron haciéndolo, y el país no progresó. Además, de la mano de Grace había una cuestión idealista en torno a que ‘con los créditos volvería el Boom (económico)’, pero no fue así. Con el paso del tiempo siempre hubo procesos de ‘una modernización que ya llega’ pero que finalmente solo toca a un sector pequeño de la población.

-¿Qué hizo que la descendencia de estos primeros migrantes irlandeses opten por permanecer en Perú? Porque está presente siempre la idea de “hago mi dinero y me voy de regreso a mi país”. ¿Qué hizo que una buena cantidad decida ‘hacer tierra’ en nuestro país?

Sobre esto podemos especular. Una de las situaciones sería la cuestión económica. El inmigrante con buena situación financiera (Gallagher, Grace o Dowling) tiene constante comunicación con su país de origen, lo visitan, a sus familiares, entonces no hay una asimilación total (llegar a América y ‘cortar’ definitivamente), pero en el caso de los inmigrantes de pocos recursos la situación es más bien de cortar con el pasado y seguir para adelante. Una vez que se institucionaliza la familia, ya sea casándose con un peruano o una peruana, se hace mucho más difícil regresar. De esta manera, se lleva lo irlandés en el corazón, pero ya se establecen definitivamente en el Perú.

-¿Por qué incluyó en su libro tablas de los fallecimientos de irlandeses en el Callao?

Mi objetivo era que algún lector pueda identificar alguno de sus antepasados, o que vea que realmente hubo presencia irlandesa en nuestro país. Traté de visibilizar, porque además hubo ocasiones en que me han dicho “no sabía que mi apellido tenía origen irlandés”. Era importante colocar estadísticas, datos sobre de qué murieron y a qué edad o qué trabajo realizaban los inmigrantes al momento de su muerte.

-Esa data me deja claro que la tecnología médica en el Perú de entonces era muy limitada, porque hay algunas muertes que hoy podrían salvarse rápidamente, no sé, gastritis, alcoholismo…

Exacto. Algunas muertes dan cierta lástima: accidentes de trabajo o caídas en zanjas. Lógicamente, fijarse en lo micro de la situación de los irlandeses en el Perú permite ver cómo estaba el país entonces. Por ejemplo, la disentería estaba presente alrededor de 1868 y los inmigrantes no fueron ajenos a ella. Fallecieron muchos de esa enfermedad y otras como la gangrena. Así que, efectivamente, en cuestión salud quizás no estaban muy bien protegidos.

-Un lector perspicaz de la obra de Jaime Bayly quizás recuerde el libro “Aquí no hay poesía” [2001] en el que este recuerda a su abuelo (Jaime Francisco Bayly Gallagher), pero usted ha ido más allá y profundiza en el vínculo familiar que  además se refleja en cierta forma en su obra.

Lo que pasa es que siempre estoy mirando muchas de las cartas o libros desde el punto de vista literario pues esa es mi especialización. En esta oportunidad pude leer sus novelas y noté ciertos detalles. La manera cómo fue cambiando su literatura, pasando de ser un oligarca a un escritor más bien contemporáneo, que incluso cuestiona las estructuras y la rigidez de la sociedad limeña. Cada autor suma detalles de su biografía en sus obras, yo los noté y a partir de estos pude realizar una conexión más estrecha entre Jaime y sus antepasados.

«Aquí no hay poesía», uno de los pocos libros que Bayly que no tuvieron segunda edición.

-¿Cuánto de la historia peruana cree que hay en las cartas de los inmigrantes irlandeses?

Mucho, especialmente en las de Patrick Dowling, escritas en inglés. Él estuvo en Tacna, luego vino al Callao y Lima pero su hermano vivía en Estados Unidos. En sus cartas hay citas grandes que informan sobre rebeliones, cuestiones mineras o incluso sobre terremotos. Entonces, las misivas tienen un patrón muy organizado. Primero se habla sobre la salud, los hijos y la familia. Luego se tocaba la realidad nacional, y ahí uno se da cuenta de que si el país está inmerso en una inestabilidad política el que sufre será el inmigrante porque se cierran los negocios y puedes quedarte sin trabajo. De esta manera, en lo micro –con una carta que parece muy simple y personal—puede notarse cierta turbulencia política y detalles de las condiciones económicas que no eran las mejores para el Perú de entonces.

-Comparando la migración que usted estudió y la actual de miles de venezolanos en Lima y el interior del Perú, ¿por qué cree que mayormente la primera reacción nuestra es de miedo ante la llegada de otros?

Está muy presente el concepto de la otredad o del otro (the other): siempre el otro es diferente a mí, no tiene mis costumbres o mi acento al hablar. Se teme que el otro, al ser ‘diferente’ es una amenaza, ya sea para trabajo o por temas de seguridad, pues vienen con otras costumbres. Hay esta cuestión discriminatoria por la que el migrante deberá ‘demostrar’ que es tan igual como los residentes. El ‘otro’ siempre simboliza el peligro, la amenaza, y esto es algo que, tal como sucedió en el siglo XIX, ocurre en la actualidad.

-Usted es peruana, tiene ancestros irlandeses y actualmente vive y trabaja en Estados Unidos. ¿Cuál es su idea de identidad o territorio?

El tema de inmigración siempre me interesó. A veces se idealiza o se romantiza cómo llegaron los migrantes y tuve la idea de investigar sobre estas personas, o sea, por qué escogieron un país tan distante, cómo llegaron, etc. Pienso que si bien son víctimas también algo de espíritu de aventura y coraje tenían. Recordemos que mucha gente estuvo en su misma situación pero no todos vinieron al Perú. Ese espíritu de aventura que seguramente yo también debo haber tenido, porque salir de mi país es arriesgar, dejar de lado muchas cosas y aunque las comunicaciones hoy permiten mantener contacto, pues yo también me siento una inmigrante aquí (en EE.UU.). Probablemente me pasan las mismas características que te he mencionado: nostalgia, idealización, el estar ‘aquí y allá’. Y creo que estas cosas sí te cambian. Si comparas a una persona que migra con otra que no migra, la segunda siempre tendrá su referente cultural muy presente, mientras que la primera lo tendrá más bien lejano. Hay adaptación y acomodo, pero cuando se trata de memorias, si te preguntan ‘¿qué programa de televisión veías cuando tenías 5 años?’ Tu referente siempre será tu país de origen y no el del presente. Así que aunque mi identidad es movible o portátil (vivo entre Pensilvania y California) mis raíces son peruanas y claro que también irlandesas.

-El libro cierra mencionando que la embajadora del Perú en Irlanda es Carmen Mc Evoy, descendiente de irlandeses. Hay aquí una especie de ‘retorno de las raíces’ al país de origen. ¿Cuál considera es la gran conclusión de su libro?

Los procesos migratorios son siempre traumáticos. Aunque suene rutinario decirlo, uno realmente deja las raíces pero, efectivamente, pasa eso porque llegas a un lugar completamente ajeno a tu realidad. Yo me pongo en el lugar de esos primeros inmigrantes y seguramente fue traumático y difícil para ellos, especialmente por su poco conocimiento de la realidad peruana. Sin embargo, son las primeras generaciones las que más ‘pagan’ o sufren, pero conforme se van incorporando sus descendientes vemos que hay muy buenos resultados. Y la situación no es tan negativa como se piensa. Considero que ha sido la educación el factor que, salvo que uno tenga fortuna (dinero) o mucha suerte, te ayuda a lograr movilidad social. Entonces, así como una peruana hoy es embajadora en Irlanda, en su momento los irlandeses campesinos que llegaron aquí también fueron embajadores de su país y participaron en el flujo cultural, ingresando tradiciones y costumbres que, sin duda, enriquecieron mucho al Perú.

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