Ezequiel Fernández Moores: “El milagro del más débil ganándole al más fuerte sigue vigente en el fútbol”

Ezequiel Fernández Moores ha dejado la Agencia Italiana de Noticias (ANSA) tras 31 años. Casi una vida para un hombre que, aunque su natural humildad le impida decirlo, es un referente en el periodismo deportivo de habla hispana. Y es que, valiéndose apenas de un teclado y un puñado de ideas claras, pudo formar –cual maestro de escuela—discípulos y lectores en varias latitudes. 

Y si las clases son sus columnas, uno imagina que estamos ante un profesor que va siempre con un libro bajo el brazo. Tal vez dos. Un diccionario, seguramente, otro de historia, y uno quizás de política o arte. Lo cierto es que cada una de sus opiniones –en «La Nación», «La Gaceta» de Tucumán o donde fuere—nos recuerdan que el fútbol, el boxeo, o cualquier deporte, es practicado por seres humanos insertos en un contexto social, económico y, por supuesto, político. 

Esto queda comprobado en “Juego, luego existo. Escribir el deporte” (Editorial Sudamericana), libro que Fernández Moores publicó recientemente en su país y que, catapultado por el prestigio de su pluma, empieza a recorrer el continente a paso lento pero seguro. En él se compilan una serie de columnas publicadas por el comunicador a lo largo de las últimas tres décadas. 

El lector tendrá entre sus manos la posibilidad de conocer los orígenes de la rivalidad entre River Plate y Boca Juniors, pero también podrá disfrutar de certeros apuntes sobre el ídolo de actualidad, Lionel Messi o su némesis, Cristiano Ronaldo. Todo salpicado por citas de libros, viejos recortes de periódicos y referencias al cine y la música. 

¿Por qué si parece que todo ya fue escrito, Ezequiel Fernández Moores mantiene vigente la capacidad de sorprendernos con cada nueva columna? Para intentar responder esa pregunta conversamos con él vía telefónica. Aquí una charla que tiene tanto de reflexión como historia. 

-En mi universidad a muchos les bastaba jugar bien a la pelota para creer que podían ser buenos periodistas deportivos. ¿Qué lo llevó a usted a elegir esta actividad? 

Aquí también muchos creen que por jugar bien al fútbol, por ser futbolistas frustrados o por querer estar cerca de los futbolistas, ya están ante la definición de periodista deportivo, sin embargo, con el paso del tiempo terminan advirtiendo que esto último solo lo hacen el uno, dos o tres por ciento de los colegas. El resto tiene que trabajar en otras condiciones, mucho más precarias. Y ahí se te presenta el desafío: ¿por qué ser periodista? A mí, esencialmente, me gusta escribir. Descubrí que disfruto escribir sobre hechos reales, provocados por la gente y que la impliquen. Esa fue mi gran herramienta para decir ‘de esto quiero ganarme la vida’. Y ya llevo 41 años en esto.

-El protagonista de “Conversación en La Catedral”, la célebre novela de Mario Vargas Llosa, se pregunta “¿cuándo se jodió el Perú?”. Si pasamos eso a nuestra profesión, ¿cuándo se jodió el periodismo deportivo? ¿Cuándo pasamos de las grandes crónicas de partidos a los panelistas peleándose frente a cámaras? 

Creo que a partir del crecimiento de la televisión los dineros que esta generaba se multiplicaron, y entonces la TV comenzó a ser socia comercial del espectáculo deportivo, porque compraba derechos. Esto hizo que se precise ‘inflarlo’. Necesitaban que las noticias del deporte lloraran, sangraran, gritaran, para así vender mejor. Y los que se quedaron sin los derechos probablemente hacían lo mismo, pero más bien para denigrar al espectáculo. Entonces, el deporte terminó convirtiéndose en una víctima de la puja comercial. Y la información también. Es decir, perdió el deporte y el periodismo. Y hoy sabemos que la gráfica (prensa escrita) interesa cada vez menos. La TV es lo que más domina. El clic es una especie de ráting gráfico y en nombre de él se han sacrificado cuestiones importantes en la gráfica, como los titulares o las palabras que deben usarse para que la gente se enganche, no sé, o la extensión de los artículos. Son cuestiones que, al menos a mi gusto, afectaron al texto en sí.

-Algo que usted menciona en su libro es que al final el periodismo dejó de informar y educar para dedicarse solo a entretener. Y aquí se dice mucho que si un programa deportivo no divierte, la gente cambia de canal o emisora y todo se acaba. ¿Termina uno condenado a la mala calidad de los contenidos?

Creo que hay que buscar cada vez con una mejor lupa la calidad. Pareciera hoy importar más el golpe bajo. Aunque sí hay profesionales y espacios donde se lucha por la calidad. Hay que saber buscarla y estar atentos a ella. Creo que aún en los peores medios hay profesionales que aprovechan grietas y espacios, o que tienen una visión que logran imponer. Así que si buscas, vas a terminar encontrando cosas buenas. 

-El fútbol peruano es cacheteado semana a semana en competencias internacionales de clubes. ¿Por qué esto no ha devenido en que la sociedad de vuelque masivamente en otros deportes? En Argentina, si bien reina el fútbol, hay otras disciplinas muy populares. 

Tal vez si surgieran más talentos deportivos en otras disciplinas ellos lograrían también captar la atención, pero si esto no pasa, entonces el fútbol sigue siendo lo que más está a la mano. Vi a la Sub 17 de Perú que estuvo a punto de clasificar al Mundial. Vi su partido con Uruguay y hubo cosas que me gustaron. Por otro lado, de alguna u otra manera, el milagro de que el más débil pueda ganarle al más fuerte sigue siendo algo posible en el fútbol, mientras que en otros deportes a veces las diferencias se tornan gigantescas. 

-¿Decir que el fútbol sudamericano tiene menor nivel que el europeo porque vende rápidamente sus jugadores le parece una explicación válida o más bien una justificación? ¿Acaso las cosas no fueron siempre así? 

Hace por lo menos cuarenta años que la situación es así. Antes no lo era. Antes se iban pocos y hoy se van todos. Es un argumento que a vece sirve para poner la excusa, sin embargo, la organización del fútbol sudamericano se ha caído a pedazos. Y me refiero a situaciones básicas. Lo que sucedió en la última final de la Copa Libertadores de América, y en el torneo en sí, con la Conmebol que no sabía lo que decía su reglamento. Esto demuestra que hay ciertas cosas que podrían hacerse mejor y que no tienen nada que ver con la venta de jugadores a Europa. Son cosas propias que deberían mejorarse pero no se hace. 

-Volviendo a su libro, ¿son más las similitudes o las diferencias entre los capos de la droga que manejaban el fútbol en los ochenta y los grandes millonarios del petróleo que hoy poseen grandes clubes? 

La diferencia, esencialmente, es la cantidad de dinero. Históricamente se han subido diversos ‘tiburones’ al escenario del fútbol. De toda clase. Algunos por interés económico y otros por político. Y es que el fútbol te da visibilidad, lo que te permite codearte, blanquear dineros, llegar a escenarios a los que de otras formas nunca llegarías. Y eso ha existido siempre. Lo que sí pasa hoy es que el fútbol es cada vez más visible y entonces cada vez más gente se mete en él. 

-¿Por qué le cuesta tanto a los periodistas deportivos publicar libros? Aunque recientemente se han publicado algunos aquí, la diferencia con Argentina es muy grande. 

Hoy por hoy publicar un libro no es fácil. En Argentina, por decir un ejemplo, la industria editorial está en una crisis gigantesca, sin embargo sí se publican libros. Sé que pasa lo mismo en Uruguay, Colombia y Brasil. No sé exactamente lo que ocurra en el Perú, quizás sea una combinación de factores, no sé, que a las editoriales no les interese, o que los periodistas estén tan ocupados en cubrir el ‘día a día’ que simplemente no tienen tiempo. Publicar un libro implica mucho empeño, profundidad, tiempo, esfuerzo, y que generalmente no se ve compensado con el dinero que luego llega. Es un trabajo que tiene que ver más con el placer y con el amor al oficio que con el dinero. Son muy pocos los que logran convertir ese libro en un negocio económico. 

-En redacciones que cada vez tienen menos presupuesto, ¿hasta dónde puede llegar un chico que se inicia en el periodismo deportivo? Porque si uno se lanza de independiente, probablemente al comienzo ni siquiera pueda ingresar a la sede de un club de fútbol.

Sea como fuere, el periodista siempre debe tener una muy fuerte iniciativa propia, porque nunca lo que nos va a dar el medio en el que trabajemos tiene que ser suficiente como motor. Y es que a veces el medio, por intereses comerciales o lo que fuere, se interesa por cuestiones que no van a lo que nosotros creemos puedan ser más interesantes en lo periodístico. Sin embargo, echarle solo la culpa al medio o al contexto tampoco alcanza. Lo entiendo como condicionante, claro que sí, pero no alcanza como excusa. Y pasa no solo en el periodismo. Si uno decidió hacer algo no lo hace necesariamente por el dinero, también está la vocación. Eso es lo que hay que alimentar e intentar desarrollar. 

-¿Cuán importante es para un periodista, no solo en formación sino ya establecido, la lectura? 

Es absolutamente necesaria para cualquier periodista. Es que siempre hay temas que ignoramos. Viajé al último mundial de Rusia y mi formación sobre la historia y cultura de ese país no me alcanzaba para estar casi un mes y medio allí. Así que llevé conmigo un libro sobre la historia de Rusia y otro sobre la cultura rusa. Eran libros pesados, molestos para desplazarse, pero que me sirvieron mucho. Sabía que ahí tendría historias y un color que no encontraría en Internet. Así que para mí fue un material sumamente valioso. 

-¿Se imagina un mundo post- Cristiano Ronaldo y Lionel Messi? 

Sí, es posible imaginarlo aunque también es doloroso. Siempre ha pasado que los fenómenos se terminaban. Cristiano Ronaldo es el gol y el gol tiene su valor, pero no es lo único en el fútbol. El valor del portugués y del gol es el resultado, y esto último para mí muchas veces puede llegar a ser un accidente. Por su parte, Messi no solo es eficiencia (títulos, goles, récords), sino también más belleza en términos de construcción del juego. Los goles de Cristiano son de cabeza, ‘plásticos’, extraordinarios, pero que apelan más hacia la destreza física. A Messi yo lo veo más completo, es más el fútbol en sí. 

Cristiano Ronaldo y Lionel Messi.

-Hace poco usted escribió en “La Nación” sobre Emiliano Sala y lo increíble que es ver a dos clubes peleando por derechos y millonarias transferencias de una persona muerta trágicamente. ¿Es el jugador el eslabón más débil de esta cadena llamada fútbol? 

Son material descartable, sí, pero no creo que sean el eslabón más débil de la cadena. El hincha es sí es el más maltratado, con boletos que se han encarecido de manera brutal. En sociedades aún como la nuestra se está cambiando más o menos la composición del público que va a los estadios. Antes era un público más popular y hoy es algo más elitista. Así las cosas son mucho más difíciles. 

-Hablemos de Marcelo Bielsa. ¿Puede el director técnico más influyente del mundo (según la BBC) no ser ‘exitoso’? 

A los hechos me remito. Lo que ha logrado en Leeds tiene algo de increíble y son los propios hinchas y escritores vinculados al club los que desde hace semanas decían que, más allá del resultado final de la campaña, lo que este entrenador logró cambiar fue la forma en que los hinchas amaban a su club. Marcelo Bielsa modificó la cultura de amor al club. Y eso forma parte esencial del fútbol. Sus equipos pueden jugar bien o mal, pero nunca estará en duda su compromiso. Y así el vínculo entre equipo y afición se hace intenso, cercano, estrecho. Y si uno defiende el fútbol como espectáculo popular, pues debe estar interesado en dicho vínculo. 

-Llevando una teoría de Francis Fukuyama de la política al fútbol, ¿es usted optimista con respecto al futuro de este deporte como industria o siente que estamos ante ‘el final de la historia’? 

Aunque la lucha es cada vez más dispareja, me costaría decir la frase ‘final de la historia’. Creo que siempre aparecen las grietas que deja el sistema, el poder, no sé, y el trabajo nuestro como periodistas es buscarlas para aprovecharlas y contar aquello que a veces no le interesa tanto al poder que contemos. 

-Usted ha cuestionado muchas veces lo vacío que puede llegar a ser el mundo de las redes sociales, sin embargo, cada vez que publica una columna en “La Nación” o que se le hace una entrevista es en dicha plataforma donde se hace ‘viral’ y tendencia. ¿Cómo evalúa eso? 

Es una de las tantas contradicciones de la vida. Es algo que ni por asomo intento controlar. Lo tomo con mucho agradecimiento. Uno escribe para estar con otros, para compartir textos, emociones, enojos y alegrías. Y cuando veo que mucha gente comparte las columnas me siento sumamente agradecido porque entonces estamos cumpliendo con el objetivo, que es poder pensar juntos.

—JULIO MELÉNDEZ – MUNDIAL DEL 78

-¿Cuál fue el mejor futbolista peruano que vio jugar usted? 

Julio Meléndez Calderón en Boca Juniors. Nunca vi a un número dos que fuera casi un bailarín de ballet. Todos los centrales que conocía históricamente del fútbol argentino eran recios, duros, casi con aspecto de ‘asesino serial’. Al Boca del sesenta llegó Meléndez y comenzó a quitar el balón de modo limpio. Y salía jugando igual. Anticipaba como nadie, y eso me hizo darme cuenta que habían otras formas de entender el fútbol. Quedó marcado en mi memoria. 

-Usted cubrió a la selección peruana en la previa de esa goleada que le propinó Argentina en el mundial de 1978. Aunque es cierto el contexto político de entonces, ¿cree que hemos dejado de lado el factor personal de cada integrante de la blanquirroja antes del partido? 

Es cierto. Había un equipo partido, sin chances en el Mundial y que solo tenía ganas de volver a casa. Algo de eso también quizás influyó en que si entra un gol y luego dos o tres, entonces todo se derrumba. Ojo, no quiero quitar con esto que tal vez ocurrieron otras cosas que no pude comprobar pero que también llamaron la atención de muchos. Sin embargo, el factor humano es influyente, porque cuando un plantel está dividido por diferencias personales o de juego, todo se traslada a la cancha. 

-SEPA MÁS 

“Juego, luego existo. Escribir el deporte” es el título del libro de Ezequiel Fernández Moores. Lo publica Sudamericana (Penguin Random House Grupo Editorial)

-Tras dejar ANSA, Fernández Moores mantiene sus columnas en “La Nación”, “La Gaceta” y “El Día” de Tucumán. 

-El primer libro del periodista fue “Díganme Ringo” y agotó varias ediciones.

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