José Güich Rodríguez: “De un libro me interesan la calidad artística y la profundidad de su propuesta”

No había terminado de promocionar su antología de ciencia ficción peruana “Universos en expansión” (Universidad de Lima) y ya anunciaba otra próxima pero de micro relato. En el medio de esto publicaba un conjunto de cuentos con la editorial Planeta (“El sol infante”). José Güich Rodríguez es cualquier cosa menos estático, conformista o aburrido.

Precisamente por eso lo cito para conversar sobre literatura. La excusa original era “Universos en expansión. Antología crítica de la ciencia ficción peruana: siglos XIX-XXI”, una obra más que interesante publicada por el Fondo Editorial de la Universidad de Lima.

Esta publicación es un completo seguimiento a la obra de los principales autores de ciencia ficción en nuestro país. Desde el recordado Julián del Portillo hasta el talentoso Alexis Iparraguirre, pasando por célebres escritores como Clemente Palma, Abraham Valdelomar o José B. Adolph.

En esta entrevista, José Güich Rodríguez explica cómo fue armando la estructura de su antología, además, responde inquietudes naturales sobre la labor de crítico literario –desempeñada en medios como “Correo” y “El Comercio”—y acerca del presente y futuro de la literatura peruana y la industria del libro en general.

-¿Si la antología terminaba extendiéndose mucho corría el riesgo de convertirse en una publicación solo para el público académico?

Sí, pudo haberse convertido en un barco difícil de sostener, y creo que la solución ante la tentación siempre vigente de abarcar más y más autores representativos fue tratar más bien de hacerle un tributo a los fundadores y a los que contribuyeron a que una tradición se establezca. Mi punto de partida fue Julián de Portillo (siglo XIX), luego Clemente Palma y otros autores como César Vallejo o Abraham Valdelomar. Más adelante, claro está, vienen la generación del cincuenta, sesenta y setenta. Y es partir de los ochenta, con escritores como Enrique Prochazka, Carlos Herrera, y en los noventa con José Donayre y Daniel Salvo, que el movimiento que inicialmente parecía muy desarticulado cobra ya una especie de identidad. Entonces, ese eje evitó que la antología se convierta en un barco de peligroso balanceo y que más bien tome en cuenta que hay una línea fundamental: el periodo fundacional, el de establecimiento y uno de nuevos nombres, con autores nacidos en la década del setenta como Alexis Iparraguirre, que hacen de la ciencia ficción peruana (CFP) algo que ya no es una curiosidad a pie de página o una especie de corriente fantasmal, sino más bien una clara realidad.

-¿Cómo van cambiando las influencias de los autores de ciencia ficción peruanos más jóvenes con respecto a las que tuvieron los ‘precursores’ del género?

Hay mayor acceso a autores extranjeros y mayor diálogo con otros soportes como el cine, el cómic y la televisión. Pero esto último no la convierte en una generación menos libresca, sino que la torna más cosmopolita o heterogénea. Hay que remarcar que estamos ante una generación que ha leído mucho y bien a Clemente Palma o a Abraham Valdelomar, y ha sabido reconocer en escritores posteriores una auténtica fuente de inspiración. No habría literatura de ciencia ficción (CF) en Perú sin un engranaje tan fuerte como el que significó José B. Adolph. Asimismo, y de repente sin proponérselo porque estuvo más vinculado al teatro, otro gran autor post década del cincuenta fue Juan Rivera Saavedra con su famosa obra “Cuentos sociales de ciencia ficción”.

-Usted empieza el libro con una crítica bastante aguda sobre los “pontífices de la opinión que invisibilizaron” el género de la ciencia ficción. ¿Es correcto el término? ¿Por qué piensa esto?

Sí, me gusta mucho el término, porque (al decirlo) es como sacar a la luz algo que ha estado oculto por ciertos intereses, por ciertas preocupaciones e inquietudes muy comprensibles creo yo en nuestra literatura. En un país con tantos desajustes y desequilibrios es lógico que se hayan dado una literatura realista y neo indigenista muy sólidas. Ahí están Ciro Alegría o José María Arguedas. Y para hablar de autores del neo realismo urbano pues está Mario Vargas Llosa. Pero eso no desacredita ni a quienes hayan defendido a la línea realista como hegemónica, ni resta las posibilidades de la ciencia ficción también para decir lo mismo que dice el realismo (por ejemplo, el Grupo Narración, que fue fundamental) en las claves y códigos de la CF. Yo creo en una CF muy crítica y reflexiva, que puede tocar –desde el punto de vista de la alegoría, la clave o el símbolo— muchos problemas del Perú y de la humanidad en general.

-¿Debe considerarse normal que en los principales grupos editoriales los autores de ciencia ficción sean los menos?

Creo que estamos comenzando a ver un cambio de timón muy interesante en el sentido contrario. Planeta ha publicado ciencia ficción, literatura fantástica. Inició con Alexis Iparraguirre hace un par de años y recientemente ha lanzado un libro de Juan Manuel Robles. Sin embargo, quisiera también hacerle un pequeño homenaje a las pequeñas editoriales independientes que en este campo han hecho un trabajo extraordinario. Willy del Pozo de la editorial Altazor, por ejemplo, ha hecho un trabajo extraordinario difundiendo en plataforma física a autores que probablemente hoy seguirían invisibilizados. Ahí el paso lógico era entonces que las editoriales grandes se arriesguen, con criterio y exigencia siempre, y ahora nos encontremos en una especie de ‘primavera de la ciencia ficción y lo fantástico’. Y todo esto me entusiasma.

-Usted ha ejercido varios años como crítico literario. ¿Cómo decidía cuándo un libro era bueno o malo? Además, ¿cómo elegía qué libro comentar o no en sus columnas?

Es una pregunta comprometedora. Bueno, he tenido algunas fricciones con algunas personas que fungen de de críticos, y lo hacen –me parece—con conocimiento de causa. Yo pienso que el libro vale por lo que es, por su fuerza expresiva y estética. Primero que todo, un libro que merece ser comentado debe estar escrito con un conocimiento y una experiencia que propicien un resultado cuidadoso y de gran factura. El otro componente es qué novedad aporta en sí el texto. En resumen: me interesa la calidad artística y la profundidad de la propuesta. O sea, qué parte del mundo que yo no haya visto antes me está permite ver esta novela, poemario o libro de cuentos. Sin embargo, y lamentablemente, hay muchas cosas que se quedan en el camino. Podrán llegarte muy buenos libros pero no existe tiempo suficiente para leerlos todos. Yo tuve dos grandes periodos como crítico: primero en “Correo” y luego en “El Comercio”. En ambos espacios procuré ser lo más sincero y respetuoso posible, aunque sé que no todos los que hacen crítica comparten mis coordenadas.

-¿Qué piensa de la autopublicación? ¿No cree que expone a los lectores a un libro que no necesariamente es bueno o de calidad pero que, por los recursos de su autor, sí pudo imprimirse?

Quisiera no hacer demagogia con lo que te voy a decir. La autoedición no es una práctica exclusivamente peruana. Se da en distintos países. Lo ideal sería que todas las editoriales apuesten por todos los autores, pero tú has mencionado algo muy importante: la calidad. Me imagino que el canon –a pesar de este ‘torrente’ inmenso de libros– o la misma evolución del sistema cultural hará que las piezas se acomoden y lo que deba quedar quedará y lo que no, pues simple y llanamente no quedará. ¿Quién maneja eso? No es solo una persona ni dos, tampoco los medios o los críticos. Hay un conjunto de elementos que deciden finalmente cuáles serán las obras literarias que sustentarán un canon futuro. Ahora, esto último también es una cuestión muy interesante: aquello que es valioso y representativo de una época, tal vez no lo sea en otro momento. Actualmente, lo que estamos apreciando en el horizonte es que (y lo digo con todo respeto) la vieja hegemonía del realismo debe cederle un espacio a las corrientes que no lo son. Y yo creo que deben coexistir. No se trata aquí de establecer conflictos porque existe público lector para todos.

-Hemos hablado ya de grupos editoriales, pero “Universos en expansión” ha sido publicado por el fondo de una universidad. ¿Qué campo de trabajo cree usted que le está quedando a las editoriales universitarias?

En la Universidad de Lima hemos trabajado en varias vertientes con el equipo formado por Carlos López Degregori, Alejandro Susti y Luis Fernando Chueca. Desde la ciencia ficción hasta el micro relato. Lanzaremos próximamente una antología del micro relato peruano, desde la década del cuarenta y cincuenta hasta la actualidad. Pero quedan muchos territorios por descubrir, por ejemplo, aún no se ha hecho una gran investigación sobre el policial peruano. Pero quisiera resaltar algo, entre que presenté el proyecto de investigación y la publicación del libro que tienes entre las manos pasaron dos años. Evidentemente, la Universidad arriesgó al publicar esta obra, pero yo sabía que el proyecto podía tener un impacto interesante en la crítica literaria peruana.

-Lo curioso es que  incluso afuera del país se ha explorado en torno a la ciencia ficción peruana. Está, por ejemplo, el trabajo de la académica francesa Audrey Louyer

Ella es una investigadora extraordinaria. Tiene una sensibilidad y un interés por el trabajo de autores peruanos que ya motivaron dos libros. El primero es una introducción al tema de los pasajes en la literatura fantástica, y el segundo, una antología de los autores que investigó a profundidad. Creo que Audrey ha sabido darnos una especie de canon visto desde el exterior. Así que la deuda hacia ella es inmensa, por su generosidad, interés, espíritu divulgador, y por supuesto que por tratarse de un ser humano notable.

-Darse una vuelta por la FIL es encontrar no solo libros sino también stands de lectura veloz o hasta de venta de mochilas, no lo sé. ¿Este es el ambiente correcto de una feria o lo ideal es que solo se vendan libros?

Las ferias que recuerdo de hace treinta años no eran así, sino que estaban más versadas en el llamado ‘producto libro’. Sin embargo, creo que esto es parte de una tendencia mundial. Guadalajara, Buenos Aires o Frankfurt tienen la misma sintonía. Se trata de atraer a más gente. No digo que (los stands que mencionas) sean señuelos, pero sí son como faros muy atractivos que finalmente te derivan a lo central de una feria: el libro.  Hace unos años quizás habría sido algo más escéptico con respecto a esta combinación de elementos, pero creo que esto finalmente es favorable siempre y cuando no se pierda de vista que el gran protagonista debe ser siempre el libro como tal.

-Así como se dice que los periódicos están desapareciendo, algunos creen que pronto no habrá más libros impresos y solo leeremos en pantallas. ¿Cómo cree usted termine todo esto?

Va a ser un cambio gradual, de repente traumático para algunos y no tanto para otros, sin embargo, creo que el libro físico persistirá. Tal vez como una curiosidad o excentricidad, pero permanecerá. Lo que ocurre hoy quizás se asemeja a lo traumático que fue –más o menos en el siglo V– pasar del viejo pergamino enrollado al códice. Ya nadie escribe en rollos, ¿no? El formato que ha prevalecido por siglos es el códice. Y quizás este último sobreviva un tiempo y, sin que nadie se percate, las generaciones siguientes ya verán el códice como una mera excentricidad. Por ahora, según lo que vengo observando, (el libro impreso) continúa siendo muy fuerte.

La portada de «El sol infante», último libro de relatos de José Güich Rodríguez publicado por Editorial Planeta.

-En el contexto de cambios y temores, ¿cómo debe asumir un autor la existencia de las redes sociales y las múltiples plataformas que están a la mano de sus posibles lectores?

Los autores deben adaptarse a los nuevos tiempos. Por ejemplo, tu página web está muy buena y me alegra que sean estas plataformas las que estén agilizando el movimiento (literario). No estoy diciendo que los medios tradicionales lo hayan dejado de lado, pero ahora hay incluso booktubers muy influyentes, con muchos seguidores. Hay gente que los ve por encima del hombro pero yo no, he intentado más bien adaptarme. Creo que los autores también deben no cambiar la esencia a su trabajo pero sí permitir que este se difunda tanto por medios convencionales como no convencionales.

-¿Qué va a pasar cuando dentro de diez o veinte años ya no esté Mario Vargas Llosa? ¿Quién o quiénes podrían continuar representándonos afuera en lo literario?

Me da pena pensar en un mundo sin don Mario. Nadie que haya empezado a escribir literatura aquí en los últimos cincuenta años puede liberarse de su poderoso influjo. Quizás no haya otro escritor que pueda ocupar su lugar porque él llegó a estar en determinado momento y espacio histórico irrepetible. Con él además se iría la figura del escritor opinante que influye y desata polémica cuando dice algo. Pero poniéndonos en el plan hipotético, y aunque sin la misma resonancia y  difusión, hay muy buenos autores como Enrique Prochazka. Si algo puedo asegurarte es que en el futuro la literatura peruana siempre dará nombres de gran alcance artístico y estético.

-La última, ¿podría mencionarme dos autores peruanos menores o apenas mayores de 40 años que le hayan sorprendiendo recientemente?

Lucho Zúñiga es un escritor de un rigor, una capacidad y un talento singulares. Además es editor. Y otros nombres son los de Alejandra Demarini o Yelinna Pulliti Carrasco, ambas incluidas en “Universos en expansión”. En realidad hay varios autores buenos menores o que apenas pasan los 40 años, pero estos tres me nacen desde la mirada de alguien que está metido en estos vaivenes.

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