Aunque “La mudanza imposible” (Literatura Random House) no fue una empresa fácil, el resultado deja satisfecho al lector. Siendo el primer libro de Andrea Ortiz de Zevallos (Lima, 1978), las expectativas, sin duda, serán más altas en su próxima publicación.
Lo bueno es que la autora no está con la guardia baja. Antes de esta entrevista me confesó que tiene varios proyectos en ciernes. Si a todos les pone el mismo empeño, es muy probable que el resultado sea al menos parecido al que logró su obra debut, nominada al Premio Luces.
En “La mudanza imposible” los personajes salen de una vida para iniciar otra no porque lo deseen, sino porque el destino los ha llevado allí. ¿Qué tan fácil es olvidar el pasado y empezar de cero sin sufrir los embates de la nostalgia?
Conversamos con Andrea Ortiz de Zevallos sobre su primer libro de cuentos, una nueva apuesta de Penguin Random House Perú por autores jóvenes y con mucho que decir.
-Tenías varios proyectos literarios entre manos, ¿qué hizo que “La mudanza imposible” salga primero que el resto?
Porque era el que más he venido trabajando. Estas son historias de personas que están en un momento en el que su orden ha caducado y por ello deben buscar una nueva forma de vivir. Y normalmente este orden no se termina porque ellos quieran, sino porque la vida les dio un quiebre inesperado y necesitan una salida. Son personajes desplazados de su zona de confort, de sus amores, de su patria (en el caso de “Pigmentación”), o de su juventud; y que tienen que ver cómo se las arreglan para ser otros, vivir de otra forma, dejando atrás aquello que tanto amaban y así poder encontrar una vida que les haga sentir algo distinto.
-En “Elegía por el rock” hay una pareja que es remecida por un movimiento telúrico real (sismo), pero a la vez por otro más bien sentimental o íntimo. ¿Por qué abriste tu libro con este cuento?
El cuento tiene una imagen de premonición donde el personaje intuye que va a haber este cambio, que hay algo que se va a romper, pero que todavía no le ha sobrevenido. Entonces, es el relato que todavía tiene algo un poco más adolescente, en el que todo está a punto de cambiar. Me parece que el resto de textos son quizás consecuencia de este, por eso lo pusimos abriendo a pesar de ser el más antiguo (en su escritura). Y esto fue un debate que tuve con mi editor Jerónimo (Pimentel) porque si hubiera tenido un criterio puramente estético yo hubiera abierto con “Una bandera blanca”, pero como narrativa general del libro creo que estuvo bien abrirlo así.
-Precisamente “Una bandera blanca” cuenta la historia de un comunicador que está solo en su propio mundo y no le interesa cambiar su estatus pese a que llega a tener un serio problema de salud. ¿Cómo surge la historia?
Las personas que escribimos siempre vivimos un poco hacia el interior y a veces en esa tendencia, porque no es una necesidad sino una tendencia, puede llegar a incomodar esta algarabía que hay afuera o esta necesidad de híper-socialización. Entonces, el personaje, en un rechazo a lo que te menciono, va descartando las relaciones que tiene, básicamente por incapacidad de permitir que el otro ‘ingrese’. Y esta incapacidad creo que le juega una mala pasada. No es que él quiera estar solo sino que para protegerse ha optado por estarlo porque no sabe cómo compartir.
-¿Crees que los escritores terminan apreciando la soledad o más bien huyendo de ella?
La relación entre el escritor y la soledad es ambivalente. Por un lado es indispensable pasar tiempo a solas para poder escribir, pero a la misma vez eso puede generarte ciertas torpezas sociales. Creo que me va bien con las relaciones de dos y con los grupos pequeños. Sí me son difíciles los grupos grandes porque en ellos es difícil profundizar. El chiste y la chacota creo que pueden llegar a entorpecer relaciones verdaderas, sin embargo, a veces solo quieres huevear y reírte. Por eso te digo que esto es algo ambivalente porque pasar mucho tiempo solo te termina aislando.
-¿Cómo ha sido tu proceso de ir puliendo tu escritura? Hay algunos párrafos muy bien cuidados, con lengua casi lírico…
Pulir es una de las cosas que más me gusta cuando escribo, y no solo lo hago cuando la historia está terminada, sino durante. Eso a veces hace que escriba muy lento, porque me detengo a buscar que un párrafo logre cierta musicalidad, y cambio palabras, puntuaciones, no sé. ¡A veces no avanzo con la historia porque me quedo puliendo mucho un párrafo!
-Me decías que has escrito desde siempre. ¿Cuándo y por qué decidiste publicar? ¿Por qué exponerte a ser juzgada?
Yo había huido mucho de la necesidad de ser una escritora que publica porque igual era ya una escritora oculta. Escribir es un proceso que te puede llevar a los lugares que quieres tapar, a lugares dolorosos, entonces, ¿para qué escribir si te estás exponiendo a una vulnerabilidad que no necesariamente te permite avanzar ‘socialmente’? Y no solo eso sino también lograr un ánimo más estable. En lo personal, escribir me deja muy inestable. Entonces le huía a eso porque representaba siempre conectarme con cosas que no eran muy cómodas, con momentos de dolor o con miedos. Sin embargo, me pasó un día mientras trabajaba en una oficina que cerré la puerta y me puse a escribir pensando ‘¡por favor que no venga mi jefe, por favor!’. Ahí me di cuenta que estaba buscando hacer otras cosas para no escribir pero siempre terminaba haciéndolo. Simplemente no podía escaparle a eso.
-¿Y tuviste algún espejo a lo largo de este camino? ¿Hay algún escritor o libro que tú consideres influyó en tu literatura?
Me impactó mucho “Aquí hay icebergs” de Katya Adaui. Lo leí cuando tenía “La mudanza imposible” ya estaba bastante avanzado, así que no podría decir que influyó en el libro mismo, pero sí debo admitir que me generó cierta sensación de compañía. Era un tipo de trabajo con el que me sentí identificada. Asimismo, “Austin, Texas 1979” de Francisco Ángeles. De ese libro me gustó –y creo que eso sí me marcó (literariamente) — esta situación de los personajes donde les pasa todo (como una atracción), pero a la vez no les pasa nada de nada en el plano exterior.
-¿Hay algo de meta-literatura en el cuento que le da nombre a tu libro? Aquí a un hombre le cuesta emprender la mudanza que a su vez significa el cierre de una relación pasada. Y toma nota de todo lo que siente…
Él está tratando de sepultar a su esposa en un cuento, que es el recurso que tiene para guardar lo que consideró en algún momento valioso. No quiere olvidar pero a la vez necesita dejarlo ir. Así que aunque lo registra, intenta sacar de su vista todo lo exterior para poder seguir su vida cotidiana sin que ella esté tan presente.
-Leyendo tu libro encuentro voces de niños, parejas que terminan, matrimonios que no funcionaron y más. ¿Hay mucho de Andrea Ortiz de Zevallos y de su mundo en sus cuentos?
“Pigmentación”, cuento en el que una niña trata de buscar amigos en la piscina de un hotel cuando acaba de perder su patria, es una imagen que tuve de mi hija en algún momento. Se me quedó grabada y por eso le dediqué el relato a ella. Luego está el cuento “Hora de muerte”, donde unos nietos secuestran a su abuelo que está internado dentro de una unidad de cuidados intensivos. Aunque ese secuestro en sí nunca pasó, sí ocurrió que mi mamá me llamó una vez para decirme que mi abuelo estaba muy enfermo y que probablemente iba a morir, pero que los doctores no le permitían a la familia sacarlo de cuidados intensivos por temas burocráticos y todos en la familia temían que muera solo. Así que ahí surgió el delirio del secuestro y, de alguna manera, los personajes del relato son mis familiares.
-Asististe al último Hay Festival. Has visto cómo es el círculo este de los escritores y poetas, principalmente en Lima. ¿Hay algo que te guste o que no te guste del ambiente en sí?
Me gusta la idea y la necesidad de compartir e intercambiar experiencias del proceso de escritura. En el Hay Festival me pasa mucho que descubro a nuevos escritores que me impresionan, compro sus libros y puedo escucharlos hablar. Hay mesas que logran muy buen nivel de profundidad e inclusive tratan aspectos técnicos que son interesantes de conocer. Por otro lado, creo que la literatura siempre debe ser sobre la literatura y no esta cosa con criterios de difusión mediática, porque muchas veces estos tienden a banalizar ciertos aspectos. Otra cosa que no me gustan son las rencillas existentes entre ciertos grupos. Eso me parece que no vale la pena.
-Podrías dedicarte exclusivamente a tu trabajo, ¿por qué persistir con la literatura? ¿Qué provecho le sacas a crear historias?
Creo que la ficción te permite llegar a espacios de la realidad que son más verdaderos que la realidad misma. A veces a través de la ficción puedes tocar profundidades que en la interacción exterior no. Ricardo Piglia hablaba del vínculo de la literatura con el psicoanálisis y decía que cuando Freud comenzó a trabajar su teoría del subconsciente los literatos ya la entendían, porque sin nombrarla trabajaban con ella todo el tiempo. Yo sí creo que la literatura te puede permitir –a un nivel de relaciones personales—tocar los temas de una forma en la que normalmente no hay espacio para tocarlos con ese nivel de profundidad.