«El niño del metro» de Madeleine Truel, un libro para los arqueólogos del futuro

Casi 80 años después de la aparición de “El niño del metro”, el único y fascinante libro infantil de la heroína peruana Madeleine Truel, una editorial independiente decide traducirlo al español y ponerlo al alcance de los lectores peruanos. Todo este proceso, liderado por Maquinaciones Narrativa, no ha sido fácil en absoluto.

Para José Donayre Hoefken, director del sello editorial a cargo, uno de los aspectos importantes en el proceso de publicación de esta particular reedición era mantener la esencia femenina de la obra original. En ese sentido, si el texto publicado en 1943 fue producto de la dupla conformada por Madeleine (texto) y Lucha Truel (ilustraciones), en esta ocasión, la labor recayó en Nataly Villena (traducción) y Gabriela Quispe (ilustraciones).

La propuesta de traducción fue inicialmente enviada al concurso de estímulos económicos del Ministerio de Cultura en el año 2020. Aquella vez el proyecto no ganó, pero lejos de amilanarse, su impulsor puso las ‘barbas en remojo’ y siguió adelante. Aquí lo fundamental parece haber sido su convencimiento de que estamos frente a una obra capaz de trascender.

“Lo que hice fue replantear mi proyecto, encajarlo en la categoría adecuada. Y ganó. No es tan fácil postular y ganar estos estímulos. Hay gente que hace sus proyectos en media tarde, pierde y luego habla mal. Aquí hay que sacarse la mugre. Nada es gratis”, refiere Donayre Hoefken tras remarcar que “El niño del metro” es “un libro para los arqueólogos del futuro”.

En esta nota, el director de Maquinaciones Narrativa nos cuenta algunos detalles fundamentales en torno a la traducción al español de un libro cuya temática no ha perdido vigencia casi ocho décadas después de su aparición: la importancia de luchar por defender nuestra libertad.

– ¿Cómo y cuándo surge la idea de empezar este proyecto?

En 2009, cuando Hugo Coya me confía el manuscrito de lo que sería su libro “Estación final”, un conjunto de biografías y relatos sobre peruanos y peruanas que fallecieron durante la Segunda Guerra Mundial. La mayoría eran judíos, y entre ellos estaba la católica (no judía) Madeleine Truel. Su historia me pareció la más interesante del grupo, porque ella era la autora de un libro para niños publicado en plena II Guerra Mundial. Era un texto que no estaba en nuestro horizonte. Así que Hugo Coya lo hace visible como nombre, porque en realidad la vida de Madeleine fue muy interesante. Ella se formó en Perú, a los 20 años viajó a París, estudia Filosofía en La Sorbona, se codea con intelectuales, artistas de la Vanguardia, y publica el libro luego de un terrible accidente. El texto pasa de algún modo a segundo plano por la vida heroica de su autora. Ella falsificaba documentos para salvar a muchos judíos y militares aliados. Por eso la capturan y derivan a los campos de concentración. Y fallece al final de la Guerra, algo muy irónico: que una persona que siempre fue muy noble termina muriendo en un establo. Una historia tremenda.

-Entonces, dentro de todos los detalles alrededor de Madeleine Truel, tú te quedaste prendado de ese libro infantil que publicó en plena Guerra…

Cuando leo el libro y me fijo en Madeleine pensé ‘algún día me gustaría editarlo’, pero ciertamente yo no lo conocía en profundidad. Estaba el resumen que había hecho Hugo Coya en “Estación final”. El libro cuenta la historia de un niño que vive en un mundo paralelo, subterráneo, en el metro de París, y que debe cumplir una misión: ir ‘desencantando’ a toda una comunidad que vive en estaciones, las cuales son alegorías, metáforas, que simbolizan a la Francia de ese entonces. Y esto es algo muy importante porque el libro hace una denuncia, habla de un tirano que tiene a todos encantados, como fascinados, mirándose el ombligo, y la idea es sacarlos de ese estancamiento cumpliendo toda una misión. Y el protagonista, en cada nombre de estación imagina cómo es el mundo arriba de él, porque este niño había nacido en el metro y no salía. Es un título bastante interesante y estimulante, que enfatiza la idea de liberarse de un opresor.

– ¿Más allá de haber estudiado filosofía, “El niño del metro” es el único libro publicado por Madeleine Truel?

Sí, el único libro que publicó, aunque de repente tiene otros más escritos, porque solía inventar historias. Ella deja el Perú llevándose toda esa cualidad innata que tenía para contar relatos. En los campos de concentración contaba múltiples historias. Incluso tenía el apelativo ‘El pájaro de las islas’. Yo creo que Madeleine descubre su vocación (de escritora) algo tarde, y como se dedica a otras cosas –por la guerra y su participación en la resistencia—ya no pudo enfocarse más detenidamente a esto. Por otro lado, al ser mujer, por más talentosa que fuese, estaba en cierta desventaja, en una segunda o tercera fila con respecto incluso a cualquier escritor varón mediocre. En segundo lugar, ella muere al poco tiempo de publicado este libro, entonces no puede participar de las reediciones, reimpresiones o traducciones. Lo que sí ocurre con su libro es que la Alianza Francesa (AF) lo usa como material para la enseñanza del francés. En esa época de postguerra, con el francés en retroceso ante el avance del inglés, la AF lo usa porque “El niño del metro” estaba muy bien escrito. Además de que esta obra tiene una riqueza tal que en una traducción se pierde algo, por más que aquí Nataly Villena ha hecho un excelente trabajo. El título escrito en clave muy sonora y había que sacrificar ya sea la parte del significado o la del sonido. Eso ocurre mucho también en poesía, pero yo diría que esta es una gran traducción que funciona muy bien en español, y se disfruta mucho.

Una de las ilustraciones a cargo de la artista Gabriela Quispe.

-Justo sobre eso último quería preguntarte. La portada del libro original es muy similar a tu reedición. ¿Cuánto crees que se ha perdido y cuánto se pudo mantener de la esencia del libro publicado en francés?

Una traducción es una traducción, siempre. Por eso era tan importante contar con el apoyo de una persona con el perfil de Nataly Villena, que vive en París hace años, es escritora, editora, tiene un amplio dominio del francés, sabe de música, etc. Para mí ella era la persona idónea. Respeto mucho su trabajo. Yo sé que ninguna traducción es perfecta, pero creo que esta reedición llega en muy buenas condiciones al público en español. Y en realidad el proyecto es posible llevarlo a cabo porque mi sello ganó uno de los estímulos económicos del Ministerio de Cultura y con ese dinero se pudo sufragar los gastos de traducción e ilustración. Porque las ilustraciones originales no nos servían. Había que escanearlas, digitalizarlas, limpiarlas, y los libros a los que habíamos tenido acceso estaban muy deteriorados. Lo que hicimos fue contratar a Gabriela Quispe para que redibuje las ilustraciones originales. Ella reinterpretó y para eso no solo se basa en los dibujos de Lucha Truel –hermana de Madeleine—sino que además lee el libro y redibuja para el formato especial de Maquinaciones Narrativa. Gabriela tiene un estilo muy tierno que seguramente disfrutarán los lectores. Y de hecho que la versión en ebook será ilustrada a color. Finalmente, tal como ocurrió en la versión inicial donde Madeleine y su hermana Lucha trabajaron en conjunto, aquí Nataly y Gabriela hicieron lo propio. Quería conservar ese espíritu femenino, con texto e ilustraciones en manos de mujeres.

– ¿Hubiera sido imposible publicar un libro tan particular como este sin los estímulos del Ministerio de Cultura?

Para una editorial como la mía, hubiera sido imposible. Sobre todo, en estos tiempos de crisis, con tantos problemas sociales, económicos y políticos no puedes planificar nada. Ahora peor, con la pandemia, con un gobierno tan débil. No sé qué va a ocurrir de aquí a dos meses, ni siquiera la próxima semana.

-Hace unas semanas un alto funcionario del Ejecutivo cometió un desliz al elogiar cierto “logro” de Hitler, que inmediatamente los historiadores descartaron. ¿Crees que publicar cosas ligadas al tema histórico ayudan un poco a salvaguardarnos de estas patinadas o Fake News?

El mismo día que este triste personaje declara esto nosotros íbamos a presentar el libro. Y comentábamos con Hugo Coya sobre qué le podía estar pasando a esta persona para decir semejante cosa. Porque además de ser una inexactitud histórica, tal vez sacada de un libro pirata, lo cierto es que no se puede sacar algo bueno de una persona tan negativa. O sea, entiendo que todos hacemos cosas buenas y malas, pero en el caso de Hitler las malas borran absolutamente cualquier atisbo de cosa buena. Es como hablar bien de Fujimori, que, aunque haya hecho algo bueno, sus malas acciones borran por completo la posibilidad de usarlo como referencia o ejemplo. Hitler no puede ser ejemplo de nada, pero la gente está estúpidamente ideologizada, y sus palabras son una vergüenza. Este personaje hizo mucho daño y “El niño del metro” es un ejemplo de eso. Este libro habla sobre el fascismo, la dictadura, tanto de derechas como de izquierdas. Una obra como esta nos hace recordar que uno debe estar atento a preservar la libertad, la libre expresión, los valores y principios democráticos, etc. Esta reedición aparece, además, en un momento interno y externo (por lo que está haciendo Putin con Ucrania, que es casi lo que hizo Hitler) muy preocupante.

-En estos últimos dos años, muchas editoriales pequeñas e independientes han cerrado o por lo menos despedido trabajadores. Como editor, ¿cuál crees tú que es la gran lección que le ha dejado la pandemia al sector editorial peruano?

Respondo no solo como editor, sino como persona. Nunca imaginé que algo así podría ocurrir. Es muy triste porque cada familia ha perdido algo. Es una época muy triste para el Perú y para el mundo. El sector ha sido muy golpeado por la pandemia. Los libros no están circulando. Digamos que el comercio electrónico se potenció con la pandemia, pero esto no alcanzó al libro peruano. Sin embargo, con mi sello ocurrió algo muy raro: se ha visto potenciado. No quisiera hacer un balance económico, pero jamás publiqué tanto como en este último tiempo. Tal vez porque tuve más tiempo libre, no sé. Desde que fundé mi empresa hace 10 años, tercerizaba, pero cuando dejaron de llamarme, me dediqué a sacar mis propios proyectos. En ese sentido, Maquinaciones se ha visto beneficiado como marca. Tampoco es que sea un gran negocio, pero estoy satisfecho porque he sacado muchas publicaciones. A diferencia de otros años que sacaba una o dos por año, ahora he sacado seis o siete inclusive. Y saqué un libro sobre la pandemia, que le daba voz a los médicos. Ellos hablaban desde adentro, viendo muertos, atendiendo pacientes. Son textos de ficción, pero hay un trasfondo, una vivencia que bulle. Ese libro surge en ese momento y fue como un ferrocarril que ha jalado los demás ‘vagones’.

Compártelo