Hernán Díaz recuerda con meridiana claridad su época de estudiante en la Universidad de Buenos Aires. Un par de décadas atrás, el hoy ganador del Pulitzer de Ficción recorría los claustros académicos mientras aprendía no solo sobre su colega más célebre, Jorge Luis Borges, sino también sobre otros icónicos autores de países vecinos, entre ellos, por supuesto, los peruanos César Vallejo, José María Arguedas y José Carlos Mariátegui, “Para mí ellos siempre fueron la santísima trinidad peruana”, dice en una parte de esta entrevista el autor de “Fortuna” (Editorial Anagrama, 2023).
Sin cumplir siquiera los cincuenta años (“tengo cuarenta y nueve”, me aclara en una respuesta), Díaz acumula una apreciable trayectoria marcada más que por la cantidad, por la calidad. Su primera novela, “A la distancia”, fue finalista del mismo premio que ahora ganó con “Fortuna”. Estos reconocimientos lo han hecho dar casi una vuelta al mundo comentando los detalles alrededor de esta historia que en castellano ha publicado Editorial Anagrama y que en Perú distribuye 111 Libros.
Pero tan interesante como la propia historia de “Fortuna” (en la que, a través de cuatro capítulos iremos armando un Puzzle que tiene a la pareja de esposos millonarios Benjamín y Helen Rask como protagonistas de una agitada travesía por la Nueva York del siglo XX) es la propia historia de Díaz construyendo en sí la novela. Cinco años le tomó al autor nacido en Buenos Aires, y formado en Suecia y Estados Unidos, trabajar este relato magnético cuya principal arma es la fortaleza de sus múltiples voces.
En la siguiente entrevista, el propio Hernán Díaz cuenta detalles del proceso de trabajo que devino en la próxima gran apuesta de HBO Max. Sí, la cadena de streaming adaptará a la pantalla “Fortuna” nada menos que con Kate Winslet como rostro principal.
Tanto la edición en inglés como esta en castellano de Anagrama tienen rascacielos en la portada. ¿Por qué solemos relacionar los grandes edificios con el dinero en ingentes cantidades?
Creo que es algo que excede el contexto de los Estados Unidos. En Latinoamérica y Europa (no puedo hablar de Asia porque no la conozco) este modo de monumentalizar la fortuna aparece de diferentes modos. Cualquier catedral es un monumento al plus valor. Solo sucede que los rascacielos son la manifestación más reciente de ese fenómeno. Me parece una forma de documentar o representar el poder públicamente, y también de presentarlo de modo muy intimidante, y hacer que todos nos sintamos muy pequeños.
Para esta novela tuviste, inicialmente, la visión de un empresario viendo a lo lejos un obrero construyendo de espaldas algo. ¿Es correcto?
Fue tal vez la primera escena que escribí. No sabía entonces muy bien en qué dirección iba a ir el libro. Me gustaba mucho esta asimetría entre el magnate, el ejecutivo, cómodamente en su oficina y este soldador, un obrero anónimo, pero también en una viga suspendida a 100 metros de altura. El riesgo físico. Y también la disparidad en el hecho de que el ejecutivo puede ver al obrero, pero el obrero no al ejecutivo. Estas asimetrías me llamaban mucho la atención y sentí que la novela de algún modo iba a tratar de eso. Aunque esa escena no funcionó como comienzo del libro, no sabría decirte bien por qué. Pero la conservé y finalmente encontré el momento donde insertarla (en el relato) y eso me puso muy contento.
En el primer párrafo rápidamente encuentro la palabra privilegio. ¿Es inevitable relacionar los privilegios a los millonarios?
Sí. Para mí era muy importante que esa palabra esté en la primera oración. Así que fue absolutamente intencional. Y sí, creo que casi todas las fortunas vienen de un linaje, de una genealogía de privilegios o sino en determinado momento, en esta curva ascendente que es toda riqueza, se transforma en una cuestión de privilegio, por lo que tarde o temprano todas parecen ligadas a una forma de expropiación.
Benjamín Rusk tiene una fortuna cuyo origen tiene que ver con actividades de explotación de siglos atrás. ¿Eres de los que creen que, en la actualidad, existen las llamadas formas de neo-explotación? No sé, como la trata infantil…
No es una cuestión de opiniones sino un hecho. En “Fortuna” no es solo explotación, sino que hablamos de industrias con un origen en la esclavitud. La industria tabacalera y la del azúcar, algo que también vemos en Latinoamérica, obviamente. Y sí, creo que, lamentablemente, esto se ha perpetuado de modos diferentes.
Tal vez el mayor logro es que tu novela condensa cuatro géneros notablemente diferenciados: novela, diarios, manuscrito y biografía. ¿Dónde dirías que radicó la principal dificultad?
Que cada una de las voces fuera creíble de forma autónoma y real, pero sin apelar a muletillas, a trucos retóricos baratos, o visuales. Mis editores en cierto momento dijeron: ¿y si hacemos que cada sección esté diseñada de forma diferente? Eso me parecía un truco demasiado fácil. La distinción tenía que estar en el lenguaje. Y, por otro lado, pensar en qué medida las cuatro versiones se iban a complementar o iban a entrar en relaciones disonantes y de discrepancia entre sí. En qué medida se refutan y en qué medida se complementan. Ese tipo de micro decisiones se daban página por página y llevó cierta disciplina y planeamiento.
La novela te tomó más o menos cinco años. ¿Te has convertido en una especie de experto en finanzas durante este tiempo?
Experto es una palabra demasiado generosa (risas). Creo que entiendo un poco mejor cómo funciona el dinero. Puedo leer páginas de finanzas del diario que antes tal vez no entendía. Y entiendo también que existe cierta inflación retórica en torno al discurso del dinero. Pienso que la lección más valiosa que aprendí es que todo parece más complicado de lo que en realidad es.
Todos hemos estudiado en la escuela el Crack de 1929. En lo personal, ¿qué fue lo que más te sorprendió al estudiar esa etapa que transita entre la década de 1920 y la de 1930?
Dos. La primera, respecto del crack de 1929. He leído a economistas muy serios al respecto. La gente más responsable intelectualmente tiene la honestidad de decir que no está demasiado claro por qué sucedió. Eso es algo que me resulta ‘shockeante’: tenemos este hecho que cambió el rumbo histórico del mundo, y que tuvo un impacto decisivo, pero sus causas no están demasiado claras. Puedo enumerar ciertos factores, pero no hay uno que agrupe un gran consenso. Ahora, en el campo de la economía, las teorías de los afectos, la psicología y el factor emocional de los mercados tienen un lugar preponderante que no tenían hace diez o quince años. Y creo que la explicación viene más por ese lado que por el de las matemáticas. En segundo lugar, descubrí que todos hemos aceptado un poco á-críticamente el mito de la década de los veinte, como estos años locos de una fiesta perpetua y de jazz, con un espíritu decadente, festivo y de exceso. Parte de eso es cierto, pero también lo es que hablamos de un momento de inmensa oscuridad en la vida política de los Estados Unidos. De políticas híper conservadoras que están siendo implementadas a nivel fiscal, a nivel macro económico, de inmigración, diplomático y de política exterior. Todo esto me ha llamado la atención: que por debajo de esta ‘fiesta’ el país estaba dando un giro a la derecha muy pronunciado. Y es algo de lo que curiosamente no se suele hablar.
¿Si tuviéramos que hablar de una narrativa sobre la fortuna y el poder en la actualidad en Estados Unidos, habría más mujeres allí?
Hoy habría más que en el pasado, claro, pero no es una situación de equidad para nada. No sé cómo es en Perú, pero en Estados Unidos las mujeres generalmente están peor remuneradas que los hombres. Ganan menos. Eso es un dato estadístico, no mi opinión. También si vemos los directorios de cualquier empresa, la mayoría están integrados por hombres. Creo que ha habido cambios sustanciales, pero no son suficientes.
El personaje de la ghostwriter Ida Partenza resulta clave en la novela, pero me interesa también cómo surge en la construcción de todo quien está detrás de ella: su padre. Porque a muchos nuestro padre nos ha influido, formado en múltiples aspectos…
Me interesaba ver cómo el rol del patriarcado trasciende fronteras ideológicas, de clase y políticas. Entonces, acá tenemos a este señor muy progresista, un anarquista, que sin embargo en su política doméstica es híper conservador, híper machista. Y me parece que es eso es algo que se ve en mucha gente de izquierda, que en la esfera pública son muy progresistas y en la doméstica no tanto. Eso me interesaba explorar. Por otro lado, me interesa mucho la inmigración en general. Cuando leas “A lo lejos” verás que tiene que ver con eso también, pero de un modo algo más inesperado, no tanto desde mi propia experiencia personal. Soy un inmigrante, desde luego, pero no tengo una historia traumática de inmigración en los Estados Unidos. Porque yo fui a ese país con una beca, fue algo cómodo, así que no quiero apropiarme de esas historias traumáticas que son muy importantes, aunque no sean las mías.
Sin embargo, soy un inmigrante, así que trato de encontrar modos nuevos de hablar del tema. Y también soy mitad italiano, por lo que la presencia de los italianos en Estados Unidos me interesa, tanto la forma cómo fue borrada la intervención de estos en términos de organización social, sindical y política, entre 1900 y 1930. Y que fueron aplastados justamente por esas políticas conservadoras a las que hacía alusión hace dos o tres preguntas.
¿Esta autosuficiencia de Andrew Bewel al auto describirse en el segundo capítulo de “Fortuna” exhibe inconscientemente ciertas debilidades? Una especie de ‘dime de qué presumes y te diré de lo que adoleces’…
Absolutamente. Todo narcisista colosal como este señor es al mismo tiempo una persona muy frágil e insegura.
¿Afectó en alguna forma tu escritura el hecho de vivir cerca a algunos de los lugares donde transcurre tu novela? Entiendo que el tiempo también pesa. Son varias décadas las que han pasado, pero yo, por ejemplo, cuando camino por Lima, no ‘siento’ que aquí hubo dictaduras militares, derrocamientos de presidentes y hasta crímenes crueles…
No me hizo ruido, al contrario, me resulta inspirador porque quedan trazos y huellas de esas historias en todas partes. Bueno, yo apenas conozco Lima, pero me imagino que, si estuvieras escribiendo sobre el virreinato o sobre la época colonial, hay suficientes trazos y ruinas como para encontrar inspiración. También mi novela previa transcurre en el oeste americano…
De costa a costa…
Sí, bastante. Y en este caso me interesaba escribir un poco más sobre mi propio entorno. Tratar de viajar en el tiempo más que en el espacio.
Supongo que para trabajar “Fortuna” tuviste que revisar varias viejas ediciones de Forbes y de Fortune. ¿Pasó lo mismo con biografías de millonarios? ¿Te fueron útiles?
Muchísimo. Leí un montón. Miles de páginas. Y tú mismo decías hace un rato del tono vanidoso y jactancioso de Bewel. Eso es totalmente habitual en esos libros. Aprendí un poco a escribir en ese tono tras haber leído cuantiosas memorias y autobiografías de estos pro-hombres americanos.
En “Vanity Fair” llaman a tu historia “una novela crítica con la extrema riqueza”. Me llama la atención cuál es la relación entre arte, literatura, escritores que reciben becas con, no sé, tú trabajaste “Fortuna” en espacios que reciben apoyos de fundaciones encabezadas por millonarios. ¿Necesita siempre la cultura de los privilegiados?
No creo. Gran parte del arte occidental (no conozco las tradiciones literarias en Asia) ha sido producido en los márgenes, de un modo totalmente autónomo, y por gente que en algunas instancias también ha tenido que sufrir bastante por no tener suficiente dinero. Es decir, no creo que sea una condición necesaria esta especie de subvención privada de las artes. Sin embargo, también es una realidad que los artistas en general no están bien pagos. Es una realidad en los Estados Unidos que el Estado no subvenciona las artes, o que allí si uno es artista no tiene seguro médico. O sea, las condiciones no son ideales y uno busca financiamiento donde lo pueda encontrar. Yo preferiría que estos grandes magnates pagaran impuestos y que parte de estos vayan destinados a las artes, pero no es el entorno político de la sociedad norteamericana en este momento. Y nunca lo ha sido.
Como migrante has sido testigo de la situación que vive, por ejemplo, Nueva York, luego de emitir varias alertas ante el colapso del espacio para los inmigrantes. En Perú ocurre una situación con algunas similitudes. ¿Por qué crees que el ser humano tiene a ese doble de camino de, a veces acoger, pero también a rechazar lo que viene de afuera?
No soy sociólogo ni historiador y tampoco conozco lo que ocurre en Perú. Pero creo que los seres humanos han sido siempre en parte nómadas. Está siempre esta tensión entre nomadismo y sedentarismo. Desde siempre. Y las tendencias sedentarias siempre han tenido que ver con la propiedad privada. El hecho de asentarse en cierto lugar tiene que ver, no sé, con la agricultura, y con la acumulación de granos o de lo que sea. Es por eso que los humanos que durante milenios fueron nómadas terminan por asentarse y transformarse en sedentarios, por la acumulación de bienes. Entonces, creo que el sedentarismo tiene que ver con esta idea de propiedad, y, por lo tanto, la llegada de alguien extranjero, de un extraño, es visto inmediatamente, por alguna gente, no por todos, como una amenaza. ‘Están acá para sacarnos los puestos de trabajo’. Por suerte no todo el mundo es prejuicioso, ni racista. Es un equilibrio precario.
Quince años viviste en Argentina. Tienes 49 años. ¿Esa decisión de escribir, de afrontar la literatura en inglés es permanente? ¿Crees que en algún momento puedas probar escribiendo un cuentito o una novelita en castellano?
No tengo directivas que me haya impuesto. Escribo desde hace más de veinte años en inglés. Me sale pensar y escribir así. Ayer me pasé el día en la habitación del hotel escribiendo un proyecto nuevo también en inglés, pero si en ocho años se me ocurre escribir algo en español lo haré. No tengo un prejuicio. Simplemente hago lo que siento en cada momento.
En algún momento, en ese proceso formativo que seguiste, aunque has dicho que leíste mucha literatura norteamericana, y que escribiste también sobre Borges, ¿llegaste a leer algo escrito en Perú?
Claro que sí. La santísima trinidad peruana para mí ha sido siempre Vallejo, Arguedas y Mariátegui. De César Vallejo leí “Trilce”, es un libro que releí muchísimo cuando tenía veinte o veintipico años…
¿Lo leíste en castellano?
Claro.
¿Todos esos libros los tomaste de la biblioteca de tu padre, supongo?
Mira que no. La verdad es que ninguno de esos autores estaba en la biblioteca de mi padre. Yo hice mi licenciatura en la Universidad de Buenos Aires, o sea que la literatura latinoamericana no me es ajena.
Tras lograr un éxito innegable con “Fortuna”, aunque ustedes rehúyen a decir esa palabra, ¿dirías que te ha servido tu formación en la Academia para lograr dar este salto a la literatura, digamos, ‘masiva’? No sé, aspectos técnicos que quizás van en paralelo a tu talento natural…
Sí y no. Usaste la palabra técnico. No hay un aspecto técnico que haya aprendido de la universidad. Hice licenciatura, maestría y doctorado. Hace treinta años que estoy en la Academia y creo que esto me ha dado cierta disciplina a la hora de leer, paciencia, predisposición al trabajo de archivo y cierta exposición a un canon que tal vez no habría leído si no hubiera estado tanto tiempo en la Academia. Un canon que tiene más que ver tal vez con la filosofía y la teoría.