Santiago Posteguillo Gómez (Valencia, 1967) es el autor español más vendido en el género de novela histórica. Visitó el Perú hace unos días y conversó con esta bitácora sobre ‘La sangre de los libros’, su más reciente publicación.
El autor de ‘Los asesinos del emperador’, ‘Circo máximo’, entre otros éxitos literarios espera cautivar a los lectores peruanos con una obra que ofrece 30 relatos (anécdotas e historias) ligados a grandes autores como Virgilio, Víctor Hugo, Edgar Allan Poe o Lope de Vega.
Profesor titular de Literatura en la Universitat Jaume I de Castellón, Posteguillo marca la diferencia también en lo personal: su sencillez al momento de responder esta entrevista lo confirma.
-Salvo quizás Alemania, que no la pasó tan mal como el resto de países, ¿cómo le parece que Europa ha enfrentado la más reciente crisis económica?
A Alemania le va a llegar. La política de ellos ha sido vivir bien a costa de empobrecer al sur de Europa. Ahora se están dando cuenta de que el sur de Europa, empobrecido, no les va a comprar nada. Ahora se van a enterar de lo que es la crisis. Entonces, ha sido una política muy egoísta y normalmente el egoísmo, como un búmeran, te vuelve y te lo hace mal. Y ya lo estamos viendo con un (partido como) Syriza en Grecia y con un Pablo Iglesias (Podemos) en España. Yo no digo que estas personas sean necesariamente la solución, pero está claro que para mí el conjunto de los políticos que dominan la Unión Europea han abandonado sus funciones y se han entregado a las multinacionales, distanciándose del proyecto social europeo, para transforma la región en una cuestión puramente económica que además favorece a pequeñas élites.
–La gente se está rebelando.
Y eso es normal. La historia es cíclica, tenemos una revolución francesa, vamos para atrás y hay otra revolución. Habíamos avanzado mucho en los sesentas y setentas en Europa y en el mundo pero llega la desregularización financiera de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y otros ultra-liberales y se hunde la economía mundial. Y ahora insisten en que se debe seguir por ahí. Bueno, la gente se está rebelando.
– ¿Cree que los jóvenes son muy conscientes de todo esto?
Son conscientes de que las cosas no están bien, de que es una situación injusta para con ellos porque su realidad es peor que la de sus padres y les falta perspectiva histórica para poder hacer una explicación o reflexión, acertada o no, pero bueno les falta edad y normalmente conocimiento. Pero sí que están bastante bien preparados y tienen la pujanza de la juventud. Hay que decirles que en este mundo de seres humanos imperfectos, en el que tendemos siempre hacia lo negativo, hacia el egoísmo y a destruir los sueños y las utopías, hay –no obstante- que siempre seguir luchando por esto. La generación que no luche hará que retrocedamos no dos, sino cinco pasos. Siempre hay que seguir luchando por la utopía aunque esta sea inalcanzable porque en esa tensión de intentar llegar a la utopía, aunque no lleguemos a ella, al menos nos colocamos en un punto medio: ni en el desastre ni en la injusticia total absoluta. Si dejas que las fuerzas naturales del poder hagan lo que les da la gana, volvemos a la sociedad esclavista. Tal cual y con cadenas.
-El desconocimiento del que usted habla nos pone a los jóvenes a merced de los caudillos, ¿no?
Sí, pero siempre que se consigan los mayores niveles de educación, la posibilidad de ser manipulado se reduce. Por eso siempre, desde los órganos de poder, se intenta que la educación sea elitista, que no sea accesible para la gran mayoría de la gente, que el conocimiento no esté al alcance de la gente porque la persona ignorante es siempre mucho más manipulable.
-¿El éxito del partido Podemos simboliza el fracaso del bipartidismo (Partido Popular y Partido Socialista) en España?
El propio Pablo Iglesias dice que lo que las encuestas le auguran en escaños no es un mérito suyo sino que es atribuible al demérito de las políticas del Partido Popular y del Partido Socialista Español. En eso tiene toda la razón. Que conste que lo que ha pasado en España ha pasado siempre. Siglo IXX, se restaura la monarquía borbónica, tenemos los progresistas y conservadores y se van turnando el poder. Esto hasta que caemos en los caciques rurales que controlan todo, la corrupción y todo acaba fatal. Dictadura, república, guerra civil. ¿Qué ha vuelto a pasar? Exactamente lo mismo. Monarquía, dos grandes partidos, se han turnado el poder, se han vuelto a corromper. Sería ideal ver si aprendimos algo y podemos resolver esto sin llegar a una guerra civil. Yo espero que sí. Pero no está mal recordarlo: hay que tener cuidado cuando se despiertan barbaridades o ciertos nacionalismos radicales.
–Más aún con los antecedentes de Europa.
Hay que recordar que cuando en Europa se despertaron los nacionalismos hubo una Primera Guerra Mundial y luego una Segunda. Entonces, hay que cuidarnos de los nacionalismos de todo tipo: autonómicos o de todo un país. Ninguno será bueno nunca. Lo esencial es procurar una política social, educativa y sanitaria para el conjunto de la población. Y poner controles para que no todo el poder acabe en unas pequeñas minorías.
–Usted visitó Roma a los seis años. Una persona que ha escrito tanto sobre la historia de este lugar debe recordarlo con mucho cariño.
Viajé con mis hermanos y mis padres. Fuimos todos muy felices. La pasamos muy bien. Hace poco falleció mi padre y quizás por eso recuerdo con más cariño el viaje. Pero claro, también recuerdo los grandes monumentos. Esas dos cosas me marcaron: el Coliseo Romano y la felicidad del viaje.
–¿El recuerdo de lo imponente de estos lugares tan históricos e importantes influyó de alguna manera en su vocación y formación como escritor?
Claro que sí. Te deja como esa huella indeleble que permanece a pesar de los años. Aunque claro, todo es como una semilla que puede crecer o no en función de cómo la riegues y cuides. Al facilitarme mi padre el acceso a una educación universitaria, al estudiar filología inglesa donde había un programa con seis años de latín. Ahí leí los clásicos en latín. Esa semilla creció.
–¿Cómo se podría diferenciar los términos novela histórica e historia novelada?
No es tanto una cuestión de oposiciones sino de gradación. Tenemos algunos tipos de novela histórica donde solo lo histórico es la ambientación de la época pero la trama central es inventada. Por ejemplo, ‘El nombre de la rosa’. Luego puedes pasar a novelas históricas, como en mi caso, donde no solo la ambientación y gran parte de las tramas y los personajes principales son históricos. Hemos hecho un paso más para acercarnos a la historia. Luego está la historia novelada. Ahí el autor decide recortar no todos pero sí la mayor parte de los recursos literarios. Y luego está la historia en sus distintos niveles: divulgación (una revista como la National Geographic), el ensayo y el artículo especializado. Creo que es una gradación donde nada es mejor ni peor pero considero que hay cosas muchas más próximas a la historia pura y otras donde se va introduciendo más elementos de ficción. Lo que sí pasa es que el nivel de popularidad aumenta a medida que nos acercamos al eje de la ficción y nos alejamos del de especialización histórica.
–Si bien usted escribió ensayos, ya ha publicado una trilogía completa y tiene otra casi terminada, lo cual no es poca cosa. ¿Se siente más cómo en las historias de largo aliento?
Sí. No obstante, estas historias que tú llamas ‘de largo aliento’, dejan sin aliento al autor. Es bastante agotador pasar seis o siete años de tu vida detrás de la misma historia y de los mismos personajes. No sé si haga más trilogías, a pesar de que tengo ideas, pero quizás antes escriba solo una novela, a ver si logro conectar por el público.
–Aquí se usa el término ‘aguafiestas’ para quien arruina algo preparado con anterioridad. En el buen sentido de la palabra, ¿escribir ‘La sangre de los libros’ es ser algo ‘aguafiestas’ o no?
No creo. Pudo haberlo sido, pero yo siempre juego con la intriga de no decirte de qué autor estoy hablando al principio. Eso recién lo desvelo al final. De tal forma que, el que es un lector experimentado puede disfrutar de ‘La sangre de los libros’ como una gran trivia literaria. No aguo la fiesta de nadie, sino que juego con el lector a aprender de literatura. Además, me gustaría que quienes desconocían estos autores clásicos, el libro les incite a buscar más sobre ellos.
–¿Se puede enseñar a ser escritor?
Indudablemente, sí. Como cualquiera otra técnica o arte. Me rebelo mucho ante esto que existía hasta hace poco en España y que persiste en Perú: no existe una educación reglada de literatura creativa. ¿Tienen facultades de Arquitectura? Sí. ¿De Bellas Artes? Sí. ¿Tienen conservatorios? Sí. ¿Escuelas de danza? También. ¿Pero y si alguien quiere escribir? No. ¿Por qué? Esa es otra arte. En el mundo anglosajón hay. Yo estudié en Ohio. Me enseñaron a escribir, porque sí se puede aprender. Lo que nunca puedes enseñar es la genialidad. Tú le puedes enseñar a un pintor la perspectiva, las distintas técnicas, pero jamás le puedes enseñar pintar relojes que se están derritiendo. Eso se le ocurre a Dalí. Eso ya es la genialidad. A un futuro escritor no le puedes enseñar la genialidad. Pero sí puedes enseñarle a usar la primera persona y sus modalidades. O quizás la tercera persona. Eso sí puede enseñarse porque la gente no lo sabe.
– ¿Qué le molesta de los clásicos relatos de la Roma antigua?
Me molesta cuando, por ejemplo, a personajes del siglo I antes de Cristo se les atribuye ideas o pensamientos de nuestro tiempo. A ver si me explico. No puedes poner una mujer feminista en el imperio romano. Ese concepto no existía entonces. Puedes poner un personaje femenino de mucho carácter: Cleopatra, una mujer que vaya por el poder, que luche por él o que use todas las herramientas posibles para lograrlo. Pero jamás una Cleopatra feminista. Entonces, lo que me molesta es cuando meten ideas que no son de la época. Es cierto, se puede hacer paralelismo con el presente, porque el amor, el odio, la traición y la lealtad permanecen en el tiempo, pero algunas evoluciones o ideas de derechos humanos, nunca.
-Usted tiene casi 48 años, es un escritor muy joven. ¿Tiene alguna idea de cómo le gustaría ser como escritor en una o dos décadas?
Me gustaría que me siga escribiendo gente a mi página web diciéndome que odiaba leer pero desde que encontró mis libros ahora sí lee. O que una persona me diga que sufre cáncer y que mis libros le ayudan a superar las quimioterapias. Eso es fundamental para mí, esa conexión. Y también el promover conocimiento, la cultura. Creo que la ilusión de cualquier escritor es siempre ser reconocido y ver que la gente disfruta tus obras y aprende o reflexiona lo que le pasa.
–¿Qué se va a encontrar alguien que compra ‘La sangre de los libros’?
Un lector peruano puede encontrar en ‘La sangre de los libros’ una breve historia alternativa de la literatura, no ensayística sino relatada. Un conjunto de cuentos a través de los cuales, sin casi darse cuenta va a aprender muchísimo de lo que ha sido la historia de la literatura.