El cuidado de niños hospitalizados es un trabajo arduo que requiere conocimientos adecuados por parte de personal médico.
En ese sentido se ha publicado recientemente el libro Niños hospitalizados: guía de intervención psicológica en pacientes infantiles (Editorial UPC, 2015), escrito por el psicólogo clínico y experto en el tratamiento de niños Luis Oscar Velásquez Aguilar.
La obra del también creador y coordinador general del programa de preparación psicológica para niños hospitalizados del Hospital Guillermo Almenara cuenta con cuatro capítulos que detallan una estrategia para el cuidado de niños que por cuestiones del destino deben ser internados, un proceso complejo que bajo cualquier punto de vista menoscaba su personalidad y autoestima.
Conversamos con el autor, quien es también docente de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas sobre su obra, la cual está a la venta en las principales librerías del país.
¿Cómo así usted como psicólogo clínico terminó trabajando en el área de niños?
Me inicié trabajando en la unidad de pacientes quemados, donde básicamente había adultos. Sin embargo, llegó un momento en el que empezaron a llegar niños. Sentí una especie de vacío, no sabía cómo trabajar con ellos de una forma que se adapten bien al tratamiento (de las quemaduras), el cual es bastante doloroso y requiere apoyo especial.
¿Cómo ayudó a que los niños acepten y colaboren con su tratamiento?
Busqué mucha información. La única manera de lograr mi propósito era mediante juegos. Un niño de entre cinco y diez años piensa mucho en los juegos. El ambiente de la unidad de quemados era siempre raro para ellos. Ver gente con mascarillas, personal uniformado caminando de un lado para otro. Quise crearles un espacio más familiar, parecido al que tenían en casa. Probé haciendo musicoterapia, teatro con los títeres, cuenta cuentos, algunas técnicas de relajación, etc. Todo buscando facilitar el proceso de adaptación al doloroso tratamiento.
¿Cuáles son las reacciones más comunes que tiene un niño al ser internado?
Lo más frecuente es el temor a ser abandonado. Como al niño no se le prepara para llevarlo a un hospital y peor aún, si su internamiento es por una lesión que él se generó de forma accidental, habrá una fantasía en torno a que se le hospitaliza por un castigo. Si no se le da la información adecuada, el niño llenará ese vacío con esa fantasía, ese sentimiento de culpa y esa sensación de abandono. Generalmente se queda junto al niño el padre o la madre. Cuando uno de estos se retira del cuarto, el niño llora o grita porque no quieren que lo ‘dejen’.
En pocas palabras, ¿qué es lo que usted plantea en este libro?
Propongo todo un programa de preparación psicológica con una serie de estrategias y técnicas ludo terapéuticas. Sí es posible preparar al niño antes, durante y después de la hospitalización.
¿Usted ideó estas estrategias o las investigó en diversas publicaciones?
Ambas cosas. Tuve la oportunidad de estar en el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid. Ahí son las ONG las que realizan estas actividades. Hice una mezcla de ambos factores y adapté todo a la realidad de nuestro país.
¿Recuerda algún caso en especial de un menor de edad que usted haya tratado y su historia lo conmovió?
Una vez conocí una niña de cinco años con más del 80% de su cuerpo quemado. Todos le daban muy poca esperanza de sobrevivir. Ella era de provincia y su mamá tenía más hijos pequeños. Pensábamos que la menor no pasaba de las 72 horas y duró casi un mes viva. Establecí con ella una relación muy cercana. Me llamaba por mi nombre, me esperaba para jugar con sus muñecas, al ludo y para realizar diferentes juegos. Lo triste fue cuando llegó el desenlace fatal. Su muerte me afectó mucho. Sin embargo, esa experiencia me enseñó a establecer mis límites como especialista.
A los periodistas nos dice que en algún momento perdemos la sensibilidad al difundir tantos accidentes o muertes. ¿En algún momento sintió usted que perdió la sensibilidad ante un caso determinado?
He trabajado casi una década en la unidad de quemados. En mi último año me di cuenta de que trataba de evadir a los niños. Era un tema constante escuchar llantos y gritos. Llegaba a la unidad, conversaba con las enfermeras, los médicos, me hablaban de un niño y yo prometía “ir a verlo”. Trataba de ocuparme de otras cosas y no veía al menor, o quizás sí pero superficialmente. Inconscientemente estaba evitando a los niños que debía tratar. Entonces pedí mi cambio de área. Pasé a trabajar con adultos por un tiempo. Me oxigené un poco y luego retomé el trabajo con niños, ya no quemados sino pacientes de oncología.
¿Qué tan importante es que los hospitales tengan una infraestructura adecuada para tratar niños con problemas de este tipo?
Si vemos la historia de los hospitales de nuestro país, sobre todo en Lima porque en provincias hay un sinfín de limitaciones, el único hospital infantil es el del Niño. Hay un hospital materno infantil que es básicamente para el cuidado de las gestantes pero el resto son de atención general. Si mal no recuerdo recién el seguro abrió atención para hijos de asegurados en 1986. Se creó el departamento de pediatría por primera vez en el Hospital Almenara. Se sacó a los trabajadores administrativos y adaptaron su área para el cuidado de los niños. Se crearon salas de hospitalización sin las condiciones adecuadas. Ahora han cambiado, claro, y ya el área de niños no está en este pabellón. Así como pasó en el Almenara , ocurrió lo mismo en el Rebagliati y otros. La misma historia con el Hospital Loayza, que se creó básicamente para mujeres.
Cuando uno es adulto es consciente de que el cáncer es una enfermedad que muchas veces es mortal. ¿Qué ocurre con los niños? ¿Son ellos conscientes de que podrían morir por su enfermedad?
Creo que eso depende de la edad. Es importante tener en cuenta cuánto debe saber el niño de lo que sufre. Por ejemplo, los menores de 5 años sienten un gran temor a ser abandonados. Los niños de entre 5 y 10 tienen como preocupación su colegio, el perder clases o dejar de ver amigos. En el caso de los niños mayores de 10 sí hay una noción más concreta de su enfermedad, de los riesgos que esta trae y de la posibilidad de morir cuando la enfermedad no se trató a tiempo o se agravó. Es un tema muy complejo: cada niño tiene sus propias expectativas y su forma de ver la vida.
¿A qué público va dirigido su libro?
Es básicamente para profesionales que trabajan con niños hospitalizados. En primer lugar los psicólogos clínicos. Hay poco material de psicólogos que trabajan con niños internados. En la guía explico cómo se deben realizar los talleres, la intervención psicológica en sus tres fases (inicial, intermedia y tardía). Además coloqué tres casos clínicos. También el libro está dirigido para el personal de enfermería. A veces, como su trabajo es tan especializado, descuidan la parte emocional del paciente. Un niño que llora ante un procedimiento es muchas veces visto como un malcriado. Algunos profesionales no toman en cuenta que están ante un ser humano que necesita una explicación, ser preparado. Ese es un error básico que también cometen los padres: “tú tienes que hacer esto porque sí”. Quisiera que este libro ayude a entender que si nosotros preparamos a un niño, le explicamos y le damos el trato adecuado, este colaborará con su tratamiento y la estancia en el hospital será más llevadera.
¿Qué es lo esencial que deben hacer los padres de familia cuando internan a su hijo en un hospital?
Siempre pienso que un niño hospitalizado es un padre o una madre hospitalizada. Ellos son la fuente de seguridad y confianza del menor. Los padres son el intermediario entre sus hijos y el equipo de salud. No debe tener una participación pasiva que implique únicamente darles de comer. Deben estar informados de todo lo que diga el médico y traducirlo en palabras simples al niño. Además, la relación afectiva tiene que mejorar. Si antes el padre era distante con su hijo por el motivo que sea, ahora estará con él 24 horas del día sentado a su lado.
A veces los padres llevan también el drama por dentro, ¿no?
Lógico, ese es otro problema que se presenta en la hospitalización. Viene una madre o con hijo quemado o con un niño con cáncer. Ella no ha salido aún del shock, del impacto emocional que la noticia le generó. Ahí viene el personal a darle información y muchas veces ella no asimila la información. Por ejemplo, si una madre de un niño quemado recibe la orden médica de no darle líquido a su hijo por cierta cantidad de horas pues será operado pronto y de pronto este se la pide. La madre se olvida o no captó la información y le brinda el agua, a pesar de que se lo prohibieron por una razón médica. Ahí es donde el personal de enfermería dice “esta madre no colabora”:
¿A los estudiantes de psicología se les educa sobre el cuidado específico de niños delicados de salud?
En algunos cursos se habla sobre la psicología del niño, de sus trastornos psicológicos, de posibles casos de abuso sexual, de maltrato infantil, pero poco se habla del menor hospitalizado. Eso estaría dentro de la materia de psicología de la salud, rama que está más dirigida hacia los adultos. Por esto considero que este libro es importante pues contiene información esencial recogida no solo en Perú sino también fuera del país. En las currículas de las universidades peruanas hay poco sobre los problemas emocionales de un niño hospitalizado, sobre todo de una enfermedad crónica y/o terminal.
Publicado el 30 de marzo de 2015 en El Comercio.