Si bien ya había publicado dos poemarios y algunos documentos académicos, José Carlos Agüero saltó a la palestra a raíz de la aparición de “Los rendidos: sobre el don de perdonar”, un conmovedor ensayo en el que a partir de su historia personal discute y profundiza sobre temas que atañen a la sociedad peruana en su conjunto.
Dos años después de ese libro que generó amplio debate, José Carlos –historiador y activista en derechos humanos—conversa con nosotros sobre “Cuentos heridos” (Lumen), un conjunto de construcciones de tono gris, casi sin bordes, que nos motiva a reflexionar sobre cómo nos han contado el mundo hasta hoy.
“Cuentos heridos”, distribuido por Penguin Random House en todas las librerías del país al precio de S/39– incluye genuinas ilustraciones de Andrea Lértora, ilustradora egresada de la Facultad de Arte de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
-A primera vista uno erra y piensa que estos son cuentos para niños, hasta que los lee, claro está. ¿Cuán difícil puede ser para los infantes procesar relatos con tonos grises como los que incluye “Cuentos heridos”?
Se juega con el formato pero no estamos ante un libro de cuentos para niños. Este es un intento de aproximarse a la inocencia y problematizar sobre ella. Es decir, creo que la inocencia es algo que nos es cómodo y útil construir, entonces en el mundo adulto tuyo y mío hay un esfuerzo por infantilizarlo, siempre, y es porque este pesa demasiado. Especialmente el mundo violento. Entonces en este intento de infantilizar recurrimos a construcciones inocentes. Por ejemplo los cuentos, las fábulas, y mejor aún si tienen moraleja. Porque si la tienen te simplifican el universo diciéndote qué es lo bueno y lo malo. Pero estas son construcciones que nos tranquilizan. Lo que intento aquí, como lo hice en mis otros trabajos, es no sentirnos cómodos con esas preguntas y respuestas.
-De tus otras obras, la primera que viene a mi mente es “Los rendidos”. ¿Hay algún tipo de puente entre dicho ensayo y “Cuentos heridos”? ¿Es acaso este libro una especie de paso previo a una incursión más concreta en la ficción?
No creo que sean pasos en un sentido de progresión porque yo escribí “Cuentos heridos” incluso antes que “Los rendidos”. Yo escribo porque es una necesidad, lo hice toda mi vida. Ahora pareciera que estoy ‘prolífico’ pero es la publicación lo que ha venido a juntarse y no la producción. Siento que todo es un mismo movimiento que relaciono con mis necesidades de comunicación. Y creo que cuando no tenga nada que comunicar dejaré de escribir.
-Hablemos del relato “Huella digital”, el que más me gustó del libro. Allí crecen rostros pequeños en la punta de los dedos de un niño. ¿Qué nos quieres decir aquí, José Carlos?
Hay dos elementos claves en este cuento que son, primero la identidad, y luego lo normal que puede ser anormalizado. Todo el conjunto de relatos o fabulitas están vinculados a la corriente en que nos incorporamos en un mundo de crueldad, que pasa a ser nuestro ambiente natural. Tanto así que si los cuerpos llueven sobre ti como ceniza simplemente estamos ante un elemento más de la naturaleza. En ese sentido creo que sí hay líneas de continuidad, quizás no claras, de simbolizaciones que se comparten tanto en “Los rendidos” como en todos mis poemarios. Porque, lamentablemente, soy monotemático: le doy vuelta a preguntas en torno a, si nuestro mundo, relaciones y modernidad son crueles, lo que hacemos es evadirlas y construirlas de una manera menos dura para fingir que no son tal. Pero si como adultos nos hiciéramos cargo tendríamos que ver que en realidad nos estamos destruyendo constantemente y que lo que habita el mundo son los cuerpos deshechos. Y que nuestro destino no es ser experiencias vitales exitosas sino formar en algún momento parte del paisaje. Entonces, tú y yo en algún momento vamos a dejar de ser aquellos que miran y pasaremos a ser aquello que es observado. Por eso el último de los relatos se llama “El otro lado de la mirada”.
-¿Pero cuál es la génesis de “Huella digital”?
El tema ahí es por qué le crecen rostros en las puntas de los dedos. Primero porque la punta de los dedos son nuestras huellas, lo que somos. ¿Por qué en un sitio rural? Porque es ahí donde las personas desaparecen. ¿Y por qué en las manos? Porque las manos son lo más vulgar que hay, son nuestro mecanismo para saludar, despedirnos, para trabajar, es lo ordinario. Pero allí también aparece lo extraordinario como una marca de identidad perturbadora. Aunque esta perturba solo un momento, mientras es un problema a resolver comunitariamente o en la escuela. Luego, cuando deja de ser novedad, como cualquier otra cosa, tragedia, crisis o lo que quieras, es resuelto de una manera prosaica. O es pasada al olvido, o te doy unos guantes para que ocultes esos rostros que crecen en tus manos y todo siga su orden, que es algo que todos finalmente necesitamos. Y el orden hará todo el esfuerzo para que la crueldad nos parezca extraordinaria aunque sea nuestro pan corriente.
-Me has dicho que escribes hace décadas, entonces, ¿te quedan muchas cosas pendientes por publicar?
Es que mi historia de ‘publicador’ es bastante curiosa. Hasta antes de “Los rendidos” yo había publicado solamente un par de poemarios de muy baja circulación y algunos textos académicos, que están en otro circuito. Me quedan un montón de cosas producidas en 30 años. Hasta que “Los rendidos” me ayudó por un momento a definir mi posición como hablante legítimo yo había escrito y reescrito muchas cosas. Aunque un montón sean quizás basura, es la realidad. Pero tengo poemarios y libros de cuentos escritos de la A a la Z.
-¿Sentiste en algún momento miedo de la exposición que lograste cuando se publicó “Los rendidos”?
De la exposición, no. Sabía que el tema iba a generar reacción, pero no pensé que sería en esa magnitud. Y esto alteró mucho mi cotidianeidad porque propició varias cosas positivas, como por ejemplo poder conversar con muchas personas y enriquecer mis puntos de vista, ampliar mis experiencias y plantearme la posibilidad de concretar proyectos nuevos. Creo que al haber actuado como un puente de estas comunicaciones necesito en algún momento trasladarlas hacia el público. Pero ese es un proyecto que vendrá en el futuro.
-Entonces no te generó nunca una sensación de tener un peso encima…
Para nada. Ha sido si quieres cansado pero no pesado. Lo que sí temía antes de presentar “Los rendidos” era que esto pueda tener consecuencias negativas para mi familia, hermanos, no sé. Finalmente soy un ser humano normal, tengo un trabajo también. Tuve ese temor de llamar la atención sobre mi familia. No me parecía justo que ellos vuelvan a pasar por cosas pesadas o tristes como efecto de un libro.
-¿Leías o te leían cuentos para niños, José Carlos? ¿Cómo recuerdas esa etapa de tu vida?
Mi vida estuvo llena de cuentos todo el tiempo desde que tengo uso de razón. Mis padres nos compraban cuentos y nos los leían. Así empezamos a compartir las lecturas. Y ese era un rito familiar muy bonito. Mi madre me leyó hasta de ‘viejo’, cuando ya estaba en la universidad. Recuerdo haber leído muchos cuentos chinos, sobre la revolución cultural. Y eran bellos, más allá de su componente ideológico y propagandístico que les quitaban vuelo, evidentemente. Estaban bellamente ilustrados también con acuarelas, como lo ha hecho Andrea Lértora en “Cuentos heridos”.
-¿Cómo podría ser el público objetivo de “Cuentos heridos”? ¿Por qué tendríamos que elegirlo entre tantos textos que hay en una librería?
Creo que el público objetivo de este libro es quien tenga dudas, no importa su edad, sobre cómo le cuentan el mundo. Si está harto de las construcciones inocentes, si sospecha que nuestra modernidad no es tan perfecta y por lo tanto los discursos sobre ella no son tan agradables, ni siquiera en los cuentos, fábulas o moralejas. Así que creo que este público simplemente comparte una inquietud que los hace similares. Sin embargo, yo sí creo que este libro puede ser leído por niños. ¿Por qué? No veo porqué un niño no podría enfrentarse a la dureza. Más bien es la inocencia construida desde la adultez lo que nos priva de otro tipo de inocencias, quizás más creativas, vinculadas a la vitalidad y lejanas a la mentira y a la evasión. Los niños también podrían ser educados así.
-¿Luego de “Cuentos heridos” qué tienes en mente para publicar?
Lo bueno es que tengo claro los proyectos que se vienen. Voy a publicar un ensayo ecléctico, difícil de definir, con el Fondo de Cultura Económica que se llama “Persona”. Es una reflexión algo difícil y compleja sobre la representación del sufrimiento. Cómo podemos hacer tú y yo para hablar sobre el dolor de los demás, desde dónde, con qué autoridad, con qué métodos sin hacer que parezca una violencia hacia el otro. Y ya en 2018 espero publicar un ensayo titulado inicialmente “Héroes”, y que es una larga discusión acerca del discurso de la heroicidad, que a mí me perturba mucho venga de donde venga. En todos los casos creo que este es un discurso abusivo. Y por último, ya en el plano de la ficción, estoy corrigiendo un conjunto de cuentos que tal vez deba cambiarle de nombre porque originalmente le puse “Reconciliación Nacional y otros cuentos”. Era una broma. Han pasado más de 15 años desde que lo empecé a escribir cuando trabajaba en la CVR. Y creo que me entusiasma revisitarlos. Algunos desaparecerán quizás y probablemente le aumente otros.