Carlos Enrique Freyre: «El personaje principal de mi novela es la guerra que no terminamos de resolver»

Como ya empieza a destacar la crítica, una de las razones que explican el interesante resultado final que logró Carlos Enrique Freyre con su novela “La guerra que hicieron para mí” es su conocimiento de la temática que aborda ‘literariamente’.

Luego de publicar con editoriales independientes novelas cortas como “Desde el valle de las esmeraldas” y “El último otoño antes de ti”, el oficial del Ejército, escritor y guionista de cine acaba de publicar su relato más ambicioso bajo el sello Planeta.

La guerra que hicieron para mí” es un conjunto de microhistorias unidas por un muy fino hilo. En sus más de 350 páginas encontraremos identidades múltiples que representan nuestra compleja sociedad a lo largo de las últimas tres décadas.

Varios de los escenarios de la novela están adscritos al valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), zona del país cuyos niveles de pobreza son alarmantes, pero de la cual no nos acordamos sino hasta que leemos noticias sobre emboscadas contra nuestros oficiales.

Para Freyre, la solución a la violencia aquí radica en ejecutar una estrategia que sobrepasa lo militar. Es a través de un desarrollo frontal (político, económico y social) que podremos imaginar una verdadera paz.

Aquí nuestra charla con Carlos Enrique Freyre sobre los personajes, escenarios y situaciones de “La guerra que hicieron para mí”, novela que ya está a la venta en las principales librerías del país.

– Identifiqué 3 historias centrales en tu novela (Andrés, el capitán Amador y Elmer), todas con tiempos y realidades distintas, pero principalmente reflejando formas diversas de ver la vida.

Una vez escuché a Alejandro Neyra decir que ‘si en este país buscas a alguien vas a terminar encontrándolo’, y con el paso del tiempo me di cuenta que es así. Mi novela presenta varias historias pero todas están unidas por un hilo que, si bien al comienzo parece invisible, finalmente termina siendo percibido por el lector. Mira, una persona a la que le roban su celular en Lima quizás no se imagina que el problema se originó en la selva. ¿Cómo así? Porque muchos roban en la calle para ir consumir droga, algo producido casi fundamentalmente en dicha zona del país.

-¿Siempre tuviste claro que querías una novela plagada de microhistorias?

Sí, la novela presenta múltiples personajes que reflejan prácticamente a todo el Perú, a todos sus estratos sociales. ¿Quién podría imaginarse que alguien que acude al Regatas Lima tiene algún tipo de relación con una poza de maceración en la selva? Esa, por ejemplo, es la historia de Elmer.

-¿Existe en la vida real alguien como el capitán Amador (protagonista central de tu novela)?

Él es una persona que conocí en Arequipa. Se hizo un personaje muy particular porque representa el descubrimiento de una guerra que los primeros militares que fueron a la zona de emergencia no conocían muy bien. Y es que por más que tengas tecnología, un enemigo que tiene la capacidad de mezclarse con el ambiente siempre será difícil de combatir.

-En la contratapa lo promocionan como ‘El coronel Kurtz peruano’, pero quisiera destacar que en una parte de la novela el capitán Amador es llamado ‘santo sin iglesia’ por los pobladores…

Sí, eso lo percibí cuando fui al VRAEM. Yo trabajé en Pichari y cuando cruzaba en bote a Sivia preguntaba por él [por la persona que inspiró al capitán Amador] y me lo describían así. Era reverenciado por todos.

-Y es un tipo que deja de lado a su familia por ir a combatir, se entrega a su profesión. Te diría incluso que no hay en la novela referencias mayores a sus hijos y esposa…

Lo primero es algo que pasa con todos los militares. Te vas (a la guerra) y dejas todo atrás. Sobre lo segundo, él simplemente quería resolver los problemas. Y para ello imitaba mucho el sistema paternalista con el que se había formado en Calca.

-Tu novela presenta muchos saltos temporales, un crisol de personajes secundarios (cabos, sargentos, pobladores, terroristas, etc.). ¿Qué fue lo más difícil al momento de unir todo?

Quizás porque escribo cine siempre tengo el mismo esquema en la cabeza: me imagino a un espectador en una butaca viendo una película y trato de hacer las cosas entendibles para él. En tiempos de Netflix y redes sociales sería un verdadero lujo que un escritor quiera hacer una novela ‘difícil’ para lucirse frente a los críticos. Si bien la idea tampoco es presentar un bodrio literario, no estaría mal procurar cierta intensidad en tus relatos, buscando que la gente quiera tu libro y lo tenga como una referencia cercana.

-Hay mucha data real en tu novela, como el secuestro de los periodistas en Kepashiato (2012), sin embargo, no encuentro a políticos. ¿Por qué contar la realidad dejándolos de lado?

Es que quise escribir un relato de hombres de a pie. Si hablamos de estrategia (de guerra) hay varios niveles: estratégico, operacional y táctico. Es más fácil visibilizar el primero porque el político tiene una cámara de televisión, el micrófono de una radio o un periódico a la mano, sin embargo, debemos comprender el esfuerzo de los hombres de a pie. No te imaginas lo difícil que es subir un cerro con una mochila de treinta kilos encima. Es como pensar a robots subiendo montañas. No quiero soslayar el papel de los políticos, pero estos tienen mayor acceso a contar lo que hacen que un hombre que está en el terreno exponiendo su vida.

-Están promocionando a tu historia como “una novela sobre la guerra”, aunque has insertado a Elmer, quien es protagonista de un micro relato más bien urbano, que atraviesa lugares como Lince y La Parada. ¿Por qué?

El hijo de Elmer (Jaime) es víctima de una circunstancia que tiene que ver con la pobreza hereditaria, porque la pobreza sí se hereda. Y para crear su historia utilicé mis recuerdos de Lince, un lugar donde viví en la infancia. A veces regreso ahí y veo cómo algunos (vecinos) que en su juventud eran admirados por consumir drogas hoy están hechos una ruina. Eso me hace pensar en qué momento el producto de una poza de maceración cruza la cordillera y llega hasta casas de personas en Lima, afectándolas, a ellas y a su entorno familiar. Lamentablemente los pocos que se logran salvar (de la droga) tratan de vivir una vida normal pero siempre tienen ese ‘demonio’ al lado, o sea, la posibilidad de que algún evento a su alrededor pueda afectarlos lo suficiente como para hacerlos recaer.

«NO TENGO NADA QUE EDULCORAR»

-¿Qué le dirías a alguien crítico del papel de las fuerzas armadas si te increpa diciéndote que tu novela no aborda mucho los errores de los militares durante la guerra contra el terror?

Cuando alguien critica supuestos casos de abusos, yo no digo nada, pues si lo hacen es porque asumo lo han visto. En mi caso, escribo sustancialmente sobre lo que vi y en menor medida de cosas que me contaron (como lo de Amador). Pienso que para que esta sociedad se haga idea de lo que realmente nos sucedió debe escuchar todas las versiones, buenas y malas. Aunque debo decir que en mi novela presento algunos momentos de tensión entre los oficiales, no sé, insultándose, y lo hago porque esas cosas pasan. En una entrevista previa me preguntaron si mi historia busca edulcorar lo que pasó, pero yo no tengo nada que edulcorar. En los últimos años que estuve en el VRAEM noté mucha responsabilidad en los oficiales. Se es consciente de los derechos humanos de los demás.

– Somocurcio (otro personaje de la novela) me recuerda a los marines estadounidenses que regresan afectados psicológicamente de pelear en Irak. O sea, te vas a luchar en defensa de tu país y terminas dañado para siempre. ¿Hay algún tipo de similitud entre ambas realidades?

No todos los organismos humanos son iguales. A ti te preparan para la guerra pero ya en el evento puedes tener una reacción distinta a la de tus compañeros. En mi caso, soy un tipo muy tranquilo. Recuerdo lo que viví pero no sueño con eso, no tengo pesadillas ni creo que me persiguen en la calle.

-Somocurcio es de los otros, lamentablemente…

Él es un individuo que traspasó un límite y su mente quedó afectada. Se enfermó y cuando el Ejército te detecta así simplemente te da de baja. Muchos oficiales tratan de mantenerse activos porque quizás (el Ejército) es su único medio de vida.

Carlos Enrique Freyre en una foto del año 2010 extraída de su Facebook.

-En tu novela está presente la noción de muerte. Una frase va de la siguiente manera: “Al menos Ceferino se salvó de morir por segunda vez”. Eso me hizo pensar si acaso — ya en medio de la guerra– uno termina perdiendo la sensibilidad ante las desgracias…

Te acostumbras. El 24 de diciembre de 2015 recibí Navidad en el velorio de un suboficial que pisó una mina. Fue algo bastante extraño. Improvisaron la sala de embarque del helipuerto de Pichari como velatorio. Ahí estaba el ataúd pero a unos metros se escuchaban detonaciones de cohetones celebrando las fiestas. No sabías si decir “feliz Navidad” o “mi más sentido pésame” a los presentes. Al final entiendes que esto es parte de los escenarios posibles.

-En la novela parece claro el pasado (terrorismo/Abimael), el presente (el combate al narcoterrorismo en el VRAEM en medio de múltiples emboscadas), pero no hay muchas luces sobre el futuro. Teniendo en cuenta lo complejo del escenario donde se libra esta batalla, ¿es posible formular una estrategia total para acabar con esto?

Conozco bien esa zona y creo que las cosas cambiarán cuando el desarrollo frontalmente llegue ahí. Estamos hablando de lugares lejanos, de difícil acceso, sin industria y con bajos niveles educativos. Todo eso requiere una inversión de muchos años, y no me estoy refiriendo solo a crear valores (en sus habitantes) porque la gente no come valores sino comida.

-¿Con qué idea te gustaría se quede el público al leer “La guerra que hicieron para mí”?

Más que el capitán Amador aquí el personaje es la guerra que no terminamos de resolver. Y no porque los soldados no lo quieran, sino porque es un problema vinculado a las carencias de una parte de nuestro país. Cuando (el Estado) pueda resolverlas, entonces todo habrá terminado. Por último, creo que este es un libro para la comprensión de aquellos que están inmersos en la guerra. Como te dije hace un momento, las cosas  no son tan sencillas como subirte a un cerro verde cargado de mochilas y municiones.

*La novela será presentada el 28 de julio a las 6 p.m. en la Feria Internacional del Libro 2018.

Compártelo