Diego Otero: “En cierto tipo de novelas hay tanta poesía como en un poema”

Un divertido viaje de alta intensidad. Así podría definirse “Días laborables” (Literatura Random House), la primera novela de Diego Otero (Lima, 1978). Con tres poemarios en su haber, el autor de “Nocturama” esta vez incursiona en la narrativa con un relato lleno de personajes curiosos y situaciones impredecibles.

El subgerente de una empresa de productos de belleza se ve envuelto en el despido de uno de los empleados. Lo que debió ser una gestión típica del área de Recursos Humanos termina detonando una verdadera pesadilla para el protagonista de esta historia.

Diego Otero logra eficazmente captar la atención del lector presentado primero una sátira del mundo corporativo y luego un retrato de los conflictos de identidad a los que podemos enfrentarnos en cualquier momento de nuestras vidas.

Días laborables”, que ya está a la venta en las principales librerías de Lima, se presentará este miércoles 6 de junio a las 7:30 en la librería Sur de San Isidro. Comentarán el texto el crítico de cine Ricardo Bedoya y la periodista Verónica Klingenberger.

Aquí nuestra entrevista con Diego Otero sobre las claves que hicieron posible su primera novela y también en torno a su forma de ver la literatura.

-Asombro, tensión y por tramos mucha diversión. Eso me generó “Días laborales” al leerla. ¿Qué le generó a Diego Otero al escribirla?

Básicamente lo mismo. Quería que el texto me asombre, sorprenda y entretenga. De hecho, antes de la publicación de esta novela hubo dos intentonas que en cierto capítulo me aburrieron y  las abandoné. Llegué a pasarle una a mi esposa y me dijo “está bien escrito pero no eres tú”. Hasta que una noche, ya casi al borde de patear el tablero, surgió una escena del libro que involucraba a Florencio Rama.

-Folorencio, un personaje bastante curioso, aunque en realidad en tu libro todos son así. ¿Qué fue lo más difícil al construir tu primera novela? ¿Acaso los personajes, los diálogos o las situaciones?

Lo más difícil fue hallar el tono que yo sentía funcionara para el tipo de sensaciones que quería transmitir. Esas intentonas fallidas fueron tales porque yo quería contar una historia en la que el contenido no dialogaba bien con el tono. Y creo que esta vez sí me salió una cosa orgánica en la que ese tono, que es algo distendido pero a la vez medio paranoico, voyerista, con humor negro, satírico o irónico, era el que le venía bien a estos personajes raros que tenía en la cabeza y quería sacar. Y no es que me haya esforzado para crear personajes particularmente singulares, ¡es que yo veo así el mundo! [Risas]

-La practicante tetona y muy sexual, los brasileños, Florencio…

Claro, aunque está algo caricaturizado todo, ¿no? A mí me gustan mucho las novelas gráficas, los cómics. Y mis personajes son muy de ese género. Me gusta la sensación de que no todo es tan realista, de que hay una mirada un poquito salida de la realidad, que tiene que ver con esta percepción subjetiva que todos poseemos pero en distintas maneras y grados.

-¿Cómo te fue ante lo que Vargas Llosa denomina la ‘verosimilitud’ del relato?

Es una buena pregunta porque en mi novela pasan cosas absurdas, entonces el reto es cómo hacer que estas sean verosímiles. Y eso creo que tiene que ver con lo que hablamos con respecto al tono. Si logras conseguir el adecuado y lo sostienes bien, entonces podrás decirle cualquier cosa al lector y él te lo creerá. Esa es una de las magias de la literatura.

-¿Crees que las mejores novelas que has leído en tu vida tienen eso?

Por supuesto.

-¿Podrías citarme dos ejemplos?

“Ruido de fondo” de Don DeLillo. También hay un autor y ex músico francés llamado Pascal Quignard –autor de la frase “un escritor es un hombre atravesado por un tono”—que escribió una novela llamada “Terraza en Roma”. Ambas me gustaron mucho.

-¿Por qué y cómo se da tu paso de la poesía a la narrativa? ¿Te dejaste llevar por la ‘cultura de masas’ o era un paso natural en tu faceta de creador?

Lo de la cultura de masas no lo creo porque esta es una novela lejana a las masas. “Días laborables” es un tipo de novela  particular, idiosincrática, singular, en un punto quizás no realista sin llegar a ser fantástica. Recuerdo que hace un tiempo le dije a un amigo poeta que estaba escribiendo una novela y me respondió: “no es malo que los poetas quieran llegar a más público”. Pero yo no busco eso. He escrito este libro porque quería hacerlo. Estudié cine en la universidad y siempre me ha gustado la idea de armar personajes e historias. Me parece que en cierto tipo de novelas hay tanta poesía como en un poema. Y creo que llegué a cierta edad y a determinadas situaciones vitales en las que mi soledad mental se tornó muy acotada. Y esa estrechez de espacio me impidió escribir más poesía. De hecho no he vuelto a escribir un poema completo desde 2009 cuando salió “Nocturama”.

-¿Cuándo crees que algo cotidiano puede pasar a convertirse en literatura?

Creo que toda experiencia humana como tal ya es ‘literaturizable’. Me parece que la literatura está en la mirada, en dónde se pone esta, en cómo se cuentan las cosas, en qué elementos y qué resonancia simbólica generan los mismos. Por lo menos esa es la literatura que a mí me gusta.

-En la novela no identificas la ciudad donde suceden las cosas. No leí la palabra Lima ni tampoco un tiempo histórico en el que se muevan los personajes…

Es cierto, es como una Lima más bien deformada. Tampoco hay un tiempo, porque no quería que haya distractores para la cosa como de fábula que tiene la historia.

-¿Ese hecho de delinear tanto tus personajes crees que es algo muy del cine?

Claro que sí. Yo estudié cine y medios audiovisuales en la universidad, soy una especie de cinéfilo y tengo cineastas que sigo mucho: los hermanos Cohen, David Lynch o Federico Fellini. “La dolce vita” es para mí una película referente, que no llega a ser surrealista pero presenta una mirada muy extraña de la realidad.

-Presumo que publicar un poemario es un proceso sumamente complejo y desgastante. ¿Qué sentiste al tener en tus manos tu primera novela?

No he sentido lo mismo porque en el poemario tienes más control. Quizás estoy especulando un poco o hablando en voz alta: en la novela uno tiene ciertas ayudas, como los personajes, la ambientación o quizás las sensaciones sociológicas, que te ayudan a ‘pescar’ algo, pero en la poesía no tienes nada más que el lenguaje. Estás calato con el lenguaje ahí a la intemperie y debes construir un tono con eso. Así que requieres una disciplina y algo muy especial que si uno no lo cultiva o lo pierde, le costará mucho recuperar. Ojo, tampoco quiero decir que la narrativa sea fácil, para nada. Me fue sumamente difícil terminar esta novela. Tengo capítulos con doce o hasta quince versiones.

“Las influencias son formas de encontrar tu voz”

-Has sido profesor del curso de Libro 1 en la UPC. ¿Se puede formar un escritor o este nace?

No creo que se pueda formar un escritor. Creo que puedes ayudar a la gente a escuchar su voz, quizás leyendo. Las influencias son formas de encontrar tu voz, paradójicamente. O sea, ‘me gusta cómo escribe ese pata’, y te vas ubicando en relación a la tradición o a la historia. Pero enseñarle a la gente a tener una mirada singular que aporte algo a la conversación, que es la historia de la literatura, no sé si se pueda.

-El ambiente literario de los que hoy son tus colegas narradores está en ebullición. ¿Qué opinión te genera eso?

Hay una escena que está creciendo y eso es muy bueno. Algunos están ganando espacio en el escenario internacional, como Renato Cisneros, lo cual es muy interesante. Me parece bacán que se publiquen libros cada vez más distintos. Creo que la literatura es una conversación a lo largo de la historia y mientras más voces distintas haya, más rica será.

-¿Crees que en algún momento se hizo común el tema de la violencia política en la literatura peruana?

Es muy necesario que haya libros sobre violencia política, pero la literatura también necesita otras cosas. Y además es necesario que se relate esos periodos de maneras menos concretas, quizás más simbólicas o con metáforas o experimentaciones formales. Considero bueno que haya un poco más de atrevimiento o audacia.

-Ahora te toca disfrutar tu novela finalmente publicada. ¿Qué se viene después?

Lo más lindo, escribir, ya pasó. Al escribir estás tú contigo mismo con en una lucha. Tú eres el bueno y el malo de la película, el escenario y todo. Bueno, ahora acabo de terminar junto a dos guionistas más, la primera versión de una película con forma de documental. Es una ficción sobre el rock peruano con elementos surrealistas, de humor y medio absurdos. Y también tengo un proyecto de una nueva novela, más anclada en la Lima contemporánea de un modo más concreto y con una protagonista femenina. No te puedo contar mucho más [risas].

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