Jaime Pulgar Vidal: “No somos capaces de interpretar el fútbol más allá de lo que ocurre en la cancha”

Siendo el deporte más popular, el fútbol es objeto de codicia para grandes figuras de la política mundial. Perú no tenía por qué ser la excepción. Así lo demuestra “De golpes y goles. Los políticos y la selección peruana de fútbol (1911-1939)”, el nuevo libro del historiador, periodista deportivo y docente Jaime Pulgar Vidal que ha publicado la Editorial UPC.

Se trata de una publicación interesante no solo porque recoge algunos de los hechos más importantes que rodearon a los inicios del balompié en nuestro país, sino porque los vincula con el acontecer político y social, marcado en gran parte del siglo XX por interrupciones del orden constitucional y protestas populares.

Pulgar Vidal, autor de libros como “El clásico. El inicio de una rivalidad” y “El expediente Burga. El fin de una era”, aceptó conversar con nosotros sobre esta nueva publicación que ya está a la venta en las principales librerías de Lima y también en la Tienda Online de la Editorial UPC.

-En Argentina se editan muchos libros sobre fútbol por año, algo que no pasa en Perú, salvo ahora que ocurrió la clasificación mundialista. ¿Por qué le cuesta tanto a los periodistas deportivos peruanos publicar?

Muchos de los libros que están saliendo ahora son bastante buenos. “Benditos” de Renzo Gómez y Kike La Hoz, “El camino a Rusia” de Umberto Jara, “Con todo contra todos” de José Carlos Yrigoyen, y varios más que no menciono por temor a que se me pase alguno. Sin embargo, ¿por qué al periodista deportivo común y silvestre le cuesta tanto publicar? Creo que por esta cuestión de la bendita ‘objetividad’ que le han enseñado en la escuela de periodismo no es capaz de vincular algo actual con un hecho del pasado o con un fenómeno social. El periodista de hoy no suele preguntarse por qué en una cancha la mayoría de jugadores son afroperuanos. Simplemente le interesa que el partido haya quedado 3-2, que los goles fueron anotados por fulano o por mengano, o los famosos números telefónicos [formaciones]. Por eso le reclamo tanto a Vicente Cisneros ese tema. No porque esté mal hacerlo sino porque el fútbol se puede entender de muchas otras formas, que tiene que ver con estados mentales, con cómo se trata al rival si es un afroperuano, cholo o blanco. Por lo tanto, quedarnos en el número telefónico es algo sin sentido, pero en aras de la objetividad muchos lo ven correcto. Entonces, si vas a escribir un libro en el que el número telefónico es lo importante, yo creo que quizás puedas llegar a 16 páginas y nadie te va a publicar un texto así. En cambio si analizas por qué Alianza juega históricamente de una determinada manera, por qué el Deportivo Municipal siempre tiene al menos un jugador como Adrián Zela, o por qué Cajamarca — siendo uno de los departamentos más pobres del país– tiene más de un equipo en primera división, segunda y Copa Perú, entonces la cosa cambia. Lamentablemente por la ‘objetividad’ estos factores se dejan de lado, lo cual está mal porque en el mundo todo es subjetivo. Me parece que un periodista que no aprende eso se va a quedar en ¿y ahora qué digo? Hoy están de moda los números telefónicos y quizás luego volvamos a hablar de los carrileros (laterales) como se hacía hace una década. Y así nadie termina dándole (al fútbol) una interpretación que vaya más allá de lo que ocurre en la cancha. Ahí está el problema.

-Hablemos sobre tu libro “De golpes y goles”. ¿En lo técnico cómo podría diferenciarse el fútbol inventado en Inglaterra en 1863 con el fulbo que se practicó inicialmente en Perú?

Algunos de mis colegas, entre ellos Martín Monsalve (autor del prólogo de libro) dicen que yo he idealizado mucho el fútbol inglés, porque claro, en los treintas y cuarentas en Inglaterra también se jugaba al fulbo. La gente allá consume mucho alcohol y, es más, casi su selección no ha ganado nada a nivel mundial, salvo la Copa del Mundo de 1966 que organizaron y se la dieron con un gol de regalo y porque, además, maltrataron mucho a Pelé. Más allá de eso no tienen otro título tan importante. Pero sí hay una diferencia entre lo que ocurre en la segunda mitad del siglo XIX –cuando el fútbol inglés sí era jugado por gente de la élite con la idea de que es un deporte que les proporcionaría un cuerpo saludable– y lo que ocurre ya en los primeros años del siglo XX, cuando el deporte es capturado por los obreros ingleses y lo convierten en uno mucho más divertido, casi carnavalesco.

-¿Cómo jugaban al fútbol estos primeros ingleses en las llamadas las High School?

En lo táctico era un fútbol de velocidad, porque además influía mucho el terreno de juego. Si existe pasto –y era lo que se tenía en Inglaterra—lo que harás es ir hacia adelante, pues la idea del fútbol es correr para anotar goles y retroceder para defenderte. En ese sentido es parecido al Rugby. En cambio, en el fulbo (peruano) la idea era practicar jugadas que deleiten al público. Por ejemplo, se alababa mucho que Alejandro Villanueva ‘baile marinera’ sobre el campo de juego. Eso se festejaba. Entonces, mientras los ingleses de la segunda mitad del siglo XIX van en búsqueda del gol, los peruanos van por la jugada especial para el divertimento del público.

-En tu libro también se habla sobre los procesos de migración. ¿Podemos comparar el aporte de los inmigrantes africanos o chinos al fútbol del Perú con el que –por ejemplo– ha ocurrido en Francia con otras poblaciones?

Podrías compararlo en tanto los migrantes africanos o árabes musulmanes que llegan a Francia tienen un trato diferente en dicho país o igualitario en términos de derechos. Quiero decir que si la educación que se les brinda a estas personas es la misma, entonces no tendrías por qué tener visiones diferentes del fútbol, porque finalmente este es una construcción de la educación burguesa. Entonces, si tú estás dando una enseñanza así a todos no tendría que haber mayores diferencias. Pero sí las hay cuando más bien haces estas discriminaciones y aunque en el Perú la educación pública era por ley para todos, en la práctica eso no se cumplía. Había pocos colegios a nivel nacional y fundamentalmente eran de primaria. En Francia un ‘francés negro’ podría jugar el fútbol burgués sin ningún problema porque lo aprendió así dentro de una institución, mientras que en Perú no pasa lo mismo porque tal vez (el peruano) lo aprendió en la calle y no tuvo siquiera la oportunidad de ser formado en una institución seria, o si fue a un club recibió nociones de fulbolistas y no de futbolistas. Lo llamativo de todo esto es que muchos de los integrantes de la actual selección peruana de fútbol han jugado poco fulbo en Perú. Se han ido muy jóvenes a jugar fútbol afuera. Renato Tapia, por ejemplo. Edison Flores jugó poco en nuestro país y también se fue. Advíncula ha tenido que corregirse. Y ahí está la diferencia: la mayoría de integrantes de nuestra selección son futbolistas, lo cual explica en parte el éxito del plantel que dirige Ricardo Gareca y los fracasos de los anteriores.

-Si hablamos del bienio de los años 38 y 39, cuando se lograron importantes éxitos deportivos con la selección (Bolivarianos de Bogotá y Campeonato Sudamericano), ¿allí se practicaba fútbol o fulbo?

Sobre esa época hay algo que yo siempre menciono y a veces soy malinterpretado. Lo que pasa es que en los treinta se fundó la última institución con una idea inglesa de este deporte: la Federación Universitaria. Me tildan de ‘gallina’ por decirlo, pero de eso no se trata. Mi intención es remarcar que esta institución le añade al campeonato peruano la idea de que el fútbol es disciplina, o sea, entrenar, ir al gimnasio y ser responsable. Hay una diferencia entre lo que hace este equipo con el resto. Evidentemente esta ‘nueva’ forma de ver el fútbol debe haber triunfado en los otros clubes que estaban participando de la primera división. Por ejemplo, Deportivo Municipal es un club formado con las ideas de Juan Bromley, que entendía al fútbol inglés del siglo XIX. El Sport Boys es también un club formado por escolares que seguramente entendían estas cosas. Es interesante –y espero no ser malinterpretado— que en las selecciones del 38 y el 39 no había mucho fulbo porque Alianza Lima había descendido. Y descendió porque sus jugadores no le dieron el pase a nuevas generaciones. Querían seguir jugando hasta el último día de su vida y eso es imposible. Por más que corras poco, necesitas siempre buen estado físico.

-¿Por qué siendo el fútbol un deporte tan popular no llegó a enganchar a grandes líderes sociales como Víctor Raúl Haya de la Torre o José Carlos Mariátegui?

Porque es un deporte burgués y era entendido como algo para desunir a los obreros. Son, evidentemente, teorías conspirativas de entonces pero los obreros creían la premisa: “me enseñas esto para romper el sindicato”. Mariátegui más que Haya quizás, buscaba imponer una idea que surge del marxismo, radicalmente opuesta a lo burgués. Ahora, como ocurre con los equipos de las haciendas del norte, que fueron fundados por los empleados pero apadrinados por los dueños, lo que va pasando es que (estas personalidades) usan el fútbol para apoyar a los deudos de gente que había fallecido en la revolución aprista del año 32. Entonces, el obrero o sindicalista le encuentra otros usos al fútbol y se apropia de él. Lo juega pensando no que es un deporte burgués sino que una actividad para divertirse, que puede propiciar colaboración con colegas necesitados.

-¿En qué momento la educación física deja de ser una prioridad en la currícula escolar? Usted la menciona en su libro como una disciplina que se consideró fundamental para alejar a los estudiantes de los vicios y mantenerlos sanos…

En los años veinte un estudiante de la Católica menciona en una revista que la educación física ya había sido dejada de lado. Dice que si bien en la teoría se resalta, en la práctica no se hacía absolutamente nada. Me parece que en nuestro país el problema de la educación física va por la idea de militarizarla. Originalmente se creía que a través de esta se formarían ciudadanos modernos (en términos de valores burgueses) con cuerpos saludables. Pero la educación física en países como el Perú está más ligada a lo militar, a los movimientos rígidos y a la voz de mando de alguien que te exige levantar los brazos. Eso no se condice con la idea burguesa de generar un individuo moderno. Por lo tanto, a partir de ahí su enseñanza se torna aburrida para los escolares peruanos.

Jaime Pulgar es profesor en la UPC y PUCP. Aquí en la sede San Miguel de la primera casa de estudios. (Foto: José Silva)

-Citas muchos artículos de “El Comercio” y “La Prensa” publicados el siglo pasado y me llamó la atención el  tono casi editorializante en varios de ellos. ¿Cómo podrías diferenciar el tratamiento que ambos medios dieron al fútbol peruano en sus inicios?

A partir del año 19, cuando Augusto B. Leguía da el golpe de estado, hay una clara diferencia entre ambos. Mientras “El Comercio” sigue en manos de los Miró Quesada, una familia civilista, y el civilismo era amante de esta idea de deporte que tenían los burgueses ingleses de la segunda mitad del Siglo XIX, para Leguía empieza a confundirse la cosa. Él cree –y lo dice en varios discursos—que el deporte por sí mismo disciplina. Y ese me parece uno de los más graves errores que cometen muchos de los que investigan el fútbol. El discurso original inglés no decía que el deporte disciplinase sino más bien que dicha actividad debía realizarse en instituciones ya disciplinadas. Y al entender esta idea errada del deporte, Leguía empieza a construir canchas en todos lados porque piensa que así va a disciplinar, no enfocado a la idea de crear ciudadanos productivos sino más bien obedientes, lo cual va en contra de la democracia liberal. Hoy, esa misma idea que se mostró mucho en el diario “La Prensa” es la que mantienen varias autoridades municipales o regionales, quienes cada vez que ven un problema de pandillaje o consumo de drogas lo primero que hacen es construir una losa deportiva, como si por esa mera construcción los pandilleros fueran a disciplinarse. Y lo que vemos de inmediato es que más bien esta gente se reúne en estos lugares para seguir haciendo sus cosas. El deporte no disciplina, eso lo entendía bien un filósofo positivista llamado Herbert Spencer, y lo comprendieron los ingleses de la segunda mitad de siglo XIX, pero no cierta prensa y menos Augusto B. Leguía.

-Se vincula mucho el tema del deporte con lo militar. ¿Hubo algún equipo ligado a la milicia que trascienda en la historia de nuestro balompié?

Hubo uno pero no trascendió. En 1912 participó del torneo peruano el equipo de la Escuela Militar de Chorrillos, pero abandonó. Sería bueno investigar los motivos de esta decisión. Pero sí, se vincula mucho la idea del deporte con la militarización de la población, algo que iba muy en contra de las ideas originales del deporte burgués.

-¿Cuánto hay de las culturas foráneas que llegaron al Perú mediante migraciones en el fútbol doméstico actual?

Evidentemente lo afroperuano está muy representado. La mayor parte de nuestros jugadores son lo son, y su estilo –no porque lo lleven en la sangre—es aprendido muchas veces en la calle. Algunos vienen de Corongo o Barrios Altos y ahí es cuando la élite que se siente blanca nota que sectores populares se han apropiado de algo que consideraban suyo, entonces optan por abandonar, se repliegan. Entonces vemos blancos en el fútbol peruano actual. Aldo Corzo…

-Antes Claudio Pizarro…

Y no lo quieren. Ahora prefieren a Advíncula porque corre más. Pero lo que sí hay es mucho mestizaje, porque somos un país mestizo, eso es innegable. Y algo que tendió a desaparecer fue la presencia de descendientes asiáticos en nuestro fútbol. Hubo jugadores descendientes de japoneses en nuestra primera división. El último quizás fue Hirano en la selección del 85 y por ahí quizás olvide algún nombre más.

-Es fácil ver a un político celebrando triunfos pero, ¿hubo casos en los que  ante una derrota se hayan replegado?

En el torneo que participó la selección en el año 27 el presidente Leguía no va a los partidos contra Uruguay ni Argentina sabiendo que íbamos a perder. Y sí fue al partido contra Bolivia. Cuando llegó (al estadio) a la selección de Perú le hicieron dos goles. Una derrota hubiera sido terrible para sus intereses, pero felizmente para él la selección volteó 3-2. Leguía sabía que no debía ir a las derrotas. Tiempo después la utilización de los Juegos Olímpicos del 36 es interesante porque en teoría perdimos sin poder acceder a la etapa final, sin embargo, esa derrota es utilizada como una victoria moral y con fines políticos por el régimen de Óscar Benavides.

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