Lleva una década investigando profundamente las características de la literatura ‘vargasllosiana’ y hace unos meses publicó un interesante conjunto de ensayos titulado “La ficción y la libertad”, una publicación que fue posible gracias a la Cátedra Vargas Llosa, la Facultad de Letras de la UNMSM y Campo de la Metáfora Editores.
Nos referimos, claro está, a Jorge Valenzuela Garcés (Lima, 1962), catedrático, investigador, escritor y crítico literario con vasta experiencia y reconocimiento en el ámbito de las letras peruanas.
El hoy Director del Departamento de Literatura de la Decana de América aceptó conversar con “Libros a mí” sobre esta nueva publicación, que si bien podría enmarcarse en lo académico, termina siendo un libro accesible al público en general, una verdadera puerta abierta hacia la poética de la ficción del único Nobel nacido en nuestro país.
Para los interesados, este libro de Jorge Valenzuela Garcés será presentado el lunes 30 de julio en la Feria Internacional del Libro de Lima 2018.
-Ha escrito un libro muy interesante, lo cual me hace pensar en por qué no salió en una editorial más grande. ¿Fue una decisión personal?
No busqué un editor vinculado con ninguna transnacional conocida porque este libro es producto de mi labor como profesor universitario. Normalmente la difusión de ensayos académicos tiende a darse en dicho ámbito a través de editoriales que difunden este tipo de trabajos. Por ello pensé que estos ensayos, al ser de dicha índole, muy probablemente, no serían aceptados en una editorial masiva.
-Su texto ha coincidido con la aparición de La llamada de la tribu, el último libro de Mario Vargas Llosa (MVLl). ¿Encuentra usted conexiones entre ambas publicaciones?
He venido investigando a Vargas Llosa por lo menos desde hace ya diez años y siempre me ha interesado la forma en que, a través de su propia obra novelística, pero también de su producción de no ficción, se ha acercado al universo de lo político para intervenir en los principales debates de la sociedad y en cuestiones vinculadas con la modernidad en un país tan problemático como el Perú. Esa primera exploración me llevó a entender la relación que para él existía entre la ficción y la política. Todo ese trabajo se encuentra en mi libro “Principios comprometidos. Mario Vargas Llosa entre la literatura y la política”. Es sabido que MVLL, en un momento determinado, y a partir de las lecturas de los filósofos del liberalismo realizadas por él en los setenta, abandona la idea de la ficción como un instrumento de la política o como algo articulado a un proyecto de transformación social. Lo que equivale a decir que reconoce –algo que es bastante visible en “La llamada de la tribu”—al individuo como el centro del interés en la política y por ende en la creación literaria. Con esto, pues, abandona el vínculo que lo unía con los colectivismos políticos para inscribir al sujeto como el eje central a partir del cual se gestiona modernamente el desarrollo de las sociedades.
-Entonces, sí hay coincidencias entre su libro de ensayos y “La llamada de la tribu”…
Es cierto. Todas sus influencias ideológicas las conocía ya a partir de mis primeras investigaciones y han coincidido. La admiración que siente, por ejemplo, por el pensamiento de Karl Popper, está en el primer ensayo de mi libro, o lo que le generan las ideas de Von Hayek o Isaiah Berlin. Hubo entonces una notable coincidencia.
-¿Cómo podríamos definir de la forma más simple lo que es la poética de la ficción?
A partir de su viraje hacia el liberalismo MVLl empieza a distinguir lo que es propiamente una poética de la novela de una poética de la ficción. Lo que quiero decir es que MVLl entiende que el acto de imaginar y fantasear propiamente debe distinguirse del acto de escribir una novela. Me explico. Una poética de la novela, en su caso, estaría vinculada con lo que él cree es el género literario de la novela, con las técnicas narrativas o con la estructura, etc. Una poética de la ficción básicamente buscaría indagar en lo que significa el acto humano de fantasear e inventar, y la función que estos cumplen en la sociedad, básicamente como gestoras de libertad, lo cual es algo que a él le interesa. De esta manera, la poética de la ficción en MVLl atiende a la dimensión antropológica de la imaginación a partir de la cual se explora en el campo de lo posible con la finalidad de ampliar esto que entendemos como libertad. MVLl llega a sostener que la ficción es la responsable de que seamos libres y que la libertad vaya ampliándose progresivamente. Lo que en su caso equivale a sostener que nuestra conciencia de ser libres es un proceso totalmente abierto. ¡Mira esa responsabilidad que le da a la ficción!
-¿De qué manera cambiaron en su estructura las ficciones con la aparición de la escritura?
En su hipótesis MVLl plantea que los seres humanos siempre han inventado historias para contradecir a la realidad o para conjurarla. La ficción a partir de los relatos orales, de este modo, era una especie de escudo que creaba el hombre, frente a sus miedos y temores, para neutralizar la adversidad. Pero cuando llega la escritura esto que entendemos por relato oral cambia. Ya no estamos hablando de la tecnología de la oralidad sino de la tecnología de la escritura. Es a partir de la narración escrita que el hombre empieza a tener una mayor conciencia del tiempo y de sus discurrir. Aparece entonces la narración escrita en su variante más elemental, el relato, que tendría que ver más con una experiencia del tiempo más concentrada.
-En su libro se hace mención además a dos tipos de sociedades (abiertas y cerradas) en las cuales la ficción ocupa un lugar siempre distinto. ¿Podría darme un ejemplo (algo más actual) de ficción surgida dentro de una sociedad cerrada?
Las ficciones en las sociedades cerradas pierden su identidad y son absorbidas por el discurso de la historia que tiende a volverlas sumisas, a despojarlas de su espíritu de contradicción y rebeldía. Entonces lo que pasa en las sociedades cerradas es que la ficción pierde su lugar propio, que es el lugar de la imaginación. Pierde su capacidad para cuestionar o enfrentarse al poder. Es difícil darte un ejemplo actual porque en nuestro país, a pesar de todo, se respeta la libertad de expresión y por lo tanto el lugar que ocupa la ficción es bastante autónomo. Sin embargo, siempre existe el peligro de que las ficciones se acerquen muy peligrosamente a la historia, tornándose casi un eco de ella. Entonces, cuando hablamos de –por ejemplo—la ‘historia novelada’ la ficción pierde su capacidad revulsiva y se acerca más al discurso de la verdad que es a su vez el discurso de la historia. La ficción dice verdades de otra naturaleza, bajo otro rostro, bajo una estrategia diferente a la del discurso de la historia.
-¿A qué se refiere Mario Vargas Llosa cuando dice ‘mientras más verdaderas las ficciones son mejores’?
Se refiere a la capacidad que pueda tener una ficción de producir en el lector esto que él llama la inmersión estética. Una novela es verdadera para Vargas Llosa cuando genera en el lector esa sensación de que está viviendo un universo ilusorio sin percibir lo que puede experimentar a partir de las señales del mundo exterior. Y una mala novela sería aquella que no permite que experimentemos un aislamiento absoluto. Para MVLl que una novela diga la verdad es una cuestión estética que tiene que ver con el manejo de la forma, con el poder de la ficción, con los personajes, con la manera en cómo está dispuesta la trama; y que mienta que no pueda producir esa ilusión, es decir que esté mal escrita, que no bien configurada o no produzca en el lector ese hechizo propio de la ficción.
-¿Y qué es lo que pasa en el género fantástico? Porque ahí debe ser más difícil que te la crean, ¿no?
Lo que pasa es que uno no entra en un relato fantástico cuestionando la naturaleza ficcional del mismo. Uno no lee La metamorfosis de Kafka partiendo del supuesto de que es imposible que un hombre se convierta en un insecto. Entra en la convención de la ficción sobre la base de la aceptación de las normas que el texto propone, sino no hace realidad.
-¿Cuándo los demonios de un escritor lo sobrepasan de tal forma que terminan haciendo fracasar sus ficciones?
Cuando las obsesiones del escritor niegan la posibilidad de que la novela se independice, como producto artístico, de la base biográfica del autor, es decir, de sus temores, miedos y angustias. Una novela tiende a fracasar cuando estos demonios son más poderosos que el propio escritor y su poder para ejercer control sobre ellos. Una novela en la que los demonios dominan al escritor está preñada de sentimentalismo barato, de proselitismo o de panfletarismo, etc.
-¿Es imposible imaginarse un Mario Vargas Llosa que, tras perder las elecciones de 1990, haya optado por no hablar más sobre política y enfocarse solo en la literatura?
Es imposible porque él pertenece al tipo de ‘escritor comprometido’ de los años sesenta. Es el último representante del ‘Boom’ que fabricó al escritor-intelectual bajo el paradigma de que la literatura permite que un escritor pueda tener una voz importante y convertirse en un líder de opinión. Si bien Vargas Llosa tiene claro que la literatura jamás debe supeditarse a la política y menos a una ideología, también cree que el escritor como agente político debe ser activo y tener intervenciones visibles. MVLl nace de esa matriz en la que la legitimación del escritor en América Latina pasaba por ser de izquierda y por ser progresista. Ya en los setenta y ochenta pasa a ser liberal, pero eso no le impide seguir siendo un escritor comprometido con una causa política. Entonces, intervenir con sus opiniones es algo que no va a dejar de hacer nunca. Es, además, un gran argumentador y, principalmente, es influyente, requisito fundamental para ser considerado un intelectual.
-¿Podría decirse que actuar le cambió a Vargas Llosa la forma de ver el género del teatro?
Claro que sí. Creo que MVLl, en su gran exploración sobre la ficción, llega a las tablas. Se arriesga a la actuación con el convencimiento de que vivir esta experiencia podía proporcionarle un conocimiento más aproximado de lo que es realmente una ficción. Para Vargas Llosa actuar fue como acabar con la distancia entre él y la ficción, esa distancia que, como novelista, lo limitaba al momento de escribir. Vargas LLosa dice que de todos los géneros literarios fue el teatro el que le permitió vivir de forma más cercana lo que es la ficción. Ha dicho que ser personaje (de una obra) lo sumió en un espacio indeterminado en el que la realidad y la imaginación encarnaron en él de una forma simultánea. Esa experiencia solo se la podía proporcionar encarnar en un personaje de ficción.
-¿Hacemos mal cuando tratamos de segmentar a Vargas Llosa en etapas? Muchos dicen que el de las primeras novelas fue mejor y el reciente no tanto…
La idea de separar en etapas la obra de Mario Vargas Llosa responde a intereses académicos y políticos. Siempre he escuchado decir a los críticos literarios que se quedan con el primer MVLl. Ese amigo de la revolución cubana, enemigo de las dictaduras, progresista, de izquierda radical, identificado con las mayorías, suscriptor de un manifiesto a favor de las guerrillas de los sesenta etc. Sin embargo, MVLl no es un escritor que haya perdido sus ideales, creo que los sigue manteniendo. La diferencia es que la vía para conseguirlos ya no el socialismo. Desde su punto de vista lo ha desilusionado con casos y situaciones bastante conocidas por todos. Creo que estamos ante una persona que no ha renunciado a ser un inconforme, a plantearse el desafío de la felicidad (social), a la posibilidad de poder realizar un cambio. Eso sigue vivo en él. No estamos para nada ante un conformista. Me parece todo lo contrario, una persona que vive permanentemente el sueño de una utopía social, pero sin incurrir en los errores de aquellos sistemas que en pro de esa utopía cometieron catástrofes. En todo caso la prueba de que es un inconforme son sus libros. En “La fiesta del chivo” él se confronta contra el poder dictatorial. En “El paraíso en la otra esquina” se enfrenta a las utopías sociales francesas del siglo XIX y nos muestra cómo estas pueden arruinar la vida de los seres humanos. Con MVLl yo soy muy tolerante, pero hay que combatir sus posiciones en favor del liberalismo. Sobre todo con este acercamiento que lo ha llevado a defender gobiernos como los de Macri en Argentina o el ‘uribismo’ en Colombia. Entiendo que es esa ética de la convicción, a la que se refería Max Weber en su libro “El político y el científico”, la que lo ha llevado a esos extremos. Es por esa ética que, precisamente, Vargas Llosa vive un compromiso tan intenso con la vida y con la realidad. Desde ese punto de vista es alguien que no ha claudicado con respecto a sus propios ideales.
-En las últimas dos décadas se ha intentado hallar nuevos valores de la literatura que estén impregnados por la obra de Vargas Llosa. ¿A cuáles ha identificado usted?
Mencionaré a tres escritores que no ocultan el legado formal ni temático de MVLl. Es más, lo exhiben con bastante orgullo: Jorge Eduardo Benavides sería un caso. Es un autor que ha realizado una apropiación del aparato técnico formal de Vargas Llosa y que ha logrado, a partir de esa influencia, cierta originalidad. También está Raúl Tola, que asume sin ningún tipo de vergüenza el legado técnico de MVLl y el modelo de escritor que representa. Finalmente, Jeremías Gamboa. Ahí tienes tres casos en donde es bastante visible la aceptación del legado del Nobel peruano.
-Teniendo en cuenta el contexto actual, cuando ya se busca más acercar la literatura a lo cotidiano o a los problemas personales, ¿qué tan posible es que –por ejemplo—Tola y Gamboa logren publicar una ‘novela total’?
El proyecto de la ‘novela total’ respondió a una circunstancia política, social y editorial muy singular. Algo que no creo se vaya a repetir. El hecho de que se escribiera una ‘novela total’ implicó la construcción de un escritor muy vinculado con una problemática de una amplia repercusión social. No se puede concebir este tipo de novela sin la idea del escritor comprometido y con la idea de concebir a la novela como el género más adecuado para llevar a cabo un proceso de cambio social importante. Ese camino está cerrado, por lo menos en América Latina, con estos tiempos más vinculados al liberalismo político, etc. Por lo tanto, la posibilidad de que estos escritores puedan escribir ‘novelas totales’ –de acuerdo al contexto estético, político y cultural—me parece inviable. Podríamos hablar de novelas ambiciosas o de grandes historias, pero eso tendría que responder a un contexto diferente, a unas demandas distintas, pero principalmente a un público diferente. Ahora el público no está tan interesado en ese tipo de libros sino más bien en aquellos que problematicen destinos más bien individuales; novelas en la que se proyectan subjetividades amenazadas, en tránsito o en proceso de transformación. Entonces ahí hay una condición bastante limitante.