Daniel Krauze: «En las series para las que escribo hay muy poco de mí»

Muchas cosas han cambiado desde que Daniel Krauze visitó Lima siete años atrás para presentar «Fallas de origen«, su primera novela. Cambió él como autor, pues ahora es también un guionista de exitosas series para plataformas de streaming como Netflix o Amazon Prime Video, y cambió como ser humano, pues ahora tiene una hija.

Lo que parece no haber cambiado mucho es su país natal, México. O más precisamente la política mexicana. Tras el fin de la ‘Dictadura perfecta’ –como Mario Vargas Llosa denominó al largo predominio del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el gobierno– en el cierre del milenio pasado, se sucedieron gobernantes de partidos como el PAN y Morena.

El cambio de marcas políticas, con una breve interrupción encabezada por el polémico Enrique Peña Nieto entre 2012 y 2018, no ha significado el fin de los políticos que ponen por delante sus intereses personales a los de la Nación. Y de eso se trata justamente «Tenebra», la nueva novela que Krauze presenta ahora en sesiones de Zoom, a causa de una pandemia que no parece tener fin.

Pero hay que decirlo: no es esto solo una novela política. Es también un drama muy íntimo, en el que dos hombres ven cómo sus historias personales sucumben mientras venden su alma al diablo. La política es, entonces, el ambiente enrarecido en el que Julio y Martín irán desnudando sus carencias y sinsentidos emocionales. Hasta que finalmente los protagonistas se cruzan.

-Te entrevisté cuando viniste a presentar “Fallas de origen” a Lima siete años atrás. Aquella vez te pregunté si la literatura era algo que pensabas hacer por siempre o si, de un día para otro podía pasarte que dejes todo y te dediques de pronto a, no sé, a jugar al fútbol….

Seguramente esa vez te dije que no, porque si corro cinco metros me canso. Así que futbolista no podría ser jamás (risas).

-Días atrás escuchaba a «Tenebra» siendo leída en la Radio Nacional de España y pensé: vaya, ¡la novela de Daniel ha cruzado el charco! Tu libro también se distribuye ya en toda Latinoamérica. ¿Se ha dado todo como esperabas? ¿No hubo momentos de desánimo para ti?

Nunca hubo un desánimo, en gran parte porque yo no como de la literatura. ¿Quién puede hacerlo más allá de los escritores súper exitosos? Tengo otro trabajo, que lo es de 9 de la mañana a 5 p.m. (escribo para la televisión). Tal vez me llegó a frustrar un poco que “Tenebra” salga justo en la primera fase de la pandemia, pero eso me duró muy poco.

-Te frustró no poder llevarla de gira promocional. ¿Por qué?

Muchísimo, claro. El no poder verles la cara a los lectores, hablarles directamente y que te digan con el libro en la mano qué opinaron de él. Esa es una parte muy bonita de todo este proceso de publicar. Sin embargo, rápidamente te das cuenta que te preocupa el no poder promocionar tu libro mientras miles de personas mueren por un virus, así que mi reclamo resultaba algo frívolo.

– ¿Qué crees que podría hacer a “Tenebra” una novela que salga de lo mexicano e interesa a un público más bien global?

Más allá de ser una novela que retrata la corrupción y la impunidad de un país latinoamericano, yo creo que la gente se encontrará una historia envolvente sobre el drama íntimo y familiar de dos personajes en apariencia muy distintos. Genuinamente creo que eso es lo que más gusta del libro, la dimensión personal de los protagonistas, la forma en cómo ambos venden su alma al diablo. Y quisiera creer que las inquietudes que abordo ahí convierten mi novela en universal, capaz de conectar con público en Argentina, Perú o Australia.

«Tenebra» de Daniel Krauze, ya en librerías.

-Imagino que por la actividad de tu padre (Enrique Krauze) creciste en una casa con una biblioteca inmensa y llena de libros. Me interesa cómo fue tu salto de la lectura a la escritura.

Imaginas bien, en casa siempre hubo libros. Empecé a escribir cuentos en la adolescencia y me metía a concursos en la secundaria. Escribía también poemas, aunque horribles, realmente lamentables. Y recuerdo que, más allá de la respuesta positiva o negativa hacia mis escritos, eso (escribir) me hacía sentir muy bien, porque lo veía como algo necesario. Era como mi manera de decir las cosas que me preocupaban o dolían. Y una vez que te pica el bicho no te suelta más. Y empecé leyendo autores anglosajones como Nick Hornby o Bret Easton Ellis. Entonces empezó el romance.

-Cuando conversamos por única vez ni siquiera había streaming. Hoy escribes series para Netflix y Amazon. ¿Crees que el que escribe siempre tendrá una oportunidad de trabajar con sus creaciones? ¿Qué tan distinto es el Daniel Krauze autor de literatura vs. el guionista de series?

El trabajo televisivo lo tomo con distancia y frialdad. Aunque se trata de un trabajo creativo, lo veo como trabajar en una tienda de abarrotes o en una vulcanizadora. Al final del día, en una serie de televisión hay tantísimos elementos que no sientes mucho de tu autoría. Mientras que “Tenebra” y “Fallas de origen” son míos, y si son malos o buenos es exclusivamente por mi culpa. Así que si tú quieres conocerme pues lee mis libros.

Pienso que en las series para las que escribo hay muy poco de mí. Y eso no es una crítica contra las series, sino es decir algo sobre la naturaleza del medio. A menos que tengas el poder de Matthew Weiner en “Mad Men” o David Chase en “Los Soprano”, claro. Ambas son obras tan personales como “Cien años de soledad”.

-Acabas de decirme que, si una novela es mala, es tu culpa, y si es buena, también. ¿Pero qué referencias usas para saberlo? ¿Es buena solo si vende mucho? ¿Lo es si te gusta a ti y a tu editor, o si es elogiada por los críticos de la prensa?

Me importa que les guste a lectores que conozco, admiro y respeto. Tal vez también si logra cierto éxito comercial, aunque creo que hay novelas extraordinarias que han vendido apenas dos mil ejemplares y eso no les quita valía. “Fallas de origen” vendió hasta ahora mucho más que “Tenebra”, aunque creo que esta última es mucho mejor. No pienso que el éxito comercial sea por fuerza una especie de termómetro de la calidad del libro, más bien, en mi caso es una mezcla de que a la gente que respeto y admiro les guste, sumado a que yo esté satisfecho habiendo entregado el mejor libro que pude escribir.

-Uno lee “Tenebra” y siente que la situación se repite en su propio país. En Perú también muchos hablan, por la coyuntura electoral, de que hubo en primera vuelta “un voto castigo” que nos ha puesto ahora en aprietos para la segunda vuelta. ¿Coincides con la idea de que mucha gente termina yéndose hacia un extremo distinto a lo habitual, pero esto no necesariamente termina siendo mejor?

Sin duda alguna. Y yo creo que las similitudes de México con América Latina son incluso más pronunciadas con Perú, y van desde la llegada de los españoles. Genuinamente somos dos países que se parecen desde el siglo XVI. Uno lee sobre la conquista de ambos países y hay muchas semejanzas. Creo que tenemos muchas cosas que nos vinculan y, en efecto, siguiendo lo que está ocurriendo en Perú, hay cosas (de mi novela) que se parecen a lo que pasa allí. Por esto quiero creer que “Tenebra” la puede leer cualquiera en América Latina, porque la corrupción de la que hablo no le será muy ajena.

-Has dicho que tus primeros libros eran sobre niños “fresitas” (pitucos). ¿Pasar ahora a una novela política fue algo buscado? ¿Querías abordar un tema más serio o simplemente ocurrió que te encontraste con este señor que te comentó la anécdota que da origen a tu novela y te sentaste a escribirla hasta que la terminaste?

Antes que nada, yo creo que Julio es muy fresa, y Martín es una suerte de fresa venido a menos (risas). Así que sigo metido en el mismo nicho, ¿no? A ver, voy a serte franco: no escojo los temas, ellos me escogen a mí. Nunca he empezado a escribir algo pensando en “ahora esto le vendría bien a mi carrera”. Siempre escribo las novelas que tengo que sacarme del sistema, como si tuviera que liberarme de ellas. Y creo que la política es un vehículo para explorar ansiedades que tengo muy concretas con respecto a mi generación, país o a mi persona. Me parece que, si vas a hablar del deterioro de México, qué mejor que hablar de política. Además, el narcotráfico a mí jamás me interesó.

-Tú bien podrías haber contado la historia de Martín Ferrer como un tipo obsesionado por cumplir su deseo de venganza, preocupado todos los días por eso, pero también acompañas su drama con otros factores: la hija malcriada vomitándole en el avión, la exmujer que sale embarazada de otro tipo, etc. Cuéntame sobre estos detalles.

Me parece que la novela tiene elementos de un thriller político, aunque yo siempre la vi como dos dramas íntimos familiares de dos hombres que en apariencia son muy distintos, pero que en el fondo se parece más de lo que pensamos. Y conforme fui escribiendo la novela, esa dimensión (íntima y personal) de Julio y Martín me parecía muchísimo más interesante a mí de escribirla que los hallazgos de la investigación y las cosas más tipo novela de John Grishman. Me di cuenta que yo nunca podría escribir una novela así porque los golpes de trama me interesan menos que la exploración psicológica de los personajes.

-Al PRI (histórico partido político mexicano) lo has mencionado en varias entrevistas, incluso Enrique Peña Nieto aparece en tu novela. ¿Acaso la corrupción es exclusiva de ese partido? ¿O estamos más ante una especie de ‘hermano mayor’ de partidos políticos corruptos en México?

Yo creo que el PRI, ‘para mal y para mal’ estableció cierto modo de hacer política en mi país. Y creo que esa manera ha continuado incluso después de la famosa alternancia, o sea cuando acabó la ‘Dictadura perfecta’, como la llamó Mario Vargas Llosa. Pero, vaya, los partidos han heredado esa manera de hacer política: el PAN, los tiene, Morena también, así que creo que todos somos un poco priistas en ese sentido.

-En tu novela uno de los personajes aparece en un hotel comiéndose un tiradito de pescado, plato muy peruano. ¿Cómo recabas estos pequeños detalles para la historia? ¿Los vas apuntando en una libreta? ¿Investigas cual reportero y luego lo vuelcas en ficción?

El detalle de ese hotel en particular lo armé porque hace nueve años una revista me mandó todo pagado al hotel de la novela, ubicado en la Riviera Maya. Y dentro había un restaurante de comida peruana. Para mí se trata de un proceso algo heterogéneo. Por ejemplo, en el caso de Cozumel, yo he visitado tres veces el lugar, lo he caminado y conocido. En algunos casos la necesidad de saber algo me llevó a ciertos lugares y en otras se trató de recordar cosas de mi infancia. Es una mezcla.

-Has dicho que el trabajo de edición de la novela fue arduo. “Tenebra” tiene 450 páginas, no es una novela corta. ¿Recortaste mucho? ¿En qué consistió el proceso de editar esta novela?

Mi impulso como escritor es ‘acabar y luego corregir’. Yo sé que lo primero que he terminado es completamente imperfecto y que tiene muchos defectos, y ahí entro en un proceso donde doy a leer, recibo comentarios, reescribo, vuelvo a editar, etc. Creo que ese proceso de re-escritura y ‘edición fina’ me toma muchísimo tiempo. Mira, yo recuerdo que cuando escribía crítica de cine hace muchos años el primer borrador del texto me salía en una hora, y me tardaba cinco horas en corregirlo. Siempre he pensado que ‘escribir es editar’.

-En una parte de la novela uno de los políticos parece más preocupado en que le manden muchas botellas de champagne a manera de mordida (coima) más que en su trabajo sirviendo al pueblo. Estamos frente a una novela sobre lo sucio de la política y no sobre el fin de la misma…

Yo quería que los políticos jamás hablaran de política en mi novela, sino que estén hablando de negocios. Eso es lo que investigué sobre el modus operandi de los políticos en México. Creo que, en mi país, si te quieres hacer millonario debes meterte en la política. O sea, claro que debes venderle tu alma al diablo, pero vaya que tendrás mucho dinero. Es lo que hace Julio. Yo no creo que él en mi novela tenga la intención de ayudar a la gente. Jamás dice que ayudará “a su país”. Para él la política es un vehículo para tener un pent-house, un Mercedes y un traje caro. Y eso te pinta de cuerpo entero a los políticos.

(Foto: Ana Hop)

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