Jesús Ruiz Mantilla: «Contar para vivir resume la idea de lo que es el periodismo»

Luz Perea y Benjamín Sarabia son los protagonistas de “Papel”, la nueva novela de Jesús Ruiz Mantilla que publica Galaxia Gutenberg. Como bien lo adelanta la portada, estamos frente a una historia sobre prensa y periodistas. Ella es una joven milenial que no puede empezar su día sin revisar las noticias en el móvil, mientras que él cumple rutinariamente con comprar el periódico en el kiosco de su cuadra cada mañana para ver si cambió mucho la portada de aquella que cerró tan solo unas horas antes en la redacción de “El Plural”, diario donde labora hace muchos años.

Pero hay también otros personajes en esta historia sobre grandes reportajes y trending topics. Está el director, su editora adjunta, los fotógrafos, los reporteros, pero principalmente Cimarro, aquel hombre que –casi como el poder tras las sombras—intenta llevar las relaciones con políticos y empresarios “al mejor nivel”. Y si hablamos de la industria periodística actual, esta historia no podía estar exenta de bulos, fake news y mucha desinformación. Aquí surge entonces Ezcurra, un profesional en estas malas artes que parece dispuesto a todo con tal de unos buenos ingresos.

Estamos ante una novela coral, en la que, si bien hay mucho sobre el oficio, también tenemos dilemas personales. Luz y su ‘maestro’ Benjamín verán sus vidas cruzadas por una revelación de índole personal que les atañe directamente. “El Plural” enfrentará una crisis económica sin precedentes, fundamentada en la disminución de las ventas del papel. Cuando las ideas para traer más ingresos a través de la web no fluyan a la velocidad debida, será momento de tomar decisiones drásticas. Solo algunos sobrevivirán en un ambiente complicado y ad-portas de la pandemia del coronavirus, que también tiene un espacio en esta atrapante historia que Ruiz Mantilla –según nos cuenta en esta entrevista—empezó a imaginar diez años atrás.

El experimentado periodista de El País tiene una serie de libros publicados de distintos géneros. En esta ocasión, acepta conversar no solo sobre “Papel”, sino también acerca de varios dilemas periodísticos que se mantienen en estas épocas de lucha por suscriptores y contenido Premium.

– ¿Cuándo y cómo surgió esta novela? Se lo pregunto porque durante el relato aparece la pandemia, que es algo relativamente reciente y aún en curso…

Cuando estaba terminándola surgió la pandemia, así que no me quedó más remedio que meterla, porque esta es una historia muy atada a la actualidad. El problema era entonces cómo introduces dentro de la lógica de la novela una cosa así. No debía ser algo forzado, ni algo que no tuviera coherencia con los acontecimientos. Se me ocurrió que esa doble vertiente del nacimiento y de la muerte podían encajar dentro de esa lógica que buscaba para mi novela. Así lo enfoqué y ya juzgará el lector, pero yo creo que entra de una manera coherente dentro del relato.

– ¿Le parecen igual de válidos los modos de hacer periodismo que tienen Luz Perea y Benjamín Sarabia? Ella revisando al despertar su móvil para enterarse de las noticias y él yendo al kiosco muy temprano a comprar un ejemplar impreso del diario

Sí, y son inevitables. El de Benjamín tal vez está algo superado por el tiempo y por las circunstancias, pero el de Luz es el que viene, el que está y el que hacemos todos. No creo que uno u otro sean o dejen de ser válidos, sino que las circunstancias nos han abocado a hacer ciertos usos y a utilizar ciertas herramientas que antes no existían y que ahora están a nuestro alcance. En el caso de Luz, ella tiene mucha destreza porque es nativa digital, mientras que Benjamín tiene que aprenderlas y por eso se produce el ‘pacto generacional’: tú me ayudas con esto y yo te ayudo con otra cosa. Entre los personajes de “Papel” hay este ‘acuerdo’ según el cual la vieja guardia necesita aprender las nuevas herramientas que le van a enseñar los jóvenes, y estos últimos necesitan saber cuál es la esencia, la experiencia y los modos de hacer del periodismo más ‘tradicional’ para contar historias. Ambos se retroalimentan, y aunque al principio se veían con desconfianza, terminan estableciendo un pacto muy sano, que es el que ocurre hoy en las redacciones.

– ¿Es posible pensar que “Papel” tiene como influencia a otras grandes novelas sobre periodismo?

Papel” bebe del ambiente que significan los libros sobre periódicos. Es una novela que trata sobre la manera de ver el mundo en una redacción, que es un colectivo muy concreto de personas con una forma de vida y una manera determinada manera de trabajar y afrontar problemas. En eso yo sí me fijé en muchos libros, pero sobre todo en memorias, como las de Ben Bradley, Gay Talese, Ryszard Kapuściński y Manuel Chaves Nogales, que para mí es el gran genio del periodismo en español del siglo XX y del XXI, porque todavía seguimos explorando la forma de hacer periodismo que él nos legó. Creo que mi novela responde a una preocupación colectiva, y es verdad que han aparecido libros similares o memorias de periodistas, porque yo creo que la esencia de la profesión y el periodismo está saliendo de una crisis que nos ha colocado en un lugar donde es necesario que los que tenemos este doble papel de explorar el periodismo, pero también los géneros literarios como la novela, pues nos pongamos a indagar en eso. Entonces, los libros de los autores que te he mencionado me han ayudado mucho a ver sobre todo cómo ellos resolvían sus contradicciones, sus crisis in situ, y con la distancia te das cuenta que en todas las etapas de la historia se ha desenvuelto en la crisis como en su propia salsa. Y eso te quita mucho miedo. Porque cuando estás en el presente crees que es ‘la peor de las desgracias’, pero no, hubo otros tiempos muy duros, y también gente que supo salir con mucha dignidad y gallardía de todo eso. Te anima ver que otra gente resolvió mejor que tú sus propias circunstancias.

-Lo he visto en muchos videos defender a ultranza el oficio periodístico. ¿Sería capaz de señalar algunos errores que hemos cometido en nuestro proceder?

Hemos cometido muchísimos errores porque hemos dejado de lado la independencia del oficio a raíz de las últimas crisis que hemos vivido. La de nuestras respectivas empresas, la crisis general del 2008 en Europa y en Estados Unidos, y la crisis del modelo, en esa transición que ha habido entre el papel y el digital. Esas tres crisis nos hicieron mucho daño y la cuestión de la supervivencia se manifestó en nuestro campo a través de vender nuestro bien más preciado –que es la independencia– a los poderes que nos aseguraban que nos podrían ayudar a subsistir: el político y el económico. Ambos en nuestro caso actúan como vampiros. Porque si pensamos en otro sector, no sé, en una fábrica de jamón, pues al poder político o económico le da igual que esta cierre, pero con un periódico no. Ahí siempre el poder económico o político estarán dispuestos a salvarlos, pero a cambio de un precio. Nos vampirizan, nos utilizan, se aprovechan de nosotros, y pues hemos seguido ese juego durante mucho tiempo, hasta que nos hemos dado cuenta dentro de las propias empresas de que, si seguíamos ahí, perdíamos nuestra esencia y el bien más preciado que podemos ofrecer: la independencia de criterio, la libertad de expresión. Y todo esto nos dañaba, nos hundía. Cuando nos dimos cuenta de que eso no se podía dar a cualquier precio empezamos a ver una salida. Y me parece que eso nos está salvando ahora, aunque no sé hasta cuándo.

-Digamos que el nexo entre la redacción, representada por el director, y los poderes políticos y económicos en su novela es Cimarro. ¿Cómo fue armando a este personaje? Porque uno lo imagina en medios muy grandes, pero no sé si en un pequeño rotativo de Sevilla exista también un tipo así…

En todas partes creo que hay un Cimarro. Es el tipo que tiene que hacer frente a las influencias o los ataques de los poderes que están fuera. Y hay muchos ejemplos de gente que ese ataque lo afronta con mucho éxito y firmeza, y hay momentos de debilidad de la empresa en que simplemente ‘tragan’. En ese contexto, hubo muchas empresas que no estuvieron a la altura. El de Cimarro es un perfil que también trata de sobrevivir poniendo a su servicio lo más preciado y caro de nuestra esencia y, con tal de mantenerse él en el poder, pues vende lo que está a su mano. Por eso en Cimarro se da, pero también en Sarabia, el mito de Fausto, que yo creo que son mitos que ayudan a entender bien la realidad y que acompañan muy bien la historia. Este síndrome fáustico a uno más o menos le produce un tormento, pero al otro no, y lo ve como algo natural que incluso puede ser utilizado en su favor.

-La lectura de su novela me deja esta sensación de fragilidad que siente uno trabajando dentro de un medio de comunicación. Los rumores de ERES (Expediente de regulación de empleo) en España, que en Perú se llaman ‘purgas’ son constantes. En lo personal, ¿cómo ha manejado usted este tema a lo largo de treinta años? ¿Cómo uno se levanta temprano para irse a trabajar sin detenerse a pensar un rato en que puede ser su último día en la redacción?

Bueno, desde el 2008 esa amenaza es permanente en todos los periódicos. En el mío se produjo y todos tuvimos miedo de perder nuestro trabajo. En otros medios se han dado muchas más purgas. Creo que es algo difícil y angustioso, que además produce un desagradable efecto de ‘ley de la selva’, a ver quién conserva su trabajo, pero a su vez existe un sentimiento de solidaridad con el que ha sido defenestrado. Pese a todo esto, hay mucha gente que fuera del periodismo se reinventa. Por eso, aunque al estar dentro tal vez piensas que ‘no hay otra vida fuera’ (porque eso es tu pasión y vocación), pues vaya que sí la hay. Más allá de lo último, todo esto afecta nuestra independencia, nuestra autocensura y nuestra manera de trabajar, factores con los que el buen periodismo convive en tensión y de forma muy dramática.

-Alguna vez escuché que en una redacción algunos hacemos periodismo y otros somos meros “gestores de contenido”. ¿Hay un solo tipo de periodismo o también escribir una nota con efemérides es practicarlo?

Yo creo que todo lo que sale en los periódicos es periodismo. Desde el horóscopo hasta la receta de cocina. Todo depende de cómo lo hagas. Primero está la pregunta que haces y luego cómo la haces. Incluso el horóscopo si está bien hecho es una atracción en un periódico. Lo lúdico, lo trágico, lo dramático y lo cómico, los consejos de psicología, la decoración, las artes, la Bolsa de Valores, porque un periódico es la vida y en la vida cabe todo eso. Si se hace como tú crees que se debe hacer, cada uno con su estilo, propuesta y frescura, pues vale todo. Una buena crónica política o una buena receta de cocina valen, siempre que estén bien presentadas y capten la atención, y claro que pueden ser buen periodismo.

-Lo vi en un video hablar sobre Jeff Bezos y el Washington Post. Decía que él había pagado por un diario teniendo en cuenta que, con toda la mala fama que traía detrás, la adquisición le daría cierto prestigio. ¿Cómo así el valor simbólico de un diario se mantiene pese a que muchos dan a los periódicos por muertos o como a punto de morir?

Eso pasa con los buenos periódicos. Del Washington Post no me extraña que Bezos lo quisiera como una especie de corona del mundo pasado que él está destruyendo, pero que sin embargo simbólicamente quiere comprar fuera de las órbitas que él está conquistando como una nueva manera de hacer negocio o de cambiarnos la vida. Y es curioso que se quiera quedar con un periódico, ¿no? Y más con el Washington Post, que es un mito, porque es el diario que derribó a un presidente de Estados Unidos. Así que el prestigio está ahí, es lo que muchos empresarios del sector no se han dado cuenta que es el valor último de cada cabecera. Y eso que muchos han estado a punto de vender, sin conocer el verdadero valor de lo que esta representa. Fíjate que los empresarios de los propios periódicos no conocían bien el prestigio y el valor de lo que suponía un periódico y ha tenido que venir un rey del nuevo mundo, de las empresas tecnológicas, a decir: “mira, este es el valor que tienen. Me va a costar 285 millones de dólares, que es calderilla para mí, pero es incalculable lo que estoy recibiendo por ese poquito dinero. Es mi prestigio, es vuestro valor, y voy a demostrar que se pueden llevar esas empresas a una forma de trabajo del siglo XXI”. Entonces, en ese aspecto el ejemplo que nos dio Bezos era muy interesante, porque él puso en valor lo que muchos de los empresarios de los medios de comunicación, al llegar la crisis y venderse a los poderes económicos y políticos, dejaron de lado, abandonaron. Creo que ese valor, ese prestigio es lo que nos va a salvar. Ojalá venga Bezos a comprar todas las cabeceras que merecen la pena, porque sería así el que ponga en valor lo que otros han dejado esparcir en el fango.

-En la novela, siendo algo spoiler, Luz Perea va en constante búsqueda personal. Ella dice “me hice periodista en parte por esto…”. Le planteo esto como interrogante a usted: ¿Por qué Jesús Ruiz Mantilla se hizo periodista?

Fue una decisión tal vez no muy meditada. Buscaba un medio de vida que me permitiera escribir, y luego me di cuenta que la dinámica del oficio era muy adictiva, y eso es lo que me enganchó, al probarla, al meterme ahí. Era simplemente la atracción de poder escribir para vivir, y contar para vivir. Porque contar para vivir es un resumen de lo que es el periodismo: contar historias, visiones de la vida, cosas que puedan ayudar a la gente a entender, clarificar ideas, y eso es lo que más me seduce del oficio.

-En la novela aparece el Hay Festival Arequipa. Yo asumo que esto surge por su visita al Perú años atrás, cuando asistió a este evento en el que la literatura y el oficio periodístico son temas clave. Me ha dicho que se mantuvo en el periodismo en parte por esta especie de adicción que le genera el día a día. ¿Qué es entonces lo que le da la literatura?

Es que ambas cosas para mí son lo mismo. El primero es un género literario. Y dentro de esos géneros literarios pues yo exploro otros, como la novela, el ensayo, la poesía o el teatro. Pero el periodismo es literatura. En Arequipa se dio un debate muy interesante entre Vargas Llosa y Salman Rushdie, en el que este último decía que quizás las fake news estaban poniendo en un brete a la ficción. Y entroncaba directamente con el ensayo de Mario “La verdad de las mentiras”, que bueno a través de una ficción puedes contar una verdad mucho más palpable y absoluta que solamente reflejando los hechos en un periódico. Y yo creo que es verdad. Que ese es el cometido de la narrativa, de la poesía, de la literatura en general, y que el periodismo también bebe de eso, sin embargo, dejando de lado las mentiras, al periodismo lo único que lo diferencia con la novela es que no se puede inventar nada. Pero te dan todos los datos, los personajes, las situaciones, pero tú sí puedes encontrar una manera literaria de contar con todos esos personajes mientras que en una novela te los tendrías que inventar o no, porque también puedes explorar una (historia) con bases reales, de una manera literaria, o sea, con algo que no podemos renunciar: la fidelidad y eficacia del lenguaje.

-Nosotros no podemos ir a un consultorio médico a dar recetas. Tampoco podemos meternos en un juicio y participar como fiscales. ¿Por qué lo inverso sí ha sido posible? ¿Por qué abogados u otros profesionales se autodenominan tan fácilmente periodistas?

Los periódicos acogen todo tipo de voces de la sociedad para explicar situaciones como por ejemplo la pandemia. La opinión de un experto en salud sobre el COVID-19 es bienvenida. Creo que un periódico debe ser un lugar abierto, no cerrado. Al ser un trozo de vida cabe toda ella. Entonces, en eso no tenemos que ser sectarios. Pero es verdad que a la hora de contar una historia que involucre fuentes, hechos, situaciones, pues son los periodistas quienes deben hacer ese trabajo de aclarar, de dar luz, de descubrir y revelar todo aquello que otros no quieren que sea revelado. Me parece que eso sí necesita de una profesionalidad, de una vocación, es decir, de un oficio que se llama periodismo.

-En una de mis visitas a España recuerdo haber conocido una familia en la que cada integrante compraba un periódico distinto y lo fundamentaba con sólidas razones. Un adulto mayor me dijo que “de ninguna forma compraba El País”. ¿Por qué cree que la gente termina acercándose a un determinado medio de comunicación y no a otro? ¿Porque representa su voz o porque le dirá lo que él quiere escuchar? ¿Qué termina siendo la prensa para el ciudadano común?

Esa es una de las claves que algunos periódicos nos matamos para hacer entender que bueno, que no somos tan sectarios ni dogmáticos ni propagandistas. Esa gente que tiene la idea de que El País está identificado con una corriente política concreta, generalmente lo dice porque son lectores de otros medios muy identificados con otra corriente demasiado mucho más concreta. Pero creo que, dentro de ese ámbito, El País es uno de los periódicos más plurales que hay en el mundo. Es que nosotros no nos consideramos un periódico español sino un periódico hecho en español. Esa es una clave que ayuda a entender por qué nosotros en ese aspecto somos distintos del resto. Los otros siguen pensando en sus mentalidades de ‘periódicos españoles’ y nosotros nos sentimos ‘periódico en español’. Eso es muy difícil de entender para algunas mentalidades demasiado cerradas en barrios y espacios opresivos de por sí, y muy ciegos. Pero bueno, cada uno elige las cosas según le vienen. Nosotros nos preciamos de que la mayoría de nuestros lectores ya están en América. Eso dice mucho de nuestro periódico, y creo que todos los medios que se hacen en castellano deben aspirar a que se les lea fuera de sus propios ámbitos. Ese es el futuro, la ventaja y la suerte que no la tiene un diario checo, pero sí un medio inglés o español, por eso hay que saber verla y aprovecharla. Y más allá de las etiquetas que nos puedan o no poner, yo creo que la visión que debemos tener es mucho más amplia, plural y sin fronteras que esas anteojeras muy limitadas que algunos nos quieren poner.

-Ha dicho que siempre tiene dos ideas de libros en la cabeza, y cuando termina la primera, la segunda viene y le toca la puerta. ¿Cómo hace para decir ‘esta idea puede servir’? ¿Cuándo siente que realmente hay un libro en ciernes y cuando no?

Cuando ya se asienta y notas que ha ocupado un espacio muy grande en tu cerebro. Es verdad que hay ideas que son fugaces, que te pueden durar una mañana o tal vez una temporada y después las puedes desechar. Pero cuando una idea está en ti cuatro o cinco años, aunque tú estés con otra cosa, la idea no se aparta, espera su momento. Sabes que esa idea necesita un modo de hacerse realidad. Ahora mismo tengo dos proyectos, que han estado al lado de “Papel” (que fue una novela que se me ocurrió hace diez años), pero esta novela ocupaba todo mi tiempo. Sabía que había una historia, los personajes tomaban cuerpo en mi imaginación, en mis notas, pero no sabía cuál podría ser el final, hasta que hace cuatro años ya vi que esta historia podía ser contada. Y entonces empecé a escribirla. Bueno, y sobre las otras ideas que tengo en mente, una está ya en construcción, que es un libro sobre el divismo del siglo XXI. Es una teoría que quiero elaborar en base a mi experiencia periodística. Por otro lado, sobre la segunda idea (que no te puedo detallar), es muy curioso porque apenas publiqué “Papel” esta se fue abriendo paso en mi imaginación, en mi cabeza, como diciendo ‘aquí estoy yo, me toca’. Y uno empieza a tomar notas, a investigar sobre tal o cual cosa, y es muy curioso cómo con una claridad inmensa, esa novela que tenía apartada pidió paso para ser empezada de una manera ya concreta. Esa es una idea que sabes casi al 50% que puede acabar siendo una novela, porque además al pedirte paso en la cabeza empieza a entusiasmarte e ilusionarte. Llega con aire fresco, con ganas de ‘sacarte del periodismo’. Es una sensación muy curiosa de ¡llegó el momento!

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