Andrés Edery: “Para mí es más importante lo que comunico que lo que dibujo”

Todos los animales que acompañan al pollito que protagoniza el primer cuento infantil de Andrés Edery (Lima, 1974) sienten curiosidad por algo. Aunque siempre esas ganas de conocer terminan siendo opacadas por un temor natural hacia lo nuevo.

El pollito que no quería soñar” (Beascoa, 2023) es una hermosa metáfora sobre enfrentar tus miedos y, por supuesto, doblegar ese inmenso portón que bloquea nuestra ‘granja’ imaginaria, impidiéndonos conocer qué hay más allá.

Edery, con más de dos décadas haciendo humorismo gráfico para el principal diario del Perú, también se atrevió en algún momento de su vida. En esta entrevista, repasa ese momento y otros detalles, fundamentalmente vinculados a esta, su primera experiencia con un libro infantil.

Aplicando una técnica que él llama ‘vale todo’, el artista ha plasmado con sutileza una historia ideal para leerle a los pequeños del hogar: la del pollito que decide ir por aquello que otros solo sueñan.

¿Es tu primer libro tan trascendental como tu primer hijo?

(Risas) se parece, ¿no? Solo que este no esperó nueve meses sino casi dos años.

A primera vista uno creería que un cuento así se escribe y sale rápido, pero no…

En absoluto. En realidad, el guion lo corregí tres veces, y los textos muchas más. Pero lo que más tiempo me llevó fue dibujar cada animalito y cada situación. Hay una combinación de acuarelas con lápices de colores, óleos, pasteles, e incluso en algún momento metí lapiceros diversos. Quería sentirme completamente satisfecho del resultado, y que sea un estilo al que yo llamo ‘vale todo’, porque le meto todo lo que tengo alrededor con tal de que sienta cierta originalidad. No quiero que se parezca a lo que he visto publicado. Quise inventar algo nuevo.

Hablando del guion, ¿cómo surge la historia de este pollito?

El germen del libro tiene unos 15 años. Inicié terapia con una psicóloga y ella me pidió que dibujara las cosas que me causaban temor. Y me puse a dibujar monstruos, perros negros con dientes afilados. Y a medida que avanzaba la terapia, esos animales empezaron a ser un poco más amables, y así pasé de perros negros a pollitos, gallinas y patos. Esto, además, coincidió con el nacimiento de mi primer hijo hace nueve años. Así empecé a llenar mi mundo de animales amables y de colores, y los publicaba en Facebook. Luego, ya la idea de juntarlos todos en un libro finalmente se dio porque la personalidad de mi hijo es más o menos la de este pollito. Él no le tiene miedo a las fronteras (seguras) que le imponemos. Siempre quiere saber qué hay más allá.

Entonces, si llegaste medio temeroso a la paternidad, te nació un hijo muy valiente…

Sí, mucho. Y es un reto. En el camino me di cuenta que es mejor, a ese niño en particular, dejarle explorar, porque esa es su naturaleza. Aunque él también es muy bueno dándose cuenta de cuándo algo es muy peligroso algo. Así que lo hace con cierta conciencia.

¿Qué de distinto crees que tienen estos animalitos en comparación con los que dibujas en tus viñetas políticas?

Obviamente, hacer este libro era una especie de páramo dentro del trajín político que es muy desgastante, frustrante y estresante. Yo recurrí a estos dibujos porque me dan muchas satisfacciones y me siento bien haciéndolos. Me encanta mi trabajo de caricaturista político, pero a veces puede llegar a ser muy estresante. Y este cuento puede ser una especie de escape, otra forma de comunicar, y otro público, que son los niños.

¿Recuerdas algunos de los cuentos que leías en la infancia?

No tuve mucho acceso a cuentos ilustrados, pero sí recuerdo que mi mamá me compraba muchas historietas. Tenía cajones llenos de ellas. “Periquita”, “La zorra y el cuervo”, luego una revista llamada “Piojito”. Esa fue mi primera experiencia en cuanto a narración con imágenes. No sé si había mucho otro material en esa época, al menos en Lima. Hoy sí, mis hijos tienen muchos cuentos infantiles, y eso me nutrió para tener algo que decir cuando me tocara a mí. Y ya me tocó. En casa tengo un estante lleno de cuentos para ellos, y por mi barrio en Madrid está la biblioteca, y todo el primer piso está dedicado a niños. Entonces voy ahí cada dos semanas, lleno la mochila de libros y eso es lo que les leo antes de que se vayan a dormir.

El cuento infantil de Andrés Edery ya está en librerías.

Llevas 22 años dibujando para El Comercio. ¿Has llegado en algún momento a sentirte un experto?

Para nada. Esto es un continuo aprendizaje. Tengo un sistema que es básicamente pasarme gran parte del día pensando en el dibujo que voy a hacer, porque para mí es más importante lo que comunico que lo que dibujo. No me considero un gran dibujante, ni un gran ilustrador, ni un gran humorista. Me considero un aprendiz. ¡Aunque a veces sí me salen bien!

O sea, vas en el micro, caminas por el mercado y juegas con tus hijos, y durante ese tiempo piensas en qué dibujarás para el periódico…

Así es. Y muchas veces he notado que cuando me ducho o lavo los platos se me ocurren ideas. Y alguien me dijo que tal vez tenía que ver con el agua (risas).

¿Y te ha pasado que ya teniendo casi todo listo, de pronto escuchas que vacaron al presidente de la República?

Sí, ha pasado muchas veces, y toca hacerlo de nuevo. Antes yo vivía pendiente de la gran noticia del día y esperaba hasta el último momento. Pero eso me estresaba demasiado, porque me acostaba muy tarde, y tengo hijos esperándome en la mañana. Así que aprendí con el tiempo que debo tener la viñeta temprano, o al menos la idea lista. El dibujo luego puede tomarte dos horas. Sin embargo, si ya está hecho, y se mandó a la redacción incluso, pero ocurre un golpe de Estado, entonces debo regresar a mi casa y cambiarlo todo.

¿Este cuento ha sido un trabajo netamente en solitario o tus hijos han tenido algún tipo de colaboración?

Mi hijo ha colaborado como crítico, porque a medida que avanzaba los dibujos se los enseñaba y él los aprobaba (risas). Y cuando le enseñé el cuento terminado me dijo que le gustaba. Y eso fue muy importante para mí porque mi hijo no tiene problemas en decirme cuando algo no le parece bien hecho.

En tu cuento, los animales anhelan cosas del exterior, pero a la vez no permiten que nadie entre a sus fueros. Y ahí está el mensaje del pollito, a atreverse. En esa línea, ¿a qué se ha atrevido Andrés Edery?

Cuando me fui del Perú y me instalé en Madrid, hice lo del pollito, porque yo no tenía absolutamente nada. Me fui siguiendo a quien hoy es mi esposa. Cogí una mochila y me fui. A eso me atreví como el pollito del cuento.

¿Eres mucho de viajar o te gusta permanecer en Madrid?

Ahora con hijos viajamos menos, pero sí me gusta, viajar y visitar museos.

¿Por qué crees que mucha gente, no necesariamente sin recursos, prefiere permanecer en un mismo lugar y rehúye a la posibilidad de viajar? ¿Algunos tienen un gen especial que los lleva a salir y otros simplemente no?

Imagino que tiene que ver con la personalidad. Hay gente que se siente más cómoda en su casa, barrio o ciudad. Es un tema de seguridad también. Los peruanos hemos crecido siempre con miedo. Mi generación temía siempre una bomba en algún lugar de Lima o de la sierra si te ibas de viaje. Yo crecí cuando Sendero aterrorizó al país. Luego está también la forma en que nos educaron. Porque cuando veo a los argentinos en Europa es como si estuviesen en su patio. O a los mismos europeos paseando alrededor del mundo. Son formas distintas de entender el planeta. Nosotros entendemos otros países como: “perdón, ¿puedo entrar?”. Pero con los argentinos parece ser más bien “¡Ya llegué!”.

¿Es más fácil hacer viñetas políticas en un país como el Perú con 130 congresistas que parecen materia prima siempre disponible? ¿Si vivieras en Suiza sería un poco más complicado encontrar temas e inspiración?

Totalmente. El problema está en que es tanta la información que a veces no sé de dónde coger. Tengo tantos temas al día que me sobrepasa. Y nuestros congresistas son humoristas involuntarios porque las cosas que hacen yo no las veo en otro país. Sin embargo, a la vez que ellos me brindan muchos temas y material para convertirlos en viñetas, también me deprimen, porque los veo y cada vez es peor. Y siento que estamos en un sótano del que no podemos salir. Casi todos son bastante impresentables y me da mucha pena. En algún momento, con Toledo y Alan García 2 y con Humala fueron como quince años donde tuve la esperanza de que podríamos convertirnos en algo más, pero llevamos hace un buen tiempo en el hoyo.

Una ilustración de octubre de 2023 publicada en El Comercio.

Aunque el niño lo lee, es el padre quien finalmente compra estos cuentos en la librería. En tu caso personal, ¿qué eliges para comprarle a tus hijos?

Siempre debe gustarme la ilustración. A veces la historia puede no ser muy interesante, incluso he llevado libros a mi casa que no les han gustado a mis hijos, pero los he cogido yo por la gráfica. Eso me jala, que me guste lo que está dibujado y pintado.

Con tu talento, demostrado tantos años en El Comercio, y con tantas cosas que podrías ilustrar, ¿crees que tal vez este cuento se tardó un poco? ¿Te gustaría ahora enfocarte más en eso?

Sí, me he demorado en publicar un libro, porque yo empecé a publicar a los 14 años de manera masiva en una revista que se llamaba “Sí”, de César Hildebrandt. No sé por qué me he demorado bastante (risas). Pero ahora me gustaría repetir esto. Tengo un par de guiones en la cabeza. La experiencia de hacer un libro es muy gratificante y me ha gustado. Espero que no pasen otros treinta años para publicar algo nuevo.

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