Chiara Roggero: «La gente de mis talleres es tan especial que es imposible no aprender de ellos»

Cerró el 2021 publicando por partida doble, sin embargo, para Chiara Roggero la palabra “descanso” resulta poco frecuente en su vocabulario habitual. En esta entrevista, surgida a raíz del lanzamiento de “Este diario llega gracias al gentil auspicio de Wuhan” y “La vida es una tómbola”, la publicista, escritora y editora deja claro que “siempre busca hacer cosas distintas”.

Ambos libros salen bajo el sello Medianoche. El primero es, como su nombre lo sugiere, un diario con los apuntes que Roggero tomó desde el ‘día 0’ de esta pandemia. Así pues, a la emoción de probarse una mascarilla y pasar algo más de tiempo junto a la familia, le seguiría el dolor de saber cómo algunos conocidos perdían la batalla contra el virus, y la frustración de ver cómo sus hijos se quedaban sin ir a la escuela (presencialmente) una interminable temporada.

Pero la pandemia no trajo solo cosas negativas para Chiara. El confinamiento le permitió continuar su larga historia con los talleres. Como maestra pudo guiar a un grupo de empresarios, actores y padres de familia en sus propios cara a cara con la página en blanco. Tal como ocurrió con “Solo se lo diría a un extraño”, en esta colección de historias nadie firma. Para la editora, el objetivo en sus clases nunca será levantar el ego sino todo lo contrario: sentirse “uno más en el equipo”.

A continuación, el diálogo con Chiara Roggero sobre “Este diario llega gracias al gentil auspicio de Wuhan” y “La vida es una tómbola”, ya a la venta en las principales librerías de Lima.

-Empiezas a escribir tu diario como si fuera el inicio de una aventura feliz. Incluso te emocionas probándote la primera mascarilla, sin embargo, en el camino terminas llamando al COVID-19 “virus de mierda”. ¿Más o menos así fue como ocurrió?

Así fue. Ingenuamente pensé que no iba a pasar de dos semanas de “vacaciones” en casa, con la familia. ¡Por fin podría aprovechar mi casa! Pero cada vez que Vizcarra salía a alargar el confinamiento dos semanas más, y dos más, y así, todo se iba oscureciendo. Entraba el miedo, la incertidumbre, el aburrimiento, la impaciencia. Y todo eso se ve reflejado en el diario. Yo dejaba que saliera, no lo quería esconder. Estaba convencida de que lo que me estaba pasando a mí le pasaba a la mayoría de personas. Lo que quería era que la gente sintiera que éramos varios los que estábamos ‘enloqueciendo’.

-En el diario cuentas que tratabas de mantenerte lo más alejada posible de las noticias sobre el virus…

Sí. Eso de ver los dominicales por la noche, la verdad es que lo dejé, porque pienso que estos programas se dedican a contar lo peor de lo peor. Y yo no estaba para eso. Además, porque tenía capacidad cero de reacción. ¿Qué podía hacer yo para que hayan más camas UCI en mi país? Nada. Entonces no me servía de nada saber que había tantas camas disponibles, cuando una de esas podía ser yo, ¿no? Porque automáticamente surgía el egocentrismo, eso de pensar: ¿y si me da y no hay cama? ¿Qué pasaría? Creo que fue una época complicada porque demostró lo individualistas que somos.

– ¿En algún momento llegaste a pensar que la cuarentena sería eterna?

Jamás. Incluso si el virus hubiera sido peor y mataba mucha más gente, yo creo que en algún momento hubiéramos dicho ‘prefiero correr el riesgo de morir a seguir encerrado’.

– ¿Ver a tus hijos sin la posibilidad de ir al colegio durante tanto tiempo fue quizás lo más duro que te dejó esta pandemia?

Sí, pero también ver a tantos niños pasando lo mismo. Dentro de todo, mis hijos están en colegios que consiguieron la forma de hacer educación a distancia, pero hay miles de niños que hasta hoy llevan casi dos años sin recibir nada, encerrados en sus casas, cuando sabemos que muchas veces las escuelas son refugios para los menores, porque sus casas son a veces foco de violencia. Todo eso me preocupa mucho.

-Otra cosa que hubo mucho en la pandemia fueron rompimientos y hasta divorcios. ¿Cómo llevaste la cotidianidad de verle la cara casi las 24 horas del día a tu esposo?

No es que me complicara la convivencia, pero sí creo que el hecho de tener más tiempo para pensar, para verte, reflexionar, hablar y para tener vacíos, te generaba el espacio para ciertos cuestionamientos que en la vida ‘pre COVID-19’ no te los hacías. Era como el extremo, porque si yo me pongo a reflexionar sobre ser mujer, podría llegar a odiar eso. Entonces era como un Zoom a nuestra relación que sí, por momento se tornaba compleja, más por los cuestionamientos que por la cotidianeidad, porque con mi esposo tenemos una súper convivencia, muy respetuosa, y además porque tenemos una casa medianamente grande y entonces no paramos encerrados. Pensaba mucho en la gente que vive en lugares muy chiquitos y seguramente para ellos fue otra historia.

– ¿Crees que las medidas iniciales fueron acertadas? El encerrarnos completamente, por ejemplo. ¿O crees que debió dejarse a la sociedad decidir un poco más por sí misma?

Cuando yo escribo el diario festejo a Vizcarra. Antes de que se destape lo del ‘Vacunagate’, claro. Y le decía a Adriana –publisher de Medianoche—‘¡qué vergüenza, mi libro saldrá como si yo adorase a Vizcarra! Pero decidí dejarlo así porque eso era parte de mi diario. Mira, cuando él salió ese 15 de marzo a anunciar el confinamiento, yo lo defendí. Sentí que estaba haciendo las cosas muy bien. Creo que estuvo bien que nos ‘encierren’, pero luego cometió una serie de errores. Sin embargo, habría que estar en los zapatos de un presidente y manejar una pandemia así.

– ¿Te quedaste en Lima esperando el turno de tu vacuna o pudiste viajar a hacerlo afuera?

Tuve la oportunidad de hacerlo y viajé exclusivamente para eso.

– ¿Estabas muy ansiosa por vacunarte y sentirte protegida?

Sí. Tenía la posibilidad y pensé: ¿por qué no hacerlo? Además, aunque me digan ‘caviar’, debo darle crédito a Francisco Sagasti: yo no pensé que las vacunas llegarían tan rápido al Perú. Pensé que las primeras dosis para los señores de 90 años estarían para enero del 2022. Me ha sorprendido lo bien que ha ido el proceso de vacunación aquí. Está muy bien organizado.

-Si se pudo comprar vacunas así fue porque había fondos en el Estado. Porque se hicieron bien las cosas en muchos años…

Es que siempre han existido fondos en el Perú, el problema es que no se saben utilizarlos correctamente. El canon minero llega a los gobiernos regionales y se lo tiran o lo devuelven. No saben cómo ejecutarlo. Yo creo que con la vacuna sí se ejecutó correctamente.

-Algo que mencionas mucho en el diario son tus talleres de escritura creativa. No solo los que dictas sino también los que has seguido últimamente. ¿Recuerdas alguno en especial?

En la pandemia me metí a un taller con Pedro Marial, un escritor argentino que me encanta. También seguí uno de poesía, porque a mí la poesía nunca me gustó pues me considero mala escribiéndola. Pero fue bacán porque conocí gente de varios países y hasta hoy tenemos un chat grupal. Alguna vez me metí a un taller de clown con Wendy Ramos, que me costó muchísimo, porque soy muy pudorosa, y el clown te obliga a perder todo eso. Lo recuerdo con mucho cariño. Y alguna vez viviendo en Buenos Aires, cuando el cambio era 1×1, seguí clases de teatro. Siempre me ha gustado seguir talleres, porque como yo los dicto, me gusta ‘robarme’ cosas y practicarlas.

– ¿Al dictar talleres aprendes de tus alumnos?

Primero aprendo mucho de mí, de mis limitaciones. Y la gente de mis talleres es tan especial que es imposible no aprender de ellos. Además, porque todo el mundo viene de diferentes mundos y medios. No es que el médico te enseñará medicina en el taller, pero sí a tener paciencia, no sé. De todos se aprende, y sobre todo la humildad.

“LOS APUROS NO SON SOLO ECONÓMICOS”

-Uno pensaría que el promedio de tus alumnos no pasan apuros económicos. ¿Qué buscan contar personas así?

Es que los apuros no son solo económicos sino de todo tipo. Y hay apuros más complejos que los económicos, como los de salud. Hay una chica que escribe que estuvo mucho tiempo en UCI, no por COVID-19 sino por otra cosa. Luego hay otra chica que no tiene mayores problemas económicos, pero enviudó muy joven, y se quedó con dos chiquitos. Entonces su problema era más emocional. Luego, hay otra con una discapacidad muy particular. Y otro que se divorció y no encuentra el amor, se siente solo, deprimido. Entonces, los apuros son de toda índole.

-Insistes como en el primer libro de tu taller, “Se lo diría a un extraño”, en no firmar los textos. ¿Por qué?

Una de las premisas del taller es entrar con el ego tapadito, que no sea el protagonista. Porque si te dejas llevar por el ego solo escribirás de tus éxitos, de las mujeres con las que te acostaste y de los países que conociste. Todo el mundo sabe que aquí hay que escribir desde el desgarro, desde lo oscuro y desde la parte no tan linda. Entonces, el no firmar los cuentos es también soltar tu ego y decir: somos un grupo y los textos nos pertenecen a todos.

El diario escrito por Chiara Roggero.

– ¿Qué tipo de lectora te consideras?

Leo muy lento, a diferencia de mi esposo, que lee veloz. Si un libro me gusta, me detengo en cómo están construidas las frases. También soy una compradora de libros empedernida, los cuales voy acumulando y no sé cuándo diablos leeré. Ahora estoy leyendo muchas autoras. Me gusta la literatura contemporánea, latinoamericana, española, pero también me gusta mucho Paul Auster. Y Pedro Mairal, claro, que me parece muy divertido y lo leo siempre.

-Hace muchos años te entrevisté por una gran obra de teatro que escribiste: “Huracán”. ¿Dónde quedó esa faceta ‘teatrera’?

Yo suspendí al teatro antes de la pandemia. Tuvimos algo así como una ‘ruptura en borrachera’, porque ya ni me acuerdo el motivo. De la nada decidí que ya no más teatro, pese a lo mucho que me gusta. Creo que “Huracán” es una obra hacia la que tengo tanto cariño que tal vez dije: no quiero hacer otra que la opaque ni que sea peor. Sin embargo, siempre estoy buscando hacer cosas distintas, no necesariamente en una sala de teatro. Puede ser en un bar, en un hotel, no sé.

-Y estás terminado tu novela…

Ahora sí, terminando de corregirla, porque ya está escrita. Quisiera concentrarme en eso, seguir con los talleres, con los libros que vienen, porque tengo proyectos muy bonitos con Medianoche.

– ¿De qué va la novela?

Yo trabajé en dos campañas con PPK. En la segunda (cuando ganó) vi un montón de cosas, pero sobre todo experimenté lo que te da el poder. Aún no había ganado, pero lo que te generaba acceder al poder lo experimenté en carne propia. Yo era la publicista que iba a llevar a PPK al poder.  Me sentía casi embriagada. De hecho, cuando PPK ganó, en la semana posterior el equipo de publicistas entramos en depresión porque nos habían quitado nuestra ‘droga’. Bueno, y mi novela trata sobre una chica que se enamora de un político corrupto. Digamos que el tema transversal es el poder, de la chica que es joven, del político, etc. Tengo la triste teoría de que el poder corrompe a cualquiera. Me siento una persona muy digna, pero no puedo garantizarte que si mañana soy congresista no termine siendo corrupta como el 99% de los políticos. Esas palabras son, lamentablemente, casi sinónimos.

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