Narradores de memorias: Historia social de la búsqueda de justicia en Perú

Renato Alarcón Guzmán, Celestino Baldeón Chuchón, Norma Méndez Díaz, Javier Roca Obregón y Ricardina Andagua Gonzales, Diana Jáuregui Jáuregui y Roger Cayllahua Huamaní. Estos son los autores de los primeros seis tomos que comprende Narradores de Memorias, proyecto editorial elaborado por el Centro de Documentación e Investigación (CDI) del Lugar de la Memoria, La Tolerancia y la Inclusión Social (LUM).

Tal como relata en esta entrevista Mario Meza, historiador, docente universitario y especialista del CDI, la citada iniciativa tiene como fin darle voz a personas muy cercanas a las víctimas del conflicto armado interno que acaeció en nuestro país entre los años 1980 y 2000.

La idea de crear algo como Narradores de Memorias corresponde a la gestión al frente del LUM de Manuel Burga Díaz, quien luego de viajar por países como Alemania y Francia, y comprobar cómo se trabaja allí la memoria vinculada a atrocidades como el Holocausto, consideró fundamental hacer algo similar en nuestro país.

La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) presentó en agosto del año 2003 su informe final sobre la época de la violencia en nuestro país. Este extenso documento, sin embargo, no es el final del repaso a lo que nos pasó. Muchos testimonios se han presentado a lo largo de estos diecinueve años, y otro seguramente irán apareciendo en distintos formatos.

Narradores de memorias es un valioso esfuerzo cuya principal particularidad es la claridad con la que sus autores testifican su cercanía con víctimas del conflicto armado. En los seis libros ya impresos –que se han repartido ya en diversas instituciones públicas y privadas—nos encontraremos con casos trágicos como las masacres de Soras y Accomarca, pero también con dolorosas desapariciones, y crímenes como el de la periodista Melissa Alfaro. Finalmente, cabe remarcar que detrás de cada firmante de estos volúmenes existe, además, una historia de búsqueda de justicia con un objetivo supremo: que situaciones así no se repitan en el Perú.

¿Cuándo y cómo surge el proyecto Narradores de Memorias?

Este proyecto nace durante la gestión del doctor Manuel Burga al frente del LUM. Él planteó la idea de hacer, en primer lugar, un recojo de testimonios de personas afectadas directamente por el conflicto armado interno, o personas que fueran del entorno familiar, cercano o íntimo de las víctimas, para poder rescatar la memoria. Y esto a raíz de que el doctor Burga viajó en 2019 a Alemania por invitación de la embajada de ese país en Lima para visitar museos en instituciones que se encuentran en Berlín y Leipzig donde se investigan hechos ligados al Holocausto y al nazismo. Pero también en dicho viaje aprovechó para ir a París, donde está el Museo Nacional de Historia y Migración. Allí se aloja la memoria de los inmigrantes que llegaron a Francia desde África y diversas otras zonas. Eso le dio la motivación y despertó su interés para buscar memorias de personas, familias y grupos que dieran cuenta de lo que había ocurrido en nuestro país en el periodo de la violencia.

Uno piensa que con el informe final de la CVR terminó todo el repaso a la época de la violencia, lo cual es un error muy grande. ¿Hay muchos más testimonios que quedaron pendientes sobre lo que vivió este país?

Definitivamente. Quizás este proyecto que se está desarrollando y que ha publicado el Lugar de la Memoria es parte de esta situación, de este escenario en el que, a pesar de lo que fue el Informe Final de la CVR y de los muchos estudios ya recogidos sobre las experiencias traumáticas que vivió el país, la sociedad peruana y muchas familias y personas, estamos frente a un tema no cerrado. Las vivencias que tuvieron las personas en estas épocas no han sido totalmente contadas. La CVR recogió principalmente experiencias traumáticas y sucesos puntuales. Aquí lo que hemos tratado de hacer es reconstruir historias que nos muestren un panorama tanto general de la vida de las personas y sus familias, como también del contexto social que vivieron. O sea, desde que nacieron, crecieron hasta el momento traumático, e inclusive mucho tiempo después. Muchas de estas víctimas desaparecieron, murieron o fueron asesinadas, pero la historia continuó. Sus familiares empezaron a buscar justicia y eso persiste hasta el día de hoy. Así que es parte de una historia de vida, pero también de una historia social de lo que es la búsqueda de la justicia en el Perú.

Más allá de que quienes escriben estos testimonios no son escritores o periodistas, el resultado final es bastante apreciable y claro. ¿Cómo ha sido la labor de edición de parte del CDI para no trastocar los testimonios?

En principio, hay que destacar que esto ha sido un trabajo institucional hecho por un espacio público del Estado, que es el LUM, adscrito al Ministerio de Cultura. Es un trabajo hecho dentro de un área específica del Estado. El LUM cuenta con los equipos del Centro de Documentación e Investigación (CDI) y además de investigadores que hemos trabajado allí con un personal adicional que se ha encargado de la investigación previa, la recopilación de información, de los contactos para entrevistar a los testimoniantes, que nos han dado varias entrevistas y con quienes hemos tratado de manera continua en la revisión de los textos. Nosotros recogíamos la entrevista grabada a partir de preguntas que les formulábamos y ellos respondían de la manera más libre y de acuerdo a su propia historia. Eso lo transcribíamos y luego pasaba un proceso intenso de edición, a través de varias manos. La revisión que se hacía con los propios testimoniantes, que han sido así autores de su propio testimonio. Esto nos ha tomado muchos meses de trabajo, y ellos siempre tuvieron la mejor disposición y entusiasmo para colaborar con nosotros, por lo que les agradecemos mucho.

El escritor Alonso Cueto destacando el proyecto Narradores de memorias.

Muchos importantes escritores peruanos han usado documentos como el informe final de la CVR para crear ficciones, en algunos casos muy leídas y vendidas. ¿Crees que la memoria y lo que nos ocurrió puede servir como un ingrediente para cuentos o novelas?

De hecho. La vida real muchas veces puede superar a la ficción, porque la materia viva de lo cual se alimenta la ficción, sobre todo para escenarios y periodos tan complejos como los que vivió el Perú entre 1980 y el 2000, ha dado una diversidad de experiencias e historias, y al mismo tiempo ha generado tantas emociones e impactos sobre la vida de las personas, que prácticamente se convierten en historias que, bien narradas, dan toda una capacidad no solamente de conocer y aprender lo que sucedió en términos reales en la historia peruana, sino que el propio mundo de la literatura y la ficción encuentran nuevos referentes e ingredientes que probablemente solo a través de la pluma literaria no se imaginaban. Y esto es lo que nos trae la propuesta de Narradores de la Memoria. Por un lado, hay historias reales contadas por los propios protagonistas, pero por el otro, también hay una capacidad para generar imágenes que obviamente van a enriquecer la pluma de muchos escritores.

Hay un sector al que no le gusta revisar lo que nos pasó, que piensa dejar el pasado en una especie de caja cerrada. Las personas que escriben esta colección, por lo contrario, se han resistido a aislar sus recuerdos, y han buscado primero justicia, y luego contar lo que pasó. ¿Qué llevaba a estas personas a seguir buscando justicia pese al transcurrir del tiempo?

Son varios motivos. Primero, el hecho de la afectación misma, que genera agravios, impactos, traumas y heridas que difícilmente cierran simplemente ‘dejándolo pasar’. Lo que hemos encontrado en varias de estas personas es el hecho de que, a pesar de lo doloroso que pueden haber sido estos eventos, a pesar de lo duro que resulta recordar y ver el tiempo transcurrido, lo que buscan es básicamente justicia. Lo que llamaríamos ‘compensación’, no necesariamente material o económica, sino del tipo social en el sentido de que, a través de la justicia, la sociedad, el país y el Estado, y además los propios grupos que perpetraron estos hechos de violencia reconozcan que hicieron daño. Entonces, primero se busca el reconocimiento de que hubo un agravio, un daño, con impactos que afectaron la vida de las personas. Que eso sea reconocido públicamente, porque esto implica varias cosas: que pueda ser a través de una investigación, proceso y sentencia judicial, y –por otro lado—el hecho del reconocimiento público. O sea, que la sociedad y todos los que formaron parte de estos eventos traumáticos reconozcan que hicieron daño. La búsqueda del reconocimiento del hecho perpetrado, y con ello sus consecuentes responsabilidades en las instancias que correspondan, a nivel de la justicia, pero también a nivel político, social y cultural.

Pero también hay otro aspecto que quisiera remarcar, y es el hecho de que estas personas no solo se han limitado a buscar justicia para sí mismas o para los miembros de su familia, sino que de alguna manera –y lo vemos en varios de los testimoniantes—se han organizado para movilizar a la sociedad, y me parece que esto es lo más significativo de estas historias. Cómo nos lo cuentan, sobre todo ya en la etapa de búsqueda de la justicia, es decir, después de que vivieron los momentos traumáticos. Entonces, buscan que la sociedad tome conciencia de estos eventos, y que aquellos que se resisten a reconocer que sucedieron, se abran a las demandas de justicia, sobre todo para tratar de mejorar las condiciones de convivencia en este país y para que, como se menciona a lo largo de los textos presentados, esto no se repita.

Santiago Roncagliolo sobre el proyecto a cargo del CDI del LUM.
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