Pablo de la Flor: “Estamos programados para desarrollar una rápida adicción a las historias”

Cuatro años después de la publicación de su primer libro de cuentos, “La última batalla”, Pablo de la Flor vuelve a la palestra con un nuevo volumen de relatos escritos en su mayoría durante la pandemia del coronavirus surgida a inicios del año 2020.

Como cuenta aquí el actual director ejecutivo de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE), este trágico episodio histórico más que servirle como material para crear ficciones, le significó una oportunidad para dedicar una mayor cantidad de su tiempo a una pasión que lo acompaña a lo largo de los últimos años: la literatura.

En “La venganza de las barbies” (Planeta, 2021), el registro fantástico se intercala con el realista, albergando historias breves y bien escritas, en las que la violencia, los recuerdos familiares y el humor son algunos de los elementos centrales.

De la Flor, quien no duda en confirmar su condición de “bibliófilo empedernido”, espera pronto dar el salto del relato breve a la novela, un género al que ve con sumo respeto. Sus planes, pero sobre todo su forma de asumir el oficio creativo, son parte del diálogo que compartimos a continuación.

– ¿Cómo es posible dedicarse a la creación, algo por decir lo menos sublime, en un país que parece siempre al borde del abismo?

Es una pregunta que me hago con frecuencia. Para mí, el literario es un espacio de relativa tranquilidad en el que tengo la oportunidad de reflexionar sobre temas de carácter más permanentes, que no son aquellos que me ganan en la cotidianidad. Encuentro en la creatividad literaria una oportunidad de cordura que muchas veces me resulta esquiva en la dificultad del trabajo en el que estoy involucrado. Entonces, para mí esto es una tabla de salvación en medio de estas tormentas. Ese es mi abordaje respecto a la literatura, y no solo escribiendo sino principalmente leyendo. Ya he dicho que soy un bibliófilo empedernido y trato de mantener la cordura a partir de la lectura y también a partir de la creatividad. Son los espacios de tranquilidad que me dan fuerza para sobreponerme a situaciones tan complicadas como las que aludes.

– ¿Cómo se manifiesta este Pablo de la Flor bibliófilo empedernido? ¿Es de llevar siempre un libro en su maletín a las reuniones de trabajo? ¿Prefiere el iPad? ¿Lee antes de dormir?

Generalmente leo por las noches. Este fin de semana terminé de leer “Páradais” de Fernanda Melchor, una autora mexicana que me encanta. Hay un grupo de escritoras jóvenes latinoamericanas que están haciendo cosas muy potentes. Y procuro leerlas. Lo hago en las noches, los fines de semana. Y antes de dormir leo poesía, que para mí es como un viaje interno. Ahora, por ejemplo, estoy leyendo a Julio Martínez Mesanza, un poeta español nacido en 1955.

-Entre el anterior libro de cuentos y este han pasado cuatro años. ¿” La venganza de las barbies” salió en su tiempo debido o se postergó por la pandemia del coronavirus?

Hay una mezcla. La verdad es que he estado muy ocupado con otros temas y abocado a otro tipo de aprendizajes, pero creo que la gran mayoría de estos relatos fueron escritos durante la pandemia.

– ¿Le parece la pandemia un tema literario?

Sé que ya han salido algunos cuentos y hasta novelas sobre la pandemia, pero para mí, más que material, esto fue una oportunidad, porque me otorgó un espacio privilegiado y con menos distracciones para dedicarle más tiempo a la literatura.  

-Este es su segundo libro de cuentos. ¿No hay por ahí escondido un borrador de novela?

Lo he intentado [risas] . Para mí la novela y el cuento son dos géneros tan afines como una carrera de 100 metros planos y una maratón. Los cuentos son mucho más manejables, tienen un principio y fin. Yo cuando me siento a escribirlos es como si tuviera una película al frente. Del otro lado, creo que aún no me hallo en la novela. Tengo un par de ideas, que son básicamente versiones más extensas de alguno de mis cuentos, pero sí, tal vez mi próximo producto sea aquello.

– Usted ha seguido talleres de escritura creativa…

Efectivamente, tuve la experiencia de entrar a un par de talleres y creo que fue muy importante para afinar la pluma, soltar la mano y creo que, para mí, el taller es una oportunidad más estructurada de interactuar e intercambiar puntos de vista con otros escritores. Y es algo que espero seguir haciendo.

-Dice que ve los cuentos como películas y me hace pensar en la fiebre del streaming, con alternativas que se renuevan cada día. ¿Qué puede hacer que una persona cualquiera decida leer un libro y no encender su televisor para ver una serie o una película?

Es interesante la pregunta. Creo que estamos programados para desarrollar esta rápida adicción a las historias. No solo para contarlas, sino principalmente para consumirlas. Y estas pueden expresarse de distintas formas. Ahora tenemos un medio más accesible para hacer lo mismo, que es el streaming. Me parece que son lenguajes y esfuerzos distintos. La lectura requiere una intensidad y compromiso del lector que es menos riguroso y estricto en el caso del streaming, porque finalmente este último depende sobre todo de la visualidad. Aunque en ambos casos tienes la opción de cerrar el libro o de cambiar de serie, por lo que las historias deben siempre estar comprometidas con el enganche del espectador o lector. Al final es la calidad de la historia la que cuenta.

-Claramente su libro tiene dos registros: fantástico y realista. ¿Se ha sentido más cómodo en alguno de los dos?

Me seduce más el registro realista, pero yo creo que hay un híbrido, y es el registro fantasioso a partir de lo real. Las situaciones que vivimos ahora a partir del calentamiento global nos dan un contexto de distopía que podría haber parecido fantasioso hace algunos años, pero que súbitamente hoy luce como situaciones posibles, inmediatas y realizables, lamentablemente.

-En el cuento “Purificación” un empleado de un ministerio sale de su oficina y ve cómo la gente se desvanece, colapsa ante el terrible calor. ¿Eso lo ve posible Pablo de la Flor?

Sí. Yo creo que estamos muy cerca de eso. Y creo que es, lamentablemente, por esta incapacidad de ponernos de acuerdo, o sea, el fracaso de la acción colectiva. Hay un interés de todos en que las cosas se hagan de otra manera, pero a nadie en particular le interesa invertir lo que tiene para lograrlo. Esa terrible incapacidad para ponernos de acuerdo abre la posibilidad de escenarios terribles, que son los que se auguran si no hacemos algo dramático para controlar, por ejemplo, la emisión de gases de efecto invernadero en los próximos años. Vamos rumbo a esas distopías si no nos sobreponemos a esa incapacidad de actuar colectivamente.

-También en sus cuentos hay violencia: social, familiar, etc. Este padre agresivo con su esposa. Estos chicos que van a buscar documentos de un nazi a su casa y terminan destruyéndola. ¿De qué forma retratar la violencia para no repetir algo ya escrito?

Creo que la violencia está presente, pero me parece más un sub-producto de la forma en cómo se van resolviendo temas de fondo. Hay una reflexión sobre el abuso físico, inclusive sexual, presente en un par de cuentos, que son parte lamentable de la realidad en la que vivimos y a la que no le dedicamos demasiado tiempo. Pero nuevamente, la reflexión no se distrae con lo episódico, sino que pretende poner en el centro de la historia la problemática más profunda y amplia.

-Me queda claro que su libro lleva este título porque ese tal vez es el mejor de sus cuentos aquí reunidos. ¿Qué me puede contar sobre el origen de esta historia?

Esta historia nace de un amigo de la infancia, un chico que sí, jugaba con muñecas. Y al hacerlo no se preguntaba ni planteaba preguntas sobre su sexualidad. Simplemente le gustaba jugar así, aunque por eso fue escarnio de otros amigos en el barrio. Luego, evidentemente, hay una gran fabulación de mi parte a partir de esta hebra de la realidad. Y es un cuento que plantea esta reflexión sobre los estereotipos, y al final presenta la reivindicación de un personaje que termina siendo un tipo de éxito, admirado, y aquellos que lo despreciaban terminan recibiendo su merecido.

-Y sobre “Un tal Félix”. No es solo una burla a una señora que podría estar alucinando por lo avanzado de su edad. ¿Hasta qué punto ve Pablo de la Flor fundamental el humor en lo que escribe?

Mi humor tiene esa chispa de sarcasmo. Soy muy sarcástico y, a veces, eso me convierte en una persona mal entendida. El cuento que mencionas juega con una serie de elementos, sobre todo con la pérdida de la memoria, y la recuperación de elementos trágicos y traumáticos en la vida de la gente. Y mezcla, además, elementos como el de los amigos imaginarios, los cuales confluyen en este desenlace medio extraño que intento plantear.

-En “Los otros monstruos” quien habla es una niña. Aunque estamos ante un cuento breve, ¿cree que el darle voz a una protagonista femenina fue un reto importante para usted?

La verdad que sí. Me costó mucho trabajo, y es algo que debo seguir perfeccionando. Es difícil ponerte en otros zapatos y lograr una voz que me resulta ajena. Tengo una hermana, así que tengo recuerdos sobre ella en la infancia. Esto alimentó mi propia lectura sobre lo que era ser niña. Y esa es la voz que está de alguna manera retratada en el cuento.

– ¿Quiénes son los primeros lectores de Pablo de la Flor? ¿A quién recurre antes de enviarle su borrador a la editorial?

Sin dudas, mi esposa Elena, que además es una mujer muy leída, y una gran cultora de la ficción. Ella siempre es la primera en revisar mis cuentos.

– ¿Y tiene derecho a veto?

Sí, pero aún no lo ha ejercido, [risas].

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