Gonzalo Ruiz Díaz: “El escritor debe intentar retratar una sociedad, no juzgarla”

Un hecho vinculado a la religiosidad sacudió las redacciones allá por el año 2011. Delincuentes habían robado la Cruz de Motupe, en Lambayeque, para –luego de quitarle las joyas que la cubrían–, finalmente desmembrarla en varias partes. Por lo impactante del suceso, la prensa capitalina envió equipos a dicha localidad norteña. El objetivo: encontrar la historia detrás de un oscuro caso en el que la delincuencia común se ensañaba terriblemente con un símbolo de fe.

Diez años después de este controvertido suceso, el escritor Gonzalo Ruiz Díaz lo toma como inspiración para su primera novela titulada “Peregrinos y traidores” (Melquiades, 2021). El autor, un economista, músico y experto en regulación de servicios nacido en Argentina, pero con más de la mitad de su existencia viviendo en Perú, ya había publicado seis años atrás un volumen de relatos breves titulado “Punto de partida”.

En esta nueva novela de Ruiz Díaz, la Cruz de Motupe es la Cruz de Zubiate. El foco de este trepidante relato de apenas 112 páginas no está puesto en los pormenores del robo, sino más bien en todo lo que ocurre alrededor. Vecinos, sacerdotes, policías y políticos en busca de la verdad dejarán expuestas sus motivaciones, fobias y complejos en una carrera contra el tiempo por dar con el paradero del ‘sagrado madero’.

Como bien dice el autor en esta entrevista, al leer esta novela uno sentirá que los personajes involucrados tienen algo de peregrinos y de traidores. Finalmente, es en situaciones límite que un ser humano devela sus facetas más oscuras.

-Viene de publicar un libro de cuentos y ahora lanza su primera novela, sin embargo, usted proviene del ámbito musical. ¿Cómo fue su acercamiento a la literatura?

Mi generación se vio marcada por el Boom Latinoamericano, que fue una corriente literaria muy fuerte, y de alguna manera yo desde muy chico comienzo a leer novelas de autores latinos, pero también algunas obras clásicas, siguiendo las preferencias de mis papás, y también por el azar. Toda mi vida he leído, pero además desarrollé un gusto muy especial por la música. Desde los 9 años tocaba guitarra. He tenido experiencias musicales con grupos de rock. Y recién en 2005 – 2010 comienza esta inquietud por empezar a escribir. Hasta hoy puedo jactarme de ser un buen lector y quizás un aspirante a escritor. Empecé a trabajar este género del relato breve y publiqué mi primer libro, “Punto de partida”, donde también incluí algunos cuentos más extensos. Como muchos, empecé a escribir sobre cosas que había vivido, pero tiempo después migré a la ficción.

– ¿Qué lección le dejó la publicación de ese primer libro en el año 2015?

Los cuentos son como hijos. Fue muy traumático el proceso de elección. Ver cuáles quedaban y cuáles no. Generalmente el autor debe confrontar con su editor y decidir no solo qué cuentos tienen buena factura, sino además ver cuáles combinan en un mismo conjunto. Eso fue difícil, pero enriquecedor, porque me ayudó un poco a madurar con respecto a lo que venía escribiendo, a las metáforas que se utilizan mientras uno escribe. Y creo que fue una experiencia gratificante, porque muchas personas, sin haberles recomendado el libro, lo compraron y me comentaron después que les gustó, quizás porque se sintieron reconocidos en algunos de mis personajes.

– ¿Cuáles son los temas que le interesan a Gonzalo Ruiz Díaz? ¿Sobre qué trataban esos primeros cuentos que publicó y tal vez muchos otros que se quedaron en el tintero?

Muchos cuentos se ven influenciados por los autores que uno lee. Y esto se mezcla con experiencias y vivencias propias. Por ejemplo, un tema que siempre me ha fascinado es el fútbol. Tengo dos o tres cuentos que transcurren en torno a un partido de fútbol. En uno de ellos, dos ejércitos de países vecinos en guerra hacen una tregua para jugarse un partido. En otro relato se declara una guerra porque uno de los países no está de acuerdo con lo que falló un árbitro. Por otro lado, si hablamos de ficción plena, he escrito sobre viajes en el tiempo y sobre tecnología. También cuentos con una mirada de asombro frente a la crueldad, como hace Ernest Hemingway. A mí me impactaron mucho los cuentos sobre la guerra que publicó este autor. El ver el comportamiento humano durante un conflicto. Ahora, si tú lees “Punto de partida” seguramente vas a encontrar cuentos que son casi reflexiones. Mira, uno de los libros que más me ha gustado de Ribeyro es “Prosas apátridas”. Me siento muy influenciado por Julio Ramón.

-Seis años después viene “Peregrinos y traidores”, su primera novela. ¿Cómo fue el cambio de géneros? Pasar de historias breves a una de un poco más largo aliento.

Esta es una novela basada en un hecho real, pero que usa esto para recrear un mundo que de alguna manera podemos observar a cualquier provincia que podamos viajar dentro del Perú. Zubiate es, entonces, cualquier lugar al que viajamos en feriados o en Semana Santa. Y muchos de sus personajes corresponden a esa realidad. En lo personal, me impactó mucho la figura de la Cruz (de Motupe) rota. Recordemos que en gran parte del Perú hay un fervor religioso muy grande, y en los últimos años hemos tenido una serie de incidentes delictivos que han terminado en actos sacrílegos. Hace 12 años viajé a Ayacucho por Semana Santa y las iglesias estaban cerradas porque se habían dado una serie de robos en su interior. Y particularmente del caso de la Cruz de Motupe me impactó mucho no solo el robo de la misma, sino la reacción de las personas condenando con mucha ojeriza los actos de los delincuentes. Entonces, eso me llevó a mí a tratar de pensar un poco en las contradicciones que se pueden encontrar en las actitudes de las personas y en las organizaciones sociales presentes en las provincias del Perú.

Gonzalo Ruiz Díaz, autor de «Peregrinos y traidores».

– ¿Es usted creyente o siguió lo ocurrido en Motupe más con una curiosidad de escritor?

Mi acercamiento fue como escritor. Yo vengo de colegios jesuitas, pero no he buscado plasmar aquí una mirada religiosa. Todo lo contrario. Quise darle una mirada humana al fenómeno social y cultural que uno puede encontrar en una provincia.

– ¿Hubo algún segundo nivel de investigación previo a la escritura de esta novela? ¿Pudo viajar a Motupe?

Estuve tentado en viajar, pero no lo hice. Decidí eso porque de alguna manera quise representar en esa cruz, que no es la de Motupe sino la de Zubiate, la situación que uno podría encontrar en múltiples símbolos religiosos que uno encuentra a lo largo del país. Así que, aunque en sus inicios hay un símil entre lo ocurrido en Lambayeque, todo lo posterior es una construcción de ficción. La idea era retratar esta ambivalencia entre el fervor religioso y la mezquindad y la traición. Estos dos rasgos humanos que uno observa en infinidad de libros, inclusive en la biblia.

– ¿De qué forma se acerca un escritor a las carencias y falencias de una sociedad? ¿Como alguien que juzga o más bien siendo una especie de fisgón que desde arriba visualiza lo que ocurre?

El escritor debe intentar retratar una sociedad, no juzgarla. Sin duda quien juzgará es el lector. Pueden ver en algunos personajes a gente con un cinismo muy grande, no sé, justificando un robo. Otros podrían ver a gente que busca salvar a su hija (como Abelardo Centeno). Yo creo que el autor debe ser una especie de retratista, alguien que busca observar y tratar de despertar en el lector un asombro. Y lo que vemos aquí es que muy pocos se salvan. Todos tienen algo de peregrinos y algo de traidores. Esto porque no somos químicamente puros.

-Usted es argentino, ¿cómo es su vínculo con el Perú?

Vivo aquí desde 1983. Me casé, tuve dos hijos peruanos. A estas alturas ya he vivido más de la mitad de mi vida en este país.

-Teniendo en cuenta todos estos años en el Perú, ¿ha podido ya encontrar una explicación a los problemas que atañen a esta sociedad? La imposibilidad de ponerse de acuerdo, las intrigas constantes, las desavenencias políticas…

En la medida en que podamos conocer y desentrañar un poco esas contradicciones, entendiendo la dimensión humana de los personajes y actores que intervienen en nuestra sociedad, con un acercamiento con mucha humildad y con la perspectiva del que quiere entender la forma de pensar de la gente, ahí podremos hablar de un punto de partida para construir acuerdos o proyectos comunes. Hay un trabajo introspectivo que tenemos que hacer en nuestras sociedades para entender por qué se dan estas contradicciones. Y tal vez ahí la literatura puede ayudar mucho.

– ¿Qué se viene más adelante? ¿Tiene algún proyecto en mente? ¿Qué espera usted a futuro de este complejo mundo de la literatura?

En el futuro estoy pensando publicar un segundo volumen de cuentos. Si el primero se llamó “Punto de partida”, el próximo podría titularse “Punto seguido”. Cuando publiqué mi primer libro dije que había emprendido un viaje sin retorno. No sé si soy un aspirante a escritor o un buen lector devenido en escritor. Pero esto es algo que me da mucho placer y siento que, modestamente, puedo dar algunas pistas que ayuden a comprender la realidad y las contradicciones que enfrentamos a diario en lo personal y en lo nacional.

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