“José María Arguedas tenía una tremenda capacidad para derribar fronteras”

Una beca de la UNESCO propició que José María Arguedas viaje y permanezca un puñado de meses en el norte de España. Sesenta y cuatro años pasaron de ese viaje en el que uno de nuestros más reconocidos autores convivió con habitantes de localidades muy humildes como Bermillo, La Muga y Sayago. El resultado de este trabajo de campo devino en la publicación de su tesis doctoral titulada “Las comunidades de España y el Perú”, la cual vio la luz en 1968.

En un intento por revalorar la importancia de un estudio absolutamente innovador si de antropología comparada hablamos, la Embajada de España en Lima acaba de publicar una nueva y especial edición del mismo. El volumen, publicado bajo el sello Paidós, conlleva una serie de esfuerzos bajo el liderazgo de Carolina Teillier, editora, miembro de la Asociación de Correctores de Textos del Perú, e hija política del autor fallecido en 1969.

Son casi seiscientas páginas que incluyen no solo el estudio de Arguedas, sino además fotografías del trabajo de campo realizado, y también un suculento prólogo de Dora Sales. Todo a disposición de nuevos lectores que buscan llegar un paso más allá de celebradas obras como “Todas las sangres”, “El zorro de arriba y el zorro de abajo” o “Yawar Fiesta”.

A continuación, el diálogo que sostuvimos con Carolina Teillier y Guillermo López Gallego, escritor, traductor, crítico literario y Consejero Cultural de la Embajada de España, acerca de este libro ya disponible en las principales librerías de Lima.

¿Cuál es el primer recuerdo que tiene usted sobre José María Arguedas?

Carolina Teillier (CT): Yo aún muy pequeña en Chile, tal vez en el año 1964, no lo recuerdo con exactitud. Su presencia en casa siempre nos llamaba la atención. Llegué a pensar que en Perú todos hablaban quechua y cantaban huaynos.

¿Por qué la Embajada de España en Lima ha decidido apoyar la reedición un libro como “Las comunidades de España y el Perú”?

Guillermo López Gallego (GLG): Llegué al Perú en julio de 2018 precisamente para apoyar a los autores y editores españoles que participaban en la Feria Internacional del Libro de Lima, que justamente en dicho año tenía a mi país como invitado central. Y en esa época, el Embajador –que en ese entonces estaba al frente de la misión en Perú—me dio a leer “La utopía arcaica”, el ensayo de Mario Vargas Llosa sobre la obra de José María Arguedas. Dentro de ese texto encontré una referencia que me pareció interesantísima a esta tesis doctoral en la que, según MVLl, Arguedas hablaba de la continuidad cultural entre una región campesina española y los campesinos andinos que José María había conocido en su niñez y juventud. Eso me pareció muy interesante. Con el paso de tiempo pude localizar un ejemplar de la tesis, y esa afirmación de la continuidad cultural entre España y Perú me pareció suficientemente interesante como para auspiciar y echar a andar esta reedición.

¿Cómo ha sido su acercamiento a la obra de José María Arguedas? ¿Tiene algún libro preferido?

CT: Tengo ciertas preferencias. “El sexto” empecé a leerlo de muy chica y recuerdo que me aconsejaron “mejor no lo leas”. Habían hecho una edición pirata del libro y habían retenido varios ejemplares en un cuarto pequeño del piso superior en mi casa de Chosica. Así que me escondía para leerlo, pero luego tuve que suspender la lectura. Tiempo después me fui acercando a los demás libros de José María, como “Los ríos profundos” y “Todas las sangres”, sin embargo, debo decir que lo que me fascinó siempre fue su poesía.

¿Cómo era la España que conoció José María Arguedas cuando viajó en 1958 para investigar lo que luego sería su tesis?

GLG: Era una España durísima que yo creo que Arguedas retrata muy bien en su tesis. No puede dejar de ser el artista y novelista que es, y su tesis está llena de unas descripciones maravillosas de las personas, fundamentalmente, pero también del paisaje urbano, o sea, las formas de organización, la arquitectura popular que él encontró, los restos de la cual yo, treinta o cuarenta años después, en mi infancia, pero en otra región del país, recuerdo. Algunas costumbres, casas, pilones para que bebiesen las vacas, que no eran tan diferentes a los que retrataba Arguedas en su tesis. Y lo que a mí me llama la atención en ese sentido, de la España en aquella época y cómo la encuentra José María, dejando de lado la parte política, pues son años durísimos de la dictadura franquista los que él conoce, fundamentalmente en 1958, años antes de que hubiese unas tímidas reformas de corte tecnocrático, que dieron algunas libertades mayores, y años antes de que otra serie de reformas hiciese que llegaran a España turistas, inversiones, y que el nivel de vida mejorase. Ahora, la España que Arguedas encuentra, al menos en la región de Zamora en la que se instaló para su investigación –aunque habla también de Extremadura, Andalucía y de algunas regiones del norte que son las que yo conocí algo más en mi infancia—es durísima. A él le llama mucho la atención que las condiciones de vida del campesino, del labrador, en las comarcas que estudió, eran bastante más duras que las de los campesinos del Ande peruano. Tanto por el clima, que le parece infecto y mucho más frío que el de Perú, como por la pobreza de la tierra. Hay un momento en el que, hablando de la dureza de las condiciones de vida, describe como solo los primeros 20 centímetros de tierra son aprovechables para el cultivo, y debajo de esto ya hay una piedra durísima en la que nada puede echar raíz. Así que descubrir a través de los ojos de un peruano, con la sensibilidad de este autor, en una mirada extranjera lo dura que era la España de los años 50, la verdad es que me produjo un impacto enorme. Una cosa es escuchar en las historias familiares esos detalles y otra bien diferente ver que alguien que venía de fuera, en una estancia de muy pocos meses, se pudo percatar de que las condiciones efectivamente eran paupérrimas y durísimas, y en muchos aspectos peores que las que imperaban en los mismos años en Perú.

Carolina Teillier el día de la presentación del libro. Foto : CCELIMA.

Me ha dicho que los primeros recuerdos que tiene de José María Arguedas son de cuando usted era muy pequeña. ¿En qué momento se dio cuenta de la magnitud de este autor para Perú y su literatura?

CT: Empiezo a tomar conciencia justamente cuando nos mudamos a casa en Los Ángeles, entre Chosica y Chaclacayo, porque allí también vivía Javier Sologuren, Luis Alberto Ratto, y ahí me percato de que hay un núcleo de personas importantes –desde el punto de vista de una niña—que se interesan por el país, por promover la creación, y me doy cuenta que José María era parte de este grupo. Ese fue un primer indicio para mí de su importancia. Y también, por supuesto, la forma en cómo lo cuidaba mi madre, que me hacía reflexionar y pensar ‘ha de ser muy importante’.

Señala que la poesía es el género que prefiere de la obra de Arguedas. ¿Recuerda algún poema en especial?

CT: Tengo un afecto especial por la poesía en general, y creo que esta tiene una forma de engarzar particularmente con algunas personas, y eso lo he visto mucho. En la Casa de la Literatura hubo una lectura grupal y ahí pude darme cuenta de cómo hay este enganche particular con las vivencias de las personas. Recuerdo a un joven que hablaba de cómo el poema “Katatay” le hacía comprender a su abuela de una mejor manera. Entonces, eso me fascina especialmente.

Un detalle no menor que recoge el prólogo de “Las comunidades de España y el Perú” es que Arguedas no solo “pasó” por ese país, sino que dejó un recuerdo. Muchas personas de los lugares donde este se hospedó guardan con cariño libros suyos.

GLG: Estos especialistas en la figura de Arguedas y en su paso por España hablan del culto al libro. El libro es el que nos ocupa la tesis doctoral de José María, que es muy recordado por la gente de la región de forma muy viva. Ha sido muy grato comprobar cuando preparábamos este libro (y Carolina ha estado más involucrada que yo en esta parte del proceso), que esa memoria sigue viva, y que él dejó una honda impresión en esa región de Zamora, que nos permitió ponerle nombre a las caras que se ven en las fotografías que hemos podido publicar, gracias a Carolina y a su madre. Hemos podido colocar caras, aclarar ciertas cosas, ampliar algunas de las anécdotas con los recuerdos de alguna gente, alguna muy mayor y otra no tanto, porque tampoco hace mucho tiempo de que el autor realizó esta investigación. Y la verdad es que esto ha sido muy emocionante, ver cómo esto seguía vivo, y cómo la gente que Jose María trató en Sayago, Bermillo o La Muga, lo recordaba con afecto, y cómo muchas de las personas de las que él habla, siguen en ese entorno o se las puede localizar fácilmente, lo recuerdan con afecto, recuerdan las canciones que le cantaban, y viceversa. La verdad es que ha sido fascinante y de alguna forma da por buena nuestra labor como diplomáticos aquí. El hecho de que –y sin quitarle importancia—algo que ocurre tan fortuitamente, de cierta forma insignificante como redactar una tesis doctoral, puede crear unos lazos tan estrechos entre dos países muy lejanos el uno del otro, que más de 60 años después siguen emocionando a las personas. Me parece que la existencia de esos lazos es parte del mensaje que queríamos desde la Embajada trasladar, promover, el hecho de que la cultura muchas veces nos une de esa forma y lo hace con vínculos más fuertes y estrechos que la economía o la política, por ejemplo.

¿Cree que las vivencias familiares y de infancia que tuvo ayudaron a José María Arguedas a poder conectar tan especialmente con los españoles a los que conoció durante su trabajo de campo?

CT: Sin ninguna duda. Yo creo que él tenía una tremenda capacidad para derribar fronteras. Él llega allá siendo un extraño en principio y, sin embargo, termina recogiendo los cantos de las niñas. Ellas le dictan la letra de sus canciones. Los niños le muestran sus hazañas en el Negrillo (árbol). A pesar del poco tiempo que estuvo allí, pudo conversar con mucha gente. Le abren muchas puertas y yo creo que todo eso tiene que ver con su capacidad para encontrar caminos que llegan directamente a las personas. Hay afectos, una curiosidad fidedigna por conocer las vivencias, y yo creo que todo eso le viene desde muy pequeño, desde sus propias vivencias.

Usted conoce el Perú porque tiene ya varios años viviendo aquí. Siendo usted traductor, ¿qué tan difícil resultaría traducir el quechua para idiomas como el inglés británico o el francés? ¿Le parece un idioma originario muy complicado o más bien accesible?

GLG: ¡Menuda pregunta! El quechua está muy lejos de los idiomas que yo conozco. A mí personalmente me costaría muchísimo, por lo que he podido aprender sobre el quechua, de cómo funciona y el hecho de que mucha información se traslada con sufijos, con desinencias, y es una organización muy diferente a la que yo conozco en los idiomas con los que puedo trabajar con confianza. Pero creo que podría ser factible, y por supuesto con tesón y trabajo. No es fácil, pero tampoco imposible (traducir el quechua). Un catedrático español, Julio Calvo Pérez, miembro correspondiente de la Academia Peruana de la Lengua, que recientemente presentó una historia de lengua quechua, ha hecho diccionarios, y todo acercándose al quechua en una edad adulta, sin el beneficio de aprender una lengua siendo niño, lo cual está demostradísimo hace las cosas mucho más fáciles. El propio José María Arguedas creció en un ambiente quechuablante y empezó a utilizar el castellano entrada ya su niñez. Pero sin tener el beneficio de esa inmersión desde una edad tan temprana en el quechua, creo que es posible hacer buenas traducciones de dicho idioma, sin embargo, lo que dudo ya más es que sea posible para mí hacerlo. Más allá de esto último, me parece muy recomendable que haya traducciones del quechua al francés, italiano, y a las lenguas de mayor producción editorial.

El escritor, traductor y crítico literario español Guillermo López Gallego. (Foto: del autor)

Para muchos Chaclacayo es un escape del cielo gris de Lima. Y no solo los fines de semana. ¿Qué es para usted este lugar? ¿Se imagina Lima sin Chaclacayo?

CT: Para mí, Chosica, Los Ángeles y Chaclacayo son parte importantísima de mi vida. El río Rímac, las visitas con José María, con Gaby Heinecke, con mi madre, mi hermano, y también con Abel Carbajal. Los domingos casi siempre íbamos al río. No siempre en Chosica, a veces más arriba, llegando hasta Matucana. Como dices, era una forma de huir de lo gris. Y tener cerca el sonido del río mismo es algo muy querible. Me parece que es algo que uno vuelve a buscar siempre. Y al lado también teníamos el tren. Aunque creo que esto también es parte de Lima, que finalmente te ofrece muchas cosas, tanto buenas como difíciles. Recuerdo que a José María le gustaba el mar. Íbamos mucho a Bujama, cuando no había ninguna casa, por supuesto.

Además de José María Arguedas, ¿qué otros autores peruanos podrían servir para entender un poco más el vínculo entre España y Perú?

GLG: Creo que, hablando de cosas bien diferentes, para mí ha sido de mucha ayuda, por supuesto, Mario Vargas Llosa, pero de más ayuda en aspectos concretos José Carlos Agüero, que me parece esencial para entender buena parte del trauma de los años de conflicto armado en este país. Autores en un sentido más amplio, como los pintores amazónicos Brus Rubio, Rember Yahuarcani, me parecen esenciales para entender la Amazonía. Martín Adán para entender Lima. Sebastián Salazar Bondy que, 60 años después de sacar “Lima la horrible” sigue siendo un autor de enorme actualidad. Oswaldo Reynoso describe muy bien la sociedad peruana. He aprendido mucho de todos los autores que he leído aquí, que me han permitido añadir piezas a un rompecabezas que nunca se acaba de armar, pero con el que uno juega con el mayor interés y con muchísimo placer.

En el colegio nos dan a leer “Todas las sangres” y “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, pero no “Las comunidades de España y el Perú”. ¿Cuál cree usted que es el gran aporte de este ensayo y por qué es importarnos acercarnos a él?

Un aspecto importante tiene que ver con la antropología misma. Por supuesto que este libro está escrito con una maravilla de letra, por decirlo así, siendo José María. Pero además me parece un homenaje a esta profesión que en el Perú tiene a muchas personas que la han estudiado y la ejercen. Y si se hace una selección para colegios, en un aspecto vocacional, sería (útil para) abrir un nuevo ámbito. Si me lo planteas como desafío a los docentes, yo creo que este libro podría abrir mentes para que así los estudiantes se dirijan hacia profesiones como la antropología. En este país hay profesionales magníficos, y yo creo que además hay una producción a partir de los estudios antropológicos que merece valorarse mucho más. Por mi trabajo me ha tocado revisar textos de Roberto Zariquiey sobre la Amazonía realmente espectaculares, como acercamiento a la gente y como aprendizaje. Y yo creo que ahí hay todo un ámbito muy rico que puede empezar desde el colegio, ya que me lo has planteado así.

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