Como si la muerte no fuese un momento absolutamente concreto, existe la idea de que, a lo largo de nuestra existencia, vamos dejando un poco de nosotros en cada decisión, nuevo comienzo, error, tropiezo o acierto. La premisa, tomada de un poema escrito tiempo atrás por el argentino Alejandro G. Roemmers, explica el título de su más reciente novela, “Morir lo necesario” (Ediciones B, 2022).
Entre sus múltiples ocupaciones, este exitoso empresario argentino tiene un lado avocado exclusivamente a lo artístico. Resulta fácil encontrar información sobre su producción poética. Él mismo se reconoce “primero como poeta, luego como novelista”. Sin embargo, el tema que propició esta entrevista es lo segundo, una historia realista, vigente y movilizadora.
En “Morir lo necesario” se mezclan dos historias. La de Miguel, un joven argentino que inesperadamente se ve confinado en Nueva York al inicio de la pandemia del coronavirus, y la del detective Luis G. Fernández, quien tiene la labor de descubrir la verdad detrás del macabro hallazgo de un cadáver en un campo usado para la construcción.
Estamos ante poco más de 300 páginas que, alternando las dos situaciones ya descritas, nos invitan a reflexionar sobre diversos temas: la relación entre padres e hijos, el efecto de la corrupción en nuestra sociedad y el peso de nuestras decisiones en contextos urgentes.
A continuación, nuestra charla con Alejandro G. Roemmers sobre esta novela, presentada en la última Feria del Libro de Buenos Aires nada menos que por el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.
Usted tiene una trayectoria muy conocida en el ámbito de la poesía. ¿Qué podría decirnos de su acercamiento a la narrativa?
Mi primer libro que técnicamente es una novela, aunque breve, es “El regreso del joven príncipe”, que es un texto espiritual y bastante poético. Lo escribí muy de corrido, en nueve días, allá por mediados de 1999. A partir de ahí se me abrió la posibilidad de escribir prosa, aunque nunca tuve la intención de escribir novelas. Conocía a una muy buena poeta que siempre me aconsejaba escribir novelas porque me gusta mucho contar historias, sin embargo, eso siempre me pareció algo más para alguien profesional, que pueda hacerse horarios diarios de escritura, algo que para mí es muy complejo por la vida que llevo. Sin embargo, y a sugerencia de mis editores, que buscaban algo que continúe lo que fue “El regreso del joven príncipe”, de pronto me vino una historia, que terminó siendo “Vivir se escribe en presente”, que yo la tomo como mi primera novela, porque la anterior la veo más como un relato espiritual. Tiempo después, y gracias al éxito de “Vivir…” me tentó a probar algo nuevo, y justo vino la pandemia. Pasé cuatro meses en la sierra de la provincia de Córdoba, y de pronto surgió una primera idea. Tomando unos hechos reales que le sucedieron a un amigo, sumándole otros de mi vida, y otros leídos en el periódico, pude armar “Morir lo necesario”.
Resulta imposible hablar de su novela sin mencionar la pandemia del coronavirus. ¿Le ha sido fácil o complicado escribir sobre un tema tan presente?
Para escribirlo, no, porque lo hice con total naturalidad, basándome en parte en mi experiencia de lo vivido. Pero, evidentemente, yo tuve una experiencia mucho más libre de la pandemia por el hecho de estar en una estancia. Ahí podía salir al aire libre y caminar por el campo. La persona que está en un departamento la pasa mucho más difícil en la ciudad, claro. Así que creo que fue una bendición enfrentar (el inicio de la pandemia) en el campo. Por otro lado, cuando le entrego la novela al editor le pido que la lean varias personas para que la comenten, y tres o cuatro de los diez se quejaron porque aparecía el tema de la pandemia. Es como si estuvieran hartos del tema, sin embargo, me resistí a sacar eso porque yo no estaba escribiendo solo para personas enojadas con la pandemia, sino también para gente que –tal vez en el futuro—recién se entere lo que nos pasó.
“En los días que siguieron, Miguel creyó comprender lo que siente un náufrago al ahogarse”. Esto vivió uno de sus protagonistas cuando se decretó el primer confinamiento en Nueva York. Le pasó algo muy distinto a usted, entonces…
Sí, y eso me parece lo interesante. Desde chico tengo la capacidad de ponerme en la piel de otros y por eso puedo ser novelista, porque puedo ver la realidad desde distintos puntos de vista. Eso fue un poco la enseñanza espiritual que recibí de mi madre, que siempre nos decía “pónganse en el lugar del otro”, porque no solo es una forma de empatizar con la gente, sino también tener sensibilidad social y espiritual, dejar de creerse el dueño de la verdad y pensar que todos pueden tener puntos de vista tan distintos como válidos. Todo esto lo tengo desde muy chico y tal vez por ello tengo la capacidad de escribir novelas, porque justamente yo imaginé, con los testimonios de amigos míos que se quedaron encerrados (en un caso en Miami), cómo es vivir la pandemia de esa forma. Por eso la describí así. Sin embargo, soy consciente de que la realidad es mucho más cruda de lo que la cuento en mi novela.
Y uno piensa, ¡a quién no le gustaría quedarse mucho tiempo en Nueva York! Pero luego vas recapacitando y a Miguel le tocó estar solo, en otro país, con otro idioma, y sin dinero…
Efectivamente. Miguel ni siquiera tenía dónde quedarse, porque se le venció el alquiler del departamento, así que se quedaba en la calle. Fue una situación muy compleja que seguramente tuvieron que atravesar muchas personas. Yo creo que dentro de un tiempo aparecerán novelas de la pandemia con situaciones mucho más complejas y reales de las ya reveladas. Por otro lado, un hecho real en el que me inspiré para una parte de la novela fue una noticia aparecida en el diario sobre un hombre que viajó en un velero desde España para poder estar junto a su padre en Argentina durante la pandemia. No consiguió boletos de avión. Usé eso para contar lo ocurrido con Miguel.
Me ha hablado de su capacidad y gusto para contar historias. ¿Cómo surge? ¿A través de las lecturas o quizás de forma innata?
Si hablamos de escritura, evidentemente, arranqué con la poesía y esa es mi mayor vocación. Me siento más poeta que novelista, sin embargo, he leído mucha ficción policial, novelas de Agatha Christie, bestsellers, etc. Ahora me atrapa mucho el tema de las mini series, y estoy trabajando con guiones. Siempre fue una aptitud mía contar bien las historias vividas, y de ahí a escribirlas hay un paso nada más. Lo que pasa es que, es más un tema de lo trabajoso que resulta y el tiempo que demanda. Si yo pudiera contarla, imaginarla y tener –como algunos autores bestsellers—un equipo de escribientes, todo sería más fácil, pero cuando uno debe ser el artesano y escribir 300 páginas, cuesta mucho más. Tengo la idea de hacer todavía una novela más, pero luego creo que ya me iré por el lado del cine y de las series.
Hablando de esto último. ¿Cómo se explica que, en medio de tanta oferta existente en el cine y el streaming uno termine por elegir comprar un libro y sentarse a leer?
Es una buena pregunta. Será algo muy difícil en las nuevas generaciones porque estas, más que la nuestra, están vinculadas más a la imagen, buscan experiencias más inmersivas que solo la lectura. En mi caso personal, aunque ahora veo muchas series, trato de siempre leer libros porque deja en libertad mi imaginación. Y ese era el motivo por el que, por ejemplo, mi padre, no quería que tengamos siempre la televisión cerca. Para él, la TV anulaba la creatividad y la imaginación, mientras que si uno, por ejemplo, para inventar los juegos, precisa de su creatividad, o si uno lee, usa más su imaginación. Tal es así que, generalmente si uno lee un libro y después ve la película, muchas veces pasa que lo que se había imaginado superaba a la película y tal vez no quedas satisfecho. Además, hay muchos detalles del libro que no aparecen en la cinta o que no se pueden transmitir. Una mirada puede tratar de transmitir, claro, pero en el cine hay que reducir. Hoy las series de varios episodios dan un poco más de posibilidad de desarrollar historias con más detalles, sin embargo, el libro permite muchas reflexiones interiores. Yo prefiero lo espiritual y lo psicológico, para lo cual el libro es único.
Mario Vargas Llosa estuvo en la presentación de su novela en la última Feria del Libro de Buenos Aires. ¿Cuál es su relación con el Nobel de Literatura?
He leído algunas novelas de Mario. Me parece que él escribe una literatura muy entretenida. Y me ha caído muy bien como persona. Hemos tenido charlas muy entretenidas. Yo había estado con él otras veces en una mesa incluso de la Feria del Libro de Buenos Aires junto a Jorge Edwards, hablando sobre lo que me preguntaste de la escritura, los libros y los jóvenes, cómo iba a competir la imagen, el teléfono con el tema de la lectura. El uso del idioma, que cada vez se va desfigurando un poco por la forma en que, por ejemplo, escribimos en los teléfonos. Y luego él me nombró asesor en su Fundación, entonces me encuentro con él en distintos actos en España, Estados Unidos, México, Uruguay. Así que es una persona con la que me encuentro seguido, y por eso también él quiso estar presente en la presentación de mi novela en Buenos Aires. Tenemos bastante en común y fue para mí un gran honor que comparta en mi mesa y sobre todo porque hace menos de una semana había dejado la internación porque se contagió de COVID-19. Él se comprometió a estar y lo quiso cumplir a pesar de todo.
En la presentación de “Morir lo necesario” se hizo mención al carácter psicológico del relato, a las técnicas policiales y a los diálogos. Si le pidiera me hable de sus personajes, ¿llega a identificarse con alguno de forma más notoria?
Creo que cuando uno escribe narrativa siempre hay un poquito de uno en cada personaje. Pero específicamente aquí hay algo en lo que no sé si usted se ha fijado: tres padres y tres hijos, y creo que yo he puesto algo mío ahí. Esas relaciones entre Facundo y su padre, o de Miguel y su padre, o de Mauricio y su padre, desembocan en resultados diferentes. Creo que uno de los principales motivos para haber escrito esta novela, además, de lograr una reflexión sobre los efectos de la corrupción en las personas o la comprensión de la diversidad sexual, pues me interesaba mucho el diálogo entre padres e hijos. Y ese es uno de los temas claves de la novela, porque donde hubo diálogo, comprensión y aceptación, finalmente se logra la felicidad o restablecer la relación y poder seguir adelante con la vida. Y donde todo esto no se da, las consecuencias fueron diferentes, y nefastas en algún caso.
Hablando de padres e hijos, cada vez se escriben más manuales y hay más programas de TV o Podcast del tema, pero resulta mucho más difícil criar bien…
Exactamente, porque hoy los chicos están en contacto con las redes sociales y con todo ese mundo de información que les llega a través de la web, así que es muy complejo todo. Yo lo vivo indirectamente porque si bien no me ha tocado criar hijos, sí tengo muchos ahijados y sobrinos, así que de alguna manera soy también un poco padre espiritual de muchos jóvenes. Y creo que esta es como una especialidad mía. Yo leí muchísimos libros de autoayuda, superé muchos temas míos, y me encuentro bastante capacitado. Aunque un hijo propio siempre será diferente y lo hace a uno responsable de muchas cosas. Pero creo que sí he logrado cierta influencia positiva con los hijos de otros. No es un tema fácil. Es como tirarse a una piscina a nadar. Puedes leer antes muchos manuales, pero hasta que no te sumerges y empiezas a ver las brazadas, no sabes lo que es nadar. Por eso es tan importante no sentirse dueño de la verdad, poder escuchar y empatizar con quien sea. Y más con un hijo. Sé que a veces debes aplicar autoridad, ser más firme, tomar otro tipo de actitudes. Es como un tire y afloje.
Dicen que la realidad a veces supera a la ficción. ¿Le parece que aún queda por escribir la gran novela sobre la Argentina de hoy?
Yo tengo pensado escribir una novela más, pero no es sobre la Argentina de hoy. Combino realidad y ficción, es decir, parto de una noticia real y hecho reales, y lo que es ficción es cómo uno los hechos a través de una trama que desemboca en la noticia de dominio público. En cuanto a mi país, Argentina es muy difícil de comprender aún para los propios argentinos. Y me imagino que para la gente de afuera lo es mucho más. Yo creo que hay que bucear mucho en el fenómeno de la inmigración, muy fuerte y rápida en este país, al que además le ha costado consolidarse como Nación. Hubo una clase dirigente que en un momento fue exitosa y encontró un rumbo de éxito y luego lo perdió porque justamente le faltó ponerse en el lugar de los otros. No se pusieron en el lugar de las personas más humildes, sencillas, de los trabajadores, y había muchas demandas sociales insatisfechas. Y entonces cuando vino una persona populista como Perón, decidido a satisfacer esas demandas, bueno, causó un impacto tan grande que aún no nos hemos podido librar de esta especie de maleficio populista que nos tiene todavía atrapados. Espero que algún día podamos salir de eso, pero hace falta tener una formación y poder mirar más allá, es decir, reconocer que cuando uno quiere satisfacer todas las demandas en el corto plazo no siempre es posible. Hay que poder hacer planes y proyectos con continuidad y que saquen una sociedad y un país adelante en el mediano y largo plazo también.