Resulta habitual encontrar en nuestros recorridos por el centro de Lima una serie de personajes, en su mayoría hombres, que ofrecen megáfono en mano un periódico de titulares que abren y cierran con signos de exclamación. El nombre de este tabloide –dicho así básicamente por sus dimensiones—es “Antauro” y no comenzó a repartirse ayer. Ni siquiera hace unos meses, cuando su fundador, el militar retirado Antauro Humala Tasso, abandonó prisión luego de una larga condena por liderar una asonada en la que él y sus huestes asesinaron a cuatro policías en Andahuaylas.
Hablamos de un quincenario que sirve como soporte propagandístico de lo que conocemos como etnocacerismo, un movimiento político que tiene como origen el conflicto armado interno que asoló nuestro país desde 1980. Aunque transitó varias fases, como la que lideró inicialmente de forma pública Ollanta Humala Tasso, en algún momento este se decantó por Antauro como líder absoluto. Incluso desde prisión, este hombre que deplora el sistema político –aunque se haya aliado más de una vez para participar de él—supo conducir a un grupo con mayor o menor presencia en determinadas zonas del territorio. A través de los años, reservistas y licenciados del Ejército han repetido en calles y plazas propuestas que se fueron moldeando de acuerdo a la coyuntura.
Pero en medio de tanto cambio hubo algo que se mantuvo inamovible: el deseo de tomar el poder. Así lo considera la politóloga Mariana Alvarado Chávez. Ella acaba de publicar un ensayo titulado “Populismo radical en Perú: la invención del etnocacerismo”. El volumen, número ocho de la colección Zumbayllu del Fondo Editorial PUCP, es un notable análisis de los orígenes de este movimiento. Su autora no solo se ha sumergido en decenas de ejemplares del quincenario que mencionamos al inicio de esta nota, sino que además ha leído los libros publicados por el hoy excarcelado Humala Tasso. A lo largo de su investigación, la también doctora por la Universidad de Nueva York y Magíster por el Politécnico de Zúrich, fue identificando los virajes de esta corriente que enfatiza la idea del ‘cobrizo subyugado por el blanco’. También aborda conceptos como el ‘Ejército y soldado político’, disecciona tipos de populismos y se atreve a ensayar una respuesta sobre el por qué las propuestas de este grupo no encajan en la gran mayoría de nuestra sociedad.
Conversamos con Alvarado Chávez sobre su obra, una interesante forma de enfrentarnos a la realidad de un movimiento que, aún en circunstancias adversas y aplicando algunas las mismas estrategias de los grupos que tanto fustiga, se prepara para tentar el poder en un próximo proceso electoral. Esta vez con su líder en libertad, lo cual puede cambiar las cosas para bien o para mal.
¿Cómo surgió tu interés por estudiar el etnocacerismo y qué objetivos te planteaste al escribir este libro?
Este libro está basado en mi tesis de maestría en ciencia política en la PUCP, escrita originalmente en 2009. Básicamente, me interesó el etnocacerismo porque es un discurso tan radical y llamativo que genera interés. Y al mismo tiempo el tratamiento que recibía, los análisis que pude encontrar sobre él, me parecían insuficientes. Me parecía que no era tratado de una forma seria. Había un poco de análisis de coyuntura para tratar de explicar los levantamientos, pero más allá de eso el movimiento político en sí no se había estudiado en detalle. Un poco tal vez en parte por este discurso tan hiperbólico y radical de Antauro Humala que había hecho que se lo vea como un loco, un alucinado y no se lo tome en serio. Sin embargo, para ese entonces el etnocacerismo era un movimiento bastante expandido, que tenía su quincenario, con un tiraje que llegaría hasta los 100 mil ejemplares. Y me parecía que el hecho de que hubiera toda esta red de licenciados y reservistas del Ejército recorriendo el país vendiendo el quincenario motivaba un tratamiento más serio y profundo que el existente.
¿Podría decirse que hoy se conserva la idea originaria del etnocacerismo o esta ha variado a través del tiempo?
En el libro trato de ir rastreando cómo ha ido evolucionando, y yo diría que lo que se mantiene es básicamente el objetivo: alcanzar el poder. Aparte de eso, la mayoría de cosas han ido cambiando, evolucionando. Quizás lo más notorio es que al comienzo, en el año 2000, incluso antes del primer levantamiento, el líder era Ollanta Humala. Es más, así se llamaba el quincenario. Y es recién a partir del ‘Andahuaylazo’ en 2005 que empiezan a separarse los caminos de los hermanos y el movimiento comienza a tomar este perfil más ‘antaurista’. Cuando hablo del populismo trato de explicar este carácter flexible y oportunista, y eso es un poco lo que vemos en el discurso del etnocacerismo.
En el libro cuentas que tuviste acceso a los quincenarios y también a los libros escritos por Antauro. ¿Este cambio que me mencionas se ve también en ambos espacios? ¿Cómo dirías que se van transformando sus ideas?
Se ve claramente. Hay una evolución muy clara y da la impresión de que (él) fuera ensayando distintas ideas y se va quedando con las que funcionan mejor. Al comienzo es como un movimiento muy restringido alrededor del Ejército, enfocado en oponerse a la estrategia de la lucha anti subversiva, la cual básicamente presentaba como enemigos a toda la población indígena o campesina y que era muy radical en ese sentido. Entonces, primero hay un objetivo muy limitado y con el tiempo se va desarrollando, expandiendo, generando una ideología, una versión de la historia y esta creación de la figura de Antauro como líder que va a alcanzar el poder. Y también se va creando esta nueva identidad del cobrizo y se va desarrollando toda esta historia de la lucha de razas o de etnias, y (de) cómo los cobrizos han estado históricamente subyugados por los blancos, y Antauro es el líder que viene a ‘hacer justicia’.
Este salto que mencionas en el libro del ‘Ejército político’ al ‘soldado político’ que dices tiene que ver con el fujimorismo, porque él interviene y ‘para’ un poco las cosas. ¿Esto quiere decir que antes del etnocacerismo los soldados no tenían ideas políticas?
Antes eran todos, pero el hecho de ser un sentimiento compartido con las élites y cúpulas del Ejército quería decir que aquellos que tenían la iniciativa eran los altos mandos. Entonces, lo que pasa con Fujimori es que estos últimos son cooptados y dejan de tener esta visión crítica hacia la política, esta visión autónoma que los lleva a intervenir, y cuando los altos mandos son neutralizados la preocupación por este rol tutelar y la visión crítica, tanto de la política como del rol que estaba teniendo el Ejército recae en los oficiales y mandos medios. En resumen, no es que antes no lo tenían, sino que lo tenían todos, pero las élites lideraban, y cuando perdieron ese rol, esta inquietud y esta visión de sí mismos como guardianes y defensores de la Nación pasó a reposar en los soldados.
Al comienzo de tu libro haces un disclosure muy interesante: “Estudiar el Etnocacerismo de forma desapasionada no implica obviar el discurso radical y violento”. ¿Dices esto porque a la Academia se le exige objetividad y con ello tal vez evitar decir ciertas verdades?
Muchas veces se confunde objetividad con neutralidad, entonces, me preocupaba un poco que, si no hacía esa aclaración, a pesar de que –desde mi punto de vista– mi aproximación al etnocacerismo es bastante crítica, me parecía importante dejar en claro que mi intento por ser objetiva en mi análisis no quiere decir que no reconozca lo peligroso que es este discurso.
Sobre el rol tutelar de las Fuerzas Armadas, algo que ha sonado mucho en los últimos meses luego de negarle el respaldo a Pedro Castillo con su golpe de Estado. Si, tal como cuentas en tu libro, las FF.AA. han tenido esta tradición de acomodar la historia para quedar siempre como garantes de la Democracia, ¿cuál es la noción más exacta que debemos tener nosotros los civiles sobre esta institución?
Ellos deberían ser vistos en un sistema democrático como servidores públicos, como parte de la burocracia y en ese sentido hay un liderazgo político elegido democráticamente que es el que decide las políticas y el camino que va a tomar el país, y en dicho marco las FF.AA. deben cumplir una tarea de defensa del territorio nacional, someterse a la autoridad civil y punto.
Algo que no deja de sorprenderme de tu libro es que no mencionas un solo ‘segundo’ de Antauro Humala. Esto lo pinta como un movimiento tan similar a los que critica: personalista. ¿Qué me puedes decir sobre este rasgo del etnocacerismo?
Este es un movimiento eminentemente personalista. Todo gira alrededor de Antauro. Siempre lo ha sido así. Aunque al comienzo el líder era Ollanta. Luego hubo un punto de quiebre, (y este) empieza a criticarlo, y luego cambia el nombre del quincenario y pasa a centrarse todo alrededor de Antauro. Esto lo vinculo con esta idea del populismo, una estrategia política en donde hay un líder muy claro que trata de usar a las masas en algún sentido. Y dice que es su representante, pero al mismo tiempo hay una relación bastante instrumental en la que el líder se erige a sí mismo como representante del pueblo, en este caso de los cobrizos, y hay toda esta mitología que Antauro mismo construye alrededor de sí mismo, y habla de su infancia, de su niñez, y de cómo él estaba predestinado a ser el ‘líder restaurador de los cobrizos’.
Más allá de que tú fundamentas en tu libro que las ideas radicales no tienen la facilidad para impregnar en la mayoría de la sociedad, y dicho esto sin poner a Antauro en plan de víctima, ¿cuánto influye el hecho de que el líder haya estado preso más de 15 años para que el movimiento no haya crecido en otra magnitud?
Definitivamente eso afecta. Otra de las características del populismo es esta relación muy directa entre el líder y el pueblo. El hecho de que Antauro haya estado preso por veinte años hace muy difícil mantener esta relación directa. De hecho, es algo que él intenta hacer claramente a través del quincenario, mantener vivo al movimiento, activo, pero creo claro que (estar preso) es algo que ha limitado bastante su potencial y eso abre la pregunta sobre qué puede pasar ahora que está en libertad y puede tratar de reactivar esa relación.
En la página 219 dices: “En el caso del etnocacerismo, a pesar de que se presenta como un proyecto revolucionario que busca crear un ‘Neo Tahuantinsuyo’, sus propuestas concretas son tan modestas como hacer del quechua el idioma oficial, mudar la capital al Cusco o establecer una autarquía alimentaria. De acuerdo con ello, parece rebelarse más contra el contenido de nuestra organización política que contra su forma«. ¿Qué quieres decirnos con esto?
Aquí hay una especie de contradicción o contraste entre los titulares grandilocuentes o llamativos y luego las propuestas concretas. Hay mucho sensacionalismo, un intento por impactar y decir que ‘vamos a fusilar a todos’ y ‘purificar el Congrezoo’, porque lo ven como un zoológico y ellos se ven como una fuerza revolucionaria que lo va a cambiar todo. Pero al mismo tiempo cuando dices: ¿y cómo van a hacer esto? Las propuestas concretas que presentan son bien limitadas. Por ejemplo, ya no va a ser el Perú sino el Neo Tahuantinsuyo, se hablará quechua y la capital será Cusco. Bueno, eso no es revolucionario. Entonces, yo lo entiendo como parte de esta estrategia de tratar de impactar, emocionar, pero cuando te fijas en el detalle, no hay mucho para analizar.
¿Qué situaciones para ti demostrarían que el propio líder del etnocacerismo menosprecia a los ‘cobrizos’ a los que se dirige en sus manifestaciones?
El ejemplo más concreto es el apelativo que usa para llamarlos: humanoides. Y dice que como consecuencia de 500 años de globo colonización han sido corrompidos y están atrasados en todos los sentidos. Como si no se hubieran desarrollado tan bien como sus enemigos los blancos. Tienen pues toda esta idea de que los cobrizos son un pueblo subyugado, atrasado, corrompido y él será el que los libere y ayude a recobrar su potencial, expresado tal vez en su máxima expresión durante el Tahuantinsuyo. Pero en general (Antauro) es muy despectivo hacia esta identidad cobriza.
Otro detalle que recoge tu investigación es la capacidad de acomodamiento que tiene el etnocacerismo –o Antauro, que seguramente es lo mismo—en la política. Se alió con otros partidos para llegar al Congreso. Me parece que también integró una plancha. No tuvo éxito y volvió a lanzarse con otros. ¿Crees que esto termina mellando la esencia del proyecto original?
Hay varios puntos por resaltar ahí. Primero en cómo este discurso maximalista y revolucionario cuando vas al detalle es bien limitado. Entonces, dices ‘vamos a purificar la Nación, vamos a fusilar a los corruptos y cambiaremos todo’, pero al mismo tiempo postula al Congreso con partidos existentes, aunque según él toda la institucionalidad es corrupta y merece reformarse. Yo tomo esto como una muestra más de que toda esta organización y discurso del etnocacerismo gira alrededor de un objetivo claro y limitado: alcanzar el poder. Todo lo demás es accesorio. La historia, el líder, la estrategia, pueden variar. Lo único que se mantiene estable es ese objetivo.
En la página 230 dices que el etnocacerismo constituye un populismo más radical que los mencionados por Carlos de la Torre al proponer el concepto (Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Ollanta Humala). ¿Podríamos asumir que hoy sigue siendo igual?
Creo que me refería a que es más radical este aspecto que naturaliza la confrontación entre distintos grupos. El hecho de que él diga que hay una lucha por la supervivencia entre los cobrizos y los blancos y que esto solo va a terminar cuando uno termine de aplastar al otro es radical porque las posiciones son naturalizadas. Es como un discurso muy esencialista. Entonces, primero, cada uno tiene su sitio atribuido por naturaleza, no puede cambiar, y, segundo, no hay espacio para la conciliación, para el discurso, para la política ni para el compromiso. Y creo que en ese sentido sí es más radical que las otras alternativas mencionadas.
A propósito de la influencia de Cáceres y Velasco en el etnocacerismo. ¿Identificaste en los libros de Antauro y en el quincenario un intento por edulcorar un poco la imagen de ambos? Te pregunto esto porque mucha gente tal vez desconoce los lados grises de estos personajes…
Como todo en el discurso etnocacerista hay la invención de un mito. Y eso es lo que hace con Cáceres y Velasco. En ambos casos se destacan los aspectos relevantes y útiles. Con Cáceres la alianza con las guerrillas campesinas que permiten ciertos éxitos en la Guerra con Chile, y se pasa por alto todos los aspectos más complejos y contradictorios de la citada relación. Y con Velasco igual. Hay una relación muy instrumental de la historia, donde se sirve de lo que le es útil para construir este mito de una alianza entre un gran líder militar (que sería él) y las poblaciones campesinas e indígenas del Perú.
Puno es el único departamento que permanece bloqueado por la actual crisis política. En tu libro dices, no recuerdo si citando a otra persona, que la confrontación étnica no ha llegado a tal magnitud que propicie un enfrentamiento de razas. ¿Te parece que esto puede cambiar en algún momento? Lo digo por cómo se ve que vota Lima, o el mismo norte, no sé. ¿Puede haber situaciones que propicien un agravamiento de las diferencias étnicas en nuestro país?
Definitivamente. Es algo en lo que he estado pensando en el contexto actual. Cuando escribí el libro ese conflicto inter étnico no era tan resaltante como hoy, y creo que definitivamente en la coyuntura actual, las políticas represivas que usa el Gobierno están haciendo que ese tipo de discurso y confrontaciones se vuelvan más relevantes en el país.
Por el carácter personalista de su organización, ¿si mañana muere Antauro el etnocacerismo corre el riesgo de desaparecer de una forma tan rápida como la que surgió? Y tal vez pase a ser solo un tema más de un libro interesante. ¿Lo ves como una posibilidad?
Creo que sí. Me parece difícil imaginar que pueda haber alguien que tome el relevo. Todo el movimiento está organizado alrededor de la figura de Antauro y a este discurso que lo presenta como el salvador y el líder natural de esta raza cobriza.
Citas en tu libro a un autor que señala todos los movimientos son populistas. O sea, como si el populismo fuera algo intrínseco a la política. ¿Hay una forma de vacunarse contra el populismo? Porque lo hay de izquierda y de derechas. Y no solo en países pobres, sino también en Europa y Estados Unidos.
No sé si diría que hay una forma. Pienso que uno de los aspectos claves del populismo que hacen que sea exitoso es que reivindica a grupos que se sienten maltratados. Y entonces eso puede ser sectores pobres y excluidos en América Latina, personas de clase obrera en Europa que apoyan partidos populistas de derecha, u hombres blancos con bajos niveles de educación en EE.UU. que apoyan a Donald Trump. Lo común es que son grupos que se sienten marginados o maltratados. Ahora, ¿cómo evitar que este tipo de discurso sea atractivo para la gente? Quizás lo único que se puede hacer es tratar de construir sistemas políticos que sean más inclusivos y, por un lado, que no dejen sectores sin representación y, por el otro, que no los hagan sentir que no son representados. Que son cosas diferentes, claro.
Mi página es de libros y quisiera pedirte menciones a tres autores claves en tu investigación. He notado que citas a varios, pero te pediría elegir a los que más te ayudaron.
Creo que el más importante es Eric Hobsbawm, que me da todo este marco interpretativo, esta idea de la invención de la historia y cómo los movimientos políticos suelen crear mitos, historias que los legitimen. Y en última instancia yo creo que esto es lo que hace el etnocacerismo. Para mí fue importante leer los libros de este historiador, entender hasta qué punto vivimos rodeados de estas invenciones que con el paso del tiempo se naturalizan. Otro autor que fue muy relevante para mi trabajo fue Kurt Weyland. Hay una amplia literatura sobre el populismo, muchas definiciones distintas, pero para mí la que él da, como una estrategia política con un objetivo claro de alcanzar el poder, y para eso utiliza esta relación entre líder y masas, y se crea este vínculo y el líder representa al pueblo y lo defiende en contra de sus enemigos, me pareció un concepto bastante útil para entender no solo el etnocacerismo sino muchos otros movimientos políticos latinoamericanos. Por último, Amin Maalouf, quien trabaja este tema de la identidad, que es bastante de actualidad, y profundiza en cómo nuestras identidades son hasta cierto punto flexibles y son afectadas por el contexto. Y cuando tenemos una identidad que se siente amenazada o maltratada eso hace que esta resalte y que se quiera defender. Él trata de matizar esta idea esencialista de las identidades y resaltar el hecho de que pueden ser construidas, pero también múltiples o flexibles, y en algunos momentos nos podemos identificar más con una parte de ella, y en otros momentos con otra. Eso me pareció una aproximación bastante rica al tema de la identidad.
*La imagen que encabeza esta nota pertenece al fotógrafo profesional Julio Reaño.