María Teresa Grillo: «Quienes escribimos sentimos gratitud hacia los autores que nos preceden y de los que nos hemos nutrido»

Doctora en Estudios Hispánicos por la University of British Columbia y magíster en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad de San Marcos, María Teresa Grillo empezó a escribir lo que sería su primera novela hace más de dos décadas. Fueron el trabajo y sus estudios superiores algunos de los factores que impidieron terminarla pronto, sin embargo, ese impulso por crear ficción que le permita expresar su visión de Lima y del Perú a lo largo del tiempo histórico nunca desapareció.

Así pues, en medio de sus horas de descanso, imaginó a una niña inmigrante chilena que llegaba a nuestro país para empezar una nueva vida. El camino posterior no siguió un orden pre establecido, pero poco a poco fueron surgiendo otros personajes: Carlo, Sofía, Matías, Leticia, Justina, Joaquín, Esperanza, Gonzalo y más, dieron corpus a lo que hoy es «El límite del alba«, una novela publicada por Lluvia Editores, la emblemática editorial fundada por Esteban Quiroz que hace algunos años se anotó un suceso: ser la primera en publicar «El espía del Inca» de Rafael Dumett, una de las mejores novelas escritas en nuestro país durante el último siglo.

Grillo coincide con la explicación que Rubén Quiroz diera en la presentación de su novela: «estamos ante una metáfora de la vida reciente del Perú«. Tal vez por eso «El límite del alba» tiene un tono no tan alegre, agrega Grillo en una entrevista que le realizamos vía Zoom. «Siento que es posible mirarla desde ese sentido a través de los personajes«, concluye la narradora sobre esta historia plagada de retazos muy bien logrados sobre nuestra historia social y política.

Conversamos con María Teresa, actualmente catedrática de español y Estudios Hispánicos en Mount Royal University de Canadá, acerca de su novela y también sobre sus influencias, su método y los planes que tiene para seguir en la senda de la escritura.

-Usted es una académica y esta es su primera novela. Cuénteme un poco cómo fueron sus primeros acercamientos a la literatura.

Siempre me gustó leer y creo que por ahí es el acercamiento de cualquier persona a la literatura. Leía lo que había disponible en mi casa. Me gustaba mucho la poesía. Recuerdo una antología de poemas latinoamericanos y españoles que leí. También muchas obras de Alejandro Dumas. Luego un cuento titulado “Los tres gordinflones” del ruso Yuri Olesha. Posteriormente, ya en mi adolescencia, empecé a leer las obras del Boom. “Conversación en La Catedral”, “La guerra del fin del mundo”, que me impactó mucho. Me pareció muy bien trabajada en el tema histórico. Bueno, de Vargas Llosa he leído mucho, y pienso que técnicamente cómo enlaza todos los sucesos sin dejar hilos sueltos es una de sus grandes cualidades. También me impresionó mucho García Márquez por la construcción de sus personajes. Cuán complejos, profundos y entrañables podían ser. Asimismo, Julio Cortázar, Manuel Puig o Manuel Scorza, narrador a quien admiro mucho por sus sorprendentes recursos literarios. Finalmente, quisiera mencionar a José María Arguedas, porque él construye con su particular lenguaje un acercamiento al mundo andino. La novela que más me impresionó de su autoría es “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, porque ya está en un ámbito urbano, pero también andino de alguna forma. Y creo que esos acercamientos son importantísimos en un país al que le hace falta tanto eso: mirarse.

Dejando un lado al Boom, ¿qué autoras le marcaron en sus lecturas?

Me gusta mucho, por ejemplo, el trabajo inicial de Isabel Allende. Ella recibió muchas críticas porque se decía que imitaba o tomaba elementos del realismo mágico, pero a mí me parecía muy válida su utilización de este tipo de elementos, y particularmente “La casa de los espíritus” me pareció un excelente trabajo. Nunca entendí por qué se le criticó tanto. Me parece una autora prolífica, que trabaja y que es válida. A veces pienso que las autoras mujeres tropiezan tal vez con un ojo más crítico que los autores masculinos. Recién estoy empezando aquí y no lo sé con certeza, pero tengo esa impresión. Luego, una autora que me pareció interesante fue Julia Álvarez, tal vez luego Cristina Peri Rossi, entre otras.

Enfocándonos en Perú, luego de este periodo histórico que ocupó el Boom surgieron también nuevos nombres. ¿Alguno le llamó la atención? ¿Cueto, Alarcón o tal vez Roncagliolo?

Me gusta muchísimo Karina Pacheco Medrano. Daniel Alarcón también. Creo que cada autor es distinto y aporta lo que tiene para aportar. Últimamente, por ejemplo, estoy terminando de leer “El espía del Inca” de Rafael Dumett. Y también “El hombre que amaba los perros” de Leonardo Padura. En particular, ambas me parecen creaciones maestras. Y hay distintos tipos de obras, algunas contundentes, totalizadoras, y otras como “Los días del arcoíris” de Antonio Skármeta, que se lee más rápidamente, porque es menos compleja que el trabajo de los dos autores antes mencionados, pero aporta en esa mayor condensación algo positivo, y un trabajo de personajes que también es válido. Pienso que todos los autores en la medida en que se puedan expresar y dejen algo en el lector son válidos.

Muchas de las novelas publicadas a lo largo de las últimas dos décadas en Perú tienen como temática central la violencia política. ¿Estamos ante un tema ya desgastado o existe todavía una vertiente para seguir tocándolo desde lo literario?

Creo que hay una vertiente por seguir tocándolo. Es un tema que tímidamente se empezó hace unos años a explorar, porque había una capa de silencio sobre ese tiempo de la violencia y hay todavía mucho por decir sobre el tema. Más aún por lo que está ocurriendo ahora en Perú.

En una nota previa a su novela menciona que la historia que origina “El límite del alba” estuvo guardada durante más de dos décadas. ¿Cómo vino a su cabeza la idea original de lo que hoy es este libro? ¿Y por qué pasó tanto tiempo con la historia ‘guardadita’?

Yo siempre trabajé en oficinas diferentes y (escribir) era como una necesidad de escapar a ambientes que eran rígidos de alguna forma, donde tal vez no podía ser lo suficientemente creativa. Y hacía intentos por escribir. Salían algunas cosas y después las dejaba, porque tal vez estaba algo ocupada, además estudiaba y trabajaba simultáneamente. El tiempo entonces fue pasando. Luego seguí un taller de poesía en el Museo de Arte de Lima durante un tiempo largo. Y creo que eso me reconectó un poco con la literatura y con mis ganas de escribir. Pero nunca me lo tomé muy en serio. Era algo que quería hacer, pero no pensaba tal vez que podía concretarlo.

Y, volviendo a cómo todo empezó, esta novela la fui escribiendo en mis periodos de almuerzo dentro del trabajo. Por retazos y según mi motivación del día. Y entonces lo hice a partir de personajes, al principio fue con el de la niña que llega de Chile, y pensé que esa era la historia que yo iba a construir, pero creo que tenía la necesidad de expresar mi visión de Lima, del Perú y de sus espacios sociales de alguna forma, no como el tema principal, sino a través de cómo vivían esos ámbitos los personajes.

Entonces, en algún momento mientras escribía acerca de esta niña que se fue haciendo adulta empecé a imaginar que se podía extender la historia, que tenía como origen principios de siglo y que tal vez podía llevarla hasta los noventa, que era el tiempo en que yo estaba escribiendo. Y no seguí una idea ni un plan exacto. Luego trabajaría el personaje del tramo final, y lo del medio lo hice después. Como te digo, en algo de ese desorden fui imaginando más personajes.

Mientras iba leyendo la novela imaginaba una especie de árbol genealógico que conectaba muchos personajes. La familia, el tío, los hijos, el nieto. ¿Qué fue lo más difícil al intentar juntar todos esos retazos que construyó a lo largo de los años?

Digamos que escribí en ese tiempo que te comenté antes bastante de la novela. Luego la dejé reposar. En algún momento intenté retomar, pero luego migré a Canadá. Empecé a seguir un doctorado y eso consume mucho tiempo, por lo que esta idea de escribir quedó un poco abandonada. Ahora, ¿cómo conecto los personajes? No hice un árbol genealógico. Sí tenía una idea de que obviamente algunos descendían de los personajes iniciales, entonces, en algún momento necesitaba otros adicionales y los fui creando para así poder tejer la historia y poder representar los sucesos, que eran como el escenario, que además ya en los ochenta se iban tornando más políticos en la novela. Por ello necesitaba otros perfiles adecuados que pudieran participar de alguna forma en estos hechos. Entonces, era imaginar a dos familias que se van poblando de miembros que de alguna forma viven desde distintas perspectivas los eventos que tienen lugar en esa época, y que muchas veces son muy conflictivos.

Más allá del elemento político, no estamos ante una novela eminentemente política, sino que esto más bien está en el ambiente. En algún momento se menciona “el partido (político) ubicado en tal avenida del centro de Lima”. No mencionaba detalles de nombres de políticos ni calles exactas, etc. Usted menciona sin mencionar y dice sin decir…

Sí, porque pienso que esto a cada lector, de acuerdo a lo que ha vivido o lo que recuerda, lo que sabe o puede imaginar — porque los lectores jóvenes obviamente no han vivido esa época– le permite identificarse a su medida con lo que se relata. No quise poner ‘el distrito tal’, aunque tal vez hay menciones a algunos distritos en particular, pero no es tan específico. Cuando inserto a Belaunde, por así decirlo, es ‘El presidente’, porque no es mi intención caracterizar a ese personaje, pues es simplemente parte de este escenario histórico sobre el que se monta la novela.

O cuando dice ‘El general’ por Juan Velasco Alvarado…

Es cierto.

¿Cómo podría decirnos que han ido cambiando los personajes que van ganando protagonismo con el paso de la novela? Porque su historia empieza con personas que han migrado, que están estableciéndose, descubriendo cómo es hacer sus negocios, y termina con jóvenes ya en los noventa, algunos impregnados tal vez de algo de cinismo, que hablan siempre de “ir hacia adelante” porque lo primero es el progreso, sin importar si la minería abusa de poblaciones…

No todos los personajes tienen esa misma forma de pensar. Y allí es donde se produce el contraste entre las distintas ideas que empezaron a poblar el universo de los noventa, sobre todo. Esta idea de progreso, de que el mercado lo iba a resolver todo. Y, por otro lado, la idea contraria, que eso no iba a suceder, y que iban a crearse mayores diferencias. Entonces, estas expectativas y temores de los noventa creo que están allí en los distintos personajes.

Lo que sí he intentado es de dotar de coherencia a cada personaje. Que la historia de cada uno de alguna forma vaya revelando el porqué de sus posiciones y sus ideas, a partir de sus vivencias, de lo que han recibido en la vida y de lo que quieren y aspiran a ser. Así que estos son distintos en la medida en que sus propias experiencias son diferentes. He tratado de poner allí estas ideas que circulaban y que todavía son algo vigentes, y generan mucha confrontación.

María Teresa Grillo y su novela «El límite del alba», ya a la venta en librerías del país y en la web de la editorial.

Si algo me queda claro en su novela es su carácter diverso en cuanto a voces. Hay abogados, sociólogos, militares, hasta conductores de televisión (ya en la parte final). ¿Le fue difícil meterse en personajes de ese tipo y juntarlos para una misma historia?

Creo que conocer personas de distintas profesiones a lo largo de la vida ayuda. Uno puede hacerse una idea tal vez más certera, juntar más elementos que sirvan a la construcción de determinado personaje. No creo que eso haya sido lo más difícil en mi trabajo en la novela, porque me gusta muchísimo trabajarlos. Me gusta observar en la vida real a la gente y, ya en el trabajo de escritura, me parece interesante y satisfactorio poder plasmar eso.

Vamos a adelantar un poquito la trama de la novela, específicamente sobre la historia de amor entre Carlo y Camila. ¿Cómo diría que ha retratado el amor a lo largo de la novela? Porque en un momento este se apaga y surgen otros temas como política, sociedad y desarrollo.

Creo que el amor es una parte importante en mi novela. Pienso que no hay finales felices aquí. No es la novela romántica del final armonioso. Por el contrario, los amores que se producen tienen finales que a veces son abruptos e inesperados y tal vez en el lector dejen una cierta tristeza. O sea, hay una consumación del amor, pero también ciertas rupturas. Entonces, creo que esto tiene que ver un poco con mi percepción paralela de lo que es el país. Alguien me preguntó eso mismo en algún momento, no en una entrevista, sino en una conversación amical, me dijo que era una pena que los personajes principales no terminen juntos. Y yo le dije: bueno, es el Perú. Y al menos desde como yo lo veía en esa situación no cabía un final feliz.

Antes de este año y medio tan convulso que ha tenido el Perú la migración era un tema en boca de todos. Muchos comentaban, por la presencia de venezolanos en nuestro país y, bueno, somos un país que históricamente también ha exportado muchos migrantes en los últimos años. Y su novela tiene, al menos en sus raíces, a personas que vinieron de afuera con casi nada. ¿Qué importancia cree que tiene la migración en el proceso de construcción del Perú contemporáneo?

Creo que la historia que se relata es de este migrante porque permite esta bifurcación de la novela para poder trabajar diferentes espacios sociales en las dos mujeres que tiene. Entonces, las familias se expanden en distintos ámbitos y luego permite el encuentro de todos estos personajes, digamos en la tercera generación. Ahora, ¿por qué escogí un personaje que venía de Italia? Porque creo que hay mucha migración italiana en Lima y en provincias también. Y tal vez porque me resultaba algo cercano, familiar, y sentía que podía insertarlo correctamente.

Además, esto me permitió construir estos espacios de racismo que hay en la novela. Y sobre tu pregunta, creo que la migración forma parte de los distintos sectores sociales que componen el Perú. No el más importante en relación a cantidad de población, pero creo que hay un aporte económico y empresarial en algún momento, y también está el tema de la confrontación, en el momento en que uno de mis personajes se convierte en un terrateniente y surge el tema laboral, el de los derechos humanos de las personas en el tiempo de la reforma agraria; y también hay personajes de origen andino. Hay una chica pobre que ha llegado de Chile como una refugiada, entonces, insertar y mezclar todos estos personajes me permitió explorar un poco los espacios sobre todo de la ciudad de Lima, que son conflictuados y diversos.

Hay un escritor español llamado Ray Loriga. Hace una semana, al presentar su más reciente novela, dijo “cuando los hombres escriben de sexo son bochornosos o aburridos”. Y yo recuerdo que, al menos al inicio de su novela, en los primeros momentos de la relación entre los protagonistas, pequeñas escenas amorosas de la pareja. ¿Tuvo algún tipo de cuidado para no excederse hacia ninguno de los dos lados? Ni muy romántico ni muy obsceno o sexual…

Mi amor a la poesía tiene que ver con el cuidado. Y he tratado de que mis escenas pisen tierra. De que se describa que había una relación sexual entre los personajes sin pasar a una descripción exhaustiva del acto sexual, y más bien impregnarlo de algún tipo de sentimiento, que me parece lo más preponderante en estas escenas.

Le hago mención en esto porque esta no deja de ser su primera novela y sorprende la buena pluma, más atribuible quizás a un narrador experimentado…

Te agradezco. Creo que aquí entra mi gratitud a los autores que he leído. A la construcción de personajes como los de García Márquez o Isabel Allende, que también tienen escenas de amor, pero con tanta poesía en su interior. Se me ocurren autores como Jorge Amado, que de alguna forma se quedan con uno. Quizás he intentado emularlo, sin copiarlo, claro. Creo que los que escribimos sentimos gratitud hacia todos los escritores que nos preceden y de los que nos hemos nutrido.

Ahora, cuénteme lo que siente ya en este escenario post-publicación. ¿La ha leído otra vez? ¿La guardó en un cajón y no volvió a verla más?

Confieso que la he vuelto a leer, pero ya con ojos de lector. Mientras la novela está con uno y no ha salido a la luz es nuestra, pero cuando está afuera uno mira el libro y piensa en cómo habrá interpretado esto el lector. Y sí, la he leído por trozos otra vez desde esa mirada. ¿Y qué me genera? Siempre viene a la mente la idea de ‘podría haber hecho esto de otra manera’ o ‘podría haber escrito esta parte distinta’, pero trato de que estos pensamientos no ocupen mi mente porque tal vez ya le corresponden al lector. Hoy la novela ya no es mía sino de todos. Y más bien estoy pensando en qué puedo ofrecer más adelante.

¿Tiene algunos borradores de cuentos o novelas que se animaría a publicar en el futuro?

Creo que lo mío va a ser novela y empecé justo en estos días a escribir algo nuevo.

Siempre intento buscar alguna luz de esperanza, aún en los relatos más tristes. ¿Cree que hay posibilidad de esperanza en un país que parece tener encima un halo de tristeza como el Perú?

Yo creo que sí, que nos tenemos que aferrar a la esperanza. Sé que en el Perú es más difícil hacerlo, porque es más fácil caer en el pesimismo y decir que esto no tiene remedio. Pero el país no va a desaparecer, siempre estará. Y tiene que haber una esperanza, que debe partir desde la integración. Yo empezaría, si se tratara de esto, por una desde el nivel lingüístico. Tal vez no se mira mucho desde ahí, pero me parece importante culturalmente comprendernos y mirarnos.

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