Si trazáramos una imaginaria línea de tiempo bibliográfica sobre las investigaciones vinculadas al bandolerismo, sin duda tendrían que estar «Los caballeros del delito» (1936) de Enrique López Albújar, «Bandoleros en el Perú» (1937) de José Varallanos, «Rebeldes primitivos» (1959) y «Bandidos» (1969) del mítico Eric Hobsbawm, además de «Gamonales y Bandoleros: Violencia social y política en Hualgayoc – Cajamarca. 1900 -1930» (1986) de Lewis Taylor, seguida, sin duda, por «Bandoleros, Abigeos y montoneros. Criminalidad y violencia en el Perú, siglos XVII -XX» (1990) editado por Carlos Aguirre y Charles Walker.
Desde su ámbito geográfico y con esquemas distintos, cada uno de los textos mencionados intenta ensayar una respuesta al surgimiento de diversas formas delictivas que, específicamente en el caso peruano, tienen seguramente como punto de coincidencia un factor: la ausencia del Estado en distintos puntos del territorio.
Esto se nota claramente en el volumen citado de Lewis Taylor, destacado historiador inglés que llegó al Perú en 1974, influenciado por un docente universitario que le contó sus propias experiencias en estas tierras.
Taylor ha saltado de escribir sobre el desarrollo del capitalismo en el agro cajamarquino –territorio al que se acercó aconsejado por un compañero de estudios– al bandidaje, un fenómeno que no se explica por la simple necesidad económica. Hay detrás de estas figuras que surgieron ante la fantasmal presencial estatal, situaciones como por ejemplo los intereses políticos o económicos de personalidades locales.
Muchos de estos temas quedan meridianamente claros en «Gamonales y Bandoleros: Violencia social y política en Hualgayoc – Cajamarca. 1900 -1930», tal vez el libro más notable de Taylor, no sólo porque ahonda en los elementos alrededor del surgimiento de personajes como Eleodoro Benel o Belisario Ravines (tío del controvertido político y periodista Eudocio Ravines), sino porque además permite conocer cómo era la sociedad cajamarquina en las primeras décadas del siglo XX.
En esta entrevista, Taylor explica brevemente su acercamiento al Perú, el origen de las fuentes que propiciaron este título que hoy reedita y mejora el emblemático sello Lluvia Editores, pero, sobre todo, responde sobre aquellos factores que impiden históricamente a nuestro país acercarse eficientemente al rincón más alejado.
¿Qué lo hizo interesarse en Perú para trabajar su tema de doctorado?
El director del Centro de Estudios Latinoamericanos en Liverpool era un tipo muy simpático, y un experto en Geografía peruana. Él me dijo que había conocido casi todo este país y el sitio que más le gustó fue Cajamarca. Luego, todo el mundo se fue a estudiar el sur y el centro. Casi nadie se fue a la sierra norte. Entonces, quedaba un campo libre. Había, además, esta coyuntura con dictaduras militares en toda América Latina: Chile, Argentina, Bolivia, etc. En Perú estaba Velasco, pero era otra cosa. Y, además, con la reforma agraria y los cambios en el campo, todo era mucho más interesante. Por último, el primer peruano que conocí fue el historiador Enrique Amayo Zevallos. Él hizo la maestría conmigo y también me animó a visitar el país. Así que los motivos fueron varios.
¿Y por qué se interesa específicamente por el tema de la criminalidad?
Eso fue a partir del año 1979-1980, cuando empecé a hacer investigaciones en el Archivo de Cajamarca. Antes no había esos documentos. Entonces, estudiaba y revisaba papeles y de pronto me encontré con toda esta información sobre Hualgayoc, (Eleodoro) Benel, etc. Entonces, ya estando en Cambridge realicé un seminario sobre el tema. Todos encontraron el asunto muy interesante y me animaron a profundizar al respecto. Ese fue el origen de este libro.
Llegué a su libro porque estaba en la bibliografía de “El camarada Jorge y el dragón”, la primera parte de la trilogía de Rafael Dumett sobre Eudocio Ravines. No obstante, tras leer su trabajo, me queda claro que la realidad siempre supera la ficción.
Sí (risas).
Le digo porque usted desentraña el tema de la violencia en la sierra norte de una forma tan minuciosa que resulta complicado imaginar una novela que sea capaz de decirlo mejor. ¿Cómo fue su proceso de investigación y de dónde extrajo la información?
Un escritor no puede trabajar todos los meses que yo dediqué, porque está elaborando una novela y no un texto de historia. Bueno, encontré información en el archivo, entre los documentos de la Prefectura de Cajamarca, los cuales están ahí desde mediados del siglo XIX aproximadamente.
¿Cuánto tiempo diría que le tomó trabajar este texto, desde que inició la investigación hasta que finalmente pudo publicarlo en 1986?
Empecé en el año 1980, aunque con más tiempo disponible exclusivamente para ello entre 1981 y 1982. Ya luego no solamente investigaba sobre este tema de Hualgayoc. Recopilé también información sobre otros temas que me ha servido para trabajos posteriores. Por ejemplo, ahora estoy escribiendo otro libro sobre toda la zona de Asunción – Cospán (Cajamarca). Así que lo vinculado a Hualgayoc es solo una pequeña parte de la información que tengo.
¿En qué radican las modificaciones o añadidos de esta nueva edición de su libro que ha publicado Lluvia Editores?
Este libro publicado por Lluvia Editores es mucho más amplio. Tiene una revisión más profunda sobre lo que se ha escrito en torno al bandolerismo en América Latina y otras partes del mundo. Luego, hay un capítulo sobre toda la estructura socioeconómica de Hualgayoc, lo cual no había en el texto original. También la conclusión es mucho más completa.
Usted colabora también en un ensayo inserto dentro del libro “Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminalidad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX” de Charles Walker y Carlos Aguirre. ¿Cuál diría que es la importancia de documentos como este surgidos tiempo después del que usted publicó?
El libro de Aguirre y Walker es el mejor escrito sobre el asunto en términos de los Andes (Perú y Bolivia). Todos los autores que aportan son académicos expertos. Es un texto amplio, que aborda distintas zonas de ambos países. Sus editores son muy buenos historiadores.
¿Cómo diría que las teorías del historiador británico Eric Hobsbawm acerca del bandolerismo fueron modificándose o perfeccionándose con el paso del tiempo?
Eric Hobsbawm fue un historiador brillante y tenía una gran capacidad para leer sobre todo el mundo, analizar distintos ejemplos y realizar una muy buena síntesis. En su libro “Bandoleros” hizo lo propio, y coloca ejemplos del Perú, España, Italia, los Balcanes, Yugoslavia, etc. Entonces, cualquier investigador moderno del bandolerismo debe empezar su trabajo hablando de este volumen, que es además pequeño (no más de 150 páginas), porque su teoría y argumentos son fundamentales para estudiar el tema. Considero que en los últimos 40 años cualquier libro valioso sobre el tema tienen que relacionarse y entrar en debate con lo publicado por Hobsbawm.
Un tema que aparece y reaparece a lo largo de su libro es la ausencia del Estado, que además incluso hoy se repite en distintas zonas del Perú. ¿Por qué cree usted que nos ha costado tanto expandir la presencia del Estado en más de 200 años como república independiente?
El Perú es el país más diverso en Sudamérica y eso complica las cosas. Perú no es Argentina en términos geográficos. Luego, siempre ha faltado dinero para establecer una burocracia eficiente. Nunca hubo un cuerpo de burócratas fuera de Lima bien entrenado para hacer un buen trabajo. Además, en cuanto a las fuerzas represivas, como la Policía, por las distancias, nunca hubo suficientes guardias para tener un control efectivo. También está la corrupción y el sistema político. Un burócrata no era nombrado por su calidad, sino por compadrazgo o por razones políticas. Entonces, todos estos factores se juntan para hacer la presencia del Estado más débil y carente de legitimidad.
Si bien usted ha trabajado fundamentalmente acerca de la parte sierra norte del Perú, ¿podemos presumir que la situación de finales del siglo XIX y principios del XX era similar en otras regiones del territorio? Por lo menos antes de la reforma agraria…
En ciertos aspectos, sí. En Puno y la sierra central siempre hubo líos por tierras, linderos, etc. Pero en Cajamarca y Piura la cosa es un poco diferente. Primero porque no hay muchas comunidades indígenas. La gran mayoría hablan solo castellano. Yo creo que, respecto a otras regiones, en Cajamarca hay mucha más gente en el campo que caminando con armas. Pero en el Altiplano hay gente brava, que hace invasiones, (tiene) líos con los hacendados, aunque no corren a las armas tan rápido como sí pasó en Cajamarca. Por ejemplo, en el libro que estoy escribiendo ahora sobre Asunción y Cospán, la mayoría de los campesinos están armados, han sido montoneros, y arreglan sus líos con los hacendados o entre ellos con balas. E incluso hasta hoy.
En el libro pensaba encontrar más sobre Belisario Ravines, pero terminé encontrando más sobre Eleodoro Benel, un personaje con vida de película. Empezó manejando haciendas y termina más bien del lado de los bandidos. ¿Cómo podría resumir la vida de este señor?
Él fue un hacendado, hombre de negocios, ambicioso, que quiso expandir sus bienes, y entró en bronca con otros con su misma mentalidad, y ahí fue creciendo detrás de cada muerto. El Estado no pudo poner orden en el asunto y, entonces, fue aumentando la violencia y las muertes. Se le fue de las manos la situación. Hoy por lo menos el Estado intenta tratar de tener algo de presencia en la sierra y el campo. En la zona que estoy estudiando hoy, Asunción- Cospán, también hay una especie de ‘mini Benels’, que también saben manejar el rifle.
¿Por qué hay muchas más investigaciones sobre Benel que sobre Belisario Ravines?
Porque en los documentos, en la historia, Ravines aparece por un momento y luego desaparece. Yo tengo unos documentos de 1895, cuando él era prefecto, y estaba encargado de reprimir los abigeos, etc., en el campo árido de Cajamarca. Y según los documentos, era un funcionario más o menos eficiente, aunque nunca logró controlar por completo el crimen en el campo. Entonces, luego está nombrado en el momento de Llaucán, está metido en el asunto, se le escapa de las manos, y luego desaparece porque fue despedido de su puesto. Así desaparece de la historia de Cajamarca. Ravines no tiene el mismo nivel de documentación, ni el nivel de leyenda, ni la cuestión folklórica alrededor, como sí Benel.