Mario Vargas Llosa: un comentario sobre su novela «Cinco esquinas»

Tres grandes temas encierra “Cinco esquinas”, la más reciente novela de Mario Vargas Llosa publicada por la editorial Alfaguara. En poco más de 300 páginas, el autor enlaza erotismo, periodismo (amarillo) y corrupción. Todo en el Perú de la última década del siglo XX, una de las más convulsionadas de nuestra historia republicana.

Quique (Enrique Cárdenas Sommerville), un exitoso empresario minero vive feliz con su esposa, Marisa, una mujer que decide –no necesariamente a causa de cierta monotonía en su vida íntima– probar nuevas aventuras sexuales con Chabela, su mejor amiga y esposa de Luciano, amigo a su vez de Cárdenas.

Las peripecias eróticas entre estas dos damas ocurren bajo el fuego cruzado que significó el combate al terrorismo perpetrado (a nivel nacional) por Sendero Luminoso y el MRTA. Sin embargo, los escenarios de esta novela son esencialmente limeños. Miraflores, Surquillo, San Isidro y el Cercado de Lima.

El segundo gran tema de “Cinco esquinas” es la prensa amarilla. Su máximo representante en la historia es Rolando Garro, un sujeto que encontró en la chismografía barata, en las persecuciones nocturnas, su forma de ascender en el ámbito periodístico de un país –como lo dice el autor—fundamentalmente “chismoso”.

Garro es director de “Destapes”, un semanario que intenta mantenerse a flote inmiscuyéndose en la intimidad de personajes públicos y manchando sus honras. Este “periodismo de investigación” encuentra un padrino inesperado. Se trata del ‘Doctor’, jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), que en la historia trabaja junto a su “amo”, Alberto Fujimori.

Confabulado con Garro, el ‘Doctor’ encuentra en este medio de comunicación una forma de sacarse del camino a los opositores al gobierno. Sin embargo, el director de la revista comete un error amparado en un deseo de desligarse del manto de su oscuro mecenas.

La intimidad de Quique es violada y mientras se busca al responsable de lo ocurrido la novela pasa automáticamente a convertirse en un trepidante thriller. La muerte de un personaje fundamental genera un segundo aire en la historia, en el que ‘La Retaquita’ (apodo de la periodista Julieta Leguizamón) y el fotógrafo Ceferino Argüello (pupilos de Garro) ganan protagonismo.

Aquí podría decirse que surge el tercer gran tema: la corrupción. Mario Vargas Llosa documenta algunos datos sobre Montesinos y Fujimori. Al primero lo describe como un asesor siniestro, que ascendió de forma subrepticia en diversos gobiernos. Sobre el segundo no hay grandes revelaciones o detalles, pero se deja en claro que conoce y permite todo lo que planea el ‘Doctor’.

Mientras esto ocurre, Marisa y Chabela se enfrascan en una especie de romance escondido, descrito con el talento habitual del Nobel peruano. No podría decirse que haya una relación lésbica entre ambas, aunque lo parezca, pero como ya ha dicho el autor en una entrevista con la agencia EFE respecto a su obra: “el sexo debe tratarse con naturalidad”.

En un tramo de “Cinco esquinas” no queda muy claro el tema de la temporalidad. Salvando el detalle de que estamos ante un texto de ficción, obviamente. La historia, plagada de alusiones que cualquier peruano mayor de 25 años recordaría, inicia a en los noventa y, según se entiende, no dura más que algunos meses, pero al final del relato nos encontramos con la “caída” de un régimen que –en la vida real—se alargaría hasta el 2000.

Salvo este detalle, podemos decir que “Cinco esquinas” es un texto valioso porque ahonda en un pedazo de la historia contemporánea poco escrutado por los novelistas peruanos. Estamos ante una novela sobre el periodismo utilizado como un arma para destruir honras. No obstante, y esto es algo que ha estado presente en obras previas de Mario Vargas Llosa, existe un héroe. Porque este libro es también el de una persona que logra redimirse a tiempo, expiar sus culpas y, a través de esto, destapar públicamente la suciedad de ciertas prácticas que jamás deben repetirse.

Publicada el 3 de julio de 2016.

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