En un intento por aportar al estudio de la seguridad ciudadana en nuestro país, el sociólogo Arturo Huaytalla (Lima, 1988) acaba de publicar “Cuando los cerros bajan. Estudio de la violencia delictual en dos barrios limeños: los cerros San Cosme y El Pino” (IDL, 2017).
El libro, que tiene como base la tesis con la que el autor se licenció en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, intenta alejarse de las viejas teorías sobre delincuencia, que atribuyen este flagelo únicamente a factores de pobreza económica y educativa.
Para el autor existen factores internos y propios de cada barrio que explican por qué están inmersos en un espiral de violencia e inseguridad. Debe resaltarse en esta publicación la claridad de su formulación y el adecuado uso de antecedentes.
A continuación nuestra conversación con Arturo Huaytalla sobre su libro.
-¿Qué caracterizaban los primeros estudios sobre delincuencia publicados a entre finales del siglo XIX e inicios del XX?
Los estudios de la delincuencia tienen una larga data, y con el transcurrir del tiempo han cobrado distintos “objetos” de investigación y formas de abordar el tema. Creo que hay cinco grandes momentos en estos estudios. El primero se ubica entre finales del siglo XIX hasta el término de los años 30 del siglo XX, esta etapa se caracteriza porque aquí surge el interés por estudiar la criminalidad en el Perú con influencia positivista, sus “objetos” de estudio son indios, inmigrantes chinos y afrodescendientes, en general, sujetos populares que transgredían las normas de la sociedad y ponían en peligro la integración de la nación.
-¿En qué influye que ambos lugares escogidos para tu estudio estén cerca de importantes mercados de Lima como La Parada y el Mercado de Frutas?
Es fundamental. Los estudios de delincuencia se concentraron en estudiar víctimas y victimarios, y no vieron la necesidad de estudiar la delincuencia en función a los espacios, y más concretamente a los barrios. Creo que la seguridad y la inseguridad se definen sobre todo en territorios muy pequeños. Así que mi idea fue estudiar dos barrios con altos niveles de delincuencia, que están muy cerca y cuyo entorno influye demasiado. Sin embargo, pese a tener un entorno e historias comunes — porque ambos son barrios que surgen a mediados del siglo XX – (El Pino y San Cosme) presentan características delictivas muy diferentes.
¿La existencia de mercados cercanos a los barrios estudiados influye en sus niveles de delincuencia?
No. Estos barrios se encuentran (cerca de) mercados que tienen al menos tres características: formales, informales e ilegales. Y la relación de la gente con estos mercados es histórica. De hecho, después de fundado el mercado La Parada se funda el cerro San Cosme. Y algo similar ocurre si hablamos del cerro El Pino y del Mercado de Frutas. Uno de los resultados hallados (en la investigación) es que, al menos el 60% de los habitantes de ambos barrios tiene algún familiar que trabaja en mercados del contorno. Y, además, el 80% de los habitantes consideran a los mercados como una oportunidad (de progreso). Entonces, existe una necesidad laboral y un estilo de vida definido entre lo formal, informal e ilegal.
-¿Cuál es la relación que hay entre el factor denominado ‘inestabilidad residencial’ y los mayores niveles de violencia delictual?
No he encontrado una relación entre ‘inestabilidad residencial’ y mayores niveles de violencia delictual. Es decir, no porque en un barrio existan más inquilinos hay más delincuencia. Lo que sí hallé en los barrios de San Cosme y El Pino es que casi la mitad de las viviendas son alquiladas. En San Cosme 56%, y en El Pino 46%, mientras que, a nivel nacional solo alcanza el 15%. La explicación de este alto número de inquilinos se debe a los mercados del entorno. Importa destacar el alto número de inquilinos, pues sí tiene relación con el sentido de pertenencia, de participación y de organización, y guarda una relación inversa con la victimización, es decir, los inquilinos por tener pocos vínculos con sus pares y no organizarse, terminan siendo más víctimas de los delitos en estos barrios.
-Tanto en San Cosme como en El Pino, ¿identificarse con el barrio es sentirse a gusto con él?
No necesariamente. Identificarse con el barrio puede ser por una identificación negada o positiva, pero muchos vecinos –sobre todo en estos dos barrios estudiados—quieren irse pero no pueden hacerlo porque no tienen los recursos.
-¿Cuáles son los elementos comunes que encontraste en las juntas vecinales de El Pino y San Cosme?
En estos dos barrios –sobre todo en San Cosme, que es la primera organización planificada que llega a Lima, conquista un espacio privado y se asienta allí— la organización vecinal se encuentra diluida, presente pero no tan legitimada. Más bien, creo que los estudios de antropología y sociología urbana se han dedicado más al acceso a los servicios, (a) la lógica de la identificación con una nación, pero no a los problemas actuales que presentan los barrios. Y me parece que, desde estos últimos se ha empezado a abrir varias gestas de este tipo. En El Pino la mejor experiencia son las juntas vecinales, que fueron muy grandes en 2013 aunque cayeron después. A su vez, en el cerro San Cosme las organizaciones están más relacionadas a dar seguridad a partir de la inseguridad que ellos mismos generan.Son dinámicas distintas.
-La intervención en Cerro El Pino 2013 demuestra que es imposible repetir acciones eficaces sin un trabajo articulado. ¿Cuán fundamental es el apoyo de la Policía y del Estado para trabajar en zonas con una situación delincuencial tan delicada?
Es imprescindible porque son barrios que concentran altos niveles de criminalidad. Y son barrios que no se pueden regenerar por sí mismos. Debe haber una presencia del Estado, que –a tan solo dos kilómetros de distancia de Palacio de Gobierno—ha dejado de lado a barrios históricos que son elementos identitarios para el Perú en general. Considero que la intervención tanto en San Cosme con La Parada (2012) y en 2013 con el cerro El Pino evidencia ciertas cosas. Sí importa que la Policía intervenga de manera focalizada en barrios. La percepción de seguridad, tras la intervención en San Cosme en 2012, aumentó a un 48%. Ahora, en El Pino aumentó a más de un 80%. ¿Por qué? No solo importa la intervención sino la forma en que ejecuta. Lo que se hizo en San Cosme fue intervenir ‘a patadas’ a las turbas, a las hordas que bajaban del cerro, mientras que en El Pino se dio una lógica más de participación con la ciudadanía. Si bien se persiguió el delito de forma focalizada, el énfasis estuvo en la prevención y la participación (de los habitantes). Me parece que el trabajo en El Pino ha dado mejores resultados, pero ahí no queda todo. Existe otro indicador que muestra que, además de la percepción de la seguridad que da la Policía, la confianza es vital. Sí importa tener seguridad, pero también el tipo de seguridad que tienes. No es solo ‘a patadas’ sino reconstruyendo lógicas de ciudadanías. Y El Pino muestra algo muy interesante: en términos históricos sí se pudo mejorar la seguridad con un tipo de intervención muy concreta y específica. Esta me parece una buena oportunidad para que las instituciones policiales reconozcan esto y puedan replicarlo.
-¿Crees que la prensa ha ayudado a generar una imagen visual en la población de lo que son El Pino y San Cosme?
Los cuatro primeros capítulos del libro estudian por qué algunos barrios concentran altos niveles de criminalidad desde sus propios factores. El quinto va desde afuera, es decir, el cómo algunos elementos externos influyeron para que estos barrios sean considerados como peligrosos. En el estudio mostramos dos medios de comunicación escritos que revisamos durante tres años. La evidencia muestra 58 recortes periodísticos de los que un 76% se refieren a noticias no positivas: homicidios, feminicidios, violaciones, suicidios, etc. Es decir, toda una gama de delitos violentos, a contracorriente de lo que realmente sucede en el barrio. La información que levantamos con encuestas y gracias a la Policía indica que los delitos más comunes en estos barrios son la micro comercialización de drogas y el robo. Cuando preguntamos (en las encuestas) a los vecinos si consideran que los medios informan con la verdad cuando hablan sobre ellos, estos tienen muchas reticencias y desconfianza. ¿Por qué? Porque dicen que algunos medios informan solo sobre la delincuencia pero, como pasa en la vida misma, existen varias dimensiones de lo que ocurre realmente en estas zonas de Lima.
-¿Cuál fue la mayor dificultad que se te presentó al trabajar esta investigación y cuál la mayor satisfacción que sentiste al verla publicada?
La mayor dificultad fue levantar información cuantitativa. Cuando uno hace encuestas lo hace en lugares regulares y hay una serie de dificultades comunes que debe atravesar, pero hacerlas en dos barrios muy estigmatizados y que concentran altos niveles de criminalidad incorpora algunos desafíos más: el cómo hacer que tu información recogida sea limpia y cómo hacer que tus encuestadores no corran ningún tipo de peligro. Ese desafío fue superado con la participación de los vecinos. Y un poco esa es la idea del título del libro “bajar de los cerros”, que se refiere a la información que los vecinos nos dieron. Por último, una gran satisfacción es pasar del dicho al hecho. Yo vengo de la San Marcos, esta investigación fue parte de mi tesis de licenciatura en sociología y ahora verla hecha un libro me poner muy alegre.
¿A qué público crees que está dirigido tu libro?
Creo que a varios. A la academia, a la sociología, a las ciencias sociales en general. También le sirve a los funcionarios públicos, a los tomadores de decisiones, porque les ayuda a ver dos barrios muy concretos y cómo la criminalidad se comporta de forma distinta. Y para tomar decisiones necesitas evidencia. Por último, creo que el libro también sirve al ciudadano de a pie porque los estudios sobre delincuencia son muy pocos, a pesar de ser el principal problema percibido en el Perú. Lo que conocemos sobre el tema es poco. Espero que todos puedan leer el libro y criticarlo para seguir avanzando y tomar mejores decisiones, consiguiendo así la ansiada seguridad en nuestro país.
*Publicada el 10 de abril de 2017.