Son cientos las películas que han intentado mostrar a su manera un hecho político de relevancia. Sin embargo, pocas lograron su cometido con tal éxito que permanecen en el recuerdo de los fanáticos del séptimo arte.
Conversamos con Santiago Mariani, politólogo argentino y coeditor de La política va al cine (Universidad del Pacífico, 2014), un libro que reúne 18 ensayos que desmenuzan más de un centenar de películas bajo una visión política y social.
La publicación es altamente recomendable porque constituye un gran esfuerzo por vincular de forma académica al cine con la política y viceversa.
Aquellos que disfrutan ver buenos trabajos cinematográficos encontrarán en esta publicación una interesante lista de películas que rescatan esa esencia política que todos llevamos dentro.
-¿Cómo surgió la idea de publicar La política va al cine?
Coincidieron varios hechos. Primero, el desafío de poder utilizar las películas como una herramienta que sirva para explicar los fenómenos de la política. En ese sentido, tanto Manuel Alcántara como yo, que somos los editores, veníamos conversando hace tiempo de las películas que nos gustaban y que usamos en nuestras clases de ciencia política. Mientras conversábamos del tema, Cecilia O’Neill, flamante vice decana de Derecho de la Universidad del Pacífico, publicó como editora un libro llamado El derecho va al cine. Ella me dijo una vez: “¿Y por qué no hace algo vinculado a la política?”. Eso fue el puntapié que le faltaba a esto para nuclear a una serie de politólogos y hacer posible este libro.
-¿Hubo algún parámetro común para agrupar las más de 100 películas de las que se habla en el libro?
Hay algunas analizadas con mayor profundidad que otras. En realidad, en la invitación que hicimos los editores a quienes contribuyeron con los artículos no hubo un criterio ordenador. Lo que propusimos es que hicieran un análisis sobre un director, una película o varios filmes vinculados a temas de ciencia política. Dimos mucha libertad y de acuerdo a los trabajos recibidos decidimos dividir el libro en dos columnas: las formas de gobierno que niegan a la democracia, es decir, las autoritarias o en su forma más extrema las totalitarias; y las formas de gobierno que buscan construir una democracia.
-Si quienes practican la política son un grupo reducido de integrantes de la sociedad, ¿de qué forma el cine ha ayudado a transparentar o mostrar la práctica de la política?
Algo muy interesante que deja el cine es cómo el ejercicio del poder en muchos casos y de manera predominante a lo largo de la historia, o por lo menos en el siglo XX, ha sido un ejercicio en donde el fin último que se buscaba no era aumentar el bienestar de los ciudadanos, sino hacerse de este y tenerlo como ‘el poder por el poder mismo’. En el cine se puede ver claramente este uso abusivo del poder, pero también se aprecia una preocupación constante en las sociedades por intentar que este poder esté sujeto a reglas, que sea ejercido de manera responsables y que se rinda cuenta sobre dicho ejercicio. Creo que el cine ha sido un escenario en el cual quienes gustan de este arte puedan ver y reflexionar sobre estas cuestiones, contribuyendo así a fortalecer el debate.
-¿Por qué decidió escribir su capítulo sobre Nelson Mandela en el cine?
Creo que en el siglo XX hubo muchos políticos que destacaron y que prestaron un gran servicio a sus ciudadanos pero si tuviera que elegir al político más contundente, quien realizó una obra muy importante para su comunidad, diría que fue Nelson Mandela. Esto por las mismas circunstancias difíciles personales que él y su país atravesaron y cómo pudo (Mandela), a partir de la experiencia personal que vive, transformar esto de forma positiva, posibilitando una forma de gobierno democrático en Sudáfrica.
-Su ensayo inicia con una referencia al término ‘Nación’ que utiliza Benedict Anderson. Se trata de un concepto que hoy quizás sería imposible usar en varios países de Latinoamérica.
Soy argentino y vivo en Perú hace cinco años y al llegar aquí algo que me sorprendió mucho fue la distancia entre las clases sociales y la poca integración que todavía existe como parte de un legado histórico. El racismo sigue siendo un elemento disgregador de esta sociedad, por lo tanto, al escribir sobre la idea de nación en Sudáfrica, y el ejemplo de cómo Nelson Mandela y Frederik Willem De Klerk (ex presidente sudafricano) intentan construir una nación como una ‘comunidad imaginada centrada en la fraternidad entre sus seres humanos’, me parecía también muy importante como mensaje para reflexionar sobre la situación de América Latina y especialmente sobre el Perú, un país donde de forma muy aguda se ve la distancia que existe entre algunos ciudadanos que se sienten en un nivel de superioridad frente a otros, negándoles así derechos muy básicos.
-¿Hubiera sido posible una reconciliación como la que hubo en Sudáfrica sin un personaje tan increíblemente benevolente como Nelson Mandela?
Es indudable que Mandela es el gran hombre que lleva adelante este proceso, el que decide por su propia historia y por la autoridad moral con la que cuenta, llevar adelante un proceso en el cual se intenta construir una reconciliación a partir de un sincero perdón, acompañado obviamente primero de un arrepentimiento, en este caso de los blancos por haber liderado un proceso de exclusión sobre la mayoría negra. Sin embargo, en mi texto incluyo también a De Klerk, el cual juega un papel muy importante. Creo que por esto el comité del Nobel les entrega a ambos el premio Nobel de la Paz porque son ambos, en una especie de sociedad de mutua necesidad, los que se percatan de que tienen que hallar una solución al conflicto existente entonces como consecuencia del Apartheid. Ambos juegan un papel vital y no hubiera sido posible todo esto sin Mandela pero tampoco sin De Klerk, y en última instancia sin sectores de una ciudadanía que hayan decidido acompañar este camino propuesto por ambos líderes.
-Las películas que incluye su análisis (Adiós Bafana, Invictus y Mandela del mito al hombre) explotan mucho el ámbito más personal de Nelson Mandela. ¿Ayuda esta estrategia a acercar un tema como el fin del Apartheid a un público que en un primer momento podría mostrarse desinteresado por temas históricos?
Un político para gobernar tiene que estar cubierto de cierta legitimidad y esta debe estar acompañada de un ejercicio de la autoridad para tomar decisiones. La política se vale de recursos para, de alguna manera, fortalecer esa legitimidad, y para ello lo que hace es destacar ciertos atributos de la personalidad del político que nos hacen pensar que estamos en manos de personas que son especiales y entonces eso nos convence de que tenemos que seguir y acatar sus decisiones. Ahora, esa necesidad de destacar esos atributos alejan el costado más humano de toda figura política y justamente lo que Mandela muestra, y en las películas se destaca, es este costado más humano en donde, por ejemplo, en su experiencia personal puede hacer un viaje de profunda reconversión y de profunda introspección, y al cabo del mismo percatarse de que la política está llamada a servir a otros seres humanos y a mejorar su calidad de vida. Para eso se precisa de un profundo humanismo. Creo que por eso Mandela llega a ser el político más importante del siglo XX. Se trata de un hombre con valores profundamente humanos y las películas destacan la empatía que logra desarrollar. Eso no lo convierte en una persona ingenua, sino más bien en un personaje que logró combinar muy bien en la política lo que Macchiavello llama ‘La astucia del zorro y la fuerza del león’.
-En el ensayo de Paula Muñoz se habla de tres formas de gobierno distintas en la América Latina del siglo pasado: las juntas militares en Brasil, el PRI de Méxicoy el sultanismo de Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana. ¿Estos escenarios son completamente parte del pasado o existen condiciones para creer que se repitan en la actualidad en nuestra región?
En las últimas tres décadas la nota más relevante en nuestros países es que la democracia electoral se ha afianzado. Sería casi inconcebible pensar que el acceso al poder se realice de una forma que no sea a través de un proceso electoral. Eso ha inaugurado una nueva era en la política latinoamericana. Es la primera vez que en tantos países y durante tanto tiempo el acceso al poder se da a través de consultas a los ciudadanos. Ahora, esto no significa que nuestras sociedades sean democráticas o que vivamos en democracia plena. Falta que la democracia realice tareas que la ciudadanía está demandando. Donde más se ve esto es en el plano social. Si bien se ha reducido niveles de pobreza y desigualdad, aún hay mucho por hacer y por esto vemos ciudadanos descontentos. Ellos esperan más, se dan cuenta que la democracia no es solo un ejercicio electoral para elegir autoridad, sino que estas deben estar al servicio de las grandes mayorías.
-¿Le parece que el cine es una industria elitista?
Creo que el cine ha ido evolucionando y es un arte que se ha ido popularizando y llegando a las masas, ya sea porque las sociedades han ido mejorando en su acceso al consumo y han podido llegar al cine y porque la revolución en los medios de comunicación ha permitido cada vez mayor acceso al cine. Por ejemplo, para ver una película hoy no es necesario tener que ir a una sala de cine y tener que pagar una entrada. Si uno tiene acceso a Internet puede encontrar portales con servicios que ofrecen películas. Las mismas universidades que ofrecen ciclos de cine o los centros culturales. Hay un esfuerzo por hacer popular esto que para mí es el gran arte del siglo XX.
-Otro interesante ensayo del libro es el escrito por Carlos J. Zelada sobre la película Contracorriente. El texto describe y analiza la forma en cómo algunos deben vivir escondiendo su homosexualidad. Se trata de un tema muy actual. La función del cine también es mostrar la realidad de estas minorías que carecen de ciertos derechos…
En el Perú todavía hay personas que no gozan plenamente de los derechos escritos en la Constitución. En el caso de las minorías sexuales es un tema muy vigente. El Parlamento acaba de archivar el proyecto de la unión civil. Considero que el cine es una herramienta para poner de manifiesto lo que una minoría, en este caso la comunidad de homosexuales o lesbianas, sufre al no tener reconocidos sus derechos. El cine es un canal que permite mostrar esta realidad de una manera un poco más directa. Asimismo, pone de manifiesto las materias pendientes que hay en el Perú con minorías que están sufriendo una discriminación en su orientación.
-Quisiera ensayar una comparación. Contracorrienterecibió muy buenas críticas y ganó varios premios afuera, pero no tuvo una acogida multitudinaria en los cines peruanos. La Unión Civil existe en varios países de la región pero aquí más del 70% la rechaza según las encuestas. ¿Por qué crees que ocurre esto?
A lo largo de las últimas tres décadas, a medida que las democracias electorales se han ido consolidando, la búsqueda de la igualdad de derechos ha ido avanzando a la par. Es decir, la democracia es un sistema que busca la posibilidad de que entre personas que viven en una comunidad se reconozcan como iguales y tengan la misma posibilidad de realizar su vida sin ningún tipo de discriminación. Me parece que aquí (en Perú) hay una combinación de varias cuestiones. Primero, la debilidad de la sociedad civil realizada para presionar y hacer valer sus demandas y que estas se traduzcan en cambios. En segundo lugar, probablemente por la falta de un debate más alturado sobre estas cuestiones y ahí quizás tienen algo de responsabilidad los medios de comunicación. La posibilidad de otorgar mayor importancia y amplitud y al debate público de estos temas. De la misma forma, es importante decir que la clase política se ha dejado llevar más por lo que las encuestas dicen y no por lo que la Constitución manda. Hay una cuestión más del tipo coyuntural y de cálculo electoral acerca de estos temas.
-Finalmente, sobre el artículo de Martín D’Alessandro, relacionado a las campañas políticas graficadas a través del cine. ¿Qué ha cambiado en la sociedad para que, con el paso del tiempo, las campañas se hayan hecho cada vez más preponderantes?
Creo que lo que ha ido cambiando es que los medios de comunicación juegan cada vez un papel más decisivo en una campaña electoral. Por lo tanto, para poder llegar con éxito a la ciudadanía a través de los medios se requiere del apoyo de gente experta que conozca la dinámica de los medios y cómo se puede utilizar de una mejor manera las distintas herramientas a disposición: encuestas, grupos focales, etc. Las campañas se han ido profesionalizando más y han ido requiriendo de técnicas y de técnicos. Ya no basta con un político que esté en la plaza hablándoles a los ciudadanos. Este debe llegar a todos, lo cual representa un desafío mayor porque las campañas necesitan cada vez mayores recursos para lograr éxito. Y como demandan más recursos, la política se ve sometida a una tensión entre la necesidad de tener recursos y la posibilidad de asumir ciertos compromisos complicados con grupos que los poseen. Por esto la política se ve envuelta en conflictos de interés. Los que tienen recursos son personas que les darán a los políticos en campaña para luego tener cierta influencia en las decisiones que desde el poder se tomarán.
-¿Cuál es la alternativa a esto?
Buscar paliativos. Por ejemplo, el Estado debería financiar a los partidos con fondos públicos y obviamente se tendría que rendir cuentas de los mismos. También, el Estado debería regular la posibilidad de igualar el acceso a la publicidad para que todos los partidos políticos tengan los mismos espacios y que no dependan únicamente del mercado. Son varios los esfuerzos que pueden realizarse para evitar que esta dinámica de las campañas electorales no termine viciando de entrada a la política. Hay una relación compleja a analizar. Son varias las materias pendientes.
*IMPORTANTE:
La política va al cine cuesta S/.55, está a la venta en las principales librerías de Lima. Si deseas más información sobre el libro debes dar clic AQUÍ.
*Publicada el 22 de marzo de 2015 en El Comercio.