El Instituto de Estudios Peruanos (IEP) publicó en el año 2006 el libro “Vidas de artista. Bohemia y dandismo e Mariátegui, Valdelomar y Eguren (Lima 1911-1922)”. Dicho texto incluye un ensayo titulado “Juan Croniqueur, el otro de José Carlos Mariátegui”, a cargo de la investigadora y profesora de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), Mónica Bernabé.
El capítulo en mención –que aborda la etapa previa al apogeo máximo de la figura de Mariátegui a nivel nacional e internacional—fue rescatado y publicado hace unos meses por La Plaza Editores. Se trata de una publicación en formato de bolsillo cuya conclusión es que es imposible separar la obra del joven cronista Juan Croniqueur de la que luego lograría el ya célebre ensayista y político socialista José Carlos Mariátegui.
Mónica Bernabé volvió a Lima hace unos días para participar del Congreso de Literatura. Vanguardias y Beligerancias, organizado por la Casa de la Literatura Peruana, entidad estatal y cultural que cumple ocho años de existencia. Aquí el breve diálogo que sostuvimos con la doctora Bernabé sobre su pequeño pero muy interesante ensayo sobre el Amauta.
-¿En qué consistió su participación en el Congreso de Literatura: Vanguardias y Beligerancias organizado por la Casa de la Literatura Peruana?
La invitación de la Casa de la Literatura Peruana se dio por el trabajo que vengo realizando hace un tiempo con las vanguardias latinoamericanas y particularmente vinculadas a Perú. Se hizo un taller en el que durante tres días discutimos e indagamos sobre qué sería la vanguardia, la modernidad y qué significaría para nosotros hoy volver a las vanguardias, pensar en ellas, qué tienen para decirnos hoy, la beligerancia y su inconformismo.
-¿Cuál es la diferencia fundamental entre modernismo y vanguardias?
En general, en las historias literarias o de arte, en la historiografía, que se maneja con criterios cronológicos, tratan de determinar hasta dónde llega el modernismo, la vanguardia y demás. Lo que pasa es que el problema son las palabras, los conceptos. Y entonces tal vez el tema del modernismo sea una palabra muy vacía, y hay que pensar en términos muchos más de nociones o conceptos. Sin embargo, puedo decir que las vanguardias son una radicalización de la modernidad, una búsqueda inconformista con respecto al sistema. Básicamente en América Latina esas vanguardias lo que quisieron fue acelerar la modernidad. Y al mismo tiempo, en AL las vanguardias estuvieron a principios del siglo XX pensando nuevamente la cuestión de la nación, tuvieron un sesgo fundacional y volvieron a pensar la relación América – Europa.
-¿Cuál es el nexo de las vanguardias del viejo continente (Europa) y las de América Latina?
Las vanguardias del viejo continente fueron de entre guerras, y básicamente a partir de Dadá, que es como el punto a partir del cual se empiezan a pensar esas vanguardias europeas, estaban radicalizadas básicamente en su lucha contra la nación, porque era esta la que lleva a las juventudes a la guerra. Por ejemplo, en Francia, en la Primera Guerra Mundial murieron 1.7 millones de jóvenes en nombre de dicha nación. Entonces eran anti burguesas, pues la burguesía era el sinónimo de esa nacionalidad que los había llevado a la muerte, a las trincheras. Mientras que en América Latina los jóvenes quisieron re pensar la nación. Si pensamos en Mariátegui, él buscó fundar un nuevo Perú. Es decir, el problema de las vanguardias latinoamericanas es el de la nación. Es un valor para ellos muy importante la cuestión nacional. Esta es solo una de las varias diferencias que existen.
-¿Es cierto que usted empezó a leer la poesía de César Vallejo a los 14 años?
Sí, yo viví en una ciudad pequeña dentro de la provincia de Santa Fe y recuerdo que uno de los primeros poemas que leímos en la escuela fue “Aldeana” y quedé muy impactada. César Vallejo tiene una capacidad de imantación extraordinaria.
¿Coincide en que estamos ante el principal poeta del continente?
Vanguardista, sí. Yo diría que es muy difícil encontrar la radicalidad poética de “Trilce” en toda la lengua española.
¿Cómo llegó usted a la obra de José Carlos Mariátegui?
Estudiando las vanguardias en la facultad. Mariátegui aparece como un punto más dentro de un movimiento continental. Pero fue César Vallejo el que me llevó a Mariátegui. Porque tratando de explicar el porqué de esa radicalidad, en Trujillo o en la misma Lima en 1922, es ahí donde empecé a preguntar por el campo intelectual en el que se movía Vallejo. Porque si no parecía como una rareza, no sé, como un solitario. Y preguntando descubrí no solo “Amauta”, que fue posterior, sino también lo que fue el joven Mariátegui. Eso que él llamó a olvidar y que pretendió borrar. Ahí entonces hay una operación de recuperar archivo.
-¿Cambió mucho el lenguaje de José Carlos Mariátegui cuando pasó de La Prensa a El Tiempo y luego a “Amauta”?
Ahí podríamos pensar en términos dialécticos como lo plantea Octavio Paz. O sea, la tradición de la ruptura. Una dialéctica en donde hay cosas que continúan y otras que cambian. Porque él volvió de Europa tras desposar una mujer y unas ideas. Y estas últimas le permitieron darle otro cauce a un trayecto que él ya desde muy joven en el periodismo había realizado en Lima. Porque el periodismo para Mariátegui fue su escuela primaria, secundaria y su universidad. Es imposible pensar que José Carlos solo logró lo que conocemos por su viaje a Europa. Él no hubiera logrado eso sin esa experiencia formativa previa que fue el diarismo en Lima.
-La producción de José Carlos Mariátegui era vasta, ¿pero tenía una temática en común?
Como cualquier cronista en América Latina desde fines del siglo XIX. Es un proceso vasto y similar en todos los países cuando se instaura el periodismo moderno. Entonces el cronista o el reportero era alguien que debía redactar algo en muy poco tiempo. Y era un ejercicio bastante complicado. Hoy existe la Internet y Google que te permiten rápidamente un archivo y escribir una notita con el ‘copiar y pegar’. Pero en ese entonces no tenías dichas herramientas, por lo que el cronista precisaba de cierta capacidad imaginativa para que cuando aparecía algún tema poder escribir su nota. El periodismo (o cronismo) era el entrenamiento fantástico para luego poder escribir de todo.
-¿Cree que la condición física de José Carlos Mariátegui influyó en sus textos? Porque él tuvo una enfermedad delicada que lo acompañó muchos años de su vida.
No he pensado en eso. Pero sí tuviera que contestar rápidamente a esa interrogante, te diría dos cosas. Una de las charlas del Congreso fue sobre la relación entre Mariátegui, los mineros, las escuelas populares y el lazo que él tenía con los trabajadores, y cómo fue articulando una gran red regional y en América Latina, pero también el cómo hacía política JCM. Porque además de ser un gran escritor, Mariátegui armó un partido, tenía un contacto muy intenso con los sindicatos, los trabajadores y las organizaciones indígenas. Yo creo que el estar impedido de andar libremente y el estar tan supeditado a una silla de ruedas le permitió, por un lado, trabajar mucho más en su casa, tener más tiempo para la reflexión y escritura. Pero por otro lado, Mariátegui tenía una gran cantidad de gente con la que se contactaba y a la que le encomendaba determinadas tareas. Él tuvo, evidentemente, una gran capacidad de liderazgo, y debe haber sido tan atractiva su personalidad que convencía a las personas y lograba su adhesión. En la Casa de la Literatura Peruana vienen haciendo un gran trabajo con su archivo, editaron un libro objeto con cartas de sus colaboradores y ahí uno puede vislumbrar la condición de maestro que irradiaba Mariátegui para mucha gente. Su figura era poderosísima, tenía una gran capacidad de subyugar a la gente.
-Finalmente, ¿cree que queda mucho más por descubrir sobre el Mariátegui cronista?
Claro que sí. A mí me parece que sería muy bueno que se trabaje en una línea que permita volver a unir lo que creo que la crítica ha separado: el Mariátegui artista, el crítico de arte, ensayista y escritor con el político. Considero que ambas vertientes deberían ser trabajadas mucho más estrechamente. Porque la vanguardia hasta la década del 40 del siglo pasado no era pensada con la separación esta con la que habitualmente se la piensa. Se veía a la vanguardia política y a la artística como parte de un mismo fenómeno. Entonces, separar o dividir ambas actividades en Mariátegui es desfigurarlo.