Raúl Tola: “La literatura te permite ver la dimensión humana de las personas”

Aunque es considerada fundamental, la enseñanza escolar presenta, innegablemente, una serie de carencias o debilidades que muchas veces nunca llegar a ser corregidas.

Una de estas imperfecciones está, por ejemplo, en lo esquemático que puede resultar nuestro plan de estudios. Esa propensión a hacernos memorizar nombres, fechas y lugares importantes va en desmedro de factores que a primera vista resultarían superfluos, pero que tal vez puedan ayudar a entender desde pequeñas crisis sociales hasta grandes revoluciones.

Si habláramos por ejemplo del Tahuantinsuyo, tenemos claro que fueron 14 los incas que encabezaron el imperio. Conocemos sus nombres, tal vez su orden de precedencia, y posiblemente los enfrentamientos que libraron para mantener o hacerse del poder. Hay aquí, sin embargo, un vacío en las clases recibidas: la dimensión humana.

Esa creencia de que estos personajes fueron casi impolutos es lo que Raúl Tola Pedraglio (Lima, 1975) cuestiona en “La favorita del Inca”, su más reciente novela publicada por Alfaguara. El escritor y periodista continúa expandiendo su universo ficcional aunque sin desligarse del Perú, una de sus principales preocupaciones.

Ambientado en el imperio incaico, este policial cumple los requisitos del género: muerte, sospechas, un ambiente enrarecido, pero sobre todo alguien que va detrás de la verdad. En este caso, Amaru, un mensajero real que combina juventud y atrevimiento.

De la mano de este chasqui y con una narración ágil de Tola iremos repasando disputas y conspiraciones protagonizadas no por poderosos incas o importantes autoridades, sino fundamentalmente por seres humanos de carne y hueso.

Aquí nuestra entrevista con Raúl Tola sobre “La favorita del Inca”, novela a la venta en las principales librerías del país.

-¿Tenías muchas referencias sobre novelas policiales antes de escribir “La favorita del Inca”? ¿Cuánto aprendiste del género mientras escribías esta historia?

Sí he leído algunos policiales. Me gustan mucho autores como Raymond Chandler, Henning Mankell, Leonardo Padura, Petros Márkaris, Andrea Camilleri. No me considero un especialista en este género, que es sumamente vasto y que además tiene lectores sumamente específicos, pero me interesaba mucho este mecanismo de relojería que presenta: crimen más resolución. Esta última, sin embargo, te puede llevar por caminos distintos, alternativos y a veces muy complejos. Y quería aprovechar el género para hablar de mi país.

-Algo que se repite en tus dos novelas anteriores…

Es cierto. Tanto en “Flores amarillas” (novela de mafia) como en “La noche sin ventanas” (novela de la Segunda Guerra Mundial) podías encontrar un género determinado pero pasado por ese tamiz que es la peruanidad. El mafioso de “Flores amarillas” es muy peruano, y los perseguidos en “La noche sin ventanas” también lo son. Me parece que en “La favorita del Inca” redoblo esta apuesta de aplicar el género a la peruanidad.

-Además de los cargos superiores del imperio incaico, también hay en tu novela términos como por ejemplo quipucamayoc. ¿Cuánto te ayudaron las clases escolares para estas referencias y cuánto debiste indagar en libros de historia?

Me han preguntado sobre las fuentes de mi investigación para este libro y, efectivamente, muchas son mis clases del colegio y de la universidad. Porque a nosotros nos han enseñado mucho sobre el imperio de los incas.

-Con láminas a full color…

¡Con láminas Huascarán, claro que sí! Me acordaba de muchos términos. El quipucamayoc, el tucuyricuy, son términos que tal vez en cualquier parte del mundo no se entienden, pero que nosotros conservamos en nuestra memoria. Así que de alguna manera el libro es también una especie de homenaje a mis clases escolares y universitarias. Aunque junto con ese homenaje hay una crítica que no es para nada velada: nuestras clases sobre los incas fueron muy esquemáticas.

-¿En qué sentido?

Se nos enseñó que “los incas fueron 14”, sus nombres, sus características, su ‘trayectoria’, pero, ¿dónde estaban los seres humanos que integraron el imperio incaico? ¿Cuál fue la dimensión humana de los incas? ¿Se equivocaban? ¿Sudaban? ¿Sangraban?

-Se traicionaban…

Claro. ¿Hacían política baja? ¿O es que acaso vivían en esta especie de edén que nos han pintado a lo largo de nuestra educación? Este lugar perfecto, sin desigualdades, donde al parecer no había violencia, y que finalmente llegó a ser destruido al momento de la conquista.

«La favorita del Inca» se vende a S/49 en las principales librerías del país.

-En una parte de tu novela el quipucamayoc le dice a Amaru “hace mucho tiempo no hay tranquilidad por aquí”…

De hecho, el quipucamayoc, uno de los personajes más ancianos de la corte en mi novela, le cuenta al investigador hechos que realmente ocurrieron en la historia del imperio incaico. Y le hace una sucesión de las traiciones, asesinatos y de los envenenamientos por los que se fue sucediendo el cargo de inca. Mira, hasta la llegada de Pachacútec, la sucesión incaica se produjo básicamente por traiciones, engaños y asesinatos. Y él impuso un modelo político (el co-reinado) para buscar una sucesión tranquila. Para que a Túpac Yupanqui se le permita llegar a ser inca sin que lo maten en el camino.

-¿Qué tan necesarias fueron las historias de guerras y conspiraciones que intercalas mientras desenvuelves las circunstancias que rodearon el crimen de la favorita del inca?

Todas esas historias están justificadas y cumplen una función. La estructura de la novela está pensada para que estas se retroalimenten. Cuando hablo de la biografía de Pachacútec y de sus hazañas bélicas o logros administrativos, no lo hago por un afán didáctico, sino porque es funcional a la historia. Los lectores irán viendo que todo termina cobrando sentido conforme pasen las páginas.

-La primera imagen que deja en la mente tu novela es, más allá de la muerte de la favorita del Inca, la gran cantidad de gente aglutinada en el recinto donde se da el crimen. ¿Quiénes son?

La corte imperial compuesta básicamente por la descendencia de Pachacútec, donde se encontraba la Coya, que era su esposa principal, y sus demás esposas (40). Sus cerca de 300 hijos. Gobernadores de las distintas provincias del Tahuantinsuyo, militares, personajes notables y ancianos. Seguramente había muchas más personas. Dicen que los seres humanos somos inteligentes individualmente, pero cuando estamos en grupo perdemos esa inteligencia y nos guiamos más por la manada. Así funciona un poco esta corte, por lo menos cuando se descubre el crimen de Auqui. Se mueve como una entidad mezquina donde no hay mucha conciencia sino más bien rumores.

-¿Crees que la educación que recibimos nos formó en la idea de incas cercanos a la perfección y lejanos a lo falibles que en realidad somos los seres humanos?

Sí. Creo que ayudó también la leyenda negra sobre la conquista. Esa idea de que los conquistadores destruyeron esa arcadia donde no había basura ni suciedad. Hemos crecido con esa construcción de que los incas fueron prácticamente impolutos. Eso es absurdo. El imperio incaico fue muy violento. La conquista se realizaba por la diplomacia pero si los esfuerzos en este sentido no prosperaban, si el pueblo sobre el que se aproximaba el ejército no se rendía ni aceptaba el vasallaje al inca, pues era inmediatamente sometido. También había muchos sacrificios humanos. Lo cuento en mi libro, porque esa es una de las cosas que nos permite la literatura: estar a ras del suelo y ver a las personas en su dimensión humana.

-Evidentemente, Amaru no existió. En ese sentido, ¿qué te pareció vital para armar su perfil?

En el inicio de la novela él llegaba trayendo noticias del norte, de la guerra de Túpac Yupanqui contra los pueblos del actual Ecuador. Y al llegar al palacio de Condorcancha de pronto se escucha un grito, el del sirviente que encontró el cuerpo de la favorita del inca descoyuntado en la cancha principal del palacio. Que Amaru fuese chasqui me permitía ese comienzo pero también otras cosas muy funcionales a la novela. Los chasquis eran descendientes de nobles, entonces tenían una educación privilegiada. Iban a una escuela propia en la que recibían nociones de historia, de memotecnia y sobre la geografía del imperio. También se les instruía en correr y nadar. Entonces, Amaru tenía una inteligencia por encima del promedio. Luego esta imagen del hombre que corre, que cruza campos, es decir, que forma parte de la nobleza pero que también está con el pueblo. Él tiene un conocimiento integral del imperio. No se restringía a la élite y tampoco al pueblo llano. Esa posibilidad de tener (como se diría hoy) movilidad social me resultaba sumamente útil.

-¿Cuán inimaginable sería un personaje como Amaru en el Perú de hoy?

Hoy el Perú es un país mucho más grande y complejo. Es imposible imaginarse a alguien que corriendo pudiera unir pueblos. Pachacútec fue muy inteligente al momento de diseñar el sistema de correos porque comprendió que necesitaba saber qué ocurría en cada rincón del incanato. Hoy tenemos internet, teléfono, televisión por cable y muchos más recursos que ocupan ese lugar del chasqui. Amaru es un personaje solo imaginable en ese momento histórico.

-¿Crees que, a diferencia de los cuentos, las novelas te facilitan el abordar temas históricos o con una complejidad ligeramente mayor?

No lo sé. Hay extraordinarias novelas históricas como las de E. L. Doctorow, pero también muy buenos cuentos con base histórica, como por ejemplo “Un suceso en el puente sobre el río Owl”. Quizás, como mencionas, por su extensión la novela sí te permite un desarrollo mayor de personajes, entrar en muchos más espacios y describir con mayor profundidad.

-¿Crees que con tu obra ha ocurrido así? Porque tus novelas apelan a la historia…

Sí. Me siento muy cómodo en la novela porque te permite algunos juegos y evoluciones que tal vez son más difíciles en los cuentos. Y esta novela es un ejemplo de eso, porque permite la convivencia de historias paralelas y de personajes distintos, algo que en un cuento quizás me hubiese sido imposible. La novela es un mecanismo muy bien diseñado y que te permite una infinidad de posibilidades que yo exploto en la medida de mis posibilidades aplicando la historia.

-Te escuché decir que tienes en mente escribir una novela sobre el pasado reciente de nuestro país, sobre la época de la dictadura fujimorista, coincidiendo esto con tu trabajo en los inicios de Canal N. ¿Es inevitable poner buenos y malos en historias estas?

Yo creo que los personajes nunca pueden ser unidimensionales. Algunos tendrán más luces que sombras o viceversa, pero los seres humanos somos ambiguos. Nunca tenemos solo maldad o solo bondad. Y eso es lo que nos da humanidad. Yo supongo que te refieres a Fujimori, Montesinos o a Martha Chávez, no sé. Yo creo que los personajes en la literatura deben tener ambigüedades, complejidades, pero sobre todo contradicciones. Sino serían solo palabras sobre papel, muy planos o inverosímiles.

Raúl Tola nos habla sobre «La favorita del Inca», su más reciente novela.
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