Una conversación con Christian Solano sobre su libro “Una calma aparente”

Los personajes de “Una calma aparente” no van en taxi sino que toman combi. Son sufridos choferes, y no ejecutivos o empresarios. En sí, el autor de este libro de cuentos publicado por la editorial independiente Animal de Invierno ha reflejado el mundo popular que recorrió en los varios años que se dedicó a la cobranza bancaria.

Puerta a puerta, ‘bajando con el pie derecho’ y ‘pagando con sencillo’, Christian Solano se alimentó de esas realidades que otros dejan pasar o simplemente ignoran, pero que representan lo que es nuestra ciudad: un crisol tan inexplicable como fascinante.

Los ocho cuentos no han recibido los mismos elogios, sin embargo, su autor defiende a todos con el mismo empeño, algo entendible como el cariño de un padre a sus hijos.

Aquí nuestra charla con Christian Solano sobre su libro de cuentos “Una calma aparente”, ya a la venta en todas las librerías de Lima a S/35.

-¿Qué es lo más difícil para un escritor (varón) al intentar darle voz a un personaje femenino?

Eso es algo que es algo que todos asumen como un reto. Hay cierta complicación porque es una manera de sentir y pensar distinta, de ver las cosas desde otro ángulo. Afortunadamente yo tengo tres hermanas, mi madre aún está viva, hablo siempre con mi mejor amiga y tengo una pareja que me apoya mucho con la corrección, la lectura [de mis escritos] y me da otra perspectiva. A veces me dicen que “así no pensaría (una mujer)” o “así no podría ser” (esto) y eso ayuda a refrescar el mismo tratamiento de los personajes y su sensibilidad.

-¿Cuánto te ayudó el uso de la primera persona en los cuentos de “Una calma aparente”?

Mucho. Cuando reuní los cuentos tenía la idea de que sería un libro narrado solo por personajes masculinos, sin embargo, ya en el proceso de edición, sacamos algunos, y el editor me pidió más cuentos nuevos. Entonces, como yo tenía unos relatos para otro proyecto de libro con solo voces femeninas, le mandé algunos, entre ellos “Familia” y “Parque de las leyendas”. Esto de la primera persona fue conscientemente porque ayuda a entrar en sintonía más rápidamente con el lector. Y creo que funcionó.

-Un mes después de la publicación de tu libro, hay ciertas coincidencias en las críticas y comentarios. ¿Cuál es tu balance sobre la recepción que ha tenido “Una calma aparente” en prensa y redes sociales?

Creo que todas las lecturas existentes son válidas. Las que dicen que el libro tiene deficiencias y las que dicen que no. Las que dicen que el libro tiene méritos, y las que lo denigran también. Y me parecen válidas en función de que cada persona hace una lectura distinta. Creo que para el autor es muy difícil decir cuál es su cuento menor. Todos tienen algo distinto y algo para rescatar.

-¿Tienes alguna defensa especial que hacer del cuento “Parque de las leyendas”? Ese es quizás el más débil, en mi opinión y veo que eso otros piensan lo mismo…

A mí ese cuento me gusta mucho porque tuve la idea de hacer dos historias a la par, y que en una haya una resolución medianamente feliz y en la otra no. Quizás lo que quería lograr mucha gente no lo ha percibido. Quise que, al final de la lectura del cuento, el lector sintiera que falta algo: el niño.  Quizás no logré esto.

-En este relato la protagonista vive más pendiente del Facebook que de la desaparición del niño a su cargo. ¿Cómo surge un personaje tan irritante como ella?

Es que existe gente así. Hay gente que vive pendiente de cuántos likes tienen sus posts (en Facebook). Quise evidenciar esta ‘civilización del espectáculo’ en la que vivimos. Hay gente que, en medio de un accidente, está transmitiendo en vivo y nadie se acerca a ayudarlos. La gente te da like o pone ‘me asombra’ o ‘me entristece’ (en tu muro), pero nada más. Me parece algo muy presente en todos los niveles de la sociedad.

-Hablemos de “Paradero inicial”, un cuento donde se pueden extraer varias temáticas. ¿Por qué crees que la literatura peruana reciente no ha explorado tanto los espacios populares y masivos?

Lo que había en literatura marginal o de los conos es más la visión del tipo que va de visita, pero no del que vive ahí. En la mayoría de mis cuentos los personajes son de los conos, viven ahí, viajan en combi o en micros. Eso era algo que quise aprovechar. El mundo del microbusero, del cobrador, del paradero inicial donde se reúnen los choferes a descansar. Es absurdo pensar que esos temas no pueden ser relevantes. O por ejemplo, el mundo de los skaters, que lo ves en todos los parques. Así pues, los parques, Gamarra, los micros, el Parque de las Leyendas, no han sido muy tocados por la literatura reciente.

-Todo lo contrario pasa con “Primera vez”, cuya trama no es precisamente original, porque no es la primera vez que se cuenta cómo un hombre busca los servicios de una meretriz o como esta se puede enamorar de uno de sus clientes. ¿Qué plus buscaste darle a este cuento para que salga de lo común?

El cuento se llama así porque, no solamente es la primera vez que el personaje va a un  burdel, sino también porque a lo largo del cuento el protagonista recuerda sus ‘muchas primeras veces’. La primera vez que vio a una mujer desnuda, la primera vez que tocó a una chica o la primera vez que se masturbó. Eso creo que le da el plus que tú mencionas. Además, esta es una historia de violencia. Está presente esa idea tan machista de que uno es más que otro porque puede ‘rendir mejor’ o porque la tiene más grande. El cuento presenta estas pequeñas taras propias del machismo.

-¿Tienes algún tipo de final que prefieras? Porque ese detalle es variable en tus relatos…

A mí me gusta mucho trabajar con finales abiertos, aunque no estoy en contra de los cerrados. Yo prefiero hacer participar al lector. Sería muy pretencioso decir ‘que lo haga pensar’, porque si pones un punto final al cuento y no sabes si el personaje va a entrar a un lado o no, tampoco es que haya mucho que pensar. Pero sí siento que, al menos en mi caso, los finales abiertos me funcionan más. Mira el caso de “Parque de las Leyendas”, con un final en el que no sabes si encuentran o no al niño. Finalmente el lector será quién le dará la interpretación debida a cada cuento.

Muchos escritores ingresan al mundo literario por vocación. Tú has estudiado literatura en la universidad. ¿Cuánto realmente sirve la teoría para convertirse en escritor?

Me falta un año para terminar mi carrera, y espero lograrlo pronto. Lo que me dijeron cuando entré a la facultad de literatura fue que la universidad no te enseña a escribir. De hecho, la formación de los escritores del Boom no era precisamente literatura. Eran abogados o periodistas quizás. Cortázar tenía un título de profesor de escuelas. Me parece que la formación te la dan las lecturas. Dependiendo de tus lecturas puedes terminar siendo un escritor light o uno de cosas muy profundas o que demanden mucha investigación. Lo que sí fue crucial para mí en mi época universitaria fue la biblioteca.

¿Hacia dónde quieres ir luego de “Una calma aparente”?

En mi caso la idea es no repetirme. Aunque el realismo me interesa mucho, así que podría seguir trabajándolo. Esos espacios que no se aprovechan, las zonas urbanas, periféricas, no sé.

¿Y siempre cuentos?

Sí. Pero uno no se sienta y dice ‘hoy escribiré un micro cuento’ ni ‘hoy escribiré una novela’. Aunque tengo una novela en curso, cuyo tema son las relaciones familiares. Es sobre el síndrome de influencia parental, que es cuando uno de los padres incide más sobre el hijo en contra del otro. Cada uno pone de su lado al hijo contra el otro. Otra idea que me ronda es la de un personaje metido en el medio financiero. Yo trabajé algunos años en cobranzas. Este tipo es una especie de ‘datero’ de una banda delincuencial y que también tiene que ver con el terrorismo. El haber caminado casi todo Lima cobrándole a deudores de banco me ha servido mucho para eso y también para “Una calma aparente”.

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