“Hay que leer ‘El zorro de arriba y el zorro de abajo’ como una novela radical y experimental en las letras latinoamericanas”

En diciembre del año 2019 –antes de que se desate la terrible pandemia del coronavirus—un grupo de académicos provenientes de Chile, Brasil, Perú y los Estados Unidos se reunieron en la Universidad Católica del vecino país sureño para participar en un simposio a propósito de los 50 años de la publicación de “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, la emblemática novela de José María Arguedas.

El responsable de la organización de dicho evento fue el escritor y académico peruano Enrique E. Cortez. Aunque reconocido como un ‘Garcilasista’, el hoy profesor principal de Literatura Latinoamericana en Portland State University tiene una historia de larga data vinculada a la producción de Arguedas. Remembranzas familiares y una serie de artículos académicos publicados en los últimos años, le otorgan autoridad para hablar sobre el tema.

En dicho sentido, la aparición de “Un universo encrespado. Cincuenta años de ‘El zorro de arriba y el zorro’ de abajo” (Editorial Horizonte) recobra total sentido. El volumen recoge fundamentalmente las ponencias de los participantes en el simposio arriba mencionado. Reconocidos académicos (y escritores) como Lucero de Vivanco, Carlos Yushimito y María José Navia, entre otros, aportan un particular ángulo en torno a un texto clave de nuestra literatura.

Sobre este libro y sobre la figura de Arguedas en general, conversamos aquí con Enrique E. Cortez.

-Estas primeras preguntas van por el lado personal. ¿Cómo surge tu vínculo familiar con Chimbote? ¿Qué sensación te generó leer por primera vez “El zorro de arriba y el zorro de abajo” de José María Arguedas?

El vínculo personal con la novela tiene que ver con que mi padre fue adolescente cuando Arguedas empieza a hacer su investigación de campo en Chimbote, que es la base de lo que será después la novela “El zorro de arriba y el zorro de abajo”. Entonces, para mí fue un poco acercarme a través de la novela a ese mundo en ebullición. Este casi experimento social que es una industrialización brusca. Lo que ocurre en Chimbote fue algo que de golpe llegó a un espacio no preparado, sin el ritmo ni las condiciones sociales ni materiales para un movimiento laboral de tal escala. Se desarrolla una gran migración. Mi padre y sus hermanos se vuelven pescadores en ese contexto. Se genera, pues, una especie de aura personal que me conecta digamos a posteriori con la novela.  Ahora, sobre tu pregunta en específico, si no me falla la memoria, fue en 2003. En la universidad no habíamos leído ni debatido “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, “Los ríos profundos” sí, otros cuentos también, pero esta novela es una producción absolutamente diferente de todo lo que Arguedas hace antes. Y la primera sensación que me dejó fue de grata sorpresa. Por ese entonces yo estaba interesado en escritores medio existencialistas. Yo leía a Beckett, Onetti, y entonces me encuentro con esas primeras líneas de la novela que realmente me chocan: ‘He intentado suicidarme hace muy poco…’ y, en fin, está estableciendo una discusión de orden meta ficcional con los escritores del Boom, con las poéticas de sus novelas y con sus modos de escribir. Los diarios me atraparon y yo creo que eso le pasa a todo el mundo, que la primera lectura es siempre casi opacada por la fuerza de la vivencia que Arguedas está plasmando en esta novela. En lecturas posteriores ya he logrado entrar a la otra parte de la novela, que es la historia en sí, de Chimbote, de sus personajes que intentan sobrevivir en dicho espacio casi salvaje.

-Pasaron casi 16 años entre ese 2003 y el 2019, año en el que organizas en Chile este simposio dedicado a la obra de Arguedas. ¿Cómo surgió el interés por organizar este evento?

Después de ese episodio en 2003 he publicado una serie de artículos sobre Arguedas, algo que tiene que ver sobre el concepto de experiencia, cómo él trabaja en cierto sentido teóricamente con un concepto proveniente de la obra del filósofo alemán Wilhelm Dilthey. Pero en mi exploración precisamente la cuestión de la experiencia viene siendo usada más o menos teóricamente en sus diarios cuando discute con otros escritores, cuando establece una estructura de valor, o sea, qué autores le parecen a él más valederos que otros. Y eso está en función de transmitir a las palabras la experiencia de la vida. Y esto es como Arguedas comienza su obra. Él comienza publicando en 1935 el libro “Agua”, sobre su experiencia como niño y comunero. Ya en 1938 publica “Canto quechua”, que es sobre su experiencia. Él dice ‘yo tengo que presentar al público estas canciones quechuas que son poesía. Son canciones que he aprendido en mi experiencia’. Y las va traduciendo con ayuda de alguien más cuando pasa su temporada en la cárcel. Y de ahí surge este libro, muy interesante porque lo que Arguedas dice en ese año es que la producción escrita/oral en quechua tiene valor literario. Y presenta al público hispano un conjunto de textos de origen quechua que tienen valor literario. Eso es un gran gesto de política cultural si se quiere. Ahora, ¿qué es lo que tiene Arguedas para sostener todas esas afirmaciones? Nada. Carece de un grado universitario para ese entonces. No es etnólogo todavía. Así que lo único que tiene es su experiencia. Así fueron sus comienzos, como folklorista amparado en su experiencia. Yo creo que el gran legado de Arguedas fue mostrarnos que toda una producción literaria en quechua, con origen oral, tiene equivalencias estéticas de lo mejor de la producción occidental, hispana en este caso.

-La obra de Arguedas se distribuye en diversos géneros. Poesía, novela, artículos en periódicos, etc. ¿Cuál crees que es el gran tema que toca este escritor?

Me parece que Arguedas presenta un par de preocupaciones muy importantes. La primera es mostrar al mundo no-quechua que la producción literaria quechua tiene valor estético. Y ese es el gran proyecto personal suyo con el mundo andino. Y lo cumplirá en vida, en la escritura de sus novelas, en la producción de sus etnografías, artículos y ensayos, que siempre son sobre eso. Y también su producción como gestor cultural. A inicios de los 60 fue nombrado el director de la Casa de Cultura, que es el equivalente hoy a Ministro de Cultura. Durante casi un año Arguedas marca la política cultural del país. ¿Y qué hizo? Promover la presencia de grupos musicales indígenas o de la sierra en Lima. Es decir, siempre intentando abrir los espacios oficiales para la producción, sea literaria, musical o poética andina para la gran ciudad.

Entonces, visto teóricamente, Arguedas es ‘el gran traductor cultural’. Nos reconcilia un poco, nos muestra que nuestra tradición andina es valiosa en un país absolutamente discriminador y racista. Y el otro tema, que me parece muy importante en Arguedas es la búsqueda de una propia voz. Y si uno revisa su obra, desde “Agua” hasta “Los ríos profundos”, hay siempre una búsqueda formal en Arguedas. Y su gran logro para la crítica es “Los ríos profundos”. Este libro le da una proyección internacional que antes no tenía. Es reconocida por todos como una gran novela. Incluso un jovencito Mario Vargas Llosa lo busca para entrevistarlo. Ese momento de internacionalización en los 60 es muy importante, porque le permite entrar a otro espacio. Ya deja de discutir sobre cuestiones peruanas y tiene una proyección más internacional. Se convierte en un intelectual latinoamericanista, además porque en esos años se comienza a crear el concepto de América Latina como una entidad que puede establecer relaciones culturales, iniciativas políticas de orden común. Todo eso bajo la sombra de la revolución cubana. Ese fue el momento en el que toda la intelectualidad latinoamericana dice ‘tenemos la oportunidad de reclamar nuestra independencia intelectual, económica y política’. Y ahí estuvieron personajes como Vargas Llosa o Carlos Fuentes.

– ¿La presencia de académicos peruanos y extranjeros en tu libro puede significar que José María Arguedas es un tema de interés para la Academia en el exterior?

En efecto, a diferencia de Vargas Llosa, que quizás sea nuestro escritor más internacional en términos de ventas, Arguedas es quizás el escritor peruano del siglo XX más internacional en términos de interés académico. ¿Por qué razón? Por estos cruces culturales. En todo el mundo tenemos conflictos inter culturales. Los países son construcciones arbitrarias que reúnen distintas naciones. Pasa con Bolivia y ahora su Constitución plurinacional. No sé, Paraguay, México, Chile, con la nación mapuche. América Latina en sí es un espacio lleno de naciones y etnias que han sido arbitrariamente reunidas bajo el paraguas de los Estados-nación. Y yo creo que por esa razón Arguedas es de mucho interés, por estos puentes que logra construir, en su obra tanto literaria como antropológica. Es decir, nos ayuda a pensarnos como sociedades multi-culturales. De ahí la vigencia de Arguedas.

Ahora, en el caso de Chile específico, sobre el que mi libro está construido casi, coincide con un tema personal: yo estaba pasando un sabático de investigación allí en 2019. Fui profesor visitante en la Universidad Católica y me invitaron a organizar un simposio sobre algo de lo que estuviera investigando. Y estuve pensando un tiempo en ello. Yo soy ‘Garcilasista’. Trabajo historia cultural nacionalista, pero al mismo tiempo estaba buscando un Plan B en ese país, que era sobre la presencia de Arguedas allí. ¿Cómo así él logra en los años 60 construir un espacio de interés para otros peruanos que llegaron después? Y Arguedas en Chile logra muchas cosas. En principio, se encuentra con su analista, psicoanalista, terapista: Lola Hoffmann, estudiante de Carl Gustav Jung. Pero no solo eso. En esa década Arguedas ya tenía varios problemas de salud mental. Él, a diferencia de muchos escritores, solía abrir su intimidad, exponerse, en conferencias, y cuenta sus historias de trauma infantil, bromea con temas de su salud personal. Eso no es común con los escritores. Quizás el único caso que a mí me parece un epígono de ese tipo de expresión es “Aprendizaje de la limpieza” de Rodolfo Hinostroza, que es un libro descarnado y de puro fluido inconsciente. Por otro lado, Arguedas conoce en Chile a Sybila Arredondo, quien será su última esposa, su albacea literaria y gracias a quien la obra de Arguedas, que conocemos en su totalidad, existe. Ella, aconsejada por algunos editores como Humberto Damonte de Horizonte, decide meterse a reunir la obra completa de su esposo. Vale decir que la parte de ficción se termina de publicar en 1983 y la antropológica recién en 2011. Es el trabajo de toda una vida.

Pero otro punto importante aquí es que Arguedas escribe parte de “El zorro de arriba y el zorro de abajo” en Chile. En Lima no encuentra el espacio emocional, material incluso, ni el tiempo para escribir. Así que cada vez que viaja a Chile se pone a escribir. Y se lo cuenta a sus amigos. Escribe en casa de su amigo Nelson Osorio o donde los hermanos Parra, en un barrio llamado La Reina, en Santiago de Chile. Son lugares donde la novela irá tomando cuerpo. Por esa razón creo que esta novela tiene una enunciación, por lo menos, binacional, lo cual es muy interesante.

-El libro incluye dos entrevistas tuyas a la viuda de Arguedas. La primera individual y la segunda realizada en coautoría con Juan Escobar Albornoz. En la primera se nota tu intención de desentrañar el tema emocional, psicológico del autor peruano. ¿Por qué motivo?

Un interés bastante antiguo, que viene de comienzo del 2000, tiene que ver con las prácticas psicoanalíticas. Yo tengo una hipótesis de trabajo con la que me acerco a indagar. ¿Qué pasa con Arguedas en Chile? ¿Por qué termina matándose? ¿Cómo falla el proceso? Y, entre otras cosas, lo que pienso es que realmente Arguedas no tuvo un proceso psicoanalítico como asegura. Él se construye la ficción de que tiene un proceso psicoanalítico, pero en realidad Lola Hoffmann es su amiga. No hay una transacción económica. Y una de las cosas fundamentales en el análisis tiene que ver con pagar por el análisis realizado. Para ella, Arguedas era un amigo escritor más. Se interesa un poco por su caso, le da algún consejo. Al comienzo hay un interés por establecer una relación de paciente-terapeuta, pero eso rápidamente se diluye porque él no fue un paciente muy disciplinado. Entonces lo que Arguedas construye como un proceso psicoanalítico que suena tan serio, realmente no lo fue tanto. Otro tema que me interesa es cuáles fueron los protocolos en los 60 de la práctica psicoanalítica. Chile, a diferencia del Perú, tenía ya una práctica Jungiana en ese entonces. Y eso es importante porque hay algunos conceptos. Uno es el de individuación: es un proceso en el que tú como sujeto intentas resolverte y hacer cambios radicales. Es decir, casi una aniquilación del sujeto social que fuiste, obedeciendo a tus propias necesidades psicológicas y de existencia. Entonces este proceso para Arguedas significaba, entre otras cosas y en el orden práctico, distanciarse de Celia, su primera esposa. Ahora, no es que Celia sea el problema, sino que para Arguedas el problema era ella. Aunque en realidad ella fue un gran apoyo para José María, en el contexto en el que estaba inserto, ella sí es un problema. En Chile, Arguedas se encuentra también con Sybila, una mujer joven, guapa, liberal, casi 30 años menor que él. Entonces ahí entra fascinado y finalmente trae todos sus demonios a la relación.

La portada del libro de Cortez publicada por Editorial Horizonte.

-Y en la entrevista que realizas conjuntamente con Juan Escobar queda claro que ella fue tan importante para Arguedas no solo luego de su muerte sino también antes…

Toda entrevista tiene a veces una hipótesis de trabajo. Y en esta ocasión con Juan Escobar queremos mostrar que tenemos que considerar el trabajo de Arguedas como uno colaborativo. Por ejemplo, cuando escribe “Yawar Fiesta” tiene un amigo, Manuel Moreno Jimeno, y hay toda una muy interesante correspondencia entre ambos publicada que nos muestra cómo es que Arguedas escribe ya desde su primera novela, y es siempre en discusión con amigos. Sobre sus personajes, su escritura misma, que la somete a la lectura de sus amigos, escucha lo que ellos le dicen, hace cambios. Entonces hay una escritura colaborativa. Y eso es bien interesante porque se conecta mucho con la idea de la comunidad del mundo andino. La escritura como un proceso dialógico, para usar el término de Mijaíl Bajtín. Lo mismo ocurre con todas sus novelas. Y el caso de “El zorro de arriba y el zorro de abajo” es quizás algo extremo. No solo es Sybila, sino también Westphalen, John Murra, los amigos en Chile (Osorio, Lastra, Parra). Arguedas envuelve a mucha gente en la escritura de una suerte de evento social. O sea, la novela existe socialmente antes de ser publicada.

-Que es lo opuesto a aquello que muchos escritores eligen, más bien recluyéndose y en su intimidad escriben hasta terminar el libro…

Sí, esa es la escritura como un proceso ególatra en cierto sentido, individualista. Pero para volver a tu pregunta sobre Sybila, ella es muy importante porque lo apoya, entre otras cosas, transcribiendo las anotaciones, ordenando la información etnográfica que él recogió, y finalmente en la edición de la novela. Hay una anécdota que Arguedas le cuenta a Murra. Le dice ‘hemos alquilado una casa en Lunahuaná y junto a Sybila hemos terminado de organizar la novela. Ya está’. Entonces, la intención con Juan Escobar es que hay un proceso de producción que no es individual, y que incluye a otros. Lamentablemente en el circuito en el que vivimos solo se reconoce a una persona, pero a veces sería importante ver las producciones culturales como comunitarias y dar crédito a los distintos agentes involucrados.

Por otro lado, aunque Sybila fue muy importante por lo menos en la producción de “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, la traducción de «Dioses y Hombres de Huarochirí», incluso en la publicación de su tesis doctoral sobre las comunidades rurales en España, también lo fue después de la muerte del autor. Es en ese momento en el que Sybila –escuchando a distintas figuras del espacio cultural peruano y editorial, como Humberto Damonte o Antonio Cornejo Polar—es que se idea la obra completa de José María Arguedas. Y tal como lo explica ella en la entrevista, tiene una metodología: reunir todas las versiones publicadas por Arguedas. Eso es un trabajo filológico. Y eso hace ella durante más de 10 años. La obra completa de José María se imprime en 1983 en Checoslovaquia y se publica por Editorial Horizonte en Lima.

-Varios de los comentarios que giran en torno a “El zorro de arriba y el zorro de abajo” es que estamos frente a una obra inacabada. Eso se lo preguntas a Sybila en la entrevista, pero más allá de eso, ¿cuál es tu opinión personal? ¿Estamos frente a una novela inacabada o –como diría Cornejo Polar—inacabable?

 Yo diría que ese es un falso problema. La novela existe y es como es. Me parece que el tema tiene que ver con las expectativas de lectura que el lector tiene. Si eres un lector formado en una tradición bien clásica, con historias que tienen comienzo, principio y fin, entonces te podrá parecer una novela inacabada. Pero eso tiene que ver contigo como lector y no con Arguedas. Él precisamente termina la novela con su suicidio. En términos de historia, ya que la novela se construye en paralelo a la propia existencia de la figura autoral, entonces el autor muere y la novela acaba. Desde esa perspectiva está terminada. Juan Escobar parte de la hipótesis de que en realidad la poética de la novela que desarrolla aquí, y tiene mucho sentido porque esta es una novela mítica, circular, no tiene como objetivo precisamente mostrarnos un principio, medio y fin. Para los que hemos leído a Beckett, sus novelas no tienen tampoco un orden aristotélico, y sin embargo están acabadas. Nadie le discute a Beckett que “Malone muere” está inacabada. Pero yo lo que les diría a los lectores es precisamente que deberían entender que Arguedas está escribiendo en un ideal experimental, tal como lo hiciera Beckett. Si movemos un poco la comparación, ya no con los escritores del Boom, que están logrando establecer narrativas que siguen el sistema aristotélico, aunque vayan alterando en el camino la temporalidad, las voces, los personajes, etc. Arguedas está en un paradigma distinto, y eso tiene que ver sobre todo con la estructura del mito que va incluyendo en la novela. Por eso digo que hay que leer “El zorro de arriba y el zorro de abajo” como una novela radical y experimental en las letras latinoamericanas. Tal como lo hacemos con la obra de Samuel Beckett.

-El artículo de Carlos Yushimito dice en un extracto lo siguiente: “Leer a Arguedas a la luz de la narrativa autoficcional tan popular hoy en día resulta apabullante y también un poco desalentador. Ante la palidez de esta, ‘El zorro de arriba y el zorro de abajo’ responde con el rubor de su violencia, de su dramatismo y de su condición trascendente llevada al límite de lo humano”. Efectivamente, cuando uno lee los diarios de Arguedas puede pensar que estamos ante un modo de autoficción. ¿En qué se diferencia lo que hacía Arguedas de lo que hoy tantos critican se hace masivamente: autoficcionar?

Creo que la diferencia es que mucha de la producción autoficcional busca constituir un yo, centrar y organizarlo narrativamente. Lo que Arguedas hace aquí es descentrar su yo, destruirlo, desperdigar un poco la experiencia. ¿Cuáles son las consecuencias de centrar el yo? En cierto sentido, permite que para el escritor esa narrativa le dé un espacio de circulación social y construya sus vínculos con la sociedad. Pienso en Renato Cisneros y “La distancia que nos separa”. Este ajuste de cuentas con el padre, que en cierto sentido ocurre en la escritura y que en parte lo resuelve como persona. Esa novela resuelve al autor, le permite situarse en el espacio de esta Lima populosa y asumir su lugar de privilegio sin sentirse cuestionado de que quizá su privilegio es efecto de la violencia política que su padre ejerce sobre parte de la población del país. O sea, la escritura como autoayuda si quieres. Pero en el caso de Arguedas, tienes más bien este momento de la escritura como espacio de destrucción en cierto sentido y de búsqueda también. Porque Arguedas también está buscando en la escritura autoayudarse, aunque el efecto finalmente sea contrario.

-Existen algunas biografías sobre Ribeyro, incluso sobre César Vallejo han salido uno que otro libro, pero tal vez no tanto sobre Arguedas. ¿Qué crees que resta por investigar y escribir acerca del autor de “El zorro de arriba y el zorro de abajo”?

La gran investigadora de la biografía de Arguedas es Carmen María Pinilla, profesora de la PUCP, y quien quizá ha trabajado muchísimo para lograr un archivo documental sobre este autor. Mucha de la correspondencia ha sido publicada gracias a ese trabajo de Pinilla, al apoyo institucional de la PUCP, pero también probablemente (gracias a) ciertas condiciones económicas privilegiadas para poder acceder. Yo entiendo que la gran obra en proyecto de Pinilla es construir una biografía de Arguedas. Ahora, Carmen María ha logrado conseguir muchos de los materiales conectados a la primera esposa de Arguedas, básicamente porque está en el Perú. El espacio que no está muy completo para ella es el vinculado a Sybila, porque esta última no está aquí, y fragmentos del archivo de Arguedas están con su última esposa. Mira, cuando ella fue procesada en los 80 por simpatías con Sendero, etc., parte de ese archivo fue capturado por el orden policial y judicial. Y ha desaparecido. Cartas de Arguedas a Sybila y viceversa. Ojalá que todo esto se mantenga en algún lugar y en algún momento aparezca. Esa es la parte que falta para poder armar una biografía completa del personaje.

-Entonces, hay material para posibles nuevos biógrafos…

Claro que sí, pero quizá lo más inmediato, lo que estamos esperando, es lo que está preparando Carmen María Pinilla. Ojalá que lo pueda publicar pronto y probablemente luego habrá correcciones, como ocurre con toda biografía. Ahora, es importante que haya un trabajo así sobre Arguedas, tal como es importante que haya biografías de Vallejo, Ribeyro y Clorinda Matto de Turner, porque estas narrativas de vida son eventos sociales que nos permiten entender cómo ocurre una época.

«Las comunidades de España y el Perú» en una versión publicada por Paidós hace unas semanas.
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