Siete años después de la aparición de “La primaria”, su primer libro de cuentos, María José Caro tiene casi todas las miradas encima. Su habilidad como narradora la ha convertido en una de las autoras peruanas con mayor proyección internacional. Ella, sin embargo, intenta concentrarse en escribir para conmover. “Nada más me interesa”, afirma en esta extensa entrevista.
La razón de nuestro encuentro es “¿Qué tengo de malo?”, su más reciente obra publicada por Alfaguara. Es el libro de cuentos más corto que mayor tiempo me ha tomado leer. Y es que cuando uno pasa de relato en relato tiene la sensación de que nunca quiere desprenderse de Macarena, un personaje entrañable con las mismas inseguridades que podría tener cualquiera de nosotros.
Pero Macarena no es todo en “¿Qué tengo de malo?”, también está Sergio, el hermano mayor que nos ignora pero del cual no podemos desprendernos, un padre con serios problemas y una madre que duerme aferrada a una biblia como rogando que Dios le dé algo de paz.
El nuevo libro de María José Caro se presentará este sábado 9 de diciembre a las 6 p.m. en el auditorio Ricardo Palma de la Feria del mismo nombre que se realiza en Miraflores. El ingreso es libre.
-¿En serio crees que lo doloroso es más difícil de borrar que los momentos felices que vivimos durante la infancia?
Sí. De hecho es una ley de la psicología que se llama Asimetría Hedónica. Eso quiere decir que cuando te pasa algo feliz rápidamente vuelves a la normalidad, en cambio, si te ocurre algo doloroso, el dolor tarda más tiempo en irse. Siempre he pensado que las cosas que te marcan son las que te duelen y que luego, por acumulación, moldean tu personalidad. Y al menos para mí la infancia es un momento crucial. Suelo citar la frase de Rodrigo Fresán: “La infancia es radiación pura que se niega a desaparecer”. Entonces, el niño José Miguel siempre estará detrás de ti y la niña María José siempre detrás de mí.
-A veces uno se mete en terapia psicológica para solucionar los problemas, pero hay otros que temen hacerlo por miedo al pasado.
Esa es una de las bases del psicoanálisis: retroceder para mirar. Felizmente creo ser una persona que sabe mirarse a sí misma. Conozco las cosas a las que les temo y mis inseguridades, entonces, para mí ese proceso no es tan complicado. Pero hay gente a la que sí se le complica mucho tener que ir a un psicólogo para hablar del pasado. Yo no defiendo esa teoría de que ‘hay que mirar el futuro y olvidar lo que pasó’, porque tú eres la suma de consecuencias que no solo tienen que ver contigo sino que te jalan hacia atrás. Decisiones que tomaron tus padres y te pusieron en determinada situación. Es una mezcla de eventos que ponen al pasado siempre en el presente. Así que eso de ‘bloquearlo’ no creo que ayude.
-Tu libro tiene diez cuentos, cinco de los cuales pertenecen a “La primaria”. ¿Fue difícil retomar no solo al personaje sino al ambiente que lo rodea, su familia y hacerlos encajar como si todo fuera parte de un mismo texto?
Cuando surgió la idea de reeditar “La primaria” y añadirle cuentos temí que la voz que tengo al escribir hoy no encaje con la de mis primeros relatos. Así que hice dos cosas. Primero, quité un cuento que tenía muchos excesos. El resto son casi los mismos pero con pequeños ajustes, que tienen que ver más con mi forma de escritura. Y en cuanto a la voz, creo que no fue muy difícil porque los cuentos que le siguen a “La Primaria” son mucho más complejos, pues el personaje ya está en la adolescencia.
-Has dicho que el primer cuento de este libro (“Árbol de Navidad”) permite ubicar a los lectores en una familia partida por los problemas…
Sí. Yo quería mostrar cómo el personaje (Macarena) va creciendo a partir de momentos dolorosos y frustrantes. En “La primaria” el libro empieza con el papá yéndose, así que consideré crucial esta vez poner una imagen de la familia aún ‘completa’ pero desmoronándose.
-Si “Árbol de Navidad” tiene esa intención al estar primero, ¿qué hay detrás de “Las palabras”? Ese último cuento es conmovedor (trata sobre la incapacidad de decirle algo a quien vive a nuestro lado).
Me pareció bueno para cerrar. Ahí Macarena aparece adolescente y niña. Sentí que el relato respondía a muchas de las inseguridades o dudas que el personaje tuvo en los cuentos anteriores. Ella es una niña-adolescente muy insegura y esto tiene que ver también con la poca comunicación que tiene con su madre, más allá de que esta es constante en todos los relatos. La mamá aquí es como un árbol: en silencio pero siempre está.
-En “Charcos”, Macarena sufre un percance íntimo que la expone ante sus seres queridos y conocidos. ¿Cuán difícil es retratar sensaciones como la vergüenza, más aún durante la infancia?
Para escribir este cuento me basé en algo personal. Siempre he sido muy alta. Recuerdo que una vez salió en televisión ‘el gigante Margarito’, y alguien en el salón dijo que ‘un doctor había dicho en TV que si a tal edad sobrepasas tal estatura, vas a ser como Margarito’. ¡Y yo me creí el cuento de que crecería hasta morir! Tenía vergüenza de mi estatura y me escondía cuando tocaba que nos midieran. No sé si por mi personalidad, pero de niña siempre exageré las cosas. Y en ese cuento quise retratar eso: cómo una cosa tan tonta como orinarse para un niño puede ser una cosa tremenda. Sobre todo porque los niños son naturalmente más crueles de lo que pensamos. Además estaba lo del universo que existe en un colegio de niñas, algo que me parece aún puede explotarse mucho.
-¿Crees que estudiar en un colegio de niñas hoy puede ser lo mismo que hace 15 o 20 años?
Solo sé que si tengo una hija esta no irá a colegios femeninos ni religiosos. No comparto la idea de moral que hay en ellos. Sin embargo, me imagino que como hoy la tecnología está tan presente, esa dinámica de aislamiento mujeres vs. hombres debe ser distinta, porque incluso durante mi secundaria ya había internet. Quizás las cosas han cambiado algo ya, pero ese sistema educativo está totalmente fuera de tiempo y época. Se trabajan culpas y cosas que no deberían.
-Sergio es ese hermano que te ningunea pero del cual no puedes soltarte pase lo que pase. ¿Cómo surgió este héroe tan peculiar?
Sergio me parece un personaje fundamental porque vive lo mismo que Macarena pero desde otra personalidad. O sea, él es mucho más superado que ella, como me pasa con mi hermano (cinco años mayor). Pienso que cuando pasan cosas en las familias –como un divorcio u otros problemas– se genera una bonita complicidad entre los hermanos. Y si bien estos tienen conflictos, también son partícipes de cosas lindas. Quería que se note que Macarena y Sergio eran una sola fuerza. Y eso pasa en el cuento sobre la muerte del abuelo, cuando ambos se preguntan qué pasará si sus papás (divorciados) se reencuentran. Finalmente quedaron sorprendidos al verlos dándose una tregua durante el velorio.
-¿Fuiste criada en una familia igualitaria o con esquemas más patriarcales?
Mi mamá siempre trabajó, fue independiente y capaz de superar problemas. Fue una mujer muy empoderada. Así que el trato fue igual siempre. Es más, mi familia está compuesta por muchísimas mujeres y pocos hombres, por lo que mi hermano creció en una especie de matriarcado.
-Más allá de que Macarena lo narra, siento a “Beirut” como el relato más ‘ajeno’ al corpus de este libro. Es una historia de vecinos, abuso, algo de discriminación y miedo. ¿Cuál es su origen?
Una de las premisas del personaje es que mira todo lo que pasa. Ella contempla mucho lo que la rodea. Y a mí no me gusta criticar lo social dentro de la historia, pero sí en los márgenes. Así que pongo cosas que están alrededor de la historia que hablan de la sociedad. Entonces en ese cuento quise mostrar un barrio con las puertas cerradas y donde solo importa lo que ocurre dentro de cada casa. Me pareció crucial porque ver ese tipo de situaciones te marca. Ahí Macarena es un poco más consciente de que existe otro frente a ella, que en este caso es una persona de la cual nadie sabe siquiera el nombre [el guardián del barrio] y que le patean la caseta. Quise mostrar ese tipo de realidad pero a partir de una situación pequeña.
-El cuento donde está la frase (pregunta) que titula este libro no tiene el mismo nombre, sino más bien se denomina “Martín”. ¿Qué encierra la pregunta ‘qué tengo de malo’ que la une a todos los relatos del libro?
Creo que en cada cuento Macarena se enfrenta a situaciones difíciles de las que no sale bien parada. Esto hace que se pregunte qué tiene de malo para no tener éxito.
-¿Son igual de válidas y legítimas las historias de recuerdos de la infancia o dramas familiares vengan de autores de clase alta, media o baja? Porque en Perú se suele mucho segmentar, por ejemplo, literatura provinciana o capitalina…
Creo que cada persona tiene algo de lo que puede escribir y que lo haga me parece muy bien. Los rótulos nunca me han gustado, es más, me fastidian. Lo importante es la diversidad y que haya espacio para todos.
-Te mencioné esto por “Sustitución”, la novela de Jack Martínez, que algunos consideran disruptiva porque toca el tema de la familia pero desde la clases medias-bajas.
A mí esa novela me parece muy buena. Es más, la parte de Chulec me parece la más interesante y sucede en La Oroya. Sin embargo, siento que sobre todo el libro tiene un valor literario. La representatividad no tiene que ver con que un libro sea bueno o malo. De repente alguien puede intentar escribir el mismo libro que Jack y termina haciéndolo mal. Repito lo de hace un momento, para mí los rótulos no sirven. Un libro es bueno porque está bien escrito y porque su autor tiene algo que decir, o simplemente no lo es.
–Te entrevisté hace un año y muchas cosas han cambiado desde entonces. Elogios, reseñas positivas y tu selección para el Bogotá 39. ¿Eres consciente de ello cuando te levantas muy temprano a escribir o intentas dejarlo detrás de la puerta?
Creo que es mejor que esas cosas no te interesen. Si te empiezas a preocupar de lo que dicen sobre ti, primero no es sano, y segundo, no creo que aporte nada. Genial que me hayan incluido en la lista y lo agradezco, pero nada más. Leí por ahí que ‘era obvio que yo estaría en la lista’. O sea, ¿en qué cabeza se les ocurre eso? ¿Acaso fui al Hay Festival a hacer un arreglo? Pienso que las cosas extra literarias que están fuera del hecho de escribir e intentar conectar con el lector, simplemente no me interesan.
¿Te sientes reflejada en alguno de los autores de Bogotá 39?
Creo que el abanico es muy amplio. Quizás a quien me siento más cercana por el tema es Eduardo Plaza, escritor chileno y autor de “Hienas”. Ese es un libro de cuentos sobre un niño, luego adolescente, que vive en Coquimbo. El chico crece en un balneario donde van los santiaguinos a veranear. Entonces cambia de amigos cada verano. Pero en Bogotá 39 hay de todo: cronistas, cuentistas como Samantha Schewblin o Carlos Fonseca –que tiene un libro genial y extrañísimo titulado “Coronel Lágrimas”–. Hay mucha variedad.
-Siempre has dicho que escribes sobre lo que ves. Te asombró mucho, luego de la clasificación de Perú al Mundial de fútbol, ver a tanta gente cantando el himno nacional a la salida del estadio. ¿Se puede escribir sobre eso? ¿Qué debe jalarte para escribir sobre algo?
Ahora mismo acabo de terminar de leer “Esta casa vacía” de Marco García Falcón. Ahí se nota una experiencia vital que tiene que ver con la separación en un hogar desde el puno de vista de un adulto que yo no tengo. Pienso que yo no podría hablar desde la voz de una mujer divorciada porque mi literatura es más de percepción y contemplativa. Así que hablar desde una mujer de 50 se me haría muy complicado. Siento que necesito estar cerca de las cosas de las que escribo.
-¿Has llegado a sentirte escritora en algún momento?
Siempre digo que soy autora de tal y tal libro. Pienso que el rótulo de escritor no se lo puede poner uno mismo. Me interesa escribir algo que conmueva. Esa es la línea que trato de seguir. Y eso tiene que ver más con sentarme a intentar plasmar algo de la mejor manera posible y no preocuparme de lo extra literario. Uno siempre debe poner la escritura por delante.
-Te sigo en redes y tienes muy buenos reflejos. Tu humor está casi siempre ligado al sarcasmo. ¿Eres así en la vida real o esto solo ocurre detrás de una pantalla?
Posteo lo que quiero postear y esa soy yo pues. Tengo sentido del humor. Pienso que hay que reírnos de las cosas que nos pasan.
-Te percatas de cosas que a otros se nos pasan…
Sí, es que siempre contemplo. Prefiero mirar. Y hay cosas que nos causan gracia.
-¿A veces sientes que las cosas en las redes sociales van muy rápidamente?
Pienso que la gente se escuda en el hecho de tener la pantalla delante para decir cualquier cosa. Y eso no está bien.
-Finalmente, ¿si pudieras elegir el tipo de lector que leen tus cuentos cómo sería este?
No tengo idea (risas).