Juan Ansion: “La justicia no tiene que estar ligada solo a una ley abstracta, sino que debe buscar restablecer vínculos”

Justicia significa asignar a cada uno lo que le corresponde, sin embargo, ¿qué puede hacer que este proceso falle o incumpla su objetivo? Resulta fundamental comprender el contexto y las circunstancias que rodean a víctimas y victimarios.

Durante dos años, el sociólogo y experto en interculturalidad Juan Ansion trabajó de la mano de un equipo multidisciplinario conformado por a Antonio Peña Jumpa, Miryam Rivera Holguín y Ana María Villacorta Pino en la búsqueda de un encuentro entre justicia ordinaria y las formas tradicionales de ejercer justicia en Ayacucho.

Junto a profesores y alumnos de la Universidad San Cristóbal de Huamanga, los investigadores pudieron conocer de primera cómo se imparte resuelven diversos conflictos en la sierra peruana. El resultado de este loable proyecto dio origen a “Justicia intercultural y bienestar emocional. Restableciendo vínculos” (Fondo Editorial PUCP, 2018).

Sobre este texto conversamos con Juan Ansion. Aquí la  entrevista.

-¿A qué llamamos interculturalidad?

Cuando hablamos de interculturalidad estamos nos referimos a las relaciones entre grupos humanos que provienen de medios culturales muy diferentes y que a la vez viven juntos. O sea, se codean a diario o están obligados a convivir, lo cual a veces no es tan fácil.

-¿Cómo surgió el proyecto que ustedes realizaron conjuntamente con la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga?

Nosotros venimos trabajando con la UNSCH hace varios años temas de interculturalidad. Hemos tenido el apoyo de la Fundación Ford durante un buen tiempo. Allí es donde introdujimos el tema de la ciudadanía intercultural y trabajamos con alumnos y profesores. Luego también consideramos importante investigar más sobre las formas de conocimiento en la región, pero sobre todo en el campo y en el mundo quechuablante. Entonces trabajamos antes (en Huamanga) el tema medicinal y las formas de curar. Siempre con la idea de que esto tendría que incluirse en la enseñanza universitaria.

-Lo mismo en el ámbito de la justicia…

Claro. Nos parecía que hace falta trabajar mucho sobre cuáles son las formas de resolver los conflictos en las comunidades siempre con el objetivo de lograr la justicia.

-Cuando leí por primera vez el término ‘justicia intercultural’ lo primero que vino a mi mente fueron las condiciones difíciles que tienen ciertas partes del interior del país y, principalmente, bajo qué circunstancias trabajan los denominados ‘jueces de paz’. ¿Cuál es la importancia de estos en el sistema?

Ellos son cada vez más importantes. Son el último eslabón de la justicia ordinaria. Y los hay de dos tipos: los letrados, que deben ser abogados, y los no letrados (que no es lo mismo que iletrados). Estos últimos no han tenido necesariamente formación en leyes, pero sí saben de su comunidad, sus usos y costumbres y presentan un tino adecuado para solucionar cosas. Entonces, los jueces de paz no letrados son los indicados para tratar los temas que venimos hablando. Por ejemplo en Ayacucho, donde muchas veces las estructuras comunales han desaparecido o se han debilitado a raíz del conflicto armado interno, los que conservan la memoria sobre cómo se hacían las cosas son muchas veces los jueces de paz.

-Usualmente lo que llega a Lima desde las provincias son noticias de rondas campesinas castigando con látigos a ladrones. ¿Le parece que los medios de comunicación distorsionan el trabajo de estos grupos difundiendo solo lo ‘espectacular’?

No quisiera generalizar en torno a los medios porque algunos lo hacen mejor que otros. Sin embargo, sí es un tema complicado porque cuando  nosotros vemos que hay un castigo físico inmediatamente decimos que eso está mal. Tampoco busco decir que está bien, pero hay que mirar las cosas en su contexto. En las formas tradicionales lo que se busca es la reconciliación. Es más, el subtítulo del libro es “restableciendo vínculos”. Y no solo entre el ofendido y el ofensor, sino entre todos los miembros de la comunidad o pueblo. En ese sentido, hay rituales que sellan un poco esta reconciliación. Y esto puede ser quizás un latigazo, pero tampoco castigos muy fuertes. Pienso que no necesariamente todo lo tradicional es bueno. Hubo y hay abusos pero habría que tender a evitarlos y sí buscar algún otro tipo de reparación más simbólica. Porque pasa a veces que a nombre de la ‘tradición’ se cometen cosas terribles. La venganza no es lo que se buscaba tradicionalmente.

-Ustedes en su libro destacan el trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación al hablar de justicia restaurativa…

Nosotros decimos que las formas tradicionales de ejercer justicia en las comunidades se parecen mucho a lo que hoy en derecho formal se denomina justicia restaurativa, la cual busca algún tipo de reconciliación. En el informe de la CVR se plantea cómo logramos a partir del conflicto determinadas formas de reconciliación. Y ahí hay afirmaciones que tienen que ver mucho con la idea de cómo logramos restablecer los vínculos entre los peruanos.

-¿Cuándo es que se logra llegar al bienestar emocional en casos de este tipo?

En la perspectiva comunal y tradicional que hemos trabajado encontramos que el hacer justicia es también lograr bienestar emocional para el conjunto de los actores. No solo para víctima y victimario sino también para toda la comunidad. Y en el fondo eso es lo que se busca. O sea, la justicia no está ligada solo a una ley abstracta, sino que se trata de restablecer vínculos, logrando así un nuevo estado de bienestar para todos. Vale decir que estamos hablando de pueblos chicos principalmente.

-¿Se viene enseñando esto en relaciones peruanas?

Eso es lo que buscamos. Hay profesores de derecho que están empezando a ir por este camino. Con este libro intentamos llamar la atención sobre el asunto. La idea es romper una forma demasiado estrecha de ver el derecho, como si este fuera solo la aplicación de la ley de manera estricta (lo cual tampoco está mal, claro) sin tomar en cuenta el pedido de justicia de la gente. Algo que encontramos mucho en el campo fue que las personas de ambos bandos consideran que no se les hizo justicia con la sentencia. ¿Cómo puede producirse entonces el sentimiento de igualdad?

-Su capítulo es bastante teórico, cita a Aristóteles. Cuéntele un poco a la gente qué se encontrará en esa parte del libro…

Sí, hay un trabajo teórico ahí. Aunque no hemos respetado del todo a Aristóteles en la forma demasiado restrictiva como entendemos algunas cosas y en cómo la justicia restaurativa puede ser una pista desde la manera occidental de trabajar el tema. Luego, el segundo capítulo, que es el núcleo del trabajo, muestra la interacción con estudiantes y docentes de diferentes disciplinas. Ellos eran, especialmente, quechuablantes y originarios de comunidades. Queríamos mostrar ahí un esfuerzo metodológico en torno a que en la propia universidad hay muchas cosas que se pueden conocer fácilmente porque las familias de estos chicos son las protagonistas de esta forma cultural de hacer las cosas. Allí encontramos muchas cosas interesantes. Reconstruimos casos o situaciones de conflictos y conocer cómo se habían resuelto. Y así fue posible determinar cuáles eran los grandes principios que los regían, que no son muy distintos a los de la justicia ordinaria. Por ejemplo, que para hacer justicia debe haber reconocimiento del hecho, reparación y promesa de que no se volverá a repetir. Todo esto sella la reconciliación.

Y en la tercera parte se menciona la existencia de un consultorio jurídico en la UNSCH…

Sí. A Antonio Peña, que es el abogado del grupo, le llamó la atención esto porque en la PUCP también hay un consultorio de este tipo donde se atiende gratuitamente a las personas. La idea era ver cómo funcionaba esto y lo interesante que es como pista. Porque ahí se recogen problemas muy concretos de la gente.

Finalmente, ¿a usted como experto en interculturalidad lo motiva el nombramiento de Patricia Balbuena como ministra de Cultura?

Vamos a ver. Como dicen, ‘pago por ver’ eso.

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