Luciano Olivera: “La literatura que se pone difícil me parece presuntuosa”

A un par de partidos de que su club pierda la categoría en Argentina, Luciano Olivera decidió escribirle una carta a su querido ‘viejo’. Fue él quien le inculcó desde chico el fanatismo por el ‘Rey de Copas’, Independiente de Avellaneda.

El relato, corto y plagado de emotividad, fue subido a un blog y llegó a los ojos de Juan Pablo Varsky, una especie de ‘rey Midas’ del periodismo deportivo latinoamericano, quien lo leyó públicamente con la sensibilidad precisa, cautivando a cientos.

Aquel pequeño texto, una descarga imparable de recuerdos que también puede leerse como una declaración de amor filial capaz de escarapelar la piel de cualquiera, fue el origen del primer libro de Olivera, un reconocido productor, director y guionista argentino ganador de tres premios Martín Fierro.

Él presentó hace unos días en Perú “Aspirinas y caramelos”, publicado por el sello Tusquets de Argentina y a la venta en Book Vivant de San Isidro. Conversamos varios minutos con Luciano y aquí compartimos la charla.

-¿La historia de “Aspirinas y caramelos” es tan peculiar y única como circula en Internet?

Al ser muy fanático de Independiente de Avellaneda, luego de que ocurra un resultado que casi nos descendía a Segunda División, decidí sentarme a escribir. Y me salió una carta a mi padre –quien murió cuando yo tenía 12 años—pidiéndole que volviera a acompañarme. Y esto contando un truco que él hacía cuando yo era pequeño: me traía un caramelo y me decía ‘te lo manda el señor Independiente’. Y un par de días después me traía una cosita redondita y blanca [Una aspirina], que yo creyendo era un caramelo mordía y resultaba ser muy amarga. ‘Esa te la manda el señor Racing’ (clásico rival de Independiente), me decía. Así me hice hincha del ‘rojo’. Entonces, se me vino una catarata emocional de puros recuerdos. Y publiqué la carta en un blog que abrí esa noche. Poco después la leyó Juan Pablo Varsky, que es un gran responsable de todo esto.

-Y la lectura pública del relato generó reacciones no solo de hinchas de Independiente…

Para nada. Te diría que incluso de rivales históricos me llegaron reacciones. Me escribía gente diciéndome ‘leo esto y prometo no burlarme, porque entiendo lo que sufren (con el descenso)’. Fue tanto el cariño que me sentí muy halagado y acompañado. Hubo gente que me ofrecía acompañarme al estadio, entendiendo quizás que me faltaba papá. Y eso fue un modo de empezar, como si destapara mi memoria para recordar cosas con mi padre que tal vez tenía guardadas porque estaba algo enojado con respecto a su muerte. Así fui escribiendo más cosas en el blog que terminaron convirtiéndose en capítulos de este libro.

-¿Siempre sobre recuerdos vinculados al fútbol?

Te diría que la gran mayoría no, aunque el fútbol fue un disparador. Fue el modo que teníamos papá y yo de relacionarnos fuera de lo formal. Él era periodista, vivía de traje, un tanto antiguo en quizás en su forma de ser, pero cuando jugaba Independiente se transformaba por completo. Se vestía una capa y un gorro rojo, como un ‘diablo’. Y yo lo amaba en esa versión.

-¿Sin llegar a convertirse en el Tano Pasman?

De ninguna manera. Era todo lo contrario, muy racional en su forma de ser hincha. Mi papá siempre quiso que Independiente juegue bien. Cuando el equipo ganaba jugando mal se enojaba. Mi padre amaba sus colores. Y yo lo veía disfrazado como ese ‘diablo divertido’ y me encantaba. Por eso Independiente aparece todo el tiempo (en los cuentos), porque es el gran vínculo emocional que yo tuve con papá. Sin embargo, los relatos tienen que ver más con hechos que pasaron en esa época –no sé, quizás la muerte de Perón o la Guerra de Las Malvinas — y con cómo los viví cuando era chico.

-Te vi compartir en Twitter [abajo] un video de un entrenamiento de Independiente previo a una final de Copa Libertadores ante Unión Española. El video tampoco es tan viejo pero el fútbol que muestra parece de hace 100 años. ¿Qué factor crees que hizo cambie tanto esta industria?

Ese es el video de un entrenamiento previo a la final de la Libertadores en 1975, curiosamente fue el primer partido que yo vi en la cancha. En esa época el campeón de la Libertadores y el de Europa disputaban la Intercontinental. Hoy el Mundial de clubes es, como su nombre lo dice, ‘mundial’, tiene etapas previas y equipos de todas las confederaciones. Me parece que el mercado y la globalización transformaron al fútbol en algo que no me parece sea peor pero que sí es distinto, en un show que requiere ser más televisivo y por lo tanto más espectacular. Entonces los jugadores andan con sus peinados maravillosos, sus cuerpos torneados y sus tatuajes impresionantes. Mientras que en el video que mencionas todos entrenan con ropa distinta, no parecen un equipo sino un grupo de chicos que se juntaron a patear una pelota. Me parece que hoy la exposición requiere que los jugadores sean vistos más como modelos que como futbolistas. Además si son esto último, pues mucho mejor, pero en principio que luzcan bien [risas].

-Videos como aquel desatan ataques de nostalgia para aquellos que vieron ese fútbol y aseguran que fue mejor que el de hoy. ¿Hay en “Aspirinas y caramelos” mucha nostalgia?

Sí, hay nostalgia en mi libro. Pero yo no creo que el fútbol del pasado haya sido mejor. El fútbol de hoy es muy bueno, me gusta porque es agresivo, porque sus jugadores van al ataque. Quizás en el noventa y dos mil tuvimos un fútbol un poco más feo, y era más lindo el del setenta y ochenta, pero el de hoy es bueno también. En mi libro más que nostalgia quizás hay más un rescate vintage, porque es una época en la que vivíamos en una velocidad distinta y consumíamos cosas diferentes. Esa época tuvo cosas lindas que muchos de los de mi edad recordamos con cariño.

-Perú ha clasificado al Mundial luego de 36 años y todos aquí parecen inmersos en un sueño. Hace dos semanas sacaron al presidente y no pasó nada. ¿Crees que el fútbol sigue teniendo la misma importancia para la sociedad que hace tres o cuatro décadas?

Yo creo que la importancia (que le damos) aumentó. En Argentina es ya una cultura popular. No pasamos una hora sin ver algo de fútbol. Es algo muy presente todo el tiempo. Y, por ejemplo en mi casa, amo al fútbol y me siento de vez en cuando a ver un partido de la liga holandesa porque me gusta un ex jugador de Independiente que juega ahí o, no lo sé, y trato de ver partidos del Barcelona porque disfruto el poema que significa para mí Lionel Messi. También veo fútbol peruano o mexicano de vez en cuando. Y noto que los chicos de hoy tienen un conocimiento mayor de fútbol internacional comparado con el que nosotros tuvimos hace algunas décadas. Hoy un pibe sabe quién es el cuatro del Chelsea.

-¿Te fue fácil encontrar títulos tan concretos para los capítulos de tu libro?

Sí, me fue sencillo. Soy un hombre de las comunicaciones y estoy bastante acostumbrado a titular.

-¿Es cierto que recibiste tres Martín Fierro y subiste al escenario vistiendo jeans y zapatillas?

¡Es verdad! [Risas] Fue por un programa musical que hicimos por toda Latinoamérica. Vinimos a grabar a Lima varias veces. Lo conducía el Bahiano, ex líder de Los Pericos. Ese programa fue una belleza. Pero, como te decía antes, al ser un hombre de comunicación no me costó mucho titular. Cada uno de los cuentos son postales de algún recuerdo de determinada época. Quise recortar instantes de una situación y narrarlos de un modo que el lector pueda sentirse un poco dentro de la historia.

-¿Son más los recuerdos felices o tristes en tu memoria? Por ejemplo, ver jugar a Bochini o el descenso de Independiente en 2013…

Como todo hombre de mi edad, tengo recuerdos tristes y no solo futbolísticos, pero felizmente son más los buenos recuerdos. Yo a Independiente lo vi campeón de todo: de clubes, Libertadores, Intercontinental, etc.  También es cierto que lo vi yéndose a la B y sufrí mucho, pero más recientemente estoy contento porque Independiente ganó la Sudamericana en el Maracaná. ¡Estuve ahí y el equipo jugó muy bien! Eso le hubiera gustado mucho ver a mi papá.

-A diferencia del Perú, donde la gente va a la cancha básicamente cuando hay buenas rachas, ¿por qué si en Argentina se llenan siempre los estadios los clubes están quebrados?

Bueno, hay mucha corrupción y mal manejo del dinero. En lo primero hay algunos dirigentes con causas judiciales y otros presos, mientras que en lo segundo, a veces se venden jugadores por millones y ese dinero luego no aparece en el club, o se compran jugadores por millones que luego ni juegan. Yo veo eso y lo critico mucho, aunque finalmente trato de ser hincha porque o sino nunca disfrutaré al fútbol. Me alegro cuando Independiente gana y me molesto cuando pierde.

-Muchas familias crían a sus hijos con la idea de que sean futbolistas para que los ayuden a salir de la pobreza. ¿Esto ha distorsionado el deporte hoy o siempre fue así?

Siempre fue así. Lo que pasa es que, al menos en la época que se narra mi libro [setenta], el fútbol no pagaba lo de hoy, ni de cerca. Enzo Trossero me contó que cuando fue a jugar el Mundial de Clubes con el Liverpool en el ‘84 cobraron solo 400 dólares cada jugador por el partido. ¡Imagínate!  Hoy hablamos de cifras astronómicas por jugadores de mucho menor importancia. Así que, al menos en esa época, ‘salvarse’ era construirles la casita a tus padres pero nada más. Hoy lo es convertirse en un millonario. Así que, eso de las familias que intentan que sus hijos sean cracks pasó siempre, pero finalmente la historia se encarga de poner las cosas en su lugar.

-¿Qué autores argentinos menores de 60 años nos recomendarías para leer a los peruanos?

Eduardo Sacheri, sin ninguna duda. Además de que es un amigo, es un escritor de una sensibilidad extraordinaria y que logra construir libros magnéticos, imposibles de dejar. Recomiendo su libro “La pregunta de sus ojos”, base de la película que ganó el Oscar “El secreto de sus ojos”. También tiene relatos muy futboleros como “Independiente, mi viejo y yo”, que va en la línea de “Aspirinas y caramelos”, y es buenísimo. Y luego hay también escritoras muy buenas como Claudia Piñeiro. De ella recomiendo “Las maldiciones” o “Las grietas de Jara”. Son muy cinematográficos sus libros y los recomiendo porque ella tiene una pluma muy sensible. Por último, me gusta mucho Pedro Mairal, un autor algo más ‘salvaje’. Se trata de un novelista y cuentista de una agilidad increíble. Y a mí me gustan mucho los libros vertiginosos, ágiles.

-¿Eso buscas replicar en tus libros?

Sí. Busco que mis libros los puedan leer y entiendan cualquiera. Odio cuando la literatura se pone difícil. Me parece presuntuosa, como si quisiera dejar fuera a alguien. Se puede escribir fácil y decir lo mismo que alguien dice con veinte palabras en solo tres. Busco, además, un vocabulario sencillo e historias vertiginosas, fluidas, que te provoquen que al terminar una página quieras empezar la otra de inmediato.

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