Me recibe con una energía notoriamente distinta a la que mostró hace un año y medio cuando lo entrevisté por la reedición de su libro de cuentos “Monólogo de las tinieblas”. Aquella tarde conversamos una hora en la sala de su casa, bajo una luz algo tenue pero suficiente para propiciar un diálogo fluido sobre su aporte a la literatura afroperuana.
Esta vez Antonio Gálvez Ronceros sale a abrirme la puerta de su casa en Santiago de Surco. Su agilidad –con 86 años a cuestas y bajo el castigo del húmedo invierno limeño—me sorprende gratamente. Pasos ni tan largos ni tan cortos, como saltitos lo suficientemente pensados para no darme la espalda. A unos metros de distancia, un gato ni siquiera se inmuta por nuestra presencia. Mira al frente soportado por el capote de un automóvil estacionado en la cochera.
A diferencia de aquella primera entrevista, esta vez el maestro de la Generación del 50 me hace pasar directamente a su estudio. Un cubículo muy limpio, lleno de libros y figuras de animales domésticos, entre los que destacan varios gatos de madera. “Ponte a este lado porque el estante que está aquí (señala encima de mí) podría caer en cualquier momento y hacerte daño”, me advierte con gentileza.
La disposición de todo alrededor hace que ambos nos miremos casi en diagonal. Me siento listo para ingresar al universo de Antonio Gálvez Ronceros, un creador de historias inigualable, autor de cinco libros de cuentos que han leído varias generaciones de peruanos. Obras que, a través del humor o la crudeza, evidenciaron a una población que muchas veces intentamos relativizar por razones absurdas.
En este segundo encuentro con el narrador chinchano le preguntaré sobre su incursión en un género que siempre le fue ajeno: la novela. Acaba de publicar “Perro con poeta en la taberna” (Escuela de Edición de Lima), obra que será presentada este jueves 20 de septiembre a las 7 p.m. en la Casa de la Literatura Peruana.
-Usted escribió siempre cuentos y publica su primera novela a los 86 años. ¿Por qué la demora?
Esta novela la fui armando a lo largo de varios años pero no consecutivos. La dejaba en el aire y me dedicaba a otras cosas, pero siempre tuve la idea en la cabeza de que debía terminarla. Es cierto, pasaron muchos años, ¡pero por fin parió Paula!
-Mientras leía su libro una idea rondaba mi cabeza: imposible un título más descriptivo…
“Perro con poeta en la taberna” aparentemente dice muchas cosas, pero a la vez no dice nada. Lo veo como un título que jala curiosidad. Es decir, ¿qué hacen un perro y un poeta en una taberna? ¿Pelean? ¿Duermen? ¿Conversan? Es un señuelo, pues, está pensado de esa forma.
-¿Hay alguna rencilla contra los poetas tras esta historia? ¿Alguno le quedó debiendo plata?
No [risas], no necesariamente. Esto tiene que ver con que la discusión enconada y pública sobre la calidad de las obras literarias solamente se da en la poesía, o sea, en el ámbito de los poetas. Algunos hasta se jalan los pelos. Y hoy más que nunca, teniendo en cuenta la existencia de la Internet, abundan las opiniones encontradas.
-Recurre a un clásico gancho de sus obras previas: hacer hablar a los animales.
En sí el perro como personaje literario tiene una larga tradición, además, es el animal doméstico más cercano al hombre, y quizás el más inteligente. El gato es cercano pero no es capaz de aprender y repetir las cosas que sí hacen los canes. Además, ahí está “El coloquio de los perros” (novela) de Cervantes.
-¿Quién le inspiró este perro tan ‘metiche’, hablador y memorioso?
Sí, es un perro muy hablador, y un verdadero metiche. Para crearlo me he inspirado en un personaje al que solo vi una vez en mi vida y lo escuché hablar apenas un minuto. Fue un tipo de la década del cincuenta que viajó a España posteriormente. ¿A qué? No lo sé, quizás a fajarse con los de la Península para dirimir cuestiones de ‘longitud de lengua’.
-¿La lucha de egos en la literatura estuvo más presente en el pasado que en la actualidad?
Me parece que es igual. En el ejercicio del arte en general (pintura, literatura y más) siempre ha existido alguno que otro chiflado. Ocurre que a veces la chifladura de uno hiere a otros, pero a veces los convierte en objetos de ridículo, generando algo de divertimento.
-Unos poetas sentados esperando con ansias el resultado de un concurso literario. De pronto todos pierden… ¡y gana el mozo! Más allá de lo divertida de la imagen que usted construye, los certámenes literarios casi siempre han estado bajo sospecha.
Es cierto. Sería interesante examinar por qué personas que se presentan a concursos literarios con obras realmente de calidad pierden ante la o las ganadoras que objetivamente tienen menos calidad. Lo común es pensar que se trata de favoritismos, y quizás lo sea, pero también podría ser un tema de gusto personal.
-¿A qué se refiere?
Hay personas que se han acostumbrado a procesar de manera positiva sus lecturas de acuerdo a un gusto bastante particular. Tal vez poco objetivo o raro, no lo sé, pero probablemente eso lo llevan a los concursos en los que son jurados. Es decir, no habría trampa pero sí una cuestión arbitraria porque simplemente encontraron una obra que les dio en la ‘yema del gusto’.
-¿Es posible crear una buena historia de algo que podríamos considerar más bien minúsculo?
Sí, creo que a veces algo muy pequeñito pero de gran significado puede revelarle a uno el germen que le permita crear una gran historia. Luego viene el trabajo de creación de hechos acicateado, claro está, por aquel ‘hecho motivador’ que inició todo. Para mi novela he tomado algunos casos reales, pero también hay muchas cosas inventadas que el personaje narrador cuenta a su interlocutor en aquella taberna de Huancayo.
-¿Qué hace el dictador español Francisco Franco en una novela que transcurre entre Lima y Huancayo?
En una sesión de espiritismo (dentro de una anécdota de la novela) dan con él. Tengo entendido que a estas alturas Franco no ha sido utilizado como personaje literario. Quise demostrar, a tantos años de su muerte, que sí hay interés por él en ese sentido. Con la imaginación es que Franco sigue vivo, y ellos (los personajes) lo han llevado en espíritu al otro mundo para juzgarlo porque ya es demasiado el mal que provoca en España.
-¿Cuál cree que es el elemento común de las múltiples historias que se narran dentro de “Perro con poeta en la taberna”?
Todas las anécdotas narradas por el personaje narrador son diferentes, sin embargo, están siempre atravesadas por un tinte de vanidad de parte de los protagonistas, que yo diría son casi villanos.
-Los críticos siempre han destacado en su obra la particular forma de recurrir al lenguaje. ¿Cómo manejó este factor en esta novela?
El uso formal del español está dominando en mi novela, pero de vez en cuando se introducen algunos términos o frases propias de la lengua popular. También algunos ‘tacos’ o lisuras que consideré oportunos. Por otro lado, he recurrido a diversos tonos, algunos muy duros y tristes en estas historias narradas por el personaje narrador. Por ejemplo, lo que sucede en el Bar con un pobre mendigo está descrito con una densidad especial y una concentración en el análisis que la novela exige. Es decir, el hecho de detenerse para escarbar, auscultar o descubrir sentimientos que de buenas a primeras no se vislumbran. Y eso es propio de la novela frente al cuento, cuya característica esencial es la síntesis.
-Usted es un maestro del cuento, ahora publica su primera novela, pero siempre se mantuvo alejado de la poesía. En esta novela de poetas, obviamente, hay algunos versos…
Es la necesidad del argumento [risas]. Se recurre a unos versos para pintar lo que quiere un poeta vanidoso. Pero este podría ser también cualquier artista o intelectual que no necesariamente cultive alguna rama del arte.
-¿Es posible que un texto divierta pero a la vez cuestione cierta realidad?
Claro que sí, eso es lo que he intentado con “Perro con poeta en la taberna”. Mi novela reparte muchas cosas. Incluso hay una parte en la que entra a tallar Miguel de Cervantes. Se dice algo así como “si Cervantes hubiera llegado a este bar y viera a este hablador…”, y le pongo algunas frases en la boca.
-Queda clara esta alusión a la predilección de ciertos españoles por hablar y hablar…
Sé que en ciertas partes de España hay unos habladores terribles [risas]. “Los habladores” es, además, una pieza de teatro escrita por Cervantes en la que todos hablan hasta por las mechas.
-En su novela un trío de poetas amigos se dicen entre ellos “tú debes ganar el primer premio del concurso” o “¡no, tú sí mereces el premio!”. El amiguismo, algo muy peruano…
Sí, en la novela está ese trío de jóvenes que pasa los días con actitud sombría en el café, tratando de tomar la página literaria de un periódico cercano. Son ellos y su actitud de promoverse mutuamente, cerrándole espacio a los que no conocen.
-¿Cómo es posible controlar la necesidad natural de promocionar un libro sin que caiga esto en figuretismo?
Depende del temperamento de cada uno. Conozco una editorial que pone en las condiciones del contrato asistir a cualquier evento que se realice para promocionar el libro que lanzarás. Eso antes no existía y, en mi caso personal, me ha obligado a asistir a una serie de eventos públicos. No creo que esto corresponda a un afán de figuración o a un ataque de vanidad. En situaciones así lo comprendo.
SOBRE EL LIBRO
Título: «Perro con poeta en la taberna»
Autor: Antonio Gálvez Ronceros
Sello: Escuela de Edición de Lima
Páginas: 108
Precio: S/35
Argumento: Un poeta llega de Lima a la ciudad de Huancayo para ofrecer un recital de lo mejor de su producción poética. Al no encontrar el local donde se llevaría a cabo el evento, se va a una taberna a conversar y beber en compañía de un personaje enigmático. Lo ocurrido en esa taberna entre ese personaje y el poeta será evocado un año después en otra taberna en la misma ciudad andina por el personaje enigmático ante un locutor distinto.