Lo primero que le llama la atención a Laura Restrepo al pisar Lima es la cantidad de fotografías de niñas extraviadas en las paredes del aeropuerto Jorge Chávez. Detrás de cada desaparición puede haber desde un descuido de los padres hasta un acto delictivo o criminal, piensa la famosa escritora colombiana, ganadora del premio Alfaguara en 2004 por su novela “Delirio”.
Imágenes de menores cuya inocencia puede fácilmente asemejarse a la de Yuliana Samboní, una humilde niña colombiana que a fines de 2016 fue secuestrada, violada y torturada por el arquitecto colombiano Rafael Uribe Noguera, un representante de la clase alta en su país que luego sería condenado a 58 años de cárcel por un crimen que –como tituló BBC Mundo—“enfrentó a la vieja Colombia con la nueva”.
Este execrable hecho de violencia es parte fundamental en “Los divinos”, la más reciente novela de Laura Restrepo. Cuatro meses, en los que escribió sin parar y hasta altas horas de la madrugada, le fueron necesarios a la escritora nacida en 1950 para contar más allá de un crimen, las bases de pensamiento de cinco acomodados colombianos, denominados en conjunto los Tutti Frutti.
Y es que, según considera Restrepo en esta entrevista con “Libros a mí”, los actos violentos necesitan un soporte previo, en este caso una sociedad que tolera la superioridad del hombre sobre la mujer, que le asigna a estas últimas funciones del hogar, y que por consiguiente impide cualquier idea mínima de igualdad.
Aunque La autora de “Los divinos” cree que las cosas poco a poco vienen cambiando (“la única revolución exitosa del siglo XX fue la de la mujer”), alerta sobre la importancia de estar atentos y denunciar actos de violencia contra la mujer. También cree que su novela –narrada desde una voz masculina, la del Hobbit—puede ser un impulso para que sean los hombres buenos quienes se sumen a las marchas en rechazo a los abusos a las mujeres.
-Aunque “Los divinos” es una novela, es imposible dejar de lado que su materia prima es una historia real, la del crimen en 2016 de la niña Yuliana Samboní . ¿Por qué crear a partir de un episodio tan violento?
Como escritora, como colombiana, como mujer y como madre, lo que ocurrió con esta niña me produjo un dolor y una indignación enormes. El hecho de imaginar su agonía y pensar en la absoluta desproporción entre lo inofensivo e indefenso de la víctima, comparado con el victimario, que era un tipo que lo tenía todo. ¿Por qué entonces ir a buscar a una chiquita que no tiene nada para maltratarla y atormentarla hasta la muerte? A mí me costó mucho digerir el hecho, no podía dormir tranquila, no solo porque señalaba al asesino como un personaje atroz, sino porque me hacía pensar en el tipo de sociedad que debe existir para que cosas así ocurran.
-Llama la atención por qué si la sociedad avanza tecnológicamente, si hay mayores comodidades, acceso a la educación y si se reduce la pobreza (por lo menos en la mayoría de países), ocurren cosas que más bien parecen llevarnos hacia atrás…
No creo que haya más violencia contra las mujeres que en el pasado, sino que ahora sí se denuncia. En ese sentido sí hay un avance. Hay una indignación universal sobre la violencia contra las mujeres. La prensa hace eco, la sociedad se conmueve, porque además son cosas que pasan en todos lados. Hay una cantidad increíble de libros escritos sobre violaciones, maltratos, feminicidios, infanticidios, y todo esto pone a la luz el tipo de sociedad que integramos, en la que el maltrato y el desprecio por la mujer continúa siendo una constante cotidiana. Por otro lado, la estructura de nuestra justicia es profundamente patriarcal y machista. No se le facilita a la mujer denunciar una violación, al contrario, se le hace pasar por un infierno. No se le cree, se la desdeña. Felizmente no ocurrió esto con el caso de Yuliana. Hubo tal presión que en tres meses al culpable ya lo habían capturado y condenado a la máxima pena del código penal.
-Últimamente hay una corriente sumamente cuestionadora en Perú hacia mesas de eventos o hacia entidades que brindan oportunidad de mostrarse mayoritariamente a varones que a mujeres. ¿Cuán saludable ve esto?
Creo que en eso hubo un avance grande porque las mujeres cada vez tienen un desempeño profesional más visible, y eso es algo imposible de negar. Sin embargo, el maltrato sigue estando ahí en la base. Es como una especie de educación sentimental (que recibimos) desde muy niños. Y eso es algo que me interesaba trabajar en mis personajes: cómo era la infancia de estos muchachos, la relación con sus madres y sus hermanas. Me refiero al ‘Muñeco’ y al grupo de los ‘Tutti Frutti’. El asesinato es una cosa excepcional y atroz, sin embargo, hay también una cadena de maltrato invisible que nunca saldrá registrada en la prensa y que en el fondo denota esa misma ‘superioridad’ del hombre frente a la mujer, que hace lucir natural maltratarla, exigirle o pedirle, por ejemplo, que sea ella la que trabaje en casa.
-¿Considera que ha intentado poner estas ideas de igualdad o a veces de mayor preponderancia de la mujer sobre el hombre en sus novelas previas?
Creo que sí, aunque entiendo que la literatura es eso, literatura, y es un fin en sí mismo. Yo escribo para que tú leas, no para transmitir mensajes o hacer política. Sin embargo, creo que todos mis libros tienen protagonistas mujeres muy fuertes, porque también ese es un hecho que yo vivo. Estoy convencida de que la única revolución exitosa del siglo XX fue la de la mujer. Y el cambio ha sido fenomenal. Claro que todavía hay muchas cosas que corregir y existen muchas mujeres que aún no logran cruzar el umbral para despercudirse de tanto sometimiento, pero la aparición en escena de una mujer libre y fuerte es un hecho cultural incuestionable de las últimas décadas.
-Siempre se habla de si una cárcel permite reinsertarse o no a delincuentes y criminales. ¿Puede un agresor reinsertarse y salir siendo una persona no-violenta?
No lo sé. Siento una desconfianza enorme hacia la cárcel como institución. Evidentemente hay que aislar a los violadores e impedir que repitan el acto, pero para poder corregir algo tan profundo como el maltrato a la mujer, se requiere un trabajo desde la familia, desde la escuela, no sé, un cambio de concepción muy radical. Y por más que una novela como la mía intente profundizar, siempre hay algo que se escapa. ¿Por qué existen tendencias tan arraigadas en los hombres? Esos grupos (de adultos) con un comportamiento muy infantil que los lleva a buscar la pertenencia al grupo mediante el maltrato del más débil. Como si eso afianzara su poder. O por qué el hombre tiene la tendencia de creer que es superior a la mujer. ¿De dónde nace eso? ¿Durante cuántos siglos ha existido para que se tome como algo normal?
-¿Puede y/o debe un hombre llamarse a sí mismo feminista?
Por supuesto. Así como todos tenemos que ser anti-racistas, todos tenemos que ser feministas, porque esto tiene que ver con la dignidad, la libertad y el respeto a la mujer. Mi novela está contada no solo desde una perspectiva masculina, para tratar de entender el fenómeno a través de los ojos de un hombre, sino que además está dedicada a ellos, al día en el que salgan a marchar a la par de las mujeres. Porque hombres buenos hay muchísimos y aquellos que se indignan a la par de las mujeres con actos como este deben salir a marchar contra el maltrato a la mujer.
-¿Cuál es el efecto posterior a terminar de escribir una novela sobre un hecho tan violento como el que usted describe en “Los divinos”? ¿Provoca solo meterse en una burbuja y protegerse?
Se está escribiendo tanto y diciendo tanto, la prensa se mueve, los novelistas y las novelistas dicen cosas, se producen investigaciones, entonces más bien pasa lo contrario a lo que mencionas, y ves tu propia voz casi conectada en una especie de cadena mundial. Y piensas: ‘sí, hay que hacer visible lo que antes no lo era’. Hagamos visible la dificultad de una mujer violada para poder denunciar su caso, las limitaciones que tiene la justicia al momento de condenar ese tipo de crímenes.
-Entonces la literatura sí sirve para poder poner ciertos temas en el tapete de la opinión pública…
Claro. No puedes plantear una tesis, porque la literatura es al fin y al cabo solo eso. Pero evidentemente yo quise crear una ficción porque me parecía que así podía presentar una historia mucho más íntima de la que hubiera logrado a través de la investigación de los propios hechos. Porque era como un proceso de introspección psicológico, moral, social.
-¿Cómo cree que se sientan los familiares de la niña Yuliana Samboní si leen su novela?
No lo sé. Esto es una ficción pero sí lo tomo como un homenaje a la memoria de esta niña, para que no se olvide lo que le pasó, y ojalá que aquel sacrificio tan brutal sirva para que otras niñas no pasen por lo mismo, en Colombia, en Perú, o en cualquier parte del mundo.