Luis Hernán Castañeda: «Escribir novelas me ha ayudado a darme un lugar en el mundo»

Esa tentación casi natural de terminar las entrevistas con escritores preguntándoles qué proyecto se traen entre manos me hizo consultarle a Luis Hernán Castañeda sobre “El imperio de las mareas” (Alfaguara) cuando el texto aún ni existía. Fue tras una charla que sostuvimos en la librería del Fondo de Cultura Económica en Miraflores sobre “Cuentos de ida y vuelta” (Peisa), antología que editó junto a Carlos Villacorta. Me despedí así:

¿Y de qué va tu próximo libro?

“Es una novela. Mi primera incursión en la ciencia ficción”, me respondió con una ligera sonrisa, tal vez intentando ubicarme algo más fácilmente en su proyecto.

Esas dos frases me dejaron, naturalmente, intrigado. Hasta que en noviembre de 2019 estuvimos nuevamente frente a frente. En el mismo lugar, pero esta vez para conversar sobre ese volumen que apenas pudo adelantarme la última vez que conversamos.

El imperio de las mareas” escapa de la etiqueta de ciencia ficción. Es un libro raro, inclasificlable. Lo protagoniza una especie de ‘Aquamán peruano-japonés’ que atrae fácilmente a las mujeres de una Lima sumergida bajo el agua.  A lo largo de la narración Castañeda nos muestra a un personaje sumamente preocupado por exaltar sus raíces orientales. Japón es un factor fundamental en la novela, tanto como lo es el lenguaje. Esto último, una habitual preocupación para este autor.

Aunque Castañeda no es un lector frecuente de la literatura de ciencia ficción, sí respeta mucho a algunos de sus principales exponentes. Recuerda con claridad obras de H.G. Wells y, más geográficamente cercano, del genial Adolfo Bioy Casares. Tampoco oculta su gusto por las historias de superhéroes y por animes como Evangelion.

Sobre todos estos temas conversamos con el autor de “El imperio de las mareas”, novela de Alfaguara que ya está a la venta en las principales librerías del país. Un spoiler para no perder la costumbre: luego de este libro tan original, el autor espera continuar con la redacción de un proyecto sumamente ambicioso y de corte autobiográfico. A esperar.

-¿En qué género crees que podría encajar tu novela “El imperio de las mareas”?

Creo que cuando uno escribe no piensa mucho en los géneros. Uno al escribir empieza por los personajes, por la historia y por la vaga necesidad de decir algo. Luego serán los lectores y los críticos quienes hagan su propia interpretación. Sin embargo, a mí este me parece un texto híbrido, una propuesta extraña en la que conviven distintos tipos de ficciones, como la de tiburones, la de monstruos, la relacionada al cambio climático y la de formación. Así que son diferentes modos narrativos mezclados. Yo me planteé preguntas como ¿Qué pasa si hago que el protagonista sea un anfibio? ¿Qué pasa si incluyo el tema de la inundación? Todo se fue sumando y resultó un texto tal vez muy heterogéneo, aunque al final intenté buscar cierta coherencia.

-¿Cuándo y en qué circunstancias te vino a la mente la idea que detonó esta historia?

En un spa. La novela está ambientada en un spa lleno de aguas termales, chorros y humos, lo cual es una especie de metáfora del mundo contemporáneo. Yo estaba en un pequeño spa al aire libre en los bosques de Quebec (Canadá) y en un momento de plena relajación vi a lo lejos, en un pequeño río que atravesaba la propiedad, una cabeza que miraba y espiaba a las personas del spa y luego se escondía. Ahí surgió Sakana, el protagonista de mi novela. Luego empecé a plantear preguntas para él como ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Qué estás buscando? ¿Por qué te ocultas?

-Describir las características de este personaje toman una gran parte de la novela…

Es un personaje con dos elementos fundamentales. Primero, es capaz de nadar en esta Lima alternativa que (en mi novela) está completamente sumergida.

-Sumergida por el futuro…

Sí, futuro es el nombre que se le da en este nuevo mundo y lenguaje creado, al agua. Sakana es capaz de nadar y no se sabe por qué. Al principio el lector se encontrará con el enigma de cómo es posible que este protagonista tenga estas capacidades. Y en segundo lugar está la clave del japonés, de los idiomas y de la identidad. O sea, cómo un idioma puede darle sentido a la vida de las personas. Sakana intenta explicar su diferencia, su capacidad extraña para sobrevivir bajo el agua apelando a sus raíces japonesas. Él cree y afirma ser japonés, y también dedica la mayor parte de su tiempo a informarse sobre lo que cree es su origen. Así que estamos ante una especie de ‘Aquaman peruano-japonés’.

-¿Es correcto afirmar que has dividido la novela en una primera mitad presentando a Sakana y en una segunda en la que todo cambia por la aparición de Mayu?

Hay un punto clave que es la aparición de una periodista llamada Mayu. Ella quiere investigar un poco el negocio de los padres de Sakana. Este último es hijo y a la vez empleado de una pareja dueña de un spa que se aprovecha de la abundancia de agua para ofrecer servicios. Mayu aparece para investigar un poco los malos manejos detrás de este negocio. La colusión entre el capital privado (el spa) y el gobierno. Pero luego ella se involucra con Sakana. Hay una trama sentimental, un descubrimiento del amor, de la sexualidad, y también un conflicto que el lector irá develando. Entonces aquí tenemos algo de novela sentimental y de aprendizaje sexual. Por cierto, aquí lo sexual tiene mucho que ver con los tiburones. Pero eso que lo descubran los lectores.

Luis Hernán Castañeda hablando sobre «El imperio de las mareas».

-Hablando de sexualidad, es una particularidad la que hace a este ‘Aquaman peruano-japonés’ una especie de sexymbol para muchas…

Sí, Sakana tiene una conformación física particular cuya naturaleza específica lo torna casi en un escort de mujeres que acuden al spa. Me parece que la novela tiene que ver mucho con el encuentro de Sakana con su propio deseo y su propio origen. Un deseo que planteo como una realidad oscura, secreta, una especie de área de trasgresión o del mal.

-¿Cuántas licencias te permite escribir desde un género raro como este? Hablo, por ejemplo, de recrear a una Lima del futuro, espacio que se muestra a lo largo de la trama…

 En esta novela procuré tomarme todas las licencias posibles. Mi única restricción fue que el mundo interno de la novela fuera coherente. Por ejemplo, que si de pronto aparece un peñón frente a Lima, pues que permanezca siempre. O que los mecanismos mediante los cuales el gobierno intenta controlar las mareas (muros de contención) fueran siempre los mismos y funcionaran de forma creíble. Así que quise un mundo verosímil, pero sí me tomé las licencias del caso para transformar, por ejemplo, a Lima. Porque la de mi novela no corresponde topográficamente a la real. Aparecen hitos como el Morro Solar, pero más bien alterado, lleno de flores y vegetación. Una imagen que uno podría imaginar pero que nunca se ha visto.

-¿Cuánto crees que hay de quiebre y cuánto de continuidad entre “El imperio de las mareas”  y tus obras anteriores?

Creo que hay más de continuidad de lo que uno podría pensar. Aunque es una novela rara, tiene temas fundamentales para mi obra, como la construcción de distopías, algo que hice ya en “Hotel Europa”. En segundo lugar, el tema de las lenguas, que está presente en “Mi madre soñaba en francés”. Y finalmente se toca la pérdida de la inocencia, que es un tema que he tratado en varias novelas. Roberto Bolaño decía que “estamos todos condenados a ver cómo se corrompe nuestra infancia”, y yo creo que los personajes en mis novelas muchas veces ven eso, el cómo lo que creían puro se corrompe y muestra una cara tal vez dura pero sí más real.

-¿Sientes que hay un factor que sobresale por encima del resto durante la narración? No lo sé, el humor, las partes más sexuales o el lenguaje…

Es una buena pregunta. Un aspecto al que le di mucha importancia fue a lo japonés. Esta fue la principal investigación que realicé. Siempre he sido un fan de lo japonés. Y quise un personaje que sea un verdadero ‘niponólogo’, un amateur de la cultura japonesa, para lo cual tuve que educarme en muchas cosas e incluso intentar estudiar el idioma. También leí una serie de textos que tocaban la visión de los orientalistas americanos sobre Japón. Gente como Donald Keene o Alex Kerr que han escrito intentado interpretar el enigma japonés. Siento que Sakana está constantemente interpretando al mundo desde el prisma de lo japonés. Yo no sé si al lector le llama la atención eso, porque tú sabes que cada lector se aferra de aquello que le dice más. Y puede ser tal vez que a algunos les interese más el cambio climático o la relación entre padres e hijos que cuento.

-O la descripción de esta Lima tan alterada…

Es cierto, creo que eso es lo que quizás ha llamado más la atención de algunos críticos. Aunque para mí lo japonés fue lo más arduo de escribir. Y quizás lo más sugerente fue el vínculo familiar entre Sakana y sus padres. Hay un tema entre los tres con relación a los tiburones que me pareció fascinante. Me gustaría que el lector vea eso.

-¿Tiene un propósito un escritor al momento de escribir una novela?

En mi caso te diría que la literatura es una necesidad. Y en particular, la escritura de novelas me ha ido –en diferentes momentos de mi vida– aclarando cosas, salvando de trampas, ayudando de formas distintas y profundas a procesar la experiencia, a darle sentido a lo que hago, es decir, a darme un lugar en el mundo. Entonces yo creo que el lenguaje para mí es un arma fundamental, a nivel íntimo y personal. Claro que luego todo se convierte en algo social. Cuando uno publica participa en un ‘contrato social’ con el lector, hay una serie de mensajes que van mucho más allá de la persona. Yo te diría que mi finalidad es establecer algún tipo de empatía y comunicación con el lector. Que algo que yo haya escrito le diga algo a otra persona en un nivel muy profundo que quizás soy incapaz de imaginar. Tal como me pasó a mí leyendo a autores como Kafka, Bolaño o Levrero, que me han ayudado mucho en diversos momentos de mi vida.

-Finalmente, estuviste como invitado en el último Hay Festival. ¿Cómo evalúas la experiencia?

Es un evento de primer nivel que tenemos la suerte de tener en el Perú. Y Arequipa me parece la ciudad perfecta para ese tipo de fiesta cultural. Hay un ambiente de curiosidad intelectual, de comunicación, de cordialidad. Una cercanía muy grande entre los escritores invitados y con el público también. Es fantástico escuchar las preguntas de los que asisten. Espero que el Hay Festival Arequipa siga mucho tiempo más.

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