Erick Benites: “Lo abusivo, brutal y violento siempre estuvo en la Lima que crecí”

Aunque diga que no se siente muy orgulloso de “Caja Negra” (2008), su libro debut, será imposible evadir esa obra durante esta entrevista. Y probablemente Erick Benites lo sabe. En los últimos días este comunicador de profesión y editor por elección ha sorprendido por colarse (con apenas días de publicado su segundo libro) en los ránkings y resúmenes de fin del año 2019.

El futuro es una máquina que nunca se apaga” (Alfaguara) es el nombre de su nuevo libro. Ha salido más de una década después de ese debut literario que él hoy intenta no tapar sino quizás dejar de lado (“es un libro muy de tallerista”). Erick prefiere el presente, a contracorriente del título que con acierto eligió para la novela que motivó nuestro encuentro.

Surgido del breve pero fructífero taller de narrativa que Jorge Eslava dictó en la U. de Lima, Benites lleva más de una década como editor de publicaciones. Eso, (tal vez) inevitablemente, lo ha convertido en un obsesivo de las relecturas y revisiones. Así es fácil comprender cómo una novela corta (100 páginas) estuvo al borde de terminar en un tacho de basura (“mi gran miedo era que nadie la entienda”), aunque finalmente se convirtió en una grata realidad.

En “El futuro es una máquina que nunca se apaga” tres jóvenes de la Lima de los noventa (con familias disfuncionales y bajo sus respectivas crisis internas) “buscan algo que no existe”. Para el autor, muchas páginas se han impreso ya sobre este periodo de la historia reciente de nuestra convulsa capital. De ahí el giro al que apeló. Los afectos y las necesidades emotivas componen un universo en aparente decadencia. Imposible no sentirse identificado si apenas rosas los 40 años.

-¿En qué momento surgió tu interés por la literatura, más allá de la simple lectura?

Recuerdo que en mi casa había muchos bestsellers, libros de Danielle Steel, Stephen King, y yo los leía. Luego ya en la universidad me entró el ‘bichito’ por leer más cosas, pero creo que todo empezó formalmente en el taller de Jorge Eslava. Escritores como María José Caro y Dany Salvatierra han salido de ahí, por mencionarte solo a dos.

-¿Recuerdas alguna enseñanza en especial que te dejó ese taller?

Varias. Jorge es escritor pero su pasión es la pedagogía. Es un gran profesor. Jamás te decía las cosas para que solo te quedes en el taller, sino para que mejores y busques algo más. Te recomendaba muy buenas lecturas. Y eso fue muy importante para nosotros, porque siempre estábamos produciendo cosas. Era un taller con poca teoría y mucha producción.

-¿Ahí fuiste armando “Caja Negra”, tu primer libro de cuentos?

Así es. Yo llevaba al taller los cuentos de lo que finalmente sería mi primer libro. Cuando los terminé Jorge me dio su venia y me dijo: “vamos, publica”. Y lo hice.

-¿Hay alguna relación entre ese primer libro de cuentos y “El futuro es una máquina que nunca se apaga”?

Algunos personajes de repente se repiten de una manera u otra. Creo que mi primer libro es más de un tallerista, de alguien que por primera vez da la cara y ve la luz. No le fue mal, pero hoy tal vez no me siento muy orgulloso de él.

El primer (izquierda) y el segundo (derecha) libro de Erick Benites. Un notable salto cualitativo.

-¿Y cómo se explica que entre ese libro y esta primera novela hayan pasado más de diez años? ¿Mucho trabajo? ¿Te desencantaste tal vez de la literatura?

Comencé a trabajar como editor y cuando trabajas con libros te decepcionas mucho. Es como entrar a la cocina de un chifa (risas). Si te gusta el chifa, pues no te lo recomiendo. Sacábamos muchos libros a pedido. Aunque en realidad fueron varias cosas, el fulgor del trabajo, sumado al hecho de que yo escribo lento, quizás cinco o seis líneas por día. Nunca supe el rumbo del libro cuando lo tenía empezado. Eso me demoró bastante. Y recién lo terminé en noviembre de 2017.

-¿La experiencia como editor hace que cuando uno quiere escribir se obsesiona con hacerlo mejor que aquellos a los que edita?

¡Claro! Terminas buscando palabras que se repiten, las cambias, las borras y las vuelves a escribir. Es bastante frustrante. Creo que es como cuando los pediatras tienen hijos. Si estos se enferman, seguramente pensarán en miles de escenarios negativos.

-He entrevistado a varios escritores peruanos que se han auto editado y auto publicado, incluso en más de una ocasión. No sé qué tan nuevo sea esto, ¿pero crees que ayuda o perjudica en términos de calidad a nuestra literatura?

La auto-publicación existe desde que se inventó la publicación. No sé si esta empeora las cosas. Sí pienso que si (en un libro) interviene solo una persona el producto no será de la mejor calidad. Finalmente los libros entran por los ojos. Cosas técnicas como la caja del texto, el interlineado, todas esas manías del editor se verán reflejadas ahí. La edición es otro arte, un trabajo más artesanal, más de precisión, y creo que al final las cosas podrían no salirte bien. Me parece que la auto-publicación no es el mejor camino.

-Aún no te habías sentado para la entrevista y ya me habías dicho que tu temor era que la gente no entienda la novela. ¿Sentías que era de aquellos libros que precisan de una segunda lectura?

Sí, y pensaba ¡quién va a leer un libro dos veces! Me sentía asustado, pensaba en que la fragmentación no funcionaría. Sentí temor hasta que salió el libro. Incluso lo sigo sintiendo hoy. Pero mi editor (Johann Page) me dijo que estaba todo claro. Y creo que mucha gente lo ha entendido, no se han mareado. Eso me alivia.

Erick Benites presenta su primera novela.

-Y te ha salido una novela bastante compacta. Son poco más de 100 páginas partidas en dos capítulos que a su vez tienen pequeños micro capítulos. ¿Podaste mucho o prefieres lo breve?

No era necesario alargarla más. Cuando escribo siempre trato de que se quede lo necesario. Y cuando veo que algo no va a funcionar o está de más, pues lo saco.

-El propio narrador y protagonista no tiene nombre…

Claro, el primo de Mauricio. ¿Por qué sería necesario? Así voltees el libro no aparecerá el nombre. Es que siempre trato de disminuir los párrafos a la menor cantidad posible, y que la descripción sea lo más exacta. Por eso tal vez me demoro mucho. Además de que soy demasiado obseso como para escribir algo de 200 páginas.

-¿Qué tan nítida es tu memoria sobre la Lima de los noventa?

Está totalmente distorsionada por la televisión, por el cable, etc. Si te das cuenta, en mi novela está y no está Lima. Es que me parece que ya existen bastantes novelas sobre los noventa. Y yo no quería escribirla ‘históricamente’. No me pareció necesario. Así que planteé algo distinto, metiéndome con la tecnología de entonces y cómo esta ayuda a mirar lo que fue la historia en sí.

-Como un carrusel, la lectura de tu novela nos lleva a momentos de ternura como el del protagonista (narrador) casi pidiéndole a su abuelo que actúe como su papá, a otros bastante violentos, como cuando Javier casi tortura al hijo de la empleada del hogar. ¿Esas mismas sensaciones tuviste al escribirla?

 Al principio sí porque escribes de golpe la emoción, pero después tienes que limarla para que esté lista para tu lector. Efectivamente, en la novela pasas de momentos de ternura a otros de crueldad, pero creo que básicamente esa es la vida de todos. Se pasa de estar conversando con alguien en un momento agradable a que un taxista te toque la bocina y te insulte de la nada. Me parece que tenemos una capacidad notable para acomodarnos y ajustarnos.

-Tu protagonista luce ansioso por aferrarse a una figura paterna…

La idea inicial de mi novela nació a partir de la búsqueda de un héroe, alguien que todo el mundo admire, pero esta idea de héroe se fue distorsionando con el paso del tiempo. Uno siempre tiene una idea de lo que va a escribir, pero todo termina bifurcándose, yéndose por otros caminos. Así la novela terminó siendo la búsqueda de varias cosas que en realidad no existen.

-¿Hay mucho de las canciones que Erick Benites escuchó y de los libros que leyó en esta novela?

No soy un melómano, no tengo discos, no guardo cosas. Pero sí, la música de la novela es con la que yo crecí, la que escuchaba mientras hacía mis tareas. Esa música de Radio Miraflores o Doble Nueve. Ese fue el soundtrack de mi juventud. Y sobre los libros, te confieso que el primer párrafo tiene mucho de “Nunca le des la mano a un pistolero zurdo”, novela de Benjamín Prado (Madrid, 1961).  Es una novela de juventud que comienza con una frase de un tipo que va a morir. Y también creo que hay mucha influencia de la literatura española de los noventa. “Héroes” (1993) de Ray Loriga me cautivó. También me han gustado mucho autores como Juan Bonilla.

Benjamín Prado y Ray Loriga, dos autores de la literatura española de los noventa que impactaron a Erick Benites.

-¿Qué te hayas demorado casi diez años en publicar tu segundo libro puede hacernos pensar que pasará otra década para que venga el tercero?

(Risas) ahora estoy en algo. No lo sé. Hay borradores, pero quizás mañana los tire a la basura. Casi a la mitad de la escritura de “El futuro es una máquina que nunca se apaga” pensé ‘nadie entenderá esto’, y quise botar todo. Por suerte no lo hice. Te soy franco, no quiero apresurarme, porque hay gente que le encanta publicar un libro por año y eso me parece fatal. Eso sí, me he planteado que mi siguiente libro no sea tan fragmentario, sino tal vez más lineal.

-¿Hoy en día qué tipo de reparos o cuidados debe tener un escritor al abordar la violencia o el bullying que, por ejemplo, Javier comete contra el hijo de la empleada que trabaja en su casa? ¿O simplemente la literatura aguanta todo?

Es que la literatura tiene que aguantar todo. Uno no debería limitarse al momento de escribir, sino cuántos libros estarían prohibidos. Yo creo que no debe haber censura al momento de escribir. Oye, espera, ¡todo el mundo me habla de Javier!

-¿Es una especie de antihéroe? ¿Cómo surgió ese personaje?

¡Es un psicópata! Es una persona muy enferma, con su mamá que solo cambia por cirugías plásticas. Pero todos me animan a escribir más sobre él. Javier es el acumulado de muchas personas que crecieron en los noventas. Incluso debo ser yo en algún momento de mi vida. Porque lo abusivo, brutal y violento siempre estuvo en la Lima que crecí. Una Lima además muy racista y clasista. Y eso que mi novela presenta a chicos de clase media, que no son para nada ricos. De repente estaban un poco aburridos y la violencia era su forma de entretenerse.

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