Aunque no habla específicamente del caso Frente Popular Agrícola FIA del Perú (FREPAP), el ensayo Las nuevas formas políticas de representación religiosa de José Luis Pérez Guadalupe (JLPG), bien podría darnos unas primeras luces en torno al contexto en el que se ha dado el reciente resurgimiento electoral de esta opción política ligada a grupos minoritarios no católicos.
Pérez Guadalupe (exministro del Interior y exjefe del Instituto Nacional Penitenciario, en cuanto a cargos públicos se refiere), quien actualmente se desempeña como profesor investigador de la Escuela de Posgrado de la Universidad del Pacífico, tiene en su hoja de vida una amplia sección que agrupa sus publicaciones en torno al crecimiento de los grupos evangélicos en Perú y América Latina.
Quizás su labor como coeditor del libro Evangélicos y poder en América Latina es una de las más destacadas (ahí aportó los documentos ¿Políticos Evangélicos o Evangélicos Políticos? Los Nuevos Modelos de Conquista Política de los Evangélicos y Perú: Los ‘Evangélicos Políticos’ y la Conquista del Poder), sin embargo, no hay que dejar de lado sus otros aportes al tema, como Entre Dios y el César: El impacto político de los evangélicos en el Perú y América Latina y Ecumenismo, Sectas y Nuevos Movimientos Religiosos.
En esta ocasión, Las nuevas formas políticas de representación religiosa es parte de uno de los libros más interesantes publicados en el año 2019: Aproximaciones al Perú de hoy desde las Ciencias Sociales, editado por Alberto Vergara y Felipe Portocarrero y publicado por el Fondo Editorial Universidad del Pacífico.
Pérez Guadalupe identifica tres etapas en la incursión política de los evangélicos en nuestro país. La primera (entre 1822 y 1915) ligada a misioneros liberales que ejercían un “protestantismo peruano”. La segunda (de 1916 a 1990) está compuesta por evangélicos más bien conservadores, con representantes “creyentes políticos y anticatólicos”. Y la tercera (1990-2018) con “militantes de la fe y de la política”.
Algunos detalles a resaltar en estas fases señaladas por el autor tienen que ver con aspectos como la vinculación de algunos evangélicos al Partido Aprista Peruano. Por lo menos desde finales de la primera etapa y con mayor incidencia en la segunda. Ya en la tercera veríamos cómo aparece una situación bastante conocida por nosotros: el apoyo que un sector no católico diera a Alberto Fujimori en su intento por hacerse de la presidencia en 1990.
El investigador JLPG inicia su ensayo recordando cómo el fallecido cardenal Vargas Alzamora apoyó (desde su pedestal de autoridad católica) a un agnóstico como Mario Vargas Llosa en el proceso electoral que abrió la década del noventa. Entonces, si la Iglesia católica apoyó expresamente una alternativa electoral/política, ¿por qué su antítesis no podría hacerlo?
Amparado en cifras de sondeos como el Latinobarómetro, Pérez Guadalupe describe en su ensayo cómo el porcentaje de católicos a nivel nacional se ha ido reduciendo de forma lenta pero constante a lo largo de los últimos cincuenta años. Este factor va de la mano con un innegable incremento del número de evangélicos. Sin embargo, el autor aclara que este último grupo está bastante lejos de ser homogéneo. Asegura que los evangélicos poseen «vocación fisípara y ADN atomizador» (los cuales) si bien «les posibilita multiplicarse y crecer, a la vez les impide unificarse» (Página 237).
No está demás recordar a personajes populares que Pérez Guadalupe menciona en su artículo. Por ejemplo, el pastor Humberto Lay, quien desde el partido Restauración Nacional hizo política, tentó la alcaldía de Lima, la presidencia del Perú, pero solo pudo acceder al Congreso de la República. Allí tuvo un desempeño bastante decoroso, teniendo la oportunidad de destacar como presidente de la Comisión de Ética, un ente habitualmente propenso a críticas por presuntamente blindar a congresistas en situaciones cuestionables.
También JLPG menciona –ya en un caso más reciente—al líder de la Iglesia El Aposento Alto, el pastor Alberto Santana. Un predicador que pertenecería al grupo de los neopentecostales. Vale decir aquí que el autor del ensayo remarca que los líderes no católicos pentecostales corresponden a generaciones algo más antiguas y estaban signados por la “sobriedad y austeridad” en su proceder, mientras que con los segundos pasa todo lo contrario. Pastores como Santana profesan (añade Pérez Guadalupe) la “teología de la prosperidad” y “no pertenecen a una iglesia” sino que “esta les pertenece a ellos”.
Otro de los aspectos interesantes que deja para el análisis este ensayo Pérez Guadalupe tiene que ver con qué factor podría ser capaz de unir a grupos tan múltiples y variados como los evangelistas en un país complejo como este. Anclado en el presente, el autor recuerda iniciativas como Con Mis Hijos No Te Metas (a la que denomina “homóloga” de la –católica– Marcha por la Vida), la cual en los últimos meses fue caja de resonancia de reclamos directos contra el currículo escolar que ejecuta el Ministerio de Educación.
En ese sentido, la agenda “pro vida” y “pro familia” son parte de una especie de combo que no solo interesa a la gran mayoría de los grupos evangélicos (por no decir a todos) sino que además puede convertirse en un elemento de coincidencia con algunas facciones católicas, algo –que se extrae del ensayo de Pérez Guadalupe—podría haber sido impensado algunos años atrás cuando ambos credos se repelían.
Ya en la parte de la conclusión de su artículo, el investigador de la Universidad del Pacífico reflexiona en torno a la proyección de los evangélicos en el terreno político nacional:
“…la supuesta <<participación política>> de los evangélicos se ha limitado en la mayoría de los casos a una mera <<participación electoral>>. En consecuencia, pasadas las elecciones, los <<evangélicos políticos>> brillan por su ausencia en temas sustanciales de gobierno y se refugian en el seno de sus iglesias hasta los siguientes comicios. Ello se debe a que, en el fondo, siguen siendo <<militantes de sus iglesias>> y no <<militantes de sus partidos>>. Así pues, son <<evangélicos políticos>> y no <<políticos evangélicos>>” (Páginas 236 y 237).
¿Cómo ubicar al Frepap en el análisis que Pérez Guadalupe hace sobre las facciones no católicas existentes en Perú y el resto de América Latina? Fundado hace casi 31 años, el Frente Popular Agrícola FIA del Perú tuvo su mejor performance electoral en el inicio del nuevo milenio. Luego de esto solo pequeñas victorias distritales y provinciales. Hoy la organización está evidentemente dividida y enfrentada en lo legal. Sus 15 candidatos electos no son “gestores” sino más bien “pastores” (JLPG menciona esta peculiaridad en la página 236 de su ensayo); y en las pocas declaraciones brindadas luego de conocerse que tendrán una nada desdeñable cantidad de congresistas para el periodo 2020-2021 han, efectivamente, priorizado un mensaje “ético y moral”, sin mayores propuestas “que abarquen políticas económicas, sociales, culturales o de seguridad (…) con bases ideológicas que las inspiren” (página 236).
Queda esperar el desempeño de esa quincena de parlamentarios del Frepap elegidos por su feligresía a nivel nacional, y ver si son capaces de sostener en las siguientes elecciones (presidenciales, regionales y/o congresales) una alternativa coherente o, en su defecto, terminarán replegándose a sus iglesias por otros veinte años más.