«30-S», el primer libro sobre la disolución del Congreso a manos de Martín Vizcarra

«30-S. Anatomía de una disolución» (Página Once), la primera entrega de la serie Segunda Vuelta (50+1/Crisol) tiene como tema central la disolución del Congreso que efectuara el presidente Martín Vizcarra hace poco más de 100 días. Se trata de un conjunto de cuatro ensayos que profundizan sobre las circunstancias alrededor de un hecho histórico cuyo antecede más cercano data de 1992.

Un denominador común de los autores de estos artículos (Erick Sablich, José Carlos Requena, Mabel Huertas y Carlos Meléndez) es que todos practican el género de opinión en distintos medios de prensa escrita. En los cuatro casos la columna semanal les permite mantener un acercamiento frecuente con miles de lectores a nivel nacional.

Sin embargo, por exigencias de la coyuntura, a veces la columna de opinión impide situar el análisis en un segundo nivel. “A veces la columna semanal no te da el espacio, la libertad, ni te permite el diálogo con otras disciplinas”, considera Carlos Meléndez, uno de los coautores de “30-S«” y a la vez responsable de la serie Segunda Vuelta.

Esta primera entrega y las posteriores buscarán eso, agrega, “desde las ciencias políticas, la economía o las comunicaciones, miramos un mismo fenómeno político, pero no solo narrándolo sino analizándolo. Hoy la política es multidimensional, así que intentamos abordarla desde diferentes perspectivas”.

En esta entrevista, Meléndez comparte sus impresiones sobre los artículos de sus coautores y ahonda en torno al suyo, dedicado a la figura de Martín Vizcarra, un político que saltó de la presidencia regional de Moquegua a la primera vicepresidencia en la plancha de Pedro Pablo Kuczynski y luego –por la renuncia de PPK—a la primera magistratura.

Carlos Meléndez es el director de la colección Segunda Vuelta, que publicará íntegramente el sello Página Once de Crisol.

MARTÍN VIZCARRA HA ESTABLECIDO UN TIPO DE COMPORTAMIENTO POLÍTICO QUE OTROS QUERRÁN IMITAR»

-Algunos creemos que se necesita un buen periodo de tiempo transcurrido para analizar hechos de importancia histórica. Y la disolución pasó hace poco más de 100 días. ¿Coincides?

Estoy de acuerdo. A los hechos históricos hay que dejarlos reposar para comprenderlos en su real magnitud, pero también creo que hay espacios para análisis intermedios. No intentamos en “30-S” plantear análisis definitivos, puede haber nuevos hechos y revelaciones que puedan cambiar nuestras apreciaciones. No tenemos la última palabra, pero sí creo que después de 100 días amerita una reflexión que no esté en el calor de los kioscos de periódicos, es decir, una primera evaluación general de los hechos.

-El hecho comparable más cercano a esta disolución es la de 1992. En la de ese año y en la reciente hubo respaldo popular a nivel local, pero solo en la última no hubo rechazo internacional. ¿La afectación de la institucionalidad podría ser otro factor que las asemeje?

La disolución congresal es la ‘Marca Perú’, la marca especial de la política peruana. Viendo a los demás países de la región uno piensa en Ecuador y lo relaciona con caídas presidenciales o movimientos indígenas, si piensas en Bolivia ves inestabilidad política, o Argentina relacionas problemas económicos. Y al hablar del Perú uno piensa en las disoluciones del Congreso. Es decir, medidas que se riñen con la institucionalidad pero que calan muy bien en la cultura política de la gente. Una gente muy descreída de la oferta política. Yo vivo entre Lima y Santiago y en el aeropuerto Jorge Chávez –tres días después de la disolución—el taxista me dice “estoy alegre, he vivido mi primera disolución (del Congreso)”. Así como pasa con los mundiales de fútbol, algunos conectan hechos históricos como este con sus propias biografías.

-El ensayo de José Carlos Requena es casi la “crónica de una disolución anunciada”. Ambas tendencias (gobiernos de PPK y luego Vizcarra) y oposición mayoritaria (fujimorismo) se tensan durante un largo periodo de tiempo, hasta que la situación explota…

Sí, el habla de una profecía auto-cumplida. Tanto creas un escenario ficcional que te lo terminas creyendo, asumiendo como real. Como José Carlos escribe en esa crónica, los actores (como si fueran marionetas del destino) terminan generando una profecía auto-cumplida, y además cíclica, si es que vemos justamente cuántas veces en el pasado hemos llegado a este tipo de circunstancias. A lo que voy es que no estamos solo ante un hecho coyuntural, sino (y en esto iría algo más allá de lo que dice Requena) que parecería una suerte de destino de nuestra república. 

-Ningún término fue tan escuchado y usado por la población en los últimos tres años como “obstruccionismo”. Y de eso trata el ensayo de Mabel Huertas que incluye el libro. ¿En dónde radica lo novedoso de su análisis?

Mabel es comunicadora y por ello trabaja con las palabras. Las audiencias cogemos palabras y las convertimos en realidades. Pero a veces hay que corregir y disputar esas palabras. Entonces ella, en base a evidencia del proyecto Parlamento Abierto de 50+1 / Esan, examina la relación en términos de proyectos de ley –de colaboración entre Ejecutivo y Legislativo—haciendo la comparación más evidente entre el periodo de Pedro Pablo Kuczynski y el de Martín Vizcarra. Creo que la virtud del artículo de Mabel está en permitirnos digerir de verdad un término tan complejo, manido y usado como “obstruccionismo” pero enfrentándolo a la realidad de los números.

-Sobre el artículo escrito por Erick Sablich, dos preguntas muy cortas. ¿Cuál fundamental era ver el lado constitucional de la disolución? ¿Qué reto principal crees que se nos presenta en cuanto a fortalecimiento institucional del país en el corto y mediano plazo?

El artículo de Erick era muy importante para este libro porque se precisaba de una mirada más desde las leyes y desde la interpretación de la constitucionalidad. Como hemos visto, los constitucionalistas se han vuelto actores claves en esta coyuntura, y los hay para todos los gustos. Erick trató de meter todos esos elementos al análisis y lo que queda claro es que, efectivamente, tenemos que volver a construir una legitimidad constitucional. Creo que el reto más allá de reformas judiciales o políticas, tiene que ver con volver a construir una legitimidad constitucional que ha quedado muy golpeada luego de este debate político.

-Tu artículo aborda varios aspectos, más allá de la figura de Martín Vizcarra en sí. Hablas de una escalada subnacional de la política peruana. ¿Crees que ya hemos llegado a un tope de la misma o, de no ser así, qué podría surgir más adelante?

Creo que habrá un efecto contagio en el sentido de que algún tipo de medida política exitosa termina siempre replicándose. Ya lo hemos tenido con Alberto Fujimori. Luego de él todos querían su propio movimiento independiente y todos querían ser el próximo outsider. Este estilo político de Vizcarra, confrontacional, maniqueísta, de división entre buenos y malos, de pechar a tus rivales políticos (sobre todo al Congreso), ha dado réditos, y en ese sentido creo que va a ser replicado por otros. Me parece que hay un antes y un después de Vizcarra. Él ha establecido un tipo de comportamiento político que otros querrán imitar.

-Esta impresión que daba Vizcarra al querer recortar su mandato para “que se vayan todos” tiene que ver con la idea de “desprendimiento” aparente del político subnacional que analizas en tu artículo. ¿Es correcto?

Yo debato la idea de “desprendimiento”. La política regional es muy audaz, en el sentido de que los políticos (al no poder reelegirse) están dispuestos a todo. Su forma de ejercer el poder es en el día a día. Por lo tanto no pueden ejercerlo para acumular ni para buscar delfines o herederos. Lo ejercen para pulverizar y enterrar a sus rivales políticos. Y en ese afán son capaces de enterrarse a sí mismos, entonces lo que algunos interpretan como desprendimiento es parte de una forma de poder ejercer el poder en el mismo momento. Es decir, “soy tan poderoso que puedo yo mismo dejar el poder”.

Carlos Meléndez responde sobre «30-S. Anatomía de una disolución».

-Para aquellos que aún no han leído el libro, ¿a qué has denominado ‘político ambulante’?

Hemos involucionado. Pasamos de los partidos políticos a los movimientos regionales, y luego a las coaliciones de independientes. El ‘político ambulante’ es aquel que tiene un círculo de colaboradores bastante hermético y dispuestos a la subordinación, los cuales conforman un equipo muy liviano en el que destaca la lealtad por encima del mérito. Y ese es un estilo que no es solo de Vizcarra.

“LA POLÍTICA LIMEÑA SE CONVIRTIÓ, DE UN MOMENTO A OTRO, EN UN CASO MÁS DE POLÍTICA REGIONAL”

-En otra parte de tu ensayo mencionas a los tenientes alcaldes que en algún momento se le volteaban al alcalde y terminaban propiciando su vacancia o revocatoria. ¿Desde la ley electoral se puede poner candados para evitar que situaciones así se hagan lo común?

Ahora se ha hecho eso. A partir de Villarán los limeños nos hemos dado cuenta de lo grave de esta situación. Pero si bien la revocatoria se ha neutralizado, el tema de las vacancias sigue. La posibilidad de que el segundo reemplace al primero es latente. Y si nosotros vemos el tema de la salida de Kucyznski y el ingreso de Vizcarra al poder, pues para mí fue un caso más de ‘vacancia regional’. Un hecho que sucede con mucha frecuencia en la política subnacional lo hemos visto en Palacio de Gobierno. Y esa es una de las ideas principales de mi artículo: la política limeña se convirtió de un momento a otro en un caso más de política regional.

-Hablas de un Vizcarra buen político pero mal gobernante. ¿Se podía ser mejor gobernante sin bancada, sin bases partidarias y sin un círculo de intelectuales que te respalden?

Es que todo depende de para qué utilices tu popularidad. Él usó su popularidad, su capital político y su audacia política para aniquilar a sus rivales. ¿Pudo haberla utilizado para concretar reformas que solucionen los problemas de la gente? Claro que sí. Por eso mi reclamo va por ese lado. ¿A qué le puso más energías? Con el pretexto del obstruccionismo y de que el Parlamento no le dejaba gobernar, enfocó sus energías en destronar a la oposición política. ¿Dónde están las energías ahora? En estos más de 100 días vemos que la creatividad de Vizcarra se agotó. A la hora de gobernar no vemos sus principales virtudes porque, nuevamente, la política regional crea y construye muy buenos políticos pero con indicadores de gestión muy malos.

-En el epílogo del libro se habla de una autoridad política (Salvador del Solar) que intenta primero salvar el quiebre institucional, reuniéndose con bancadas de oposición, y luego termina erigida como una especie de ‘baluarte’ de la disolución. A manera de conclusión, ¿qué tipo de análisis te genera una situación personal/política tan particular como esta?

Creo que la impronta de Martín Vizcarra terminó mandando, era mucho más fuerte y avasalladora, porque estaba amparada en la popularidad, en la cultura política y en las intenciones de la gente. La mayoría de los ciudadanos estaban a favor del cierre y no de salvar un cierre del Congreso. Esa fuerza popular fue tan avasalladora que terminó llevando a los demás actores hacia esta decisión. Quizás Vizcarra en algún momento pudo haber visto con más cautela la posibilidad de la disolución del Congreso, pero al ser (dueño de) un estilo que dependiera casi exclusivamente del humor de la gente, aunque hubieran existido otros actores buscando escenarios alternativos, finalmente prevaleció el cierre del Congreso. La disolución se torna inevitable porque una gestión basada en la popularidad siempre hará lo que la gente quiere. Y eso era lo que la gente quería en ese momento.

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