Álvaro Santana-Acuña, el hombre que dedicó una década a estudiar la historia detrás de “Cien años de soledad”

Pasar casi una cuarta parte de su existencia escudriñando un clásico como “Cien años de soledad” no ha sido nada fácil para el académico español Álvaro Santana-Acuña. “Fue una labor titánica que no sé si volvería a hacer hoy”, reconoce el autor de “Ascent to Glory – How One Hundred Years of Solitude Was Written and Became a Global Classic” (Columbia University Press).

Aunque por su trabajo como profesor de sociología en el Whitman College e instructor en la Harvard Summer School este estudioso oriundo de las Islas Canarias ha tenido acceso a decenas de novelas y ensayos de impecable factura, ninguno probablemente lo fascinó tanto como la obra que para muchos representa el realismo mágico en su máxima expresión.

Esa primera lectura de “Cien años de soledad” lo dejaría fascinado, aunque nada le hizo pensar que tiempo después dedicaría una década entera a descubrir qué hizo del libro publicado por Sudamericana en 1967 un clásico de las letras en castellano. Santana-Acuña ha logrado derribar varios mitos en torno al libro y a Gabriel García Márquez (GGM), Premio Nobel de Literatura 1982.

“Ascenso a la gloria” (como se titulará en su próxima versión en español) recoge minuciosa información en torno al antes, durante y después del lanzamiento de la obra cumbre de GGM. ¿Quiénes rodearon al autor mientras trabajaba arduamente para construir la historia? ¿Cómo era la industria editorial que acogió el texto y le permitió romper fronteras con inusitada rapidez? ¿Qué fue realmente el Boom literario latinoamericano y por qué llegó a su fin? ¿De qué manera las controversias generadas por la novela ayudaron a perpetuarla? Estas son solo algunas de las interrogantes que quedan resueltas de un modo claro conforme avanzamos en las casi 400 páginas que contiene este volumen.

– ¿Cuándo leíste por primera vez “Cien años de soledad”?

A los 18 años. Había leído ya en el instituto algunos cuentos de Gabriel García Márquez (GGM) como “El ahogado más hermoso del mundo” y novelas como “El coronel no tiene quién le escriba”. Finalmente, como “Cien años de soledad” era una novela de la que todo el mundo habla, me entusiasmé y fue una experiencia muy similar a la de muchas personas: me sentí fascinado, atraído y encantado por las historias que se cuentan ahí. Y pasarían más de quince años para que, por diferentes casualidades, me decidiera a tratar de responder una pregunta que luce sencilla, pero que no lo es tanto: ¿cómo una obra literaria se convierte en un clásico? En el camino encontré mucha información que me permitió, además, absolver otra duda: ¿cómo GGM escribió la novela? Se trata de una historia cuyo origen y escritura ha estado siempre rodeado de leyendas, y he tenido la suerte de acceder a información en torno a muchas de estas.

– ¿Cuánto se había investigado y escrito sobre “Cien años de soledad” antes de tu trabajo?

Por un lado, hay una gran cantidad de bibliografía sobre la novela desde el punto de vista de la crítica. O sea, qué significa, cómo está escrita desde un punto de vista formal/literario y cuál es el significado profundo de sus personajes. Hablo de estudios muy buenos como “Historia de un deicidio” de Mario Vargas Llosa, o el estudio ya clásico de Josefina Ludmer, pasando por los trabajos de Raymond L. Williams o de Gene H. Bell-Villada. Sin embargo, trabajos desde un punto de vista más histórico, o sea, que nos ayuden a entender el contexto que rodea el libro, pues la verdad que son muchos más limitados. Tenemos ahí, por ejemplo, el documento periodístico de Eligio García Márquez, también los datos que arrojó la biografía escrita por Gerald Martin, y algunas entrevistas que el propio Gabo brindó. Para mí fue una gran sorpresa que no existiera un estudio a fondo que permitiese entender, primero, cómo se escribió la novela desde el punto de vista del escritor ante la máquina de escribir, quiénes lo ayudaron a escribirla y cómo, y también por qué esta novela salió en el año y momento histórico en el que salió, y finalmente cómo la transformación de la literatura latinoamericana en ese momento ayudó a GGM a concebir una novela como tal.

-Sobre “Cien años de soledad” dices que es una novela sobre la soledad escrita por alguien que estuvo siempre rodeado de gente…

Es cierto. Siempre se habla del escritor solitario que en un arranque de inspiración escribe una obra maravillosa y, bueno, el propio GGM contribuyó un poco a esta leyenda que también afecta a otros grandes creadores como Mozart, Virginia Woolf y Beethoven. Sin embargo, aquí el propio autor siempre dio a entender (entre líneas) que su libro fue escrito en compañía de muchas personas. Y para mí lo más paradójico de este caso es que una novela sobre la soledad fue escrita (por alguien que) vivía en una especie de ‘soledad multitudinaria’. Porque a GGM le rodeó un grupo extraordinario de personas, no solo familiares, sino también amigos, colegas y artistas que se confabularon para ayudarlo a terminar esta novela de la cual habían escuchado hablar un poco de su propia boca, y por supuesto conocían de las dificultades que este tuvo para terminarla después de casi 15 años. También hay que tener en cuenta que hablamos de personas con un gran capital cultural, por decirlo en términos sociológicos, o sea, gente con mucho conocimiento y formación en literatura y artes, los cuales pusieron su sabiduría en favor de GGM. Entonces, algunos amigos fueron una especie de ‘Wikipedia’, porque le daban información sobre la alquimia, sobre plantas medicinales o sobre las guerras en América Latina. Otros le daban alcances desde un punto de vista poético o narrativo. Y algunos también leían sus borradores y le brindaban su opinión sobre aquello que creían funcionaba y sobre lo que no. Así que he podido desmontar un poco ese mito del GGM encerrado en la soledad de su estudio durante 18 meses.

El libro publicado por Columbia University Press.

-Más allá del éxito económico que significaría la publicación de esa novela, habría que dejar en claro que estamos ante un escritor que antes la pasó bastante mal en cuanto a dinero…

Gabriel García Márquez es un ejemplo de constancia y de superación como profesional. Él era consciente de que quería dedicar su vida a escribir y para ello debió sacrificar mucho de su bienestar personal y laboral. Allá por 1963 –viviendo ya en México—él sabía que podía vivir una vida burguesa, de una persona que tiene un buen trabajo, que está ganando bien, y sin embargo dentro de sí seguía sintiendo ese impulso por escribir y sobre todo por escribir la historia de “Cien años de soledad”. Y eso fue algo que le generó una lucha interna muy fuerte.

Otro de los mitos que intento desmontar en mi libro gira en torno a si GGM se lanzó o no a una piscina vacía publicando esa novela. Y concluyo que él probó suerte en una piscina con el agua suficiente para no estrellarse. Saltó y definitivamente fue una apuesta arriesgada. Y ahí volvemos a lo de la pregunta anterior: aquel grupo muy interesante de personas que lo rodeó, desde su familia, hasta los amigos que venían a visitarlo, y que en ocasiones hasta le llevaban comida. Los vecinos –algunos de los cuales entrevisté—que tal vez le prestaban algo de plata, el carnicero que le fiaba, o la persona que le rentaba la casa y que le esperó para cobrarles el alquiler. Por otro lado, GGM tuvo — durante el proceso de escritura de “Cien años de soledad”– algún trabajito que le permitió ciertos ingresos menores. Y luego también él sabía que iba a poder dedicarse a la escritura pues también recibía ciertos montos por los derechos de autor de sus obras previas con algún tipo de circulación internacional.

En resumen, GGM dio un muy arriesgado paso adelante del que sabía iba a terminar bien. Inclusive, cuando terminó la novela inmediatamente comenzó a trabajar y en un periodo de cuatro o cinco meses pudo pagar las deudas contraídas el año anterior. Entonces, sí, GGM vivió un momento (económico) muy duro –sobre todo en la etapa del cierre de la novela, en el primer semestre de 1966—pero también era consciente de que aquello era algo pasajero, que luego la novela se vendería relativamente bien, y podría seguir siendo un escritor algo más profesionalizado. Claro que él ni nadie jamás imaginó que “Cien años de soledad” se convirtiese en un éxito de semejante trascendencia internacional.

-Uno podría escribir una muy buena novela en cualquier momento histórico, pero influye mucho también la industria editorial que la va a acoger y promover. ¿Podría decirse que hay un antes y un después de este sistema con respecto a “Cien años de soledad”?

Por supuesto. “Ascenso a la gloria” intenta demostrar que un libro no nace sin padres ni madres, o sea, nace fruto de un contexto histórico y de unas condiciones estructurales que ayudan primero a su imaginación, luego a su producción y luego a su circulación. En el caso de “Cien años de soledad”, sobre todo el segundo capítulo de mi libro, deja muy claro que el Boom de la literatura latinoamericana de los años sesenta –del que se benefició directamente la novela de GGM—no solamente fue un Boom en cuanto a las ideas literarias, sino que fue un Boom de la industria editorial en sí, que logró por primera vez en la historia que los escritores latinoamericanos pudiesen recibir regalías por derechos de autor y escribir obras mucho más largas. Recordemos que autores como Asturias o Carpentier, quienes ya venían treinta años escribiendo para entonces, publicaron sus obras más extensas durante el Boom. Lo mismo con Cortázar, que publicó “Rayuela” en los sesenta, y con Ernesto Sábato. Sobre la generación de GGM, estos ya directamente empezaron a escribir novelas largas. ¿Por qué? Porque ocurrieron cambios importantes en la propia industria editorial que permitieron que finalmente todas estas obras fuesen materialmente publicables y también, ya hablando del ámbito de la recepción, había (en América Latina y en España) una clase media que empezaba a consumir libros. Esto coincide con la explosión de las universidades en esta parte de América y con el consecuente (y enorme) incremento del número de estudiantes universitarios, y de bachillerato también. Ellos fueron los lectores de estas obras. Por todo esto creo que si “Cien años de soledad” hubiera sido publicada 40 años antes no hubiese tenido para nada la recepción que finalmente tuvo. Y ese es un factor estructural que intento demostrar en mi libro hablando por ejemplo de otras obras parecidas que se publicaron mucho tiempo atrás y que sin embargo no tuvieron el mismo éxito. Muchas de las cuales hoy incluso han sido olvidadas.

-Sobre comparaciones, usted menciona a Álvaro Cepeda Samudio (1926-1972). Traza caminos casi paralelos con García Márquez, sin embargo, ¿por qué uno termina funcionando y el otro no?

Creo que esto es un muy buen ejemplo que demuestra que el talento individual si no viene acompañado de una disciplina de trabajo no termina fructificando. (Álvaro Cepeda Samudio) en términos de imaginario cultural, literario y de su propia biografía, era muy similar a GGM. Ambos eran íntimos amigos. Gabo lo veía como una especie de hermano mayor. Todos en el Grupo de Barranquilla coincidían en que el llamado a ser un escritor de éxito por su talento era Cepeda Samudio. Pero ahí es cuando la propia trayectoria personal de un autor termina influyendo en su productividad. Él era un escritor muy creativo y talentoso, pero al que le costaba mucho la disciplina, eso de sentarse a escribir de una manera metódica, diaria, cotidiana, que le permitiese alumbrar una obra de las características de “Cien años de soledad”.

En el caso de GGM, sus compañeros lo recuerdan como una persona sumamente talentosa, pero que a la vez era capaz de sentarse a trabajar en una obra sin parar hasta verla terminada. Cepeda Samudio tenía otra forma de trabajo. Era más periodista, y sus niveles de energía eran más afines a los proyectos del día a día (prensa). Y claro que fue un periodista sumamente excepcional, modernizador del oficio en su país, pero no tenía esa disciplina que necesitaba para poder alumbrar una obra de larga duración como una novela.

-En el libro comparas párrafos periodísticos de García Márquez con otros de su obra de ficción. A partir de esto, ¿cómo es que él logra construir estos puentes entre literatura y periodismo?

Mi libro busca, entre otras cosas, dar a entender que GGM era un periodista que escribía literatura y en sus comienzos fue un literato que escribía como periodista. Entonces, en esa síntesis entre periodismo y literatura encontró esa fuente de inspiración, la misma que hallaron en su momento Álvaro Cepeda Samudio, Curzio Malaparte y otros periodistas de la época que él admiró mucho. Sin embargo, esto a la vez terminó convirtiéndose en una especie de callejón sin salida para GGM, porque curiosamente lo que pasó fue que trató de escribir literatura de una manera cada vez más periodística. Estoy hablando del GGM autor de libros como “El coronel no tiene quién le escriba” y “La mala hora”. Allí él trata claramente de secar completamente la prosa, de economizar el lenguaje, siguiendo un poco el estilo periodístico que Hemingway había puesto de moda. Y al mismo tiempo, en esa época, el GGM periodista se siente muy atraído por escribir reportajes, siguiendo técnicas narrativas de un autor literario que lo influenció mucho: William Faulkner. Así que hubo un momento – a finales de los cincuentas, comienzos de los sesenta—en el que todo esto se convierte en una especie de estrés para GGM. Por un lado, en el periodismo está haciendo algo demasiado innovador que él ve ha tenido éxito, y por el otro, está haciendo literatura muy ‘económica’ o periodística. Y estos estilos crearon a un GGM casi ‘dual’. Una de las hipótesis de mi libro es que GGM comienza a lograr esa síntesis entre ambos estilos y lo demuestra en “Cien años de soledad”, una novela escrita como un reportaje periodístico literario. Lograr esa síntesis de estilos solamente sería posible en el México de los años sesenta, cuando empezó a leer a autores como Carpentier y a sus contemporáneos como Donoso, Vargas Llosa, Fuentes y Cortázar.

-Hablando de contra-fácticos, ¿si Carmen Balcells no hubiera mirado hacia Latinoamérica la magnitud de las obras de algunos de nuestros emblemáticos autores no sería la que conocemos?

La importancia de Carmen Balcells es central. Estamos hablando del rostro de una de las agencias literarias más trascendentales de la historia. Sin embargo, también es cierto que el Boom de la industria editorial no solo se explica por Carmen. Ella es un engranaje más de toda una industria que venía cambiando a gran velocidad. Por ejemplo, teníamos a editoriales como Joaquín Mortiz (México) o Sudamericana (Argentina), a revistas culturales como “México en la Cultura”, “Amaru” en Perú o “Primera Plana” (Argentina). Y en España también estaba la editorial Seix Barral. Así que, si bien el rol de Balcells fue fundamental en cuanto a reivindicar la figura del autor, la revolución de la industria editorial latinoamericana estaba ya en plena marcha. Así que no se puede poner solamente la atención sobre una agente de forma exclusiva.

La primera edición de «Cien años de soledad» publicada por Editorial Sudamericana.

-Perú aparece en algunos tramos de tu libro. Tal vez no son muchas las apariciones, pero sí importantes. Hablas de la revista “Amaru”, donde se lanzó un adelanto de “Cien años de soledad”, también de José María Arguedas, y de la división que hubo entre literatura cosmopolita vs. literatura más local o de provincia. ¿Podemos pensar que García Márquez tenía conocimiento de lo que se producía editorial e intelectualmente en un país como el Perú?

Creo que García Márquez era una persona que leyó todo lo que le cayó en las manos a partir del momento en el que llegó a México en 1961. Ahí se inserta en un grupo conocido como La Mafia, liderado por Carlos Fuentes. Y creo que, independientemente de si haya leído o no autores peruanos, sí que estaba muy al tanto de lo que sus colegas en otros países de Latinoamérica publicaban. Y yo creo que no es arriesgado afirmar que, si otros críticos literarios y otros autores menos conocidos de la época estaban al tanto de lo que se publicaba en Perú y de lo que publicaban autores como José María Arguedas (JMA), pues es él seguramente conocía lo producido en este país. Es más, ya en el año 1966 García Márquez y Mario Vargas Llosa entran en contacto.

Ahora bien, lo que sí es cierto es que el tipo de ‘latinoamericanismo’ que abrazó GGM es muy diferente al que promulgó un autor como JMA. Y esto es muy importante porque se ha escrito mucho sobre JMA. Hay excelentes estudios sobre él, desde un punto de vista formal y literario, y tengo colegas que lo ven como el gran escritor latinoamericano del siglo XX. En 1963-1964, JMA triunfaba en la región y el mundo, asistía a los congresos en donde se celebra el éxito de novelas como “Rayuela” o “La región más transparente”, en donde se discute porqué está explotando la novela latinoamericana. Es un autor cuyos fragmentos se publican junto con los de Rulfo o Carpentier en revistas como “Casa de las Américas”. Incluso Luis Harss pensó en incluirlo para su libro “Los nuestros”. Entonces, al comienzo de los años sesenta JMA y su visión indigenista de América Latina es definitivamente un punto de referencia para los contemporáneos. Y algo muy interesante es que lo que finalmente termina imponiéndose es una visión más cosmopolita de América Latina, y poco a poco su discurso comienza a quedar relegado, con menos integrantes, favoreciéndose así la idea de una Latinoamérica no indigenista sino sobre todo cosmopolita. Me parece que esa decepción que llega a sentir JMA motiva a que pase al ataque, y decida chocar con autores como Cortázar. Y yo creo que a él probablemente le hizo sentir mal que autores de su propio país, como Mario Vargas Llosa, se alineen finalmente con Cortázar y no con él.

-Usted ha mencionado a la revista “Amaru” de Perú, la cual era parte de una especie de circuito sumamente particular en varios países de la región. ¿Imaginar algo similar hoy tendría asidero?

Esa es una muy buena pregunta. Hay muchos colegas que se preguntan por qué no existe más ese momento tan regional de la literatura latinoamericana. Y yo creo que algo tan complejo requiere una explicación que incluya múltiples factores. Uno de estos podría ser el de la propia configuración de la industria editorial. Mira, los libros publicados en los años sesenta por Seix Barral, Sudamericana y demás entraban y salían de los países con una gran facilidad, o sea, los aranceles de importación no eran nada prohibitivos. Además, los colegas (escritores) llevaban sus propios ejemplares y los compartían con sus amigos. Es a mediados de los años sesenta cuando ocurre algo muy interesante: las naciones comienzan a cobrar aranceles más altos a los libros y al papel (eso, por ejemplo, empieza a hacerlo México ya en los setenta), con lo cual una novela del Boom se vuelve más cara.

Y también hay otro momento muy interesante: en los setenta hubo un proceso muy fuerte de quiebra de todas estas pequeñas editoriales como Sudamericana o la misma editorial de Barral, que acaban siendo compradas por ‘peces más grandes’. Así ocurre una homogenización de los catálogos. Finalmente, está también el tema del imaginario. Los autores latinoamericanos que surgen después del Boom, incluso hasta la actualidad, viajan menos, se quedan más afincados en su país, y no tienen esa conciencia de América Latina como una región, como sí la tenían Fuentes, Donoso, Cortázar, García Márquez y otros contemporáneos. Ellos fueron autores prácticamente nómadas durante mucho tiempo, lo cual les permitió desarrollar una conciencia de la experiencia de América Latina muy diferente a la que podrían tener sus colegas hoy. Quizás el único autor que logró un poco retornar a esa visión casi unitaria de América Latina fue Roberto Bolaño. Él salió de Chile y se nutrió muchísimo de su experiencia visitando otros países de Latinoamérica, y de leer autores de la región. Entonces esto es algo que te genera una visión de la región muy diferente a la que puede tener un escritor que quizás hace toda su carrera profesional en Argentina o Colombia. Me parece que eso ha marcado mucho no solo la productividad, sino además la manera de entender la región. Y por esa razón es muy difícil que podamos llegar a tener ese nivel de efervescencia cultural en torno a la noción de América Latina que existía en los años sesenta en revistas como “Amaru”.

-Cuando hablas del éxito global que tuvo “Cien años de soledad” mencionas 35 traducciones de gran calidad. Pienso que quizás hoy también sería muy difícil traducir un libro así. ¿Cuán fundamental es una traducción solvente para el éxito de un libro en otras latitudes?

Te puedo explicar eso desde un punto de vista personal y práctico. Yo ahora estoy en el proceso de buscar una editorial en español para “Ascenso a la gloria” y uno de los primeros escollos que te pone la editorial es: ¿quién va a pagar la traducción? Bueno, en el caso de GGM y de otras tantas novelas surgidas en esos años, pues existía un programa creado en Estados Unidos que pagaba las traducciones. Entonces, eso provocó que muchas novelas latinoamericanas del Boom prácticamente apenas finalizado su manuscrito ya tenía una traducción asegurada. “Cien años de soledad” fue uno de esos libros que lograron ser traducidos muy rápido con esos fondos de Estados Unidos. Así la editorial no tenía que hacer frente a los gastos. Y luego en el caso de Francia, también existe una gran tradición histórica de traducir muchísima literatura en lengua extranjera, por lo cual muchas obras del Boom fueron inmediatamente traducidas a dicho idioma. Tiempo después este programa (estadounidense) de apoyo a las traducciones se descontinuó.

El Boom literario latinoamericano representado en algunas de sus principales figuras.

“En mi libro demuestro que sí hubo mujeres en el Boom”

-Aunque no siempre tiene mucho sentido juzgar algo del pasado dejando de lado el contexto, en tu libro mencionas ausencias y deudas del Boom. Y te refieres a los poetas y a las escritoras.

Es un tema muy importante. Usualmente cuando pensamos en literatura latinoamericana hasta casi los años veinte de 1900, fundamentalmente se nos viene a la mente la poesía o la forma corta, sin embargo, eso cambia de manera progresiva y ya de manera más clara en los sesenta. Ahí se produce un giro hacia la forma larga, y lo que leen los públicos son las novelas. El Boom, efectivamente, es algo que se circunscribe a la novela. Y eso fue algo que a los poetas no les gustó, porque los hizo sentir desplazados. A pesar de que ellos forman parte de esa efervescencia de América Latina en los sesenta. Pero aquí es donde volvemos precisamente a la importancia de la industria editorial, que es la que decide finalmente qué es lo que vende y qué es lo que no. Se consideró que no vendía publicar poesía o ensayo, y sí novelas de más de 300 páginas.

También es cierto que creemos que en el Boom no hay mujeres, pero en mi libro muestro que sí las hubo. Me refiero a Elena Garro, Elena Poniatowska, Rosario Castellanos o Armonía Somers. Estas son autoras que publicaban en aquella época y que formaban parte también de los grupos de sociabilidad o artísticos. Existen fotos de García Márquez y Elena Garro bailando en las fiestas que daba La Mafia. Mira, aquí lo que hay que analizar es hasta qué punto el Boom consagró tan solo a hombres criollos o blancos y no a autores de grupos étnicos de piel más oscura y tampoco a mujeres. Sin embargo, hoy siento que los tiempos están cambiando para bien. Cada vez hay más gente que lee “Los recuerdos del porvenir” de Garro y se da cuenta que es una obra muy importante de su época y que tal vez pudo haber influenciado a “Cien años de soledad”. Asimismo, autoras como Silvana Bullrich eran auténticas bestsellers de aquella época. Quizás nos toca un poco re escribir el Boom no en función de los que fueron los vencedores a largo plazo, sino en función a los que fueron más vendidos en su época.

-Mencionas el Caso Padilla en el capítulo relacionado al cisma del Boom. ¿Las posiciones políticas terminan siendo la causa central de la desintegración de este movimiento? O simplemente habría que pensar que –como dice la canción de Lavoe—todo tiene su final…

Definitivamente la política es un factor muy importante (para hablar del fin del Boom), pero no el único. Estoy de acuerdo en eso de que todo tiene su final. El Boom en muchos sentidos fue una revolución y como tal tuvo su momento de efervescencia, madurez y declive. Entonces, aquí hubo una fase de ascenso, de luna de miel, de madurez y una de muerte. Hablando específicamente de la política, pues estamos ante uno de los factores que contribuyó a generar esa conciencia regional de América Latina, sobre todo a causa de la revolución cubana, la cual para nosotros –viviendo en pleno siglo XXI—es difícil valorar hasta qué punto fue una especie de catarsis colectiva no solo para la región sino para el mundo en general. O sea, que una pequeña isla en el Caribe reclamase su independencia política frente a las grandes potencias de la Guerra Fría como Estados Unidos y la Unión Soviética fue algo increíble. Y que América Latina sintiese a través de la Revolución Cubana que su momento histórico había llegado, pues fue algo que a autores como Benedetti, Donoso, García Márquez les daba un plus de energía, de sentir que era el momento de ser escuchados como autores y como sujetos políticos.

Y claro, diez años después comienza la purga de autores que habían apoyado a la Revolución en su momento de auge, acompañado del surgimiento de dictaduras y de gobiernos militares en la región que provocó un desencanto que ocasionó a su vez una división dentro de los escritores: aquellos que se desencantaron de la revolución y aquellos que seguían apostando por esta. Ese fue uno de los factores del gran divorcio entre GGM y Vargas Llosa. El primero apostó por una América Latina que debía lograr su emancipación histórica a través de la revolución, y Vargas Llosa que apostó por una región que debía lograr su autonomía mediante una social democracia con un perfil más conservador. Y pasaría lo mismo no solo con estos dos personajes, sino también con autores de la talla de Octavio Paz y Guillermo Cabrera Infante, y otros escritores que acabaron convertidos en enemigos irreconciliables.

-Hablas en tu libro no solo de los ‘Hijos del Boom’ sino también de los ‘Nietos del Boom’. ¿Por qué crees que ninguno de estos ha logrado trascender de una forma tan fulgurante como muchas de las figuras que dieron inicio al movimiento?

Te voy a replantear un poco esa pregunta: ¿crees que en todos los siglos puede alumbrarse a un Shakespeare o a un Cervantes? Definitivamente, no. ¿Y estaba Shakespeare aislado? No. Él era parte de una coyuntura histórica absolutamente increíble, el periodo isabelino en el ámbito de las obras de teatro. Mira, podríamos hablar de que el Boom discriminó a los poetas, pero el periodo isabelino en Inglaterra discriminó todo aquello que no fuera obra de teatro. ¿Hubo autores mejores o peores que Shakespeare? Probablemente, pero el que ha quedado es él. Lo mismo sucede con Cervantes. ¿Fue el único autor de su época? No, porque evidentemente su grandeza radica en que era contemporáneo de autores como Lope de Vega, Calderón de la Barca, etc. Entonces, las condiciones históricas que se dieron en la América Latina de los años sesenta catapultaron a la gloria a tres generaciones de escritores que pudieron dar salida a una visión de la región que cautivó a los lectores de su época y que ahora sigue capturando a lectores de otras culturas y otros tiempos. Así que, para lo bueno y para lo malo, el Boom es absolutamente irrepetible.

Ahora, esto no significa que en América Latina –en otros ámbitos no relacionados a la literatura—no puedan estar ocurriendo otros ‘booms’, tal vez en el cine, en la gastronomía o en el derecho. Es decir, algo tan espectacular e influyente como un Boom en literatura es algo que sucede pocas veces en un corto periodo de tiempo. Y tampoco es óbice para negar la importancia de autores contemporáneos que están escribiendo literatura del más alto nivel.

-El cine y la televisión han realizado muy buenas adaptaciones de libros, aunque otras bastante malas. Teniendo en cuenta estos antecedentes, qué tipo de expectativa te genera el anuncio de la serie “Cien años de soledad” en Netflix.  Ha sido algo bastante demorado y que incluso se dio recién tras la muerte de García Márquez.

Sobre esto escribí un artículo para New York Times titulado ‘“Cien años de soledad” en los tiempos de Netflix’. No tengo una respuesta definitiva. Como lector te puedo decir que una novela como esta no puede ser llevada a la pantalla de la misma forma que está escrita. Ahora bien, como investigador te digo que es raro que una novela de alto impacto no acabe teniendo una adaptación cinematográfica. Sin embargo, ¿esta será buena o mala? Para mucha gente será buena y para otros será mala. Lo interesante aquí es que estamos ante una vía para que esta novela llegue a una nueva generación de lectores que van a contribuir, con sus opiniones negativas o positivas, a infundirle nueva vida y a convertirla de nuevo en un clásico para las siguientes generaciones.

Y más allá de eso, me parece importante señalar cuestiones técnicas como el hecho de que GGM era una persona que no escribía diálogos. O sea, él suelta frases que son en muchos casos hasta aforismos. Esto hará muy complicado transformar la obra a un formato en donde lo fundamental son los diálogos. Eso es un escollo desde el punto de vista formal que será complicado superar. Y eso quizás ha provocado que las obras de GGM hayan sido adaptadas al cine de forma muy desigual. Mira, lo que yo he escuchado y leído en prensa es que la propuesta que el guionista viene trabajando de “Cien años de soledad” es no una adaptación fiel sino más bien libre.

– ¿Qué gran lección te dejó publicar una obra ambiciosa como “Ascenso a la gloria”? Este libro empezó como un pequeño trabajo de curso de tres meses y acabó convirtiéndose en un proyecto de libro de casi diez años. Y de hecho podría decirse que el proyecto sigue abierto pues la versión en español será una reescritura del libro en inglés con una introducción completamente nueva, con nuevos datos y cosas diferentes. Así que probablemente me falte un año más. Y yo creo que una de las grandes lecciones que me ha dejado este proyecto está relacionada con el amor que sienten muchos lectores en el mundo por esta novela, que es un clásico. El amor y también el odio capaz a su vez de contribuir a hacer de una obra un clásico. Y creo que también para mí el mensaje está sobre todo en sentir que mi libro es útil y que puede ayudar a todos esos lectores que conservan preguntas sobre cómo GGM escribió “Cien años de soledad” y por qué esta terminó siendo tan importante. Mira, yo empecé este proyecto hace diez años y la verdad no pensé que el trabajo me tomaría tanto tiempo. Así que si me preguntas si lo haría de nuevo, pues tendría mis dudas, porque este ha sido un esfuerzo titánico.

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