José Ovejero: “Jamás me planteé ‘Humo’ como una historia moral”

Una mujer permanece junto a un niño y una gata dentro de una cabaña abandonada en el medio de un inhóspito bosque. Sin alimentos que les sobren, energía eléctrica, ni medios de comunicación, deberán sobrevivir no solo a los embates del clima, sino principalmente a múltiples peligros. Así podríamos resumir “Humo”, la más reciente novela del escritor José Ovejero que publica Galaxia Gutenberg.

Cuando le preguntan sobre el tema central de su libro, el multipremiado autor nacido en 1958 responde sin dudarlo: la fragilidad humana.

Aunque más de uno pueda pensar que esta historia de encierro tiene algún tipo de inspiración en el confinamiento que muchos países sufren de forma intermitente desde marzo de 2020 a causa del coronavirus, Ovejero aclara que imaginó y escribió el libro antes de que toda esta pesadilla empiece.

Por lo pronto, en “Humo” –ya a la venta en librerías de toda España– los lectores encontrarán un relato sobre miedos, reflejos, pero fundamentalmente sobre sensaciones. Porque tal vez allí donde todo es silencio somos más capaces de percibir aquello que el ruido de la ciudad nos ha quitado desde siempre.

– «Humo» tiene 144 páginas. ¿En alguna parte del proceso creativo el escritor sabe que tiene entre manos una novela corta y no una larga (o viceversa)?

Nunca me planteo desde el inicio si voy a escribir una novela corta o larga, simplemente escribo y voy viendo qué tipo de ritmo desarrolla, qué tipo de cosas se van generando, y creo que cuando uno ya ha avanzado la mitad recién tiene una intuición sobre la extensión. En “Humo”, que está hecha con escenas relativamente breves, muy pocos personajes y con una situación muy cerrada, sí tuve la impresión de que no sería una más de mis novelas extensas.

– ¿Fue un obstáculo que el lugar donde ocurren la novela sea tan cerrado y específico como una cabaña dentro de un bosque?

Para mí fue como volver a un mundo absolutamente analógico. Pero más que una limitación, me parece que era algo bonito porque de pronto empiezas a pensar de otra manera. Cuando tus personajes no tienen tus recursos habituales (la computadora, el teléfono, la televisión, etc.) entonces pueden mirar de manera distinta, sus sensaciones son otras, y el uso del tiempo es otro también. De hecho, yo mismo mientras escribía la novela reduje enormemente actividades como usar Twitter, intentando siempre entrar en las sensaciones de mis personajes.

– ¿Le resulta fácil abstraerse de lo que pasa alrededor para dedicarse exclusivamente a escribir?

Dos cosas. Cada vez que entro en un libro de alguna manera me sumerjo en él. Empiezas a sentir el mundo un poco a través de tus personajes y luego no puedes quitártelo de encima como si te quitaras un abrigo o unos pantalones. Una vez que cierras la computadora, tus personajes de alguna forma siguen ahí, te contagian. Y además en este libro pasó algo más fuerte porque lo empecé en con una época en la que me estaba mudando a la montaña, que es donde vivo ahora, con lo cual estaba muy pendiente de paisajes, sensaciones, olores, de lo que se oye y de lo que no, y en ese sentido estaba aún más metido de lo habitual en el ambiente de la novela.

-Vive hoy usted en la montaña y esto me hace pensar en lo contrario, en aquellas personas que nacieron en la capital de un país y jamás salieron de ahí, ni siquiera para hacer turismo…

Las hay, aunque tal vez actualmente son una minoría. En lo personal, he salido de mi ciudad muchas veces, pero siempre llevé una vida muy urbana, de vivir en el centro mismo de las ciudades. Me pasó en Bruselas, en Bonn también, así que esta es la primera vez que vivo en un entorno no urbano. Y sí, me pasa lo que a mis personajes: llegas a medir el tiempo de otra forma, tus sensaciones son mucho más fuertes, tiendes a olvidarte del mundo digital, o sea, se te transforma un poco la forma de vida.

-La portada de su libro me remitió al caso de Evangelina Chamorro, una peruana que en 2017 sorprendió a miles emergiendo en medio del lodo que produjo un alud al sur de la capital. ¿Suele tener participación en el diseño de sus carátulas o prefiere mantenerse al margen?

Normalmente elijo mis portadas, en el sentido de que yo las propongo a la editorial. Pero en este caso no fue así. Una persona encargada en Galaxia Gutenberg me envió la foto y me gustó mucho: estaba el bosque, la mujer y la soledad. Y está sobre todo otra cosa que para mí es muy importante en la novela: la sensación de encierro a pesar de estar en plena naturaleza. A veces es mucho más fácil reflejar un encierro o confinamiento si metes a una persona en una casa cerrada que si lo haces en un espacio abierto, como un bosque. Creo que en la novela se logra eso y me parece que con esa mujer semi-enterrada andando por el bosque de alguna manera lo refleja muy bien.

-A lo largo de la novela se mantiene la sensación de tener a una protagonista en permanente riesgo, expuesta a sufrir embates…

Al releer y repensar mi novela creo que uno de sus grandes temas es la fragilidad del ser humano, lo expuestos que estamos todo el tiempo (ahora mismo esto se ve mucho más), sobre todo en un entorno natural que no controlamos o dominamos, pero además está la capacidad de resistencia y aprendizaje. Así que por un lado tenemos la fragilidad, pero por otro ese empeño de la mujer, sus energías, su propia fuerza y su capacidad de aprender.

-Más allá del niño que acompaña en la cabaña a la protagonista, ¿cómo define la presencia de los hombres que aparecen en “Humo”?

Principalmente hablamos de dos. Y son muy distintos, aunque comparten algo central con la mujer: que apenas sabemos nada de ellos. Solo podemos juzgarlos por lo que hacen y dicen en el momento en el que están presentes. Desconocemos su pasado ni a dónde se dirigen. Pero el acercamiento a la mujer es completamente distinto en ambos casos. El hombre (como lo llama ella) es alguien que quisiera establecer una relación más intensa con la protagonista, más duradera, que de alguna manera busca protegerla, aunque está también –y luego lo vamos descubriendo—absolutamente superado por las circunstancias. Es también tremendamente frágil.

Y luego está el otro, el intruso, que tiene una presencia, desde el principio, absolutamente violenta. No quiere una relación sino una situación de dominio y de utilización de la mujer y del niño. Entonces la relación, claro, no puede ser. En el primer caso no puede ser porque ella desconfía de los afectos, y quisiera mantenerse completamente independiente, y en el segundo, porque ella sabe que en algún momento debe enfrentarse a ese intruso que quiere violentarla.

-Tanto así que ella lo denomina “maldito invasor” …

Es verdad, intruso, maldito invasor. Ella usa diversos adjetivos que muestran su propia hostilidad. Pero lo que es interesante aquí es que la protagonista también se esfuerza por comprenderlo. Me refiero a intentar comprender la violencia que la amenaza. No solo rechazarla y defenderse de ella, sino entender cómo funciona.

-Ha dicho que no le parece correcto ver a “Humo” como un relato sobre una distopía.

Es que cuando utilizas la palabra distopía, primero, estás dando la impresión de un futuro. Y además yo creo que la distopía siempre es un género moral. Es decir, se plantea un mundo terrible en el futuro que sería consecuencia de lo que vivimos en el presente. No sé, algo contra la mecanización, contra la energía nuclear o contra el cambio climático. Y la verdad es que yo jamás me planteé “Humo” como una historia moral. Uno puede sacar la moral que quiera de mi novela. Mientras la escribía me importaban solo las sensaciones de los personajes y cómo se van enfrentando a cada situación.

– ¿Y considera muy extremo comparar en ciertos aspectos el confinamiento que hemos vivido por la pandemia del coronavirus con la situación de soledad de los personajes en esta historia?

La novela la escribí antes de la pandemia. Si no salió antes fue precisamente por el confinamiento. ¿Significa que no tiene nada que ver con ella? Pues, paradójicamente, no, porque yo creo que de lo que habla la novela también –fuese un propósito o no—es de una sensación que no tiene que ver con esta pandemia. Porque ya hemos tenido epidemias previas, por lo que yo creo que desde hace bastante tiempo tenemos esa sensación de fragilidad, de que la naturaleza no se comporta como esperamos (por eso las abejas que aparecen en la novela), de que estamos encerrados en nuestras propias burbujas sin saber muy bien qué sucede en el mundo exterior, a pesar de toda la información con la que contamos. Entonces, yo creo que “Humo” refleja su tiempo sin proponerlo y se adelanta a un acontecimiento el cual a su vez es parte de todo un proceso.

-Si la mayoría de sus obras de ficción están ambientadas en lo urbano, ¿fue un reto mayor construir una historia que transcurre siempre en el medio de un bosque?

Creo que en lo urbano hay algo fundamental que son los estímulos sensoriales que vas recibiendo todo el tiempo. No sé, ruidos, gente con la que te chocas. Y en lo rural hay estímulos, pero son mucho más lentos. Entonces lo que tenía que hacer para cambiar mi forma de escribir era intentar ser mucho más perceptivo con esa nueva situación, intentar darme cuenta de esas sensaciones que en otro momento tal vez habrían pasado desapercibidas: el sonido que hace un pájaro o un olor determinado, porque allí la acumulación es mucho mayor. Así que mi reto principal era darme cuenta de que esta novela me exigía otro tipo de percepción sensorial, sin necesidad de ponerme esotérico ni mucho menos. Y yo creo que una cosa que atraviesa mi literatura es que presto mucha atención a las imágenes y a los olores. Este detalle me ha resultado muy útil al escribir “Humo”, y creo que quien lee mi novela se siente muy metido en su atmósfera.

«LA BUENA LITERATURA TE PERMITE VER MEJOR LA COMPLEJIDAD DE LA REALIDAD»

-En un reciente artículo publicado en La Marea menciona usted cómo la literatura salvó a su madre tras quedar viuda. Quisiera llevar esto aún más personal. ¿Qué hizo la literatura por José Ovejero?

La literatura me ha ayudado en muchas cosas. Leer y escribir, pero principalmente leer me ha ayudado a estar mucho más atento al mundo en el que vivo. A veces se piensa que la literatura sirve para abstraerte del mundo, pero no, sirve para abstraerte del momento, pero luego te vuelves mucho más atento. La buena literatura te permite ver mejor la complejidad de la realidad. Y eso para mí es ya una parte importante de mi formación como ser humano. Además, me ha aportado placer estético, que es algo fundamental para cualquier persona. Y a veces también me ha servido de espacio protegido para mis emociones, las que –en el mundo exterior—pueden ser a veces peligrosas, no sé, expresarlas o sentirlas. Pienso que en un libro puedes enfrentarte a todas las emociones dentro de un espacio protegido.

-Usted ha vivido en distintas ciudades de Europa. ¿Se siente madrileño, español, europeo o más bien cosmopolita?

Creo que soy un ciudadano de mis afectos. Cuando vivía en Bruselas me sentía mucho más europeo de lo que me siento ahora. Cuando vivía en Alemania, igual. ¿Madrileño? Tal vez por ciertos afectos, claro, y es que tu historia influye en ciertos afectos y algunos no desaparecen. Siento un cierto afecto por la ciudad, por determinados espacios. Lo mismo me sucede con España, por la lengua, porque comparto con muchos otros países, por algunos paisajes, por cierta gente que vive ahí. Pero para mí ser madrileño, español o europeo es una especie de accidente y por tanto no es esencial, por lo que el cómo te sientes puede ir cambiando con el tiempo.

-Finalmente, ¿cree que usted que volveremos en algún momento a la ‘vieja normalidad’ en la que había presentaciones de libros abarrotadas de gente pidiendo una firma, o hay que olvidarnos de eso?

Creo que habrá algunos cambios, quiero decir, que se va a re normalizar nuestra vida, tendremos menos miedo de los contagios, volveremos a tener contactos que hoy tal vez evitamos, y creo que volverán las presentaciones de libros, claro. Sin embargo, sí pienso que algunos hábitos cambiarán. Las mascarillas tal vez se mantengan un tiempo más. Aunque quizás pequeños gestos como dar doble beso al saludar (como pasa en España) sí se van a transformar definitivamente.

*Foto de Escritores.org
*Más sobre el libro AQUÍ

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