Bajo el título “No quiero aprender de finanzas, quiero decidir mejor” (Primera Persona, 2021), el primer libro del economista Dennis Cavero Oviedo, busca llegar al público interesado en el buen manejo de los negocios.
Según cuenta el autor, desde su concepción el texto busca ser distinto al común: alejarse de los números duros, explicar conceptos de forma fácil y describir una serie de experiencias personales que pueden ayudar “a recortar algunos pasos” en el aprendizaje de quien decida leerlo.
Cavero Oviedo es economista de la Universidad Ricardo Palma con una maestría en Administración de Negocios por la Universidad del Pacífico. Además de su experiencia como docente, acumula más de veinte años en distintos puestos de importancia en empresas de rubros como el retail, la consultoría, los hidrocarburos y el consumo masivo.
– ¿Es su primer libro?
He escrito algunos artículos, pero sí, este es mi primer libro. Quise ser algo disruptivo y, en ese sentido, no hablar de finanzas de forma dura, sino presentando algunos sucesos empresariales y experiencias personales.
-Sus inicios en todo esto fueron de una forma bastante curiosa: le propusieron algo fuera de su especialidad y, gracias al consejo de su padre, se atrevió a aceptarlo…
Yo estudié una carrera para ir hacia un lado de los negocios y terminé en otro, en las finanzas y las estrategias. Y, efectivamente, todo empezó con un ‘no quiero’, pero también hubo algo de receptividad y de ‘vamos a ver qué pasa por acá’. Por supuesto, también hubo muchas ganas por aprender, lo cual me sirvió en los momentos más difíciles.
-Incluso cuando uno menciona el término MEF (Ministerio de Economía y Finanzas) se queda solo en “Ministerio de Economía”, no llega a completar la denominación. ¿Considera comprensible ese temor o distancia que la mayoría tienen hacia las finanzas?
Yo creo que sí. Dicté más de trece años en la universidad y recuerdo que cuando los alumnos escuchaban el término se asustaban demasiado. Pero cuando uno se pone a conversar con ellos sobre experiencias con empresas exitosas, incluso pequeñas como por ejemplo algunas en Gamarra –un tema del que me gusta mucho hablar—ahí es donde ellos empiezan a darse cuenta de que no todo se trata de números. Mi idea es tratar de seguir esa corriente porque, efectivamente, las finanzas dan algo de miedo.
-Cuénteme un poco sobre su experiencia en la Universidad de Warthon.
A través de la Universidad del Pacífico, luego de una serie de entrevistas y filtros, enviaron a un grupo de estudiantes de la Maestría en Administración a un programa muy interesante en Warthon (Pensilvania) en el que –a través de la CAF—debíamos llevar una empresa peruana hasta el mercado americano con sus determinados productos. Así nos juntamos cinco peruanos y cinco de Warthon, cada uno en su especialidad. Nosotros aportábamos la parte de las fortalezas y debilidades, y ellos el entendimiento del país. Lo más interesante era pensar en cómo aterrizar todo en números. Creo que para muchos las finanzas pueden ser solo hojas de cálculo en Excel, pero eso no sirve para nada si ignoras el negocio. Y si no tienes el entendimiento de cómo van a impactar las decisiones que tomes. Por eso en mi libro intento reflexionar mucho en cada capítulo.
-Hay reflexión, pero también mucho caso autobiográfico. Como cuando en sus inicios un superior le pregunta casi despectivamente si “sabe o no inglés”. De esa situación se vale usted para hablar sobre la inteligencia emocional…
La inteligencia emocional es muy útil, y me parece importante porque tanto cuando uno trabaja en el staff o cuando uno ya lidera equipos, el comportamiento del liderazgo es distinto. Puedes presionar, pero nunca debes hacerlo de la misma forma a todos los componentes de tu equipo. Y debes tener mucha resiliencia. Hay momentos en que las cosas no son como tú quieres, pero debes aguantar y ver la forma de reponerte sin patear el tablero. Sobre eso también hablo en el libro. Porque existen jefes muy buenos, pero extremadamente exigentes. La inteligencia emocional es fundamental porque no todo son habilidades duras, sino también blandas. Ellas te ayudan a entender algo más el escenario.
-Quizás más en época de campaña política se habla de que “el Estado debe ser lo más parecido a una empresa”. ¿Cómo va su pensamiento sobre este tema?
Yo creería que el Estado debe buscar el punto medio. Debe tener buenos organismos reguladores que velen por evitar los monopolios y por fomentar la competencia, como Osinergmin, Indecopi, etc. El Estado puede participar porcentualmente en algunos sectores estratégicos, pero se debe discutir qué es estratégico y qué no lo es, porque hay muchas carencias en nuestro país. La situación en el tema de salud es muy triste. Y me parece que en sectores como ese o en la educación el Estado debe tener un rol muy importante. Además, hay que garantizar que los individuos no sean discriminados, fomentando la igualdad entre hombres y mujeres.
-Uno de los pocos casos donde menciona el nombre de la empresa para la que trabajó es con Colgate Palmolive. Y este ejemplo me hizo pensar en el viejo debate sobre qué tan buenas o malas son las transnacionales. Muchos las satanizan de arranque…
Si no existieran las transnacionales hubiera muchas menos oportunidades de trabajo. Recuerdo que antes los avisos clasificados pedían “profesionales de la universidad A y B”. Esa discriminación no existe más. Lo que ha generado la inversión privada y las transnacionales es luchar contra eso de forma indirecta. Y es que, por ejemplo, en Estados Unidos no te piden ser del MIT para tentar un trabajo. Todo esto ha generado que cuando postulaban los muchachos, como fue mi caso, ingresaban de distintas universidades. Creo que las empresas transnacionales tienen un mundo corporativo y una cultura en la que la igualdad y la no discriminación son fundamentales. Eso generó, y te hablo de hace más de veinte años, un cambio indirecto en nuestra sociedad.
-Algo de lo que también habla en su libro es la pirámide social a lo largo de los años, la forma en cómo los estamentos se han invertido parcialmente y las cosas están supuestamente mejor. ¿Cómo se explicaría esto si hemos votado mayoritariamente por una alternativa que ofrece un cambio a lo visto en las últimas décadas?
Rolando Arellano tiene un libro muy interesante titulado “Al medio hay sitio”, donde menciona que la pirámide se va convirtiendo poco a poco en un rombo. Y la clase menos favorecida, que estaba en la parte baja de la pirámide se ha movilizado al centro. Yo creo que el gran problema que tenemos hoy en día es de credibilidad, en la gente y en los políticos. Ha ocurrido una destrucción de los partidos políticos, una no-creencia, y creo que el gran problema que tenemos es la mala reputación de muchos políticos y su poca capacidad de gestión. A esto hay que sumarle la mal efectuada descentralización, en el sentido de que no hubo un mecanismo claro para ejecutar bien. Eso ha generado el hartazgo que me mencionas.
-Hay un caso muy práctico e interesante: el de las páginas amarillas, un objeto que llegó a ser sumamente útil (¡e inmenso!) pero que hoy casi no existe físicamente, sino que ya ni lo extrañamos. ¿Cuál es la enseñanza de este caso si hablamos de publicidad digital?
Ese me parece un caso extraordinario. Las páginas amarillas eran el Google de su época. Esas revistas eran cada año más anchas, porque su objetivo era tener altísima receptividad y tránsito. Sé que la compañía hizo muchos esfuerzos por salvarlas, pero el cambio fue inevitable entre la publicidad (impresa) y la digital. Y fíjate una cosa, todos se emocionaron mucho porque vieron al cambio como algo lógico, sin embargo, se dio una baja receptividad de la población. En ese momento había pocas computadoras, y el Internet no era bueno. Entonces, cuando se pensaba que la caída de la distribución del ‘libro’ iba a generar un incremento para el lado digital, no fue así. No hubo compensación hacia lo digital. En ese periodo de tiempo había una lucha y un aprendizaje por enseñar a los vendedores y a la población la importancia de lo digital. Creo que esa aceleración y ese desconocimiento, además de los problemas que teníamos los peruanos para pagar por Internet, hace que hoy las Páginas Amarillas existan, pero de forma muy pequeña. El aprendizaje para mí es que en los negocios no hay esa sustitución de ingresos “por arte de magia”, sino que tiene que haber un trabajo y un entendimiento. Y no se entendía bien al consumidor ni al negocio digital. Algo que, lamentablemente, ocurre hasta el día de hoy.
-Finalmente, en las repisas de las librerías hay de todo sobre finanzas. Algunos libros muy buenos y otros escritos por ‘charlatanes’. ¿Qué podría hacer su obra un texto distinto de los demás y, fundamentalmente, útil?
Aparte de que este es un libro disruptivo, he buscado que en el lugar o la posición donde el lector se encuentre, alguno de mis capítulos les ayude a recortar el tiempo que se demoran en aprender. Que vivan la experiencia a través de mi libro. Eso les podría ayudar a tomar mejores decisiones.